sábado, 1 de enero de 2022

Epifanía, 2 enero 2022.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 60: 1-6
Salmo Responsorial,
del salmo 71: Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Segunda Lectura:
de la carta del apóstol Pablo a los efesios 3: 2-3, 5-6
Evangelio:
Mateo 2: 1-12. 

Manifestación que llega con potestad, con imperio, pero de dimensiones diametralmente opuestas a los criterios del mundo. “Misterio escondido, pero ahora revelado por el Espíritu”. Misterio de Salvación que abraza a todos los pueblos, a cada hombre en particular, sea de la raza que sea, para hacerlo coheredero de la promesa hecha realidad en Jesucristo.

Si la Luz y la Gloria resplandecen, ¿por qué los seres humanos insistimos en permanecer en las tinieblas, trastabillando, chocando con las personas y las cosas? Descubrir el significado de los signos es vivir en lo concreto, dejar las abstracciones, apresar la realidad y hacerla nuestra, hacernos realidad; “levantar los ojos, mirar a nuestro alrededor, abrir los brazos y el corazón para recibirlos a todos”, llenarnos de la riqueza que nos ofrece el Señor para enriquecer a cuantos encontremos en la vida; convertirnos en signos que guíen y que solamente se detengan ante Jesús, “que habitó entre nosotros”, que vino a reunir a los que estaban dispersos, que nos trae la reconciliación y el sentido de la vida, toda otra riqueza es efímera. 

Epifanía: Dios que sale a nuestro encuentro, que se nos da a conocer, que lleva pacientemente el proceso de “descorrer el velo”, desde los Patriarcas y Profetas, hasta su culminación en Jesucristo quien se implica en nuestra historia y es inicio y plenitud de un Pueblo Nuevo, Primogénito renacido de la muerte, Cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, realizador de las promesas que se ensanchan mucho más allá de las fronteras de Israel y abarcan al mundo entero. Celebramos hoy la vocación universal de todo ser humano: ser hijo de Dios, a través del Único Mediador: Jesucristo. 

Mateo narra la extrañeza, que llega a la consternación en Herodes y en toda Jerusalén; Jesús es “la piedra angular que han desechado –y siguen desechando- los constructores”; el temor impera donde la fe no abre el horizonte de la esperanza que trasciende; la astucia busca los modos de mantener lo que cree poseer, sin que le importe el precio mismo de la sangre inocente. De la boca temerosa del rey, brota un camino importante: “Vayan a averiguar cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya a adorarlo.” Los hombres ansiosos de verdad, siguen su marcha y la Estrella los vuelve a iluminar para encontrar a aquel que da la Luz de la vida. Si miramos con atención, veremos a Dios, no sólo en las estrellas, sino en cada hombre y en cada acontecimiento, y nuestro testimonio de amor, de fe, de valor y esperanza nos convertirá en guías para tantos que no encuentran el sentido de su vida.