viernes, 30 de junio de 2023

13° Ordinario, 2 julio 2023.


P
rimera Lectura: del libro del Profeta Zacarías 9: 9-10
Salmo Responsorial, del salmo 14
4: Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 9, 11-13
Evangelio: Mateo
11: 25-30

Meditar lo agradable, anima, fortalece, entusiasma; ¿con qué frecuencia recordamos “los dones del amor del Señor”? No es necesario hacerlo en una iglesia., es posible siempre, en el templo de nuestra interioridad: “Ustedes son templos de Dios”, y más consolador lo que el mismo Jesús asegura: “El que me ama, guardará mis mandamientos, vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Recordar los dones es tener presente al dador de los dones, y, al hacerlo, conocemos y reconocemos su bondad, su compasión, su misericordia, su amor y brotará, espontánea, la alabanza; bendeciremos al Señor, “diremos bien” de Él, como él lo hace de nosotros. 

Liturgia de la alegría y el reposo. ¿Qué mayor alegría que sabernos libres de la esclavitud del pecado?  Ya la anuncia Zacarías: “Mira tu Rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito”, arco que se abre aquí y se cerrará en el Domingo de Ramos en el que veremos a Jesús, no con esplendor ni montando un caballo, sino en un burrito, descalificando los poderes terrenales, los carros y los arcos, para trocar el poder que subyuga por el que lleva a la paz y ofrece un reposo que no termina: la felicidad eterna. 

No aceptar a Cristo, vivir al margen de su mensaje, (¡cuántos lo hacemos “de manera callada”!), es sencillamente no tener el Espíritu de Cristo, y “continuar sujetos al desorden egoísta que hace del desorden regla de conducta”. Con tristeza nos vemos envueltos en ese desorden; con tristeza y angustia constatamos que la humanidad, nuestra sociedad, y nosotros con ellas, nos movemos en ese “desorden egoísta”, que nubla la visión, cierra el horizonte y priva de la paz, de la felicidad y del reposo. ¿Qué luz nos ofrece, el cambio?, “si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en nosotros”, ese mismo Espíritu “dará vida a nuestros cuerpos mortales”, inicio, sin fin, de esa alegría y reposo tan anhelados. 

Mateo nos permite contemplar a Jesús que da libre curso a lo que llena su corazón: ora lo que vive y vive lo que ora; dejémonos impresionar por su actitud, sus palabras, su ejemplo, su invitación. 

¿Consideramos la oración como dimensión importante en nuestro diario caminar? Jesús la hace en medio de la actividad; oración filial, intensa, cimentada en la unidad del Padre con el Hijo; brota de la riqueza de su vida interior en constante relación con el Padre. “¡Da gracias!”, reconoce y alaba. ¡Cuánto por aprender! Son los” sencillos” quienes comprenderán “estas cosas”: la unidad del Padre y el Hijo, la divinidad de Jesús, la realidad de que sólo Él es Camino para ir al Padre. Esto es incomprensible para “los sabios y entendidos”, para quienes buscan un “dios” a la medida de su comodidad, de su razón y piden pruebas “lógicas”. Una vez más, ¿confiamos en la acción del Espíritu de Dios en nosotros? 

“Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán reposo, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. Jesús no oculta que el camino es arduo, pero posible. Él va delante y nos promete, Palabra de Dios, que “dará alivio a los fatigados y agobiados”, hagámosle caso. Pidamos ser sinceros con Él y con nosotros mismos. 

viernes, 23 de junio de 2023

12° Ordinario, 25 de junio de 2023


Primera Lectura: del libro del profeta Jeremías 20: 10-13
Salmo Responsorial, del salmo 68: Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 12-15
Evangelio: Mateo 10: 26-33
 

¡Confianza! Es el hilo conductor de la liturgia de este domingo; confianza continuada, firme, que si lo es, será segura aunque el ámbito interior y exterior infundan miedo, por eso sentimos la necesidad de buscarla más allá de las limitaciones y las amenazas, de la debilidad de nuestra naturaleza dejada amisma. 
  Fe, esperanza, confianza, están íntimamente unidas por el conocimiento de Aquel en cuyas manos hemos dejado nuestro ser, pues nos ha sembrado en su amistad: “A ustedes los he llamado amigos”; nuestras raíces se alimentan de la hondura de Dios, como árboles plantados junto al río,  jamás se secarán, producirán frutos congruentes: respuesta de amor filial y alejamiento aun de lo más mínimo que pudiera empañar esta relación.  

No estamos en la situación de Jeremías, ante una persecución abierta: “Oía el cuchicheo de la gente…, todos esperaban a que tropezara, diciendo: si tropieza y cae, lo venceremos…”, sino ante una más peligrosa: la indiferencia, quizá la burla y el desprecio: ¡Mira estos todavía creen en Dios y en Jesucristo, en que el Espíritu actúa en la Iglesia; creen en la oración y los sacramentos; pobres ilusos!  

¿Confiamos como Jeremías, oramos como él?, “Señor de los ejércitos que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones…, a Ti he encomendado mi causa y has salvado la vida de tu pobre de la mano de los malvados”; no queremos invocar al Dios de la venganza, sino de la misericordia, de la luz, del perdón, para que, por nuestra firme adhesión a su voluntad, a ejemplo de Jesucristo, invitemos a los hombres, a todos, a que descubran “que el Señor es bueno”, que la prueba de esa bondad se encarnó en su Hijo que vino a librarnos del pecado y de la muerte, y aun cuando veamos en nuestra sociedad, y aun en nosotros mismos, los delitos, la creciente ruptura de relaciones con Dios y entre los hombres, confiemos que “el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos”. 

Jesús, nos pide tres veces que no temamos: “No teman a los hombres”, la verdad acabará por relucir en todo su esplendor, nada quedará oculto, la Buena Nueva no es pequeño anuncio de una alborada que queda inconclusa, sino realidad de que el Padre nos quiere y nos cuida mucho más que a los pajarillos o a los cabellos de nuestra cabeza; “valemos mucho más que todos los pájaros del mundo”.

El final del Evangelio de hoy nos hace pensar y volver a pensar si el entretejido de nuestra vida avanza en el camino de la conjunción de Fe, Esperanza y Confianza, si permanece mirando hacia la trascendencia, si nuestra unión a Jesús y la aceptación y vivencia de sus criterios se convierten en la forma cotidiana de los pasos, si con Él superamos los miedos internos y externos…, de ser así, ¡saltaremos de gozo porque  “nos reconocerá ante el Padre que está en los cielos”! 

(imagen tomada de Buena Prensa https://misalanual.com.mx/sermon/salmo68-12o-ordinario-ciclo-a-2023/)

viernes, 16 de junio de 2023

11° Ordinario, 18 de junio de 2023


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 19: 2-6 

Salmo Responsorial, del salmo 99: El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 6-11 
Evangelio: Mateo 9: 36-10:8

“Oye, Señor, mi voz…, ven en mi ayuda”, clamamos en la antífona de entrada y completamos perfectamente en la oración: “porque sin tu ayuda, nada puede nuestra humana debilidad”; si en verdad sacamos a flor esa experiencia, soy débil,  no cesará mi boca, nuestra boca, de llamar al Señor, y seremos capaces de tratar de cumplir siempre su voluntad.

¿De dónde nace la confianza para invocar el nombre del Señor?, de Él mismo, de su bondad, de la fuerza que nos comunica y nos llena de esperanza; definitivamente, ¿qué pueblo pudo jamás escuchar la predilección del mismo Dios?, y nosotros somos ese pueblo “su especial tesoro entre todos los pueblos”; palabras del Éxodo que nos hacen recordar la Carta de San Pedro: “Pueblo de reyes, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad”, así, nuestro ser entero, sentirá lo que es el cobijo de Dios, ¿nos animaríamos a desear más?

Insiste en el mismo renglón el estribillo del Salmo, como para que esa verdad ilumine siempre nuestros pasos: “El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo”. Reconozcamos que somos suyos; ya contamos con su gracia para guardar la Alianza.

Pablo en el fragmento de la Carta a los Romanos, ahonda todavía más: ¿cómo no vamos a ser agradecidos, profundamente agradecidos, y recordemos que el agradecimiento es la memoria del corazón, si “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”? No tenemos hacia dónde desviar la mirada, en todo lugar encontramos la misericordia y el amor de Dios por nosotros, el perdón y la misericordia nos arropan: ¡Gracias, Señor!

Definitivamente el Reino de Dios no está cerca,  está dentro de nosotros… ¡qué maravilla!

En el Evangelio continuamos escuchando la misma melodía: Jesús se compadece de las multitudes y lo sigue hacendó, porque en aquel entonces al igual que ahora: estaban y estamos extenuados y desamparados como ovejas sin pastor”; nuestro mundo continúa necesitando trabajadores en los campos de Dios: Señor, danos sacerdotes santos según tu corazón, que alienten y alimenten a tu  pueblo, que lo sanen y lo santifiquen con  y por la acción del Espíritu Santo; así como elegiste a los doce, sigue desgranando nombres que se alisten bajo tu bandera y, discerniendo tu mensaje, ahora sí vayan a tierra de paganos, de hombres y mujeres hambrientos de verdad y de vida, y sepan comunicar la luz que viene de tu Palabra.

sábado, 10 de junio de 2023

10° Ordinario, 11 Junio 2023.-.


Primera Lectura:
del libro del profeta Oseas 6: 3-6
Salmo Responsorial, del salmo 49: Dios salva al que cumple su voluntad.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 4: 18-25
Evangelio: Mateo 9: 9-13.

Si pusimos “nuestros ojos en el Señor”, habremos encontrado que de verdad es “nuestra luz y nuestra salvación, entonces”, “¿a quién temeremos”? El domingo pasado nos decía el Señor: “El que pone en práctica las palabras que les he dicho, ese se salvará”, reconocemos en el Salmo que “El Señor salva al que cumple su voluntad”. No son las ofrendas exteriores, sino la gratitud que proviene del corazón, el reconocimiento que fecunda la alabanza.

“¿Qué va a hacer con nosotros el Señor”? ¿Somos nubes pasajeras, rocío que se evapora? Esforcémonos, como nos dice Dios por el profeta Oseas “en conocer al Señor”, en comprender y llevar a la práctica lo único que le es grato. 

“Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. Los sacrificios eran, en el Antiguo Testamento, animales ajenos a los que los ofrecían, aun cuando les pertenecieran; Dios quiere lo que viene desde dentro, el Amor, lo que persistentemente ilumina nuestras inteligencias: “conocerlo a Él”.

“Esperar contra toda esperanza, fe que no se debilita”, superación de lo inalcanzable por la limitación de nuestra inteligencia, que, por muy aguda que sea, será incapaz de aprehender la plenitud infinita de Dios. Hemos comprendido que la fe es “supranacional”, se apoya en el conocimiento: “Sé en quién me he confiado”, pero va más allá. Nuestra creaturidad reconoce, libremente, la total y amorosa dependencia del Señor, da el paso, no al vacío, sino convencida, como Abrahán, en Quién tenía y tiene puesta su confianza. Si a él se le acreditó como “justicia”, lo mismo hará con nosotros.

¡Qué ejemplo tan claro tenemos en Mateo! Sentado en su mesa de recaudador, rodeado de múltiples detalles, de, esperamos, fidelidad a su trabajo aun cuando fuera mal visto por los judíos por prestar servicio a los romanos, mantiene un corazón bueno, recto, quizá demasiado distraído por la actividad de este mundo; pero, lo que vio en Jesús, más allá del Hombre que lo llamaba, percibió la luz penetrante de su mirada, escuchó una voz que lo conmovía y “dejándolo todo, lo siguió”.  De verdad “ese Encuentro lo cambió”; la alegría que sintió por dentro, le mueve a la gratitud y ¿de qué forma la mostramos con los amigos sino con un convite, con la convivencia que departe y comparte la riqueza interior a través de lo que podemos hacer externamente. Los convidados, con júbilo se reúnen, Jesús en medio de ellos. Muchos no entendieron a Mateo, como no entendieron a Jesús, no nos entenderán si lo seguimos en serio; pero Cristo mismo sale en nuestra defensa: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Las murmuraciones quedan acalladas con la Palabra y el deseo de Dios mismo en boca de Jesús: “Aprendan: misericordia quiero que no sacrificios.”  El Señor nos sigue llamando, ¿seremos capaces de “mirar más allá!, dejarlo todo y aceptar la invitación de “anunciar la buena nueva”?  ¡Esperemos que su Gracia lo hará posible!

viernes, 2 de junio de 2023

Santísima Trinidad, 4 junio 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 34: 4-6, 8-9

Salmo Responsorial, de libro de Daniel: Bendito seas Señor para siempre.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 13: 11-13
Evangelio: Juan 3: 16-28.

Celebramos el “misterio” escondido desde los siglos en Dios, pero revelado por Jesucristo y ratificado por el Espíritu Santo. “Misterio”, porque nosotros no podríamos ni imaginarlo, pero que Dios en y por Jesús lo ha manifestado al darnos a conocer “su inmenso amor”.

 “Creados a imagen y semejanza de Dios”, (Gén. 1: 26) vemos la llamada y el alcance de nuestra manera de crecer conforme a esa “imagen y semejanza”: Dios no es ni solitario ni lejano; Dios es perfecta y continua comunicación, convivencia, cordialidad, bondad, entrega. Identidad que es el Hijo Encarnado y Amor que es el Espíritu derramado en nuestros corazones. Amor que se define a Sí mismo: “Compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”. ¡Qué lejos estábamos de la Realidad íntima de Dios! ¡Qué agradecidos ahora que se nos ha dado a conocer! “Nadie conoce mejor el interior del hombre que el espíritu del hombre que está en el hombre; nadie conoce mejor el interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios…” (1ª. Cor. 2: 10-11) Y “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo ha revelado”.  Ya somos poseedores de ese conocimiento, “El que cree en el Hijo, cree en el Padre”, y todavía más: “Cuando les envíe el Espíritu los confirmará en la Verdad que les he enseñado”.   ¡Esta es nuestra Fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro! Es verdad que Dios Infinito nos sobrepasa y nuestra inteligencia se estremece y se siente tentada a dudar; pero no lo hará porque “sabe en Quién ha puesto su confianza”.

  El cristianismo o es Trinitario o no es cristianismo. “La Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, están siempre con nosotros”.   Nos santiguamos Trinitariamente, todas nuestras oraciones finalizan con la invocación Trinitaria, Glorificamos, juntamente, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu vivificador, hemos sido bautizados en el nombre de Dios Trino y Uno, nuestra despedida del día y de la vida está cobijada por el Padre Creador, por el Hijo Salvador, por el Espíritu santificador.

  Alentadora, fortalecedora, comprometedora es nuestra aceptación porque está fundada, no en razonamientos humanos, sino en la Palabra Verdad y Promesa, que se ha cumplido y nos ha liberado; en el Amor Trinitario hecho “carne” como la nuestra en Cristo Jesús para que podamos recibir la herencia imperecedera de Aquel a quien confiadamente llamamos “¡Abba, Padre”.