jueves, 11 de noviembre de 2010

33º ordinario, 14 noviembre 2010.

Primera Lectura: del libro de Malaquías 3: 19-20
Salmo Responsorial, del salmo  97
Seguna Lectura: de la 2a carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses 3: 7-12
Evangelio: Lucas 21: 5-19.

Hoy es el último domingo del tiempo ordinario, el próximo será la Fiesta de Cristo Rey, fiesta que cerrará el ciclo litúrgico C.

La semana pasada reflexionábamos sobre la “Vida Nueva”, el camino y la llegada a la Patria; seguro nos impresionaron los jóvenes que prefirieron perder los miembros y la vida temporal con la seguridad de la Resurrección; certeza que floreció desde la fidelidad a la Ley, de la confianza plena en que Yahvé no permite que se pierda ninguno de sus hijos.

El Señor Jesús, único Mediador para llegar al Padre, nos mostró como ES: “Dios de vivos”; San Pablo nos exhortó a que permitamos que Él dirija nuestros corazones “para amar y para esperar, pacientemente, la venida de Cristo”.

Jeremías, en la antífona de entrada, nos prepara para que, con ánimo aquietado, miremos hacia la escatología y redescubramos que el Señor “tiene designios de paz, no de aflicción”, e insistamos en la oración, invocándolo porque “nos escuchará y nos librará de toda esclavitud”. Ésta es la forma de preparar lo que, sin ella, sería de temer: “El día del Señor, como ardiente horno”; pero con ella: “brillará el sol de justicia que trae la salvación en sus rayos”.

Conviene que volvamos a preguntarnos: ¿cómo y qué espero, no para el “fin del mundo”, sino para mi encuentro personal con Dios, para “el fin de mi mundo”, el que ahora se encuentra limitado por el espacio y el tiempo? No es temor, es conocimiento que ilumina la decisión del amor, San Juan no ayuda a profundizar: “En el amor no existe el temor; al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor, porque el temor anticipa el castigo, en consecuencia, quien siente temor aún no está realizado en el amor”. (1ª.Jn.4:18); meditándolo acertaremos con la respuesta adecuada…, si no la encontramos como viva en nuestro interior, démonos tiempo para prepararla.

Las palabras de Jesús en el Evangelio, nos advierten y exhortan para que atendamos a los “signos de los tiempos”; no es que ya estemos al final, aunque si continuamos destruyendo el planeta, parecería que la humanidad entera quisiera adelantarlo. ¡Cuánto egoísmo y ausencia de conciencia! ¡Cuánta soberbia y ansia de riqueza! ¿En qué lado nos encontramos? Sabemos que el testimonio a favor de Jesús y del Evangelio, causan y causarán dificultades. Permanecer y actuar a favor de la justicia y de la verdad, será señal de que estamos bajo la Bandera de Cristo, dominemos la imaginación y, otra vez, el miedo, es Él quien nos asegura: “sin embargo, no teman, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”. (Lc. 21: 18)

Recordando a Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré ahí” (1: 21), cubramos esa desnudez con actos nacidos de la entrega efectiva: “Escribe: Dichosos los que en adelante mueran en el Señor. Cierto, dice el Espíritu: podrán descansar de sus trabajos, pues sus obras los acompañarán”. (Apoc. 14: 13)