viernes, 3 de octubre de 2025

27°. Ord. 5 octubre 2025.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Habacuc 1: 2-3
Salmo Responsorial, del salmo 94: Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo 1. 68. 13-14
Evangelio: Lucas 17: 5-10.

Es verdad, todo depende de la voluntad de Dios, pero como Él es respetuoso de su creación, no nos violenta y, aun cuando veamos que lo congruente sería “no resistirnos a esa voluntad”, nos desviamos, la ignorarla, resistirnos y no tenemos la disponibilidad de “recibir más de lo que merecemos y esperamos”; este egoísmo y desperdicio nos invita a regresar a la petición: “que tu misericordia nos perdone y nos otorgue lo que no sabemos pedir y que tú sabes que necesitamos”.

No es algo nuevo en nuestra relación de creaturas e hijos, con nuestro Padre Dios; es la constante lucha para que nos reubiquemos en cada instante de la vida, nos desnudemos de las intenciones desorientadas y sintamos el gozo de ser comprendidos y, sobre todo, amados; que captemos en verdad “aceptar ser aceptados”.

Habacuc, junto con todo el pueblo, sufre la invasión de los babilonios, puede situarse hacia el siglo VI A.C. violencia y destrucción que provocan la queja del profeta, queja que aqueja a todo ser humano: “¿hasta cuándo, Señor?”, grito que se eleva esperando inmediata respuesta que remedie los males, la opresión y el desorden; pero que no expresa un compromiso personal de acción para resolver los conflictos. No hay duda de que Dios es Dios y que dirige nuestras acciones, “si lo dejamos”; no hay duda de que la respuesta final será su firma; pero, ¿cuándo será?, en la hora veinticinco, ahí constataremos la promesa del mismo Cristo: “confíen, Yo he vencido al mundo”, (Jn. 16: 30)  ¡cómo nos cuesta “dejar a Dios ser Dios”!; ¡cuán lejos estamos de convertir en vida el versículo: “el justo vivirá por su fe”.

Nos unimos a la súplica de los discípulos: “auméntanos la fe”, y con ellos nos quedamos pensativos ante la respuesta de Jesús: “si tuvieran fe como un granito de mostaza…”, actitud que describe la carta a los hebreos: “es la fe garantía de lo que se espera, la prueba de realidades que no se ven”. (11: 1)

¿Dónde nos encontramos en esa relación con Dios?, ¿es para nosotros un factor significativo, que sólo tomamos en cuenta cuando nos acechan las penas, las desgracias, la tentación y, pasada la tormenta, volvemos a guardarlo en el desván? ¿Es el Señor, un factor dominante, - que rige y dirige la conciencia -, presente antes de tomar cualquier decisión? O, lo que Él desea: ¿es factor único, a ejemplo de los que viven colgados de su voluntad; “de los que beben del agua que él da, y se convierte en fuente que brota para la vida eterna” ?, ¿qué respondemos?

Santo Tomás de Aquino afirma:   “la fe crece ejercitándola”, diario se nos presentan oportunidades para hacerlo, para poner al descubierto nuestras intenciones, nuestro proyecto de vida, la urgencia, como dice Pablo a Timoteo, “de reavivar el don que recibimos, de amor, de fortaleza y moderación, precisamente para “dar testimonio de nuestro Señor”, nunca nosotros solos, sino “con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros”; urge a la sociedad actual encontrar en nosotros a esos cristianos dispuestos a “dar razón de nuestra esperanza”, (1ª. Pedro 3: 15); cristianos que no consideramos nuestro contacto con dios como un contrato, pues ¿quién podría exigir una paga “por ser amado”?, sino que, pendientes de su voluntad, la del amo bondadoso, podamos decirle: “siervos inútiles somos, lo que estaba mandado hacer, eso hicimos”, ¿qué sigue, Señor?

martes, 23 de septiembre de 2025

26⁰ Ordinario. 28 septiembre 2025.-


Primera Lectura: Amós 1: 4-7;
Salmo Responsorial, del salmo 149;
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a Timoteo 6: 11-16; L
Evangelio: Lucas 16: 19-31.

LA ANTÍFONA DE ENTRADA NOS UBICA EN NUESTRA REALIDAD DE CREATURAS, PERO JUNTAMENTE NOS TRAE A LA MEMORIA LO QUE HEMOS MEDITADO LOS DOMINGOS ANTERIORES Y FLORECE, CON NUEVO VIGOR, LA CONFIANZA EN LA MISERICORDIA DEL SEÑOR. EL AMOR Y EL PERDÓN QUE VIENEN DE NUESTRO PADRE, CUBREN LA MULTITUD DE NUESTROS PECADOS; AFIANZADOS EN ÉL, NO DESFALLECEREMOS.

LAS LECTURAS DE ESTE DOMINGO NOS HACEN RECORDAR A SAN IGNACIO DE LOYOLA QUE PONE EN VARIAS MEDITACIONES LAS “REPETICIONES”, EN ELLAS HAY QUE INSISTIR O BIEN EN AQUELLO QUE NOS ILUMINÓ ESPECIALMENTE, O BIEN EN LO QUE NOS DIO MIEDO TRATAR DE PENETRAR CON MAYOR PROFUNDIDAD. SON CONTINUIDAD DEL TEMA TRATADO POR AMÓS Y POR JESÚS: EL PELIGRO DE QUEDARNOS APESGADOS A LOS BIENES DE ESTE MUNDO, DE PERDER LA VISIÓN REAL DEL “MÁS ALLÁ” Y CON ELLA, LA ATENCIÓN CONCRETA, FRATERNAL, SERVICIAL, HUMANA A LOS DEMÁS, A LOS OLVIDADOS, A LOS SIN VOZ, SIN TECHO, SIN ESPERANZA, SIN CARIÑO.

EL “¡AY DE USTEDES QUE SE RECLINAN SOBRE DIVANES ADORNADOS CON MARFIL, SE RECUESTAN SOBRE ALMOHADONES PARA COMER LOS CORDEROS DEL REBAÑO, CANTURREAN AL SON DEL ARPA, CREYENDO CANTAR COMO DAVID. SE ATIBORRAN DE VINO… Y NO SE PREOCUPAN POR LAS DESGRACIAS DE SUS HERMANOS!”. NOS LLEVA AL: “¡AY DE USTEDES LOS RICOS, PORQUE YA TIENEN AHORA SU CONSUELO!”, DE JESÚS EN LC. 6: 24. PIDAMOS AL SEÑOR QUE NOS DEJEMOS ALUMBRAR POR SU PALABRA; NADA DE LO QUE DIOS NOS HA DADO O EL INGENIO DEL HOMBRE HA DESCUBIERTO, ES MALO, EL PELIGRO RADICA EN QUEDARNOS ATORADOS Y NO TENER VIVO Y PRESENTE QUE “TODO LO DEMÁS LO DIO DIOS AL HOMBRE PARA QUE LO USE, TANTO CUANTO, LE AYUDE A CONSEGUIR EL FIN PARA QUE FUE CREADO, Y SE ABSTENGA DE AQUELLO QUE LE IMPIDA CONSEGUIR ESE FIN”.

LO BUENO, LO CÓMODO, LO AGRADABLE, NOS COMPLACE, ¿QUIÉN LO DUDA?, LO QUE PUEDE SER VERDADERAMENTE TRÁGICO ES PERDER EL CAMINO, Y ESE CAMINO SON LOS OTROS, CADA OTRO, CADA SER HUMANO QUE CRUZA NUESTRA VIDA SIN QUE COMPARTAMOS CON ÉL UNA SONRISA. SI NI ESO SOMOS CAPACES DE DAR, ¿DAREMOS ALGO?

EN LA PARÁBOLA QUE NARRA JESÚS, HEMOS DE ESTAR ATENTOS A SU LENGUAJE: NO TRATA DE MOSTRARNOS CÓMO SERÁ “EL MÁS ALLÁ”, SINO QUE, UTILIZANDO EL LENGUAJE ORDINARIO QUE HABÍA EN SU ÉPOCA: “EL SENO DE ABRAHÁM” Y “EL SHEOL” O LUGAR DE CASTIGO, SUBRAYA LAS CONSECUENCIAS DE LAS ACCIONES QUE REALIZAMOS LOS HOMBRES Y LAS CONSECUENCIAS SEGÚN HAYAMOS TENIDO EN CUENTA O NO A LOS DEMÁS. DE ALGUNA FORMA TIENE PRESENTE EL SALMO: “ÉL ES QUIEN HACE JUSTICIA AL OPRIMIDO…, TRASTORNA LOS PLANES DEL INICUO”. LA REALIDAD MORAL DE NUESTRO “YO” SE PROYECTA EN CADA DECISIÓN; EN CADA MOMENTO TOMAMOS NUESTRO SER

ENTRE LAS MANOS Y “NOS JUGAMOS” LA REALIDAD DEFINITIVA. ¡EL SEÑOR NOS TOMA EN SERIO PARA QUE NOS TOMEMOS EN SERIO!

LA FUERZA QUE MANTENDRÁ EL PASO DECISIVO NO ES OTRA QUE LA FE EN LA VIDA ETERNA A LA QUE HEMOS SIDO LLAMADOS; LA DETERMINACIÓN DE MOSTRARNOS TESTIGOS, A EJEMPLO DE JESUCRISTO, “EL TESTIGO FIEL”. ACTITUD QUE DEBEMOS PROLONGAR “HASTA LA VENIDA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO”, Y COMO NO SABEMOS “NI EL DÍA NI LA HORA”, URGE ALIMENTARLA Y MANTENERLA, CONOCIENDO Y MEDITANDO SU PALABRA, “MOISÉS Y LOS PROFETAS”, QUE SON RESUMEN DE LA REVELACIÓN DE DIOS. ¡DÉMONOS TIEMPO PARA LEERLA, APRENDER!

¡A, SEGUIRLA!  

   


sábado, 20 de septiembre de 2025

25° Ordinario, 21 septiembre 2025.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Amós 8: 4-7

Salmo Responsorial, del salmo 112: Que alaben al Señor todos sus siervos.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a Timoteo 2: 1-8
Evangelio: Lucas 16: 1-13 

La antífona de entrada nos centra en el Señor, cualquier otra creatura será pseudocentro que descentra: ”Yo Soy la salvación de mi pueblo, dice el Señor”; conviene que analicemos la condicional: si el Señor es nuestro Centro, la petición de la oración colecta, brincará desde nuestro yo profundo: “concédenos descubrirte y amarte en nuestros hermanos para que podamos alcanzar la vida eterna”. 

La recriminación de Amós, en el siglo VIII, antes de Cristo, época en que Israel vivía una gran bonanza económica, no parece escrita para nuestra época, sí para otros tiempos de la historia del ser humano.  En esa bonanza olvidaron, y, seguimos olvidando que “las cosas”, todos los bienes materiales, son para que aprendamos a usarlos en bien de los hermanos, especialmente los pobres y marginados; que somos “Administradores de los bienes con que Dios nos ha bendecido y “lo que se pide a un administrador es que sea fiel no dueño, y, menos aún esclavo de ellos; la trampa, el embuste, el abuso, acompañan a nuestra naturaleza desde que “el hombre” quitó a Dios del centro de su vida.

Amós es claro, directo, estrujante, lo hemos escuchado: “El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado: no olvidaré jamás ninguna de estas acciones”. Recordemos a Mt. 24: “Lo que hicieron con uno de estos, me lo hicieron a Mí.”  ¡Cuándo volvemos a sentir la necesidad de lo que pedimos: “descubrirte y amarte en nuestros hermanos”!

¿Nuestra actuación incita a “que alaben al Señor todos sus siervos”? ¿Tenemos ojos y corazón para todos? ¿Percibimos la vivencia de formar un solo cuerpo cuya Cabeza es “Cristo que se entregó como rescate por todos”? ¿Aceptamos el ser puentes para que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”? ¿Aceptamos su mediación, su testimonio, el despojo de su riqueza, para enriquecernos? Mil preguntas más que nos acorralan y no dejan salida al egoísmo, al pasotismo, al “pasarla bien” sin ocuparnos, valiente y activamente, de los pobres y afligidos, en contra de una globalización que agranda la brecha no sólo entre humanos, sino entre los países que se dicen cristianos, y el segundo, tercero, cuarto y quinto mundos…

¿Creemos en la fuerza de la oración, de la intercesión, de la acción de Dios, que pide la nuestra? “Hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que llevemos una vida en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido”. Orar dondequiera que nos encontremos, ¿será difícil?

Si fue claro Amós, más claro es Jesucristo, que en la parábola nos deja pensativos: ¿alaba la habilidad del mal administrador?, no, sino la astucia que emplea, aun renunciando a su comisión al cambiar los recibos de los deudores para procurarse un futuro menos malo, fincado exclusivamente en lo material; ¡vergüenza nos debería de dar que nos aventajen en los negocios los que pertenecen a este mundo, a nosotros que queremos pertenecer a la luz! El consejo, la proposición de Jesús nos da la solución: “Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo”. Es el profundo sentido de la limosna, saber y querer compartir, aun sin resolver el problema de la pobreza, hará que nuestro corazón se desprenda de lo que es lastre para el vuelo.

El final, ¿lo habremos oído alguna vez? ¡Señor que ni se nos ocurra ofrecerte un interior partido!

viernes, 12 de septiembre de 2025

24°- ord. 14 septiembre 2025-


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 12: 7-11, 13-14
Salmo Responsorial, del salmo 50: Me levantaré y volveré a mi padre.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a Timoteo1: 12-17
Evangelio: Lucas 15: 1-32

“A los que esperan en ti, señor, concédeles tu paz…”, y también a los que no esperan porque no te han encontrado o habiéndote encontrado tomaron otro camino. Pedirle al Señor que  “cumpla su palabra”, con todo respeto me parece una osadía, ¿puede acaso caber la infidelidad en Dios?, ¡Nunca!, recordando la 2ª carta a Timoteo (2: 13), nos dice San Pablo: “si somos infieles, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”.

Otra, al parecer contradicción, lo que pedimos en la oración: “míranos con misericordia”, ¿puede mirarnos de otra manera? Si alguna vez hubiera llegado a nuestras mentes la duda de que Dios siempre nos mira con misericordia, con comprensión, con esperanza, con cariño, espero se haya despejado al escuchar las lecturas de la liturgia de este domingo.

En éxodo, con un lenguaje totalmente antropomórfico, nos presenta el hagiógrafo “la ira de Dios”, sentimiento inadmisible en nuestro Padre, manantial de bondad. Haciendo la translación, para entender un poco hasta dónde llega su amor, ese amor que ha captado vivamente Moisés, encontramos en éste volcada la interioridad del Dios invisible, pero captable a través de sus acciones. “invita a recordar a Yahvé”, que “es su pueblo, el que sacó de Egipto…, la alianza, la promesa, la descendencia”; el Señor desea que calibremos las consecuencias de perdernos, como se perdió, por momentos el pueblo elegido, y se apartó, como nos apartamos, al idolatrar a una creatura…, el final es siempre el mismo: “el Señor se apiadó y renunció al castigo con que había amenazado a su pueblo.”  Subrayo el antropomorfismo, pues Dios no amenaza, dios no castiga, “su misericordia dura por siempre”, somos nosotros los que provocamos el vacío en la búsqueda al olvidarlo y contentarnos con suplantaciones absurdas.

Y continúan las demostraciones de esa misericordia inacabable. Pablo y espero que nosotros, junto con Él, “da gracias a quien lo ha fortalecido, a Jesucristo por haberlo considerado digno de confianza…, fui blasfemo, perseguí a la Iglesia, pero Dios tuvo misericordia de mí, pues obré por ignorancia… su gracia se desbordó sobre mí –se desborda incesantemente sobre nosotros-, por Jesucristo que vino a salvar a los pecadoresyo el primero, para servir de ejemplo”. ¿Nos dice algo comprometedor esta confesión? Entonces entonemos, alegres y agradecidos, el canto que al reconocer, alaba: “al rey eterno, inmortal, invisible, único dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

El Señor constantemente está “creando en nosotros un corazón puro, un espíritu nuevo”, para que, como Él, salgamos a buscar lo que está perdido, quizá comenzando con nuestro propio corazón; como el pastor, al que tienen sin cuidado las matemáticas, “uno” es más que “99”, ya que nada es comparable al gozo del hallazgo de lo amado. Toda la actividad el ama de casa, por “una moneda”: “alégrense conmigo, encontré la moneda que se me había perdido”. Y la parábola, que nos sabemos de memoria: el hijo pródigo, igual que su hermano mayor, ambos estaban perdidos; el Padre sale al encuentro de los dos: el abrazo de cariño, de perdón, de comprensión, enlaza a todos; el joven es estrechado tiernamente, el mayor es convencido pacientemente.

¿Puede quedar alguna duda de que dios nos ama, que Jesucristo se entregó por todos, y especialmente por “los perdidos”?

No sé dónde nos situemos cada uno de nosotros. Sí afirmo con certeza total, que me siento redimido por cristo, amado por el padre y comprometido con los hermanos.

¡Que el Señor nos enseñe a ser misericordiosos como Él es misericordioso!

sábado, 6 de septiembre de 2025

23°- Ord. 7 septiembre 2025.-


Primera Lectura:
 del libro de la Sabiduría 9: 13-19 
Salmo Responsorial, del salmo 89: Tú eres, Señor, nuestro refugio. 
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 9-10. 12-17
Evangelio: Lucas 14:25-33.

Bondad que ilumina, impulsa, ayuda a encontrar y a seguir el camino que conduce a la verdadera libertad, la que sabe elegir mirando el horizonte y no se deja deslumbrar por el brillo de lo inmediato, la que prefiere lo que perdura, la que saborea, desde ya, la herencia eterna; ¿cuál es esa fuente y dónde se encuentra, sino en el Señor? Esto y más encierra lo que juntos oramos en la antífona de entrada y pedimos en la oración colecta. Podemos añadir: ¡Señor que continuemos experimentando la acción de tu presencia en nuestras vidas!

El libro de la Sabiduría, no puede hablarnos sino de sabiduría, del saborear aquello que purifica y endereza, de lo que invita a que, lo que desde nuestra experiencia conocemos, cuando no nos hemos acogido al soplo del Espíritu; entonces hemos constatado que nuestros pensamientos son insubstanciales, inseguros, equivocados, porque la brújula de nuestro ser, dejada a sí misma, con enorme facilidad desbarra. Reflexión que se convierte en súplica que corrija, guíe y asegure.  Es el camino que rotura y recorre el salmo, y nosotros con él: la vida es brevedad del sueño, es florecer caduco, es tiempo que se esfuma, pero no caerá en el vacío si tu amor, cada mañana nos llena y si tu júbilo, Señor, resuena en lo más hondo para ser sinfonía de amor con la creación entera.

En la breve carta de San Pablo a Filemón, al considerar la molestia de éste por la pérdida del “esclavo”, le hace ver que el mismo apóstol lo ha engendrado para Cristo, precisamente en la cárcel. El reenvío va acompañado con un título netamente cristiano: “recíbelo como hermano…, recíbelo como a mí mismo”. La apertura a todos, aun a aquellos que pudieran habernos causado algún mal. ¡Cómo resuena el mandato de Cristo: “ámense como yo los he amado”!

En el evangelio, San Lucas continúa presentándonos “la subida de Jesús a Jerusalén”, se encamina a completar su misión por la pasión, la cruz y la resurrección. Le acompaña una gran multitud, él aprovecha para recordar las condiciones para seguirlo de verdad: el desprendimiento de todo, la auténtica renuncia a todo, no como contraposición sino en comparación de superioridad del amor hacia él sobre cualquier otro amor; no es negación sino relativización; el absoluto pide fidelidad a toda prueba. 

Las dos parábolas ponen de manifiesto la necesidad del discernimiento, si no lo hay, las consecuencias serán nefastas: una construcción inacabada, una batalla perdida antes del enfrentamiento. ¡Qué importante saber elegir los medios y no solamente unos medios!

Los dos renglones finales reafirman la radical sentencia del Señor: “el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”. Quizá le preguntemos balbucientes: ¿y qué nos queda, Señor?, su respuesta da sentido a todo: ¡te quedo yo!

 

viernes, 29 de agosto de 2025

22°- Ord. 31 agosto 2025.-


Primera Lectura:
del libro de la Sabiduría (o Sirácide): 3: 19-21, 30-3
Salmo Responsorial, del salmo 67: 
Dios da libertad y riqueza a los cautivos.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 
Evangelio: Lucas  14, 7-14.

Desde la antífona de entrada, descubrimos el mensaje central de la liturgia de este domingo: “la humildad”, que no es sino el reconocimiento de la verdad, sin ambages, sin segundas intenciones, en la meridiana claridad de nuestro ser, aceptado plenamente como don.

Quien pide piedad, reconoce que está necesitado de perdón y de ayuda: “Dios mío, ten piedad de mí…, Tú eres bueno y clemente y no niegas tu amor a quien te invoca.” Surge de nuevo la pregunta que conmueve mi realidad: ¿invoco sin cesar a mi padre bueno?, ¿a Dios misericordioso de quien todo bien procede?; si podemos darnos una respuesta afirmativa, ya estamos cerca del Señor, pero continúa nuestra súplica: “que podamos crecer en tu gracia y perseveremos en ella”.

El ser reiterativos en la reflexión, no molesta: “lo bueno, repetido, es dos veces bueno”, entonces sigamos el consejo del Sirácide; “en tus asuntos procede con humildad…, hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el señor; porque sólo el señor es poderoso y sólo los humildes le dan gloria”. Reconocer la fuente de todo bien, recordar que somos administradores, no dueños; que no cesamos de aprender y que las lecciones y consejos nos llegan de todas partes, de modo especial de los demás; percibimos que somos “seres relacionales” en contacto constante con las creaturas, con los seres humanos, con nuestro propio yo, con el padre de las luces. ¿Cuál es el centro de esas relaciones?: ¿mi “yo” activo pero centrado, que mide circunstancias y consecuencias, que no se engolfa en la soberbia?, ojalá sea otra vez respuesta afirmativa, de no ser así “estaremos arraigados en la maldad”, habremos cerrado las puertas y ventanas a la escucha y encorvados sobre nosotros mismos, será imposible tener ojos para los demás y para dios. Engreimiento que mata calladamente, que aísla, que, tristemente, desprecia, rompe el “hacia allá”; tener, y, peor aún, cultivar esta actitud, nos aleja de toda vida.

Felizmente sabemos el camino de retorno; la carta a los hebreos sigue iluminándonos: Dios no puede infundir temor, es un dios festivo que ya ha escrito nuestros nombres en el cielo, que nos brinda el libre acceso para estar con los que ya alcanzaron la perfección, y recalca lo que ya sabemos: ese acceso es “Cristo Jesús, el mediador de la nueva alianza”.

Tiene que resonar en la memoria del corazón el dicho del mismo Jesús: “nadie va al Padre si no es por mí”. Y su invitación-ejemplo que cantamos en el aleluya: “tomen mi yugo, aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón”.

El evangelio no es una lección de protocolo, es el resultado de mirarnos y mirar a los demás, de tomar nuestro sitio con toda sencillez y, al mismo tiempo, de no ser falsos ni calculadores. Al banquete del reino no se entra “empujando a los otros”; ¡qué bien se adapta aquello de León Felipe!: “voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo, porque lo importante no es llegar antes y solo, sino juntos y a tiempo”.

La segunda lección: vivir la plenitud de la gratuidad, así como es Dios, así como la vivió Jesús: dando y dándose…, no es fácil; nos apegamos a tantas cosas, tanto a nosotros mismos, que perdemos la visión de la esperanza que da la fe: la trascendencia que aquí comienza, desde los otros: “ellos, los pobres, los marginados, los desposeídos, no tienen con qué pagarte, pero ya se te pagará, cuando resuciten los justos”. 

 

viernes, 22 de agosto de 2025

21°. Ord. , 24 agosto 2025.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 66: 18-21
Salmo Responsorial, del salmo 116: 
Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 12: 5-7, 11-13
Evangelio: Lucas 13: 22-30

Parecería que no hemos comprendido que el Señor siempre está atento a nuestras súplicas, e insistimos en que “nos escuche y nos responda”. Juzgo que lo que nos hace falta es tener abiertos los sentidos, porque el Señor Dios nos habla de mil maneras…; pero seguimos quejándonos, quizá preferiría decir que seguimos insistiendo porque deseamos palpar, casi físicamente, su ayuda y su presencia. 

La respuesta que Él nos da, la hacemos oración y ojalá la hiciéramos efectiva, con su ayuda: “concédenos amar lo que nos mandas y anhelar lo que nos prometes”; dos actitudes que van de la mano y que nos conducirán a superar los guiños que nos hacen las creaturas, a no fiarnos de inmediato en ellas, sino después de un maduro discernimiento, encontremos la paz, la felicidad que permanece; esa que nos impulsa a sortear los obstáculos de esta vida. 

La lectura del profeta Isaías y la lectura del fragmento de San Lucas, abren el sentido universal del mensaje de Dios, y, lógicamente el de Cristo. En ambos encontramos que nadie tiene la prerrogativa de posesión de Dios, Él es el Señor del universo, desea que todos los hombres encuentren esa felicidad que buscan, muchas veces, a tientas. La verdadera felicidad está en la salvación y ésta necesita el apoyo de todos, “Dios quiso tener necesidad de los hombres”, de toda raza, pueblo y nación, y la elección que ofrece, sin distinción abarca  a todo ser humano: “de los países lejanos y de las islas remotas, ellos darán a conocer mi nombre…, de entre ellos escogeré sacerdotes y levitas”, seres consagrados al servicio del reino. Esta decisión eterna, la encontramos, ampliada, sin límites, en el salmo. De una tarea que confía Jesús mismo: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”, a una petición que nace de la comunidad humana universal: “que te alaben, señor, todos los pueblos”; la razón, la única que nos sostiene: “porque su amor hacia nosotros es grande y su fidelidad dura por siempre”. No es Israel, no es, ni siquiera el ámbito de la iglesia, es el mundo completo lo que el señor desea abrazar y salvar.  

Ante la pregunta que le hace alguien a Jesús: “¿son pocos los que se salvan?”, Él , según su costumbre, no responde directamente, invita a penetrar el sentido profundo, invita a superar lo cuantitativo y a adentrarse en lo cualitativo; su proposición hace trastabillar a los “judíos devotos” que creían tener la salvación asegurada con la práctica de ritos y cultos, sin importarle la suerte de los pobres, de los pecadores, de las prostitutas y los publicanos; no se trata de “comprar un seguro”, así su respuesta desconcertó y seguirá desconcertando, ¡qué bueno!: “esfuércense en  entrar por la puerta angosta, pues muchos tratarán de entrar y no podrán”. No basta con haber oído, con haber leído la escritura, con haber “conocido” al Mesías; la decisión es rotunda: “no sé quiénes son ustedes”. Conocer y seguir a Jesús nos abrirá la entrada: “yo soy la puerta; si uno entra por mí, será salvo”.

A continuación reafirma la invitación universal al banquete del reino: “vendrán del oriente y del poniente, del norte y del sur y participarán en el banquete del reino”. Señor, no sabemos si somos de los primeros o de los últimos, queremos estar contigo a toda hora, en cada momento de nuestras vidas. Mantennos unidos a ti y sabremos que Tú estás con nosotros.