domingo, 28 de marzo de 2021

Domingo de Ramos, 2021- Mc. 11:1-10.


Gozo inicial, agitación de Palmas, Alegría porque acompañamos a Jesucristo, nuestro Rey y Señor hasta reunirnos con Él en la Jerusalén celestial.

Hemos preparado el momento orando, única vía para “tener en nosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús”; abriéndonos a los hermanos; dominando, con la Gracia, pasiones y tentaciones; ayunando, especialmente como el Señor lo expone: "que tengamos compasión con el huérfano, la viuda y el forastero..."  

Mucha gente gozaba de las maravillas realizadas por Jesús, se dejaban tocar por la convicción con que hablaba y actuaba. Lo señalaban como el Mesías libertador: quedará roto el yugo que nos oprime…, y la emoción se desbordó. Cuando la emotividad triunfa sobre la razón y la realidad, ésta se obscurece: ¿Nuestro Rey” montado en un burrito."?

Preguntémonos con honestidad, ¿Es éste el Mesías que imaginamos?  Si de verdad hemos seguido a Jesús, sus hechos, sus dichos, su ejemplaridad en los Evangelios, no correremos el riesgo del desengaño labrado por vanas ilusiones. ¡Confirmemos nuestro deseo de recibir y ”recordar cuanto se había escrito de Él!"!

El Espíritu está pronto a ayudarnos a comprender y a aceptar la verdadera humanidad de Cristo "Primogénito de toda creatura para conformarnos a su imagen."

 

MISA. Is. 50: 4-7; Salmo 21; Filip. 2: 6-11; Mc. 14:1-15,47.

Las lecturas y el Salmo, oídos, meditados, habrán deshecho en humo la "falsa imagen de Mesías" que la carne ilusoria aguardaba.

Nos presentan al Siervo Sufriente, al Escucha preferido del Padre, al Hijo Amado en quien están sus complacencias y eso ¡nos repele!, si la fe titubea, lo veremos "como desecho de los hombres, sin figura, sin rostro, abatido y humillado, crucificado y muerto... No perdamos pisada, necesitamos unir nuestra oración a la del mismo Cristo: "El Señor me ayuda y por eso no quedaré confundido."  La glorificación, la escuchamos temblando, llega por la obediencia al designio del Padre; nos prepara, de nuevo, a escalar lo imposible: la muerte y el fracaso: "locura para los paganos y escándalo para los judíos".

Esto, imposible de entender si no es con la Fe, si no es desde la Alianza escrita en lo más profundo de las mentes y de los corazones: "Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla..."

El relato de la Pasión según San Lucas, es corona de todo lo predicho. Hagamos un viaje al interior; vivámosla en silencio, digámonos como pide San Ignacio en los Ejercicios: “Por mí va el Señor a la Pasión”.  ¿A qué grito responde el corazón?: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”  O, "¡Crucifícalo!”, porque rompe y rasga mi egoísmo.

Que el asombro envuelva nuestro espíritu y a impulsos de ese Amor ilimitado ofrezcámonos a Dios con “un corazón contrito y humillado, agradecido y comprometido."

domingo, 21 de marzo de 2021


Primera Lectura:
del libro del profeta Jeremías 31: 31-34

Salmo Responsorial,
del salmo 50: Crea en mí, Señor, un corazón puro.

Segunda Lectura:
de la carta a los Hebreos 5: 7-9

Evangelio:
Juan 12: 20-33.

“Señor, hazme justicia. Defiende mi causa; Tú eres mi Dios y mi defensa”. ¿Alguien nos condena para pedir justicia?, ¿alguien nos persigue para pedir defensa? ¡Ciertamente sí!  Hay enemigos al descubierto, que atacan impunemente, confiados en su fuerza y su poder, en la amplitud de sus tentáculos que llegan a nuestra propia casa y la inundan de ideas e incitaciones que proponen, por una parte, que todo es fácil de conquistar sin esfuerzo, sin sacrificio, sin compromiso; y por otra, si no lo conseguimos, que es lícita la violencia, el odio, la trampa y la rapiña, la mentira e incluso el homicidio. Basta hojear el periódico o escuchar las noticias: ejecuciones, asesinatos, robos, enfrentamientos entre naciones, guerras, desavenencias, ausencia de hermandad y comprensión. Deducimos, con tristeza: ¡el mal sigue triunfando! Permanecemos tranquilos porque parecería que no nos ha afectado; pero la realidad es otra. Va minando los valores, la fidelidad, la convicción, la trascendencia, la dignidad del ser humano. Nos gritan, desde los cuatro puntos cardinales, que Dios no es necesario, que es patraña molesta, que sojuzga y limita, que para ser libres hemos de lanzarlo ¡a la basura! 

Hay otros, aún más peligrosos: los que llevamos dentro: egoísmo, liviandad, cerrazón, soberbia, autosuficiencia, subjetivismo presuntuoso que nos nublan los ojos, peor aún, el corazón. “Defiéndeme, Señor, de mí mismo”. Si no eres Tú “mi Dios y mi defensa”, sucumbirá mi fe; ya lo he vivido; tu Alianza se me ha roto desde dentro, como a los israelitas. 

¡Cumple en mí y en todos, la promesa que hiciste! “Pon tu ley en lo más profundo de las mentes, grábala en los corazones, que reconozcamos que Tú eres nuestro Dios y nosotros tu pueblo”. ¡Que llegue pronto el día en que todos, desde el más pequeños hasta el mayor, te conozcamos!  Por eso te pedimos en el Salmo: “Crea en mí, crea en nosotros, un corazón nuevo”, semejante al de Cristo “que, a pesar de ser Hijo, aprendió a obedecer”. Su angustia y su grito, son genuinos, humanos, piden vida, igual que nuestros gritos. ¿Los oíste? Sin duda, y con su muerte nos diste Nueva Vida, la Salvación que dura, la que saldó la deuda, la que nos encamina, seguros, a tu encuentro. 

Más que gritar, aprender a mirar. Conviértenos en puentes que lleven a Jesús, como Andrés y Felipe que condujeron a aquellos griegos a la Fuente, “porque te conocían”. 

Regresa a nuestras mentes esa necesidad de escucha, de guardar la Palabra y “rumiarla en el corazón” a ejemplo de María. “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo, pero si muere da mucho fruto”.  Vuelve la paradoja, la realidad a la que la carne se resiste: “morir para vivir”. No se trata del éxito a los ojos del mundo, del “parecer” que tanto nos predican ejemplos incontables y anuncios insidiosos, sino del “hombre nuevo”, el que da fruto a los ojos de Dios. 

Sabemos de memoria tu sentencia: “El que se ama a sí mismo, se pierde; el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se asegura para la vida eterna”. ¡Cuánto enemigo llevo conmigo! ¿Despreciarme?, lo acertado es justipreciar los seres y a mí mismo; usarlos con respeto sin perder la mirada al Infinito. 

La Voz que glorifica, enciende nuestros ánimos, nos sitúa en la esperanza firme de tu triunfo: “Ha llegado la hora en que el príncipe de este mundo será arrojado fuera”. Victoria sobre la muerte con tu Muerte. En el madero, ¡locura pertinaz!, está la vida. 

Desde tu Cruz, Señor, abrázanos con fuerza, sólo en ella morirá nuestro egoísmo.

viernes, 12 de marzo de 2021

4° Cuaresma, 14 marzo 2021.- (ciclo B)


Primera Lectura:
del libro de las Crónicas 36: 14-16, 19-23
Salmo Responsorial,
del salmo 136:
Tu recuerdo, Señor, es mi alegría.
Segunda lectura:
de la carta del apóstol Pablo a los efesios 2: 4-10
Evangelio:
Juan 3: 14-21. 

A la mitad del tiempo de oración y penitencia, la liturgia inserta el Domingo de la Alegría: “Alégrate, Jerusalén, reúnanse…, vengan a saciarse con su felicidad”. Alegría fundamental, profunda, alentadora: la razón: “Dios nos ama” y nos ama no porque lo merezcamos, no porque lo amemos como deberíamos, más bien hemos hecho todo lo posible por alejarnos de Él, por alejarlo de nosotros, sino porque “Dios es Amor”. Nos creó para mirarse en nosotros, para que lo miráramos en los otros, para que lo miráramos en nuestro corazón. 

Una vez más, su Palabra, por los profetas, por los acontecimientos, por su propio Hijo, nos echa en cara la deshechura que hemos perpetrado en el mundo que nos dio,  la ruptura de esas relaciones fraternas y por haber dejado en el olvido la verdadera Piedad, esa virtud que nos une íntimamente a Él.  

Un padre y menos aún nuestro Padre, no puede desear nada malo para sus hijos, pero sí le interesa que recapacitemos y que volvamos a Él por uno o por otro camino: el del desgarramiento por las desgracias o el del reconocimiento de su Amor, de su Paciencia, de su Bondad, de su llamado constante “porque tiene compasión de su pueblo y quiere preservar su santuario”. Lo inesperado, ocurre: “El Señor inspira a Ciro, rey de los persas” y ¡ojalá nos diera escuchar eso de todos los jefes de los pueblos, palabras semejantes!: “Todo aquel que pertenezca al Pueblo del Señor, que parta a reedificar su Santuario”. No violencia, sino hermandad; no separatismo sino solidaridad. ¡Volver a construir el mundo, volver a construir nuestros corazones!  

Es verdad: “estábamos muertos por nuestros pecados, pero Él nos dio la vida por Cristo y en Cristo”. La alegría de hoy y de siempre, tiene un fundamento sólido: “la misericordia y la compasión de Dios; no nuestros méritos sino su gratuidad”. En nuestras vidas, sin duda, hemos meditado en el contenido de la Fe: es un don recibido que busca “un encuentro personal con el Dador del don”. ¿Qué mejor momento para activarla? Si acaso la sentimos desfallecida, rogar humildemente: “¡Creo, Señor, dame Tú la fe que me falta!”  

El don se hace palpable, Cristo nos lo revela, abre la intimidad del Padre y nos enseña en Sí mismo, ese amor inabarcable: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”.  Dios no se contenta con darnos mil muestras de amor y de ternura, Él toca los extremos, nos da lo más preciado: ¡A Su Hijo! La alegría y la confianza están de nuestro lado, porque Cristo “no ha venido a condenar sino a salvar” 

Miremos hacia arriba y encontraremos no al signo que curaba sino al Hijo de Dios, al Justo traspasado que espera que a su Luz actuemos todos, y en Él nos convirtamos en serie interminable de escalones por los que el mundo y los hombres, volvamos a nuestro Principio;  allá, en donde la Alegría será completa.      

sábado, 6 de marzo de 2021

3°. Cuaresma, 7 marzo 2021.- (Ciclo B)


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 20, 1-17

Salmo Responsorial,
del salmo 18: Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.

Segunda Lectura:
de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 1: 22-25

Evangelio:
Juan 2: 13-25.

“Tú libras mis pies de toda trampa”. Lo prometiste cuando revelarás tu santidad y ya la has manifestado en Jesucristo. ¿Por qué no sentimos el viento de sus alas en nosotros? Sin tu Espíritu, ¿cómo nos encontramos?  Progresamos, es cierto, pero de una manera chata, obscura y egoísta. Nos gloriamos de los triunfos técnicos y científicos, pero, ¿dónde han quedado el pensamiento, la religiosidad, los valores? Fincamos nuestro triunfo en la investigación y en el poder, en una comunicación inacabable de datos, cifras, estadísticas y predicciones con la que creemos dominar el mundo, y en vez de ser señores, celosos cuidadores del ser y de los seres, nos hemos convertido en amos esclavizantes y soberbios.

Dudo mucho que aceptes como realidad lo que preponemos en la petición que te elevamos: ¿“ayuno, oración y misericordia como remedio del pecado”? ¿Es que en verdad “reconocemos nuestras miserias y nos agobian nuestras culpas”?  Si lo confesáramos en serio, seríamos otros a tus ojos y a los nuestros porque de inmediato nos sentiríamos “reconfortados con tu amor”. No es esta la humanidad que Tú quisiste, hemos roto tus planes; no hemos obedecido tus mandatos, tus leyes y preceptos y nos hemos encerrados como ostras, creyendo que la perla allá escondida, era en sí misma suficiente. ¿Capacidad?, nos la has dado a torrentes. Repartes con mano generosa para hacernos capaces de construir un mundo nuevo. Tu Palabra alumbra cada día, marca las mojoneras del único camino, “es vida eterna”. 

Para guiar a tu Pueblo, y, con él a nosotros, entregas el Decálogo: síntesis que todo lo contiene: en verticalidad: filial adoración; en horizontalidad: fraternidad activa; en interioridad: aceptación consciente, nada queda al acaso, Tú todo lo previste, nos dejaste a nosotros la respuesta; pero sin Ti no la daremos ni personal ni colectivamente. 

¿Otra nueva propuesta sin quedar marginada la primera? Sonó y sigue sonando a locura inconcebible. Ni, aunque venga de Ti y se haya hecho en Cristo realidad palpable, eso de Cruz y Muerte, nos aterra, no cabe en nuestras mentes, nos repugna, por eso nos unimos al clamor del “escándalo”: ¿Cómo puede ser Dios fuerte en la debilidad? Va contra toda regla de la lógica humana: ¡lo débil no puede sostenerse! Lógica que en Cristo se nos quiebra y con Él comienza a brotar la nueva. 

Nos pedías “conversión”, ahora vislumbramos el modo: audacia y reciedumbre, “¡quiten todo de aquí y no conviertan en mercado la casa de mi Padre!”. Casa que es todo el mundo, y cada hombre. ¡Qué limpieza conlleva ser “morada de Dios”! 

La novedad del Espíritu que supera lo externo: oro, ropajes, edificios, ofrendas y holocaustos, que exige “odres nuevos para el vino nuevo”, que ante la indignación de aquellos que confían en los ritos, ofrece el propio ser en sacrificio: “Destruyan este templo y en tres días lo reedificaré”. Anuncio que libera, que rompe las cadenas y confirma en su restauración, la nuestra.

Los discípulos tardaron en llegar, pero llegaron. A la luz de la Resurrección, se hizo luz en sus mentes: “El celo de tu casa me devora” y creyeron en Jesús y en la Escritura.

No nos tardemos más. No es que el Señor “aguarde demasiado”, nos conoce muy bien: “No necesita que nade le descubra lo que es el hombre, porque Él sabe lo que hay en el hombre”.  Pidámosle que se encuentre a Sí mismo adentro cuando nos escudriñe.