sábado, 17 de junio de 2017

11º. Ordinario, 18, junio 2017.-

Primera Lectura: del libro del Éxodo 19: 2-6 
Salmo Responsorial, del salmo 99 
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 6-11 
Evangelio: Mateo 9: 36-10:8

“Oye, Señor, mi voz…, ven en mi ayuda”, clamamos en la antífona de entrada y completamos perfectamente en la oración: “porque sin tu ayuda, nada puede nuestra humana debilidad”; si en verdad sacamos a flor esa experiencia, soy débil,  no cesará mi boca, nuestra boca, de llamar al Señor, y seremos capaces de tratar de cumplir siempre su voluntad.

¿De dónde nace la confianza para invocar el nombre del Señor?, de Él mismo, de su bondad, de la fuerza que nos comunica y nos llena de esperanza; definitivamente, ¿qué pueblo pudo jamás escuchar la predilección del mismo Dios?, y nosotros somos ese pueblo “su especial tesoro entre todos los pueblos”; palabras del Éxodo que nos hacen recordar la Carta de San Pedro: “Pueblo de reyes, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad”, así, nuestro ser entero, sentirá lo que es el cobijo de Dios, ¿nos animaríamos a desear más?

Insiste en el mismo renglón el estribillo del Salmo, como para que esa verdad ilumine siempre nuestros pasos: “El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo”. Reconozcamos que somos suyos; ya contamos con su gracia para guardar la Alianza.

Pablo en el fragmento de la Carta a los Romanos, ahonda todavía más: ¿cómo no vamos a ser agradecidos, profundamente agradecidos, y recordemos que el agradecimiento es la memoria del corazón, si “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”? No tenemos hacia dónde desviar la mirada, en todo lugar encontramos la misericordia y el amor de Dios por nosotros, el perdón y la misericordia nos arropan: ¡Gracias, Señor!

Definitivamente el Reino de Dios no está cerca,  está dentro de nosotros… ¡qué maravilla!

En el Evangelio continuamos escuchando la misma melodía: Jesús se compadece de las multitudes y lo sigue hacendó, porque en aquel entonces al igual que ahora: estaban y estamos extenuados y desamparados como ovejas sin pastor”; nuestro mundo continúa necesitando trabajadores en los campos de Dios: Señor, danos sacerdotes santos según tu corazón, que alienten y alimenten a tu  pueblo, que lo sanen y lo santifiquen con  y por la acción del Espíritu Santo; así como elegiste a los doce, sigue desgranando nombres que se alisten bajo tu bandera y, discerniendo tu mensaje, ahora sí vayan a tierra de paganos, de hombres y mujeres hambrientos de verdad y de vida, y sepan comunicar la luz que viene de tu Palabra.