sábado, 10 de junio de 2023

10° Ordinario, 11 Junio 2023.-.


Primera Lectura:
del libro del profeta Oseas 6: 3-6
Salmo Responsorial, del salmo 49: Dios salva al que cumple su voluntad.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 4: 18-25
Evangelio: Mateo 9: 9-13.

Si pusimos “nuestros ojos en el Señor”, habremos encontrado que de verdad es “nuestra luz y nuestra salvación, entonces”, “¿a quién temeremos”? El domingo pasado nos decía el Señor: “El que pone en práctica las palabras que les he dicho, ese se salvará”, reconocemos en el Salmo que “El Señor salva al que cumple su voluntad”. No son las ofrendas exteriores, sino la gratitud que proviene del corazón, el reconocimiento que fecunda la alabanza.

“¿Qué va a hacer con nosotros el Señor”? ¿Somos nubes pasajeras, rocío que se evapora? Esforcémonos, como nos dice Dios por el profeta Oseas “en conocer al Señor”, en comprender y llevar a la práctica lo único que le es grato. 

“Quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. Los sacrificios eran, en el Antiguo Testamento, animales ajenos a los que los ofrecían, aun cuando les pertenecieran; Dios quiere lo que viene desde dentro, el Amor, lo que persistentemente ilumina nuestras inteligencias: “conocerlo a Él”.

“Esperar contra toda esperanza, fe que no se debilita”, superación de lo inalcanzable por la limitación de nuestra inteligencia, que, por muy aguda que sea, será incapaz de aprehender la plenitud infinita de Dios. Hemos comprendido que la fe es “supranacional”, se apoya en el conocimiento: “Sé en quién me he confiado”, pero va más allá. Nuestra creaturidad reconoce, libremente, la total y amorosa dependencia del Señor, da el paso, no al vacío, sino convencida, como Abrahán, en Quién tenía y tiene puesta su confianza. Si a él se le acreditó como “justicia”, lo mismo hará con nosotros.

¡Qué ejemplo tan claro tenemos en Mateo! Sentado en su mesa de recaudador, rodeado de múltiples detalles, de, esperamos, fidelidad a su trabajo aun cuando fuera mal visto por los judíos por prestar servicio a los romanos, mantiene un corazón bueno, recto, quizá demasiado distraído por la actividad de este mundo; pero, lo que vio en Jesús, más allá del Hombre que lo llamaba, percibió la luz penetrante de su mirada, escuchó una voz que lo conmovía y “dejándolo todo, lo siguió”.  De verdad “ese Encuentro lo cambió”; la alegría que sintió por dentro, le mueve a la gratitud y ¿de qué forma la mostramos con los amigos sino con un convite, con la convivencia que departe y comparte la riqueza interior a través de lo que podemos hacer externamente. Los convidados, con júbilo se reúnen, Jesús en medio de ellos. Muchos no entendieron a Mateo, como no entendieron a Jesús, no nos entenderán si lo seguimos en serio; pero Cristo mismo sale en nuestra defensa: “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores”. Las murmuraciones quedan acalladas con la Palabra y el deseo de Dios mismo en boca de Jesús: “Aprendan: misericordia quiero que no sacrificios.”  El Señor nos sigue llamando, ¿seremos capaces de “mirar más allá!, dejarlo todo y aceptar la invitación de “anunciar la buena nueva”?  ¡Esperemos que su Gracia lo hará posible!