viernes, 10 de junio de 2011

Pentecostés, 12 junio 2011.

Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 103:  Envía, Señor, tu Espíritua renovar la tierra. Aleluya.
Segunda Lectura: de la 1ª carta del apóstol Pablo a los Corientios 12: 3-7, 12-13
Aclamación: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Evangelio: Juan 20: 19-23.
 
Concluye, hoy, el Tiempo Pascual, desde la “Pascua Florida”, llegamos a la “Pascua Granada”. “No sólo es de flores la fiesta, sino Flor de Fruto es ésta”. Cristo regresó al Padre; reconoció, con toda la fuerza de su Verdad que “todo estaba cumplido”, en lo que a Él se refería. Conforta a sus discípulos con esa presencia intermitente y repite, una y otra vez, que la promesa pronunciada, se cumplirá: “De aquí a pocos días serán bautizados en Espíritu Santo y en Fuego”.

Viento y fuego que rompen las ataduras de la timidez y la desesperanza, que construyen un lenguaje nuevo, que trastocan la confusión de Babel, que dejan atónitos a los oyentes y los congrega en el gozo de escuchar, en su propia lengua, “las maravillas del Señor”. La lista de 15 países diferentes anuncia la universalidad del llamamiento a la Esperanza, a la Verdad, a la Comunión.

La consolidación de la Iglesia está sellada e inicia su acción; exactamente la misma que Jesús ha llevado a plenitud en su entrega sin límites: la Buena Nueva, el perdón, la unión con el Padre a través del mismo Espíritu. “No son ustedes los que me han elegido, sino que yo los he elegido para que vayan y den fruto y ese fruto perdure”. “No tengan miedo, el Padre pondrá en sus bocas las palabras exactas que no podrán rebatir los adversarios.”

Que nuestra oración haya estado colmada de confianza al recitar el Salmo: Ahí  está, verdaderamente, la única posibilidad de cambio: “Envía Señor tu Espíritu a renovar la tierra.” ¿Qué nos responderá el Señor?: Ya lo envié y continúa presente, ¡déjenlo actuar! Él es Quien conjuntará la diversidad de miembros, como lo hizo en la primera comunidad cristiana, para que sean Un solo Cuerpo en Cristo Jesús. Dones al por mayor, pero una sola finalidad: el bien común. En serio necesitamos esta fuerza que viene desde arriba para que anide en nuestros corazones. ¡Es tan profundo nuestro aislamiento egoísta, nuestra falta de audacia y valentía para dar una respuesta digna, que únicamente Él nos comunicará, la convicción, hecha acción, para decir: “Jesús Es el Señor”!

El saludo de Jesús a sus discípulos:”La paz esté con ustedes”, lleva consigo algo sumamente importante para nuestras vidas: ¡el perdón! Perdón y purificación que Él nos otorga para que hagamos lo mismo.

Reitera “el envío”, la misión y tarea: que seamos cristos vivos, consoladores y amigos, nos miremos y tratemos como hermanos “para que el mundo crea”.

Oremos al Espíritu: “Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza, tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.”