jueves, 24 de octubre de 2024

30° Ord- 27 octubre 2024.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Jeremías
31: 7-9
Salmo Responsorial, del salmo 125: Cosas grandes has hecho por nosotros, Señor.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 5: 1-6
Evangelio: Marcos 10: 46-52.

Buscar, aunque sea a tientas, pero con la mente y el corazón puestos en la meta. No podemos caminar por la vida sin la meta precisa, de seguro nos perderíamos. Quien siente la inquietud de llegar, pondrá los medios, no solamente “unos” medios, para conseguir lo anhelado. Tenderá la mano y encontrará seguridad de donde asirse. La presencia del Señor es visible aun en la obscuridad más densa; intentemos hacer real la antífona de entrada: “busquemos continuamente su presencia”.

Colgados del amor, en alas de la fe y de la esperanza, nos sentiremos como flechas lanzadas por el arquero experto que nos orienta al centro mismo de los seres, a Dios, que nos espera para dársenos a Sí mismo, no como premio, sino como don gratuito, que llena, que rebosa, que transforma en luz nuestras tinieblas; completará así el círculo perfecto, salimos de Él y a Él volvemos. “los cantos de alegría y regocijo” son prenda clara de que el camino sale a nuestro encuentro. Es un camino amplio, todos caben; el corazón de Dios es grande, acoge a todos los que sufren: “cojos, ciegos, mujeres en cinta y aquellas que acaban de dar a luz”. Es un camino llano y sin tropiezos, es la mano buscada y encontrada, es el cariño del Padre que funde, en un abrazo inacabable, a todo ser humano que acepte reconocerse como hijo.

No es sólo Israel, el pueblo liberado, somos también nosotros, que miramos y admiramos “las grandes cosas que ha hecho por nosotros”; ha roto cadenas más pesadas que las de la esclavitud, de la lejanía, de la ilusión quebrada, del horizonte oculto a la mirada, del alma solitaria; ha roto las cadenas del olvido y se ofrece a romperlas sin cansarse, para formarse un pueblo nuevo, limpio de pecado. Regresarán la risa y la alegría, las que superan todos los pesares, porque al levantar los ojos, miraremos los campos florecidos, las espigas fecundas, las aguas claras y abundantes.

Lo que fue signo y promesa en la voz del profeta, se torna en plenitud palpable en Jesucristo; ya no serán sacrificios de corderos, ni incienso, ni cantos de alabanza agradecida, sino la sangre de aquel que nos conoce y que no duda un instante en ofrecerla para que sirva como riego fecundo y nos lave por dentro; el nuevo y eterno sacerdocio ha quedado instaurado: “tú eres sacerdote eterno como Melquisedec”.

El sacerdocio antiguo pedía primero perdón por sus pecados; Jesús, el único justo, “el Hijo, eternamente engendrado”, la transparencia misma, en el que todo es gracia, el que nos lleva al Padre, se entrega libremente y es, a un mismo tiempo, víctima, sacerdote y altar; con Él “el retoño renace” y nos pide, simplemente: ¡ayúdenlo a crecer!

Son del mismo Jesús los pasos que resuenan muy cerca de nosotros; como Bartimeo, sentados al lado del camino, escuchemos, desde la obscuridad, la mano que anhelamos, la que salva y levanta, y gritemos sin miedo: “¡hijo de David, ten compasión de mí!” Nos urge la insistencia de una fe que confía, que no haga caso de aquellos que la quieren callar. Imploremos más fuerte. Sabemos que Jesús siempre atiende al que con fe lo invoca. Sigamos escuchando: “¡ánimo!, levántate, porque Él te llama”. Arrojemos el manto, todo aquello que estorbe nuestro encuentro; demos el salto decidido hacia la voz que aguarda, y, ya cerca de Él, pidamos lo que tanto nos falta: “Maestro, que pueda ver”.

Las maravillas del Señor continúan al alcance de un corazón deseoso; la claridad, la luz y los colores, darán vida a la vida, y él mismo nos dará la fuerza necesaria para mantenernos humildes y sencillos para seguir sus pasos.

 

viernes, 18 de octubre de 2024

29° ord. 20 October 2024


Primera Lectura:
Isaías 53: 10-11
Salmo Responsorial, del salmo 32:
Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 4: 14-16
Evangelio: Marcos 10: 35-45

Domingo de las misiones, liturgia que insiste en la total actitud de servicio activo, sincero, universal, desinteresado; confianza en la plegaria, “porque tú Señor, me respondes”, porque, en plásticas comparaciones nos recuerda que el Señor nos cuida, nos guía, nos protege, y asegura para que nuestra voluntad aprenda la docilidad, y el servicio.

El pequeño fragmente del cántico del siervo de Yahvé que escuchamos de Isaías, habla de un personaje desconocido pero perfectamente aplicable a Jesús; anuncia, siglos  antes, lo que fue realidad en la entrega del Señor por nosotros, que lo sabemos y quizá por  sabido  no lo dejamos penetrar hasta el fondo para que nos sacuda de agradecimiento: “con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los pecados de ellos”, ejemplaridad de amor y de servicio, ya nos contamos entre los justificados… ¿cómo decimos en el salmo: “muéstrate bondadoso con nosotros, señor”?, ¿podemos esperar más muestras de su bondad?

Más elementos nos da la carta a los hebreos: Jesús, hijo de Dios, ha querido ser igual a nosotros, ningún ser humano podrá decir que ha sufrido más que él, y él sin merecerlo; verdadero sacerdote que no ofrece sacrificios extraños sino que se entrega a sí mismo; identificado con nosotros nos muestra el camino para encontrar la gracia en el momento oportuno; ¡otro vivo ejemplo de servicio!

Sin duda habremos escuchado ese dicho: “el que no vive para servir, no sirve para vivir”, lo aceptamos, lo repetimos, admiramos a los que lo realizan, sería bueno preguntarnos qué tanto lo bajamos a nuestra realidad; contemplemos a Jesús que no se contenta con palabras, que va hasta el extremo de lo que predica y se adjudica, sin vacilaciones: “el hijo del hombre vino a servir y a dar su vida por la redención de todos”; no lo comprendieron los discípulos aturdidos por el deseo del poder como estrado del éxito, del encumbramiento y  del aplauso. Juan y Santiago “no saben lo que piden”, se han quedado en sí mismos; igual los otros 10, enojados y, sin duda, envidiosos…, lejos del corazón de cristo…, al igual que nosotros. ¡Ilustrarnos, señor, que entendamos y aceptemos tus proyectos tan opuestos a nuestra idolatría.

Tenemos mil ejemplos de los que te han tomado en serio y han sacrificado y lo siguen haciendo: “el pasarla bien” y las comodidades, su patria, su lengua y su cultura para dar a conocer la alegría del evangelio, aún a precio de su sangre; bendícelos y bendícenos.

sábado, 12 de octubre de 2024

28. Ord. 13 octubre 2024.-


Primera Lectura:
del libro de la Sabiduría 7: 7-11
Salmo Responsorial, del salmo 89;
Sácianos, Señor, de tu misericordia.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 4: 12-13
Evangelio: Marcos 10: 178-30.
 
Olvidar, perdonar, salvar de manera definitiva, solamente tú, Señor. Concédenos que la tristeza y la amargura, el desánimo que nos empuja a devaluarnos por la conciencia de nuestras faltas y pecados, queden borrados por la presencia de tu misericordia, de otra forma “¿quién habría, Señor, que se salvara?”

Ojalá, convencidos, insistamos en la oración que abre el interior hacia los demás, los que tenemos a nuestro alcance y los lejanos a los que nos une la realidad humana y la misión bautismal: “que te descubramos en todos y –de verdad- te amemos y sirvamos en cada uno”. Es muy fácil pedirlo y aun aceptarlo en la mente, necesitamos que lata en el corazón y viva en las obras; ahí está la “sabiduría”, la auténtica, la que nos llega a través del Espíritu, si permitimos que la palabra “penetre hasta la médula de los huesos y divida la entraña”. Recibirla es constatar que “con ella nos llegan todos los bienes”, los que perduran, los que pesan más que todas las riquezas de la tierra, la que mide y discierne creaturas y contorno, la que ilumina, “con luz que no se apaga”, que “el ser para los otros” es el camino que acerca a Jesucristo, que evita el ansia posesiva de “mis cosas, mi yo y mi egoísmo”.
Más allá del mero cumplimiento, el reino es mucho más

La espada corta y rasga, le tememos; pero ella limpia y “deja al descubierto las intenciones de nuestro corazón”, nos quita la confianza en la falsa coraza que nos daban los bienes conseguidos, derrumba merecimientos “comerciales”, y nos impulsa a cambiar la mirada, a ir más allá del mero 
seguro que anhelamos la mirada amorosa de Jesús que nos llama, que ha trazado el camino con su propia pisada, que espera de nosotros la respuesta precisa que supera horizontes terrenos, que escucha, acoge y vive la invitación concreta: “ve, y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. ¿Qué sucedió en el joven que “se acercó corriendo y se arrodilló ante Jesús”? No bastaron palabras ni mirada envueltas en cariño, pudo más lo cercano, lo pensado como algo seguro, y se alejó con la tristeza rodeándole las manos, el corazón, la mente y el camino.
 

El comentario de Jesús nos estremece, su mirada ha variado, su palabra incita, sin violentar, a examinarnos por dentro, todos juntos, individual y colectivamente: “hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el reino de dios!”. No bastan los deseos, por muy altos que sean.
 

"Síganme”, ¿abandonado todo, especialmente a este “yo” que tanto cuido?; ¡qué difícil romper las ataduras que con tanto trabajo hemos unido!, si esta es la consigna, “¿quién puede salvarse?”.

Sintamos, oigamos la palabra, captemos la mirada, otra vez cariñosa, que nos llevan a la esperanza que toca la certeza: “es imposible para los hombres, mas no para Dios. Para dios todo es posible”. ¡Que Jesús Eucaristía, nos repita la promesa y le creamos!

 

sábado, 5 de octubre de 2024

27º Ordinario, 6 octubre 2024—


Primera Lectura:
del libro del Génesis 2: 18-24
Salmo Resonsorial, del salmo127: Dichoso el que teme al Señor.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 2: 9-11
Evangelio: Marcos 10: 2-16.

Considerar en serio lo que nos dice el libro de Esther en la antífona de entrada: “todo depende de tu voluntad, Señor, y nadie puede resistirse a ella”, desata en cadena un caudal de consecuencias que se convierte en cascada, que nos anega gozosamente, al reconocer: “tú eres el Señor del universo”.

Señor que cuida, que jamás sojuzga, que indica, que despierta la conciencia de nuestra creaturidad y le indica el camino. Señor que respeta su propia creación y de ella, primordialmente, la libertad que ha dado a los seres humanos; pero que no permanece impasible ante los desvíos de nuestras elecciones. Una y otra vez sale en nuestra búsqueda, porque nos ama, porque somos corona de cuanto ha hecho y desea que esa corona brille en todo su esplendor, que refleje su origen y meta, que se asemeje más y más a la Comunidad Trinitaria en la íntima, profunda y constante comunicación, en la entrega sin límites, en la comprensión hasta el sacrificio, en el mutuo apoyo que supera toda posibilidad de división.

“No está bien que el hombre esté solo, hagámosle alguien como él que lo acompañe”. Delicadeza y finura en la intuición, eficacia en la acción, no algo secuencial en él, sino explicación para nosotros. Dios no pasa “del no saber” al “saber”, ya hemos captado que es “el Señor del universo”. Conocemos que la narración de Génesis no está dentro de los libros históricos sino sapienciales. ¿Qué mensaje nos da a conocer? La igualdad del hombre y la mujer, la misión conjunta, el poder reconocer al propio “yo” al mirar a un “tú”, al aceptarlo en plenitud, al hacer resonar todo el paraíso, el mundo entero, con el clamor del gozo de que haya alguien que pueda pronunciar el nombre que me identifica y me erige en persona, lo que ninguna de las creaturas había logrado. “ésta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos”. Y la cascada prosigue: “por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser”. Tú eres mi tú entre todos los “túes”. La voluntad de Dios está expresada, y su palabra dura para siempre. ¿Por qué el mundo la ha olvidado y ansía senderos caprichosos y egoístas y trata de convalidar su andar, no con razones, sino con una emotividad desbordada que escoge como guía un ciego instinto que dejará su corazón vacío e inquieto? ¡Cómo necesitamos, hombres y mujeres, volver a encender la luz de la palabra!

Amor, ¡qué fácil definirlo con los ojos y la fe puestos en el Señor: “Dios es amor” y encontrar su realización en Jesucristo!, la cascada prosigue: la entrega hasta la muerte, por los que ama, para que “redunde en bien de todos”. Lo que cuenta es “el tú”, en todos los niveles: en el matrimonio, en la amistad, en la familia, en la comunidad religiosa, en el trabajo, en la acción apostólica.

Si el verdadero amor es el faro, “la dureza del corazón” se ablandará y llegará al fondo de la promesa del mismo Jesús: “el que ama, permanece en Dios y Dios en él, y su amor llegará a la plenitud”.

Jesús vuelve a ponernos frente a la sencillez, la sonrisa transparente, la limpieza total de los niños; en ellos no hay dureza, ni desconfianza, ni doblez, ni prejuicios. ¿Queremos llegar al reino? Escuchemos y vivamos lo que nos comunica la palabra que da vida.