viernes, 30 de noviembre de 2012

1º de Adviento, 2 Diciembre, 2012.

Primera Lectura: del libro del profeta Jeremías 33: 14-16
Salmo Responsorial, del salmo 24: Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 3:12, 4: 2
Aclamación:  Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Evangelio: Lucas 21: 25-28, 34-36.

¡Adviento!, el Señor que ya vino, ahora llega nuevamente, el Dios siempre presente que se pone a nuestro alcance en Jesucristo. Quiere que analicemos el sentido cristiano del tiempo y de la historia.

Jeremías anima a la confianza; de parte del Señor anuncia lo que cumple: “nacer y renacer del retoño pujante”, que continúa abriendo caminos de justicia hasta que reine la paz.

El avanzar no es fácil, los enemigos son poderosos. En el entonces del profeta, Nabucodonosor asediaba a Jerusalén, pero Dios es fiel y “los que esperan en Él no se verán defraudados”. Cierto que a la victoria, la precede la lucha, pero qué diferencia de armas a armas, y de victoria a victoria; allá, escudos, lanzas,  espadas y flechas tras, una muralla fortificada, más que con piedras, con la fe en Yahvé.

Escuchamos la exhortación de Pablo a los Tesalonicenses y nos revestimos de la mirada del cristiano, la que ve hacia el futuro: “conserven sus corazones irreprochables en la santidad ante Dios, nuestro Padre, hasta el día en que venga nuestro Señor Jesús, en compañía de todos sus santos”. 

Ésta es la actitud, la única, que mantendrá llenos de paz y de esperanza nuestros corazones, la que, ante los vaticinios estremecedores del final de los tiempos, nos hará fijarnos con mayor atención en las palabras de Jesús mismo: “levanten las cabezas porque se acerca su liberación”, lo profetizado por Jeremías llegará a su total cumplimiento: “El Señor es nuestra justicia”.

Alejados de cuanto nos aleje de Él, “velando en oración, podamos comparecer, seguros, ante el Hijo del hombre”. Con el ejemplo e intercesión de cuantos han sabido elegir y mantenerse bajo la bandera de Cristo, reafirmemos nuestra fe y nuestra confianza: “Estando el Señor a mi lado, jamás vacilaré”.