Salmo Responsorial, del salmo 23: Ya llega el Señor, el Rey de la
Gloria.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los
romanos 1: 1-7
Aclamación: He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz
a un hijo, y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir
Dios-con-nosotros.
Evangelio: Mateo 1: 18-24.
Ha
llegado el tiempo prometido: el universo entero se alegra y lo muestra: cielos,
nubes, tierra, todo se abre para recibir al Salvador; la preparación inmediata
se acerca al término, ¿faltará algo más cercano a nosotros mismos, a nuestro
interior, a nuestro acercamiento “salvador” para ser como Él, salvadores?
El
compromiso ha ido creciendo, al menos en el conocimiento, pidámosle que englobe
a la decisión de no solamente esperarlo sino recibirlo y precisamente en los
demás. La ejemplaridad que nos deja cada una de sus huellas, está patente:
Encarnación, Nacimiento, Entrega incondicional a la Voluntad del Padre, Pasión,
Muerte; únicamente siguiéndolo paso a paso, llegaremos a la Gloria de la
Resurrección: promesa, consuelo y realidad.
“La virgen concebirá y
dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que significa
Dios-con-nosotros.”
Siglos
de espera esperanzada con la seguridad que da la Palabra del Padre, que, al
contemplarla realizada, nos impulsa a reconocer: “Ya llega el Señor, el rey de la gloria.” Llegó para quedarse; vino
para que experimentáramos intensamente la libertad en la aceptación del
compromiso de “proclamar el Evangelio”, de
vivir de su Palabra en la meditación y el conocimiento de las Escrituras; de
llenarnos diariamente del asombro de lo inconcebible: Dios Hombre como yo,
Jesucristo Hijo de Dios para que yo también lo sea; Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”, único acceso al
Padre: “Nadie va al Padre si no es por
Mí.” Y para que no ponga reparos, se
hace “pobre, débil y pequeño como yo”, para que comprenda que soy “llamado a pertenecer a Cristo Jesús”, de
quien provienen “la Gracia y la Paz de
Dios nuestro Padre”. Sólo así celebraremos el Misterio, el Amor, la
cercanía, “la vocación a la que hemos
sido llamados.”
San
Mateo, en el Evangelio, nos descubre tres interioridades de las que necesitamos
aprender para superar incógnitas, angustias, mensajes que parecerían
incomprensibles: “Jesucristo que no se
aferra a su dignidad de Dios y se hace uno de nosotros.”
María,
que acepta ser ese puente maravilloso que une a la humanidad con Dios, mediante
una respuesta, considerada humanamente, impensable: Virgen y Madre; fe que
deslumbra y conforta.
José:
“hombre justo”, dubitativo,
desconcertado ante la realidad que se le
presenta, pero al estar lleno de Dios, da el paso más allá de la lógica, accede
y recibe lo más maravilloso que ni siquiera podía imaginar: a Jesús y a María.
¡Qué incomparable compañía!
En
estos últimos días antes de celebrar la Navidad, con la fuerza del Espíritu,
esmerémonos en prepararnos para el Encuentro de Jesús, María y José; que la
fiesta exterior brote de la alegría interior que la guíe y la pinte con los
mejores colores: Paz y Alegría sin límites.