viernes, 19 de agosto de 2016

21° Ordinario, 21 Agosto, 2016.--.



Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 65: 18-21
Salmo Responsorial, del salmo 116: Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 12: 5-7, 11-13
Aclamación: Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; nadie va al Padre, si no es por Mí, dice el Señor.
Evangelio: Lucas  13: 22-30.

Pedimos al Señor que nos escuche, como si tuviéramos que recordárselo; pedimos que nos salve cuando Él ya ha realizado la obra completa de la salvación, de la cual nadie queda excluido; mejor haríamos en analizar si, desde la conciencia de nuestra pequeñez, lo invocamos de todo corazón.

El designio del Señor, lo hemos meditado y  rumiado muchas veces es: “que todo hombre se salve y venga al conocimiento de la verdad”. Igualmente confirmamos que la iniciativa proviene de Él, como plásticamente nos narra el Profeta: “Yo vendré para reunir a todas las naciones de toda lengua. Vendrán y verán mi gloria”. Como confirmación de esta decisión, está el “envío” que escuchamos en el Salmo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio”. Mensajeros que anuncien, seres conscientes que escuchen y se dejen llevar hasta “el monte santo de Jerusalén”, signo concreto del Reino.

Los caminos y los modos, como la vida de cada ser humano, son diversos, lo que realmente importa es llegar: caminando, a caballo, en mulos o camellos, y si hay algún impedimento, en aceptar la ayuda: “en literas”. Somos parte del mundo, somos integrantes del Reino, somos convocados, y parte esencial de nuestra misión, porque “ya tenemos el signo”, es conducir a cuantos encontremos en la vida, hacia el Señor.

Detenernos largo rato a pensar en esto, tiene que levantarnos el ánimo, nuestro proyecto de vida nace desde Dios, ya está implantado en nuestro interior, “aceptar haber sido aceptados”, tiene que darnos bríos para continuar el camino y ser vivos ejemplos para cuantos se encuentran desorientados, fríos, perdidos. ¡Dios confía en nosotros!, ¿hace falta algo más? “Grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre”.

El compromiso es grande y, lo hemos experimentado todos en algunos momentos de la vida: “falta fuerza en la sangre, falta luz en los ojos”; pero no hay sitio para la angustia ni el desánimo, el Señor se encarga de invitarnos a reemprender el vuelo. Como Padre, sabe de nuestras limitaciones, de nuestros desvíos y “nos corrige”. ¡Con qué sabiduría nos hace reflexionar la Carta a los Hebreos: “El Señor corrige a los que ama. Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad”. Me incluyo en la confesión: ¡existe todavía tanta soberbia, tanta vana presunción en nosotros, que dejamos de lado las invitaciones del Señor que lleguen por todas partes y fundamentalmente, las mociones del Espíritu! La reflexión y, otra vez, el discernimiento, producirán esos “frutos de paz y de santidad”, no podemos esquivarlo, a eso estamos llamados.

Jesús, en el Evangelio, no responde directamente a la pregunta: “¿Es verdad que son pocos los que se salvan?”, es verdad que la inquietud de cada uno sería que todos lleguemos al Reino; pero escuchando la proposición de Jesús, volvemos a medir la necesidad de la introspección y de la acción. Nadie está seguro, nadie tiene el privilegio, ni como judíos, Pueblo elegido, ni como cristianos, Nuevo Pueblo de Dios, nos urge medir la respuesta: “Esfuércense en entrar por la puerta, que es angosta…”  No es una transacción comercial, es la decisión de seguir a Jesús y no a nuestros caprichos e instintos, es vivir, sin recortarlo, el estar com/pro/met/idos, pues acabaríamos “idos”, seríamos palabras vanas que nos enfrentarían a consecuencias trágicas: “En verdad no sé quiénes son ustedes, apártense de Mí, todos ustedes que hacen el mal”.   

Nuestro sitio está “preparado”, ¡cuidémoslo con esmero!, pues, son palabras del mismo Señor: “Muchos vendrán del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino”. ¡Señor, no queremos ponernos a considerar si somos de los primeros o de los últimos, te pedimos nos conserves, por tu Gracia, en tu Gracia!

sábado, 13 de agosto de 2016

20º Ordinario, 14 agosto 2016.--



Primera Lectura: del libro del profeta  Jeremías 38: 4-6, 8-10
Salmo Responsorial, del salmo 39: Señor, date prisa en ayudarme.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 12: 1-4
Aclamación: Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor, Yo las conozco y ellas me siguen.
Evangelio: Lucas 12: 49-53

“Un solo día en tu casa es más valioso para tus elegidos, que mil días en cualquier otra parte”. Miramos más hacia afuera que hacia adentro y hacia arriba, no saboreamos al Señor.
¿Dónde buscamos el Bien? ¿Qué Fuego calienta lo profundo del corazón? 

Jeremías, la figura más cercana a Jesús, fue “signo de contradicción”, no hablaba de lo que el pueblo quería oír, sino de lo que Dios le comunicaba; perseguido, lanzado a un pozo cenagoso, nunca perdió la confianza, bien que conocía el Salmo: “esperé en el Señor con gran confianza, Él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegaria. Del charco cenagoso y la fosa mortal me puso a salvo; puso mis pies sobre la roca y aseguró mis pasos”.

De la oración nace la confianza. Continúa el capítulo 12 de la Carta a los Hebreos, vemos la pléyade de verdaderos “hijos de Dios”, y el primero: Jesús: “pionero y consumador de la fe…, mediten en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo, porque todavía no han llegado a derramar sangre en la lucha contra el pecado”. La verdadera guerra que traerá la paz, la que nos da Jesucristo, “no como la da el mundo”.

La intercesión de los que ya están con el Señor es real,  nos anima a proseguir en la carrera para llegar a la meta, recibir, gratui8tamente la Gracia, el Espíritu que nos promete el Padre en Jesucristo, quien no quiere “que vayamos ayunos porque desfalleceríamos en el camino”.

No es fácil acompañar a Jesús en la subida a Jerusalén, ahí recibirá el bautismo, la muerte; ahí encenderá totalmente el fuego que quiere que arda en todo el mundo, ahí volverá a recordarnos la misión encomendada a Él y a nosotros por el Padre.

No nos extrañe la aparente contradicción con otras partes del Evangelio: “Paz a los hombres que ama el Señor”: “Mi paz les dejo mi paz les doy”. Necesitamos adentrarnos en los sentimientos de Cristo Jesús para comprender la profundidad de esa Paz que provoca la guerra interna para superarnos: “el que se ama en esta vida, se pierde para la vida eterna” Cristo vive el ser signo de contradicción, no hay término medio: Con Él o sin Él; Luz o tinieblas, recoger o esparcir; “el que me niegue ante los hombres, el Hijo del Hombre lo negará ante los ángeles de Dios”. ¿Nos preparamos a recibir las promesas que superan todo deseo?

sábado, 6 de agosto de 2016

19° Ord. 7agosto 2016.--



Primera Lectura: del libro de la  Sabiduría 18: 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 32: Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 11: 1-2, 8-19
Aclamación: Estén preparados porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del Hombre.
Evangelio: Lucas 12: 32-48.     

 “Acuérdate, Señor, de tu Alianza”; Él no puede recordar porque jamás olvida, su conocimiento es intuitivo: “captación global del ser en presencia del ser” y como todo está en su presencia, todo lo conoce; mejor es decirle: Señor, haz que tu Alianza esté viva en nuestros corazones, e3lla que es es “nueva y eterna”, eso hará crecer en nosotros la realidad de hijos adoptivos y gozar, desde ahora, de la herencia eterna.

  Nos dice claramente el escritor de la Carta a los Hebreos: “La Fe es la forma de poseer, lo que se espera y conocer realidades que no se ven”; todo el capítulo es un enorme número de testigos que “murieron firmes en la fe”, no vieron y “creyeron en los bienes prometidos, los vieron desde lejos y se gozaron en ellos”, prosiguieron su camino porque se sabían peregrinos, “añoraban una patria mejor: la del cielo”. Es igual la encrucijada de nuestro camino: “vamos de pasada”, igualmente buscamos la patria eterna donde ya no habrá pena ni llanto, donde llegaremos, en verdad al hombre perfecto. Esta convicción apacigua nuestros temores. La Fe no es claridad meridiana, es la aceptación de su contenido fincados en el Testigo, así con mayúsculas: Cristo, el Amor increado.

 El Aleluya vuelve a recordarnos nuestra condición de peregrinos: “Estén preparados porque no saben a qué hora vendrá el Hijo del hombre”, dispuestos a abrir a cualquier hora, con las alas preparadas para emprender el vuelo, a pesar de que el ser se estremezca y tiemble, recordando siempre, pero más en esa hora incierta que  “Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos”.

Jesús mismo nos recuerda: “Salí del Padre y vuelvo al Padre; voy a prepararles un lugar y vendré y los llevaré conmigo”.

Para sabernos preparados, pidamos: Señor, ayúdanos a reconocer tu paso por nuestra historia, a dar frutos que permanezcan para siempre; con tu Gracia, llegaremos al final del camino y nos darás el último abrazo.