viernes, 31 de mayo de 2024

9º. Ordinario, 2 Junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro del Deuteronomio 5: 12-15
Salmo Responsorial, del salmo 80: El Señor es nuestra fortaleza
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 4: 6-11
Evangelio: Marcos 2: 23- 3:16.

La soledad es mala compañera cuando no está contigo, Señor.  Trabajos, penas y aflicciones nos agobian lejos de tu prese3ncia; reconocemos que tu providencia  nunca se equivoca, sigue cobijándonos con tu Espíritu y aleja de nosotros cuanto pueda alegarnos de ti.

No nos pides, Señor, santificar el sábado; pero sí tenerte presente el domingo que es tu día y debería ser el nuestro, al menos un rato para estar contigo; no eres taxativo, ni aprisionarte, quieres persuadirnos, para nuestro propio bien, que recordemos tiempos de esclavitud azarosa, pro más aún la gozosa liberación. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo reflexionar en serio?, nos quedamos, como los israelitas, en lo exterior, en lo relativamente fácil  y no permitimos qu8e el reflejo del Espíritu se note en nuestro rostro, en nuestras acciones, en la alegría de servir con semblante siempre nuevo a Dios en Jesús, e Señor. Que el estribillo del salmo resuene no solamente en los oídos sino en la vida toda: El Señor es nuestra fortaleza, por eso nuestro canto es siempre nuevo.

Conocer la gloria de Dios y saber que la llevamos en vasos de barro nos hace más conscientes y cuidadosos, nos maravillamos porque no  es un  barro cualquiera, es creación nueva, es transparente para que se refleje desde nosotros el rostro de Cristo; por eso nunca nos sentiremos derrotados, ¡esta carne mortal ya está santificada!

Cualquier pretexto es bueno para no comprometerse, aun invocar la  ley para impedir abrir los ojos; te han espiado Jesús, te reconvienen por perdonar los pecados, por comer con publicanos y pecadores, por no ayunar ni Tú ni los discípulos, por arrancar espigas en sábado; no te han aceptado como el médico que busca a los enfermos, menos aún, como nos dejas muy claro, que eres el “dueño del sábado” ; tu mirada de ira y de tristeza abarca a todos los corazones encerrados; esperamos no encontrarnos entre ellos, sino más bien entere los que gozamos de tu presencia que anima y que sana el cuerpo, pero sobre todo el alma y con ella al ser entero. 

viernes, 24 de mayo de 2024

La Santísima Trinodad. 26 mayo 2024*


Primera Lectura:
del libro del Deuteronomio 4 32-34
Salmo Responsorial, del salmo
32: Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos
8: 14-17
Evangelio: Mateo
28: 16-20. 

 

En mar abierto de la revelación, ¿cómo entender que uno más uno más uno, sean igual a uno; la lógica y las matemáticas enmudecen, sólo el amor habla, se explaya y deja al descubierto la intimidad de Dios. 

 

Volúmenes de reflexiones y disquisiciones, incapaces de penetrar el misterio, ese no es el camino para llegar a Dios. Para encontrarnos con Él, la vía es la Fe hecha humildad, sencillez y aceptación, permitir que la palabra hecha carne nos ilumine. Jesucristo, en quien reside la plenitud, al hablarnos de sí mismo, nos descubre al Padre y al ascender a los cielos, el Padre y Él nos envían al consolador, al Espíritu de Verdad que nos confirma en todo lo   dicho. ¿Vislumbramos algo del misterio?: el Padre y el Hijo nos envían al  Espíritu

Santo; está claro y no está claro pero ¡creemos en quien lo dice! 

 

El intento comparativo que han buscado los santos y los teólogos, queda siempre incompleto. La Santísima Trinidad es como el sol, que es el mismo, pero su luz, sus rayos, su calor, procedentes de Él, ¡son Él!, pero su muestra y sus frutos son diferentes; como la fuente: es manantial, es estanque, es canal por donde corre y empapa y da vida, ¡la misma agua!, en manifestaciones diferentes… ¿qué entendimos de la esencia de Dios? ¡nada! Todo esfuerzo por penetrar lo impenetrable queda trunco. 

 

Diez y nueve siglos mantuvo Israel la fe en un Dios único:“reconoce, pues, y graba en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro”.Fundado en un monoteísmo “monolítico”, para superar la ideología de los pueblos circundantes, pero todavía muy lejano de la realidad que nos trae Jesús al llegar la plenitud de los tiempos. Dios no es ni solitario ni lejano, es compañía, es comunicación, es, en la encantadora frase de San Juan“amor”.Imposible amar en soledad, imposible amar sin compartir, imposible amar sin donarse.   ¿Quién podría llegar a la intimidad de Dios, sino“el Espíritu que lo penetra todo? “Nadie conoce mejor el interior del hombre que el espíritu del hombre que está en el hombre, nadie conoce mejor el interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios”. Él ha recorrido el velo y como resultado nos entrega la vida íntima revelación de Dios. 

 

“La fe cristiana confiesa que hay un solo Dios, por naturaleza, por substancia y por esencia”. ¿Cuántas veces nos hemos santiguado, cuántas hemos recitado el credo? Y de ese incontable número, ¿cuántas veces nos hemos detenido a considerar lo que hacemos y lo que confesamos? “Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo”, tres personas distintas y un solo dios verdadero. Inútil estrujar el pensamiento, es la Fe en el testigo primordial, en Jesús, la que nos da un atisbo y hace estremecer todo el ser al pronunciar la palabra que nos engendra:“Padre. Comenzamos a entender, de verdad, lo que nos decía

San Pablo:“anhelando que se realice plenamente en nosotros la condición de hijos de Dios”,(rom. 8: 23). Sí, hijos,“herederos y coherederos con cristo; en la adhesión completa, aunque nos estremezca;“porque si sufrimos con Él, seremos glorificados junto a Él.”Si el temor nos acosa, el Espíritu nos libera para ir por todo el mundo“enseñando a todas las naciones, enseñándoles a cumplir todo cuanto Jesús nos ha mandado”. La misión universal vuelve a relucir, nuestra impotencia nos puede hacer flaquear, pero“en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”,con la certeza de que Jesús estará con nosotros hasta el fin de los siglos, ¡nos arriesgamos! 

miércoles, 15 de mayo de 2024

PENTECOSTÉS, mayo 19 2024.

Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11
Salmo
Responsorial
, del salmo  103:
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 12: 3-7, 12-13
Evangelio: Juan 20: 19-23.
 
Soñar es fácil, realizar lo soñado requiere esfuerzo, constancia, fe, cercanía con aquel que nos hará capaces de volver realidad lo soñado: la unidad, la fraternidad, la comprensión, la solidaridad, el regreso al respeto por la persona humana con todo lo que esto implica: “renovar la faz de la tierra.”  Reencontramos, una vez más, la esencia de nuestra tarea de hombres y de cristianos, de buscadores, espero, incansables, de la verdad y de la paz. Tarea incansable y a la vez imposible, sin los dones del Espíritu Santo, recibidos o por recibir en la confirmación, que ya tenemos desde el bautismo pero reciben como un nuevo impulso por el Sacramento que corona la iniciación cristiana, a condición de que no se lo impidamos: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Santo Temor de Dios. Cada uno de ellos, como semilla con su propio dinamismo, con su potencial concreto para hacer, en cuanto de nosotros dependa, una sociedad más humana y, por lo tanto, más divina, más conforme al “plan inicial de dios.”  Ya pedía San Pablo, el domingo pasado: “que el señor les ilumine la mente para comprender…”  quien ha comprendido, se ha dejado guiar por el Espíritu, entonces “la boca hablará de lo que está lleno el corazón”, no habrá necesidad de intérpretes porque comunicaremos todo en el lenguaje universal, la que todos entienden: el del amor, el de Jesucristo muerto y resucitado, el que el espíritu imprime en lo más profundo de nuestros seres: “no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu del Padre que habita en ustedes.”  ¿De verdad estamos dispuestos a esta transformación? Si algo queda por purificar, confiemos en que Él lo hará: “nos confirmará en la verdad.”

La diversidad de dones que el Señor ha derramado en nosotros, que somos su cuerpo, es precisamente para el bien de todos. Imaginemos cómo sería el mundo si permitimos que el espíritu se manifieste plenamente a través de nosotros, los frutos ya nos los describe San Pablo en la Carta a los gálatas, 5: 22- 24: “amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí…, contra esto no hay ley que valga…”  es un verdadero arremeter contra lo que impide esta floración: nuestro egoísmo, imbatible por nosotros mismos, superable si estamos injertados en Cristo con la fuerza y acción del Espíritu Santo.

¿Qué nos deja Jesús antes de partir? La paz, esa paz que el mundo no puede dar, esa paz que se va extendiendo a través de nuestras obras y que fortalece a los demás; paz que lleva a la alegría, a la profundización de la Fe, en un Jesús más presente todavía que cuando estaba físicamente entre los hombres. Paz que solidifica la pertenencia al Dios Trino porque “queda desatado cuanto nos ataba a nosotros mismos, porque nos hace percibir el perdón y nos prepara a perdonar, porque nos hace recibir, a corazón abierto, la misión recibida desde el Padre por medio de Jesús y consolidada por el Espíritu Santo”.  No permitamos que los bienes de este mundo, buenos en sí, pero a ratos engañosos, nos hagan perder la mirada de transparencia, de gozo y de alegría que anime y haga más grata la vida de los que nos rodean.

Recordemos cómo define San Pedro a Jesús en su caminar por el mundo: “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”   (Hechos 10: 38)  ¿En algo se va pareciendo nuestro proceder al suyo? ¿Percibimos esa misma presencia del Espíritu de Dios, de Jesucristo, en nosotros? Si no comenzamos ya, probablemente no tengamos tiempo para hacerlo…  no hagamos esperar el “Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.”

jueves, 9 de mayo de 2024

La Ascensión del Señor, 12 de mayo, 2024


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 1: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 46: Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los efesios 4: 1-13
Evangelio: Marcos 16: 15-20

Es bueno “mirar al cielo”, pero con los pies en la tierra. Aprender a ser, como nos dice San Gregorio: “hombres intramundanos y supramundanos a la vez”. Entre las creaturas, especialmente entre los hombres, a ejemplo de Jesús, sin huir contrariedades, molestias, incluso la muerte, porque vislumbramos, más aún, sabemos que “su triunfo es nuestra victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la seguridad de llegar nosotros, que somos su cuerpo.” Esta es la forma de ser lo que somos para llegar a ser lo que seremos; ahora aquí en la entrega incondicional al reino; después allá, adonde Cristo nos ha precedido.

Camino al monte de la ascensión, el Señor Jesús refuerza nuestra confianza: “aguarden a que se cumpla la promesa del padre…, dentro de pocos días serán bautizados en el Espíritu Santo”. Hemos aprendido, en la lectura de la sagrada escritura y en la experiencia personal, que “Dios es fiel a sus promesas”; ésta también la cumplió y la sigue cumpliendo, “iluminando nuestras mentes para que comprendamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, la rica herencia que Dios da a los que son suyos.”  ¿Aprenderemos a confiar “en la eficacia de su fuerza poderosa”? Convocados a ser uno en cristo para participar de su plenitud.

Como respuesta a la pregunta que le hacen los discípulos: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”, imagino a Cristo esbozando una sonrisa comprensiva, no en balde ha sido un ser totalmente intramundano, ha convivido con los hombres, les ha abierto su corazón y no han aprendido a “mirar hacia arriba”. ¿Qué clase de reino esperan todavía? ¿La riqueza, el poder, el engrandecimiento? ¡Qué pronto han olvidado aquella lección cuando discutían ente ellos sobre ¿Quién era el mayor? “No sea así entre ustedes, porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. Ni lo que, sin duda, supieron que respondió a Pilatos: “mi reino no es de este mundo”. Ya les y nos enviará al Espíritu para comprender cuanto les y nos ha dicho. De su mismo Espíritu brotará la fortaleza para cumplir la encomienda: “serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra.”  Los ángeles los sacan del asombro y les confirman que “ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá, como lo han visto alejarse”. ¡Revivamos con fe lo que diariamente decimos en la misa!: “que vivamos libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la venida gloriosa de Nuestro Salvador Jesucristo”.

Sin dejar de mirar al cielo, es hora de volver a los hombres y de anunciar la buena nueva; es la hora de la iglesia, es nuestra hora de “ir y enseñar a todas las naciones”. Su palabra ya es promesa cumplida: “yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo”.

La pléyade ejemplar de los que le han sido fieles, nos anima, aunque no hagamos milagros, ni curemos enfermos, ni expulsemos demonios. Aunque nos digan que vamos en sentido contrario, que es una utopía creer en el amor y en la bondad, en el servicio desinteresado, en la fraternidad universal y el mundo nos grite que abramos los ojos y veamos el mal, el odio y la violencia que persisten, mostremos con las obras que el señor “actúa con nosotros” y afirma nuestros pasos. ¡Alguien que vale la pena, nos espera, preparemos el encuentro final ya desde ahora!

    

 

domingo, 5 de mayo de 2024

6º DE PASCUA, 5 de mayo 2024.-


Primera Lectura:
del libro de los
Hechos de los Apóstoles 15: 25-26, 34-35, 44-4
8
Salmo Responsorial, del salmo 97: El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 4: 7-10
Evangelio: Juan 15: 9 - 17
 
“Voces de júbilo” llenan nuestras vidas. El júbilo nos llega por la victoria de Jesús, nuestro hermano, nuestro ejemplo, nuestro camino; esa alegría debe perdurar siempre, es el fruto de la paz que nos vino a traer para que se haga efectiva en la transformación de nuestras vidas, a tal grado que nadie tenga que preguntarnos si somos discípulos de cristo, porque lo captarán mirando nuestras obras: “hechas a la luz para gloria del padre”.
 
 Alegría que viene del espíritu, ese “soplo universal” que inspira a todo ser humano: “dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Indecible la sorpresa de pedro al ser testigo de que el espíritu santo descendía sobre los paganos. Comprendió, en toda su grandeza que “la palabra de dios no está encadenada”. Recordó que “el espíritu va donde quiere, no lo ves, como al viento, pero sientes sus efectos.”  Ahí estaba, actuando frente a él y escuchando cómo aquellos hombres “proclamaban las grandezas de dios”. ¿quién puede oponerse al espíritu? ¡lástima que nos resistamos a su ímpetu, a sus mociones y no nos presentemos como instrumentos listos para transformar el mundo! Bajo la luz de dios todo cambia de aspecto, todo brilla, todo es bello, todo es posible…, ¡aun nuestra conversión!
 
El salmo continúa animándonos a la alegría. ¿quién no estará alegre al ver cómo el señor nos ha mostrado, nos muestra y nos seguirá mostrando su amor y su lealtad? La revelación sigue en presente, faltan oídos que la escuchen y corazones que le den albergue. Abramos el interior y dejemos que nos inunde, con toda su potencia, la realidad que tanto ansiamos: el amor, motor incansable, fuerza transformadora que alimenta lo que, a la mirada puramente racional e inmediata le parece imposible: “amarnos los unos a los otros”, simplemente para ser como dios, porque “dios es amor”. Con él y desde él se limpiarán los ojos, se olvidarán heridas y rencores, se ensanchará el horizonte y, de verdad, constataremos que todo es bello. Trataremos de reproducir en cada ser humano, más aún en cada creatura, lo que ese amor ha hecho de nosotros: existir y crecer. 
 
Probablemente, Jesús, no nos pida la vida de una manera cruenta, como él la ofreció al padre por nosotros, pero sí la actitud bondadosa, amable, servicial, pronta y atenta, la del amigo de ojos transparentes, la que no esconde engaños, la que confía y comunica cuanto el señor le ha hecho percibir de su presencia, como el mismo Jesús en relación al Padre. 
 
Esto es vivir en el amor y en la apertura, es el seguir el rastro de sus huellas, es cumplir su mandato y estar constantemente agradecidos porque puso su morada entre nosotros
 
“No son ustedes los que me han elegido, soy Yo quien los ha elegido y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”. Desde la eternidad fue hecha la elección, se ha concretado en un momento exacto: este, en el que somos y seguimos siendo. Es tiempo de revisar los frutos y preguntarnos, simplemente, ante él, si están maduros.