sábado, 13 de agosto de 2016

20º Ordinario, 14 agosto 2016.--



Primera Lectura: del libro del profeta  Jeremías 38: 4-6, 8-10
Salmo Responsorial, del salmo 39: Señor, date prisa en ayudarme.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 12: 1-4
Aclamación: Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, Yo las conozco y ellas me siguen.
Evangelio: Lucas 12: 49-53

“Un solo día en tu casa es más valioso para tus elegidos, que mil días en cualquier otra parte”. Miramos más hacia afuera que hacia adentro y hacia arriba, no saboreamos al Señor.
¿Dónde buscamos el Bien? ¿Qué Fuego calienta lo profundo del corazón? 

Jeremías, la figura más cercana a Jesús, fue “signo de contradicción”, no hablaba de lo que el pueblo quería oír, sino de lo que Dios le comunicaba; perseguido, lanzado a un pozo cenagoso, nunca perdió la confianza, bien que conocía el Salmo: “esperé en el Señor con gran confianza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegaria. Del charco cenagoso y la fosa mortal me puso a salvo; puso mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos”.

De la oración nace la confianza. Continúa el capítulo 12 de la Carta a los Hebreos, vemos la pléyade de verdaderos “hijos de Dios”, y el primero: Jesús: “pionero y consumador de la fe…, mediten en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar sangre en la lucha contra el pecado”. La verdadera guerra que traerá la paz, la que nos da Jesucristo, “no como la da el mundo”.

La intercesión de los que ya están con el Señor es real,  nos anima a proseguir en la carrera para llegar a la meta, recibir, gratui8tamente la Gracia, el Espíritu que nos promete el Padre en Jesucristo, quien no quiere “que vayamos ayunos porque desfalleceríamos en el camino”.

No es fácil acompañar a Jesús en la subida a Jerusalén, ahí recibirá el bautismo, la muerte; ahí encenderá totalmente el fuego que quiere que arda en todo el mundo, ahí volverá a recordarnos la misión encomendada a Él y a nosotros por el Padre.

No nos extrañe la aparente contradicción con otras partes del Evangelio: “Paz a los hombres que ama el Señor”: “Mi paz les dejo mi paz les doy”. Necesitamos adentrarnos en los sentimientos de Cristo Jesús para comprender la profundidad de esa Paz que provoca la guerra interna para superarnos: “el que se ama en esta vida, se pierde para la vida eterna” Cristo vive el ser signo de contradicción, no hay término medio: Con Él o sin Él; Luz o tinieblas, recoger o esparcir; “el que me niegue ante los hombres, el Hijo del Hombre lo negará ante los ángeles de Dios”. ¿Nos preparamos a recibir las promesas que superan todo deseo?