sábado, 30 de julio de 2022

18°. Ordinario, 31 julio 2022.-


Primera Lectura:
del libro del Eclesiástico 1:2, 2: 21-23

Salmo Responsorial,
del salmo 89:
Señor, ten compasión de nosotros.

Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 3: 1: 5-9

Evangelio: Lucas 12: 13-21.

“Señor, no tardes”; Tú no te retrasas, somos nosotros los que no nos preparamos convenientemente para esperarte y recibir de ti lo que purificará nuestro ser por completo, aquello que nos hará asemejarnos, cada día más. a imagen de tu Hijo, Jesucristo, hermano nuestro, modelo perfecto, reflejo fiel de tu propio ser. La tardanza del amado aumenta el gozo pregustado del encuentro, ¿lo deseamos de verdad?, ¿meditamos con frecuencia la radical sentencia del Qohelet: “dolores, penas, fatigas, agotamiento por conseguir lo que no perdura?, todo es vana ilusión”. No se trata de condena de los bienes temporales, sino de la medida exacta de las creaturas. No es sentencia vacía, es aliento y luz que nos recuerda lo que ya reconsiderábamos el domingo pasado: la regla del “tanto cuanto”; desde esta perspectiva comprendemos el Salmo: “Enséñanos a ver lo que es la vida y seremos sensatos”. 

La súplica al Señor alegra el alma: “Llénanos de tu amor cada mañana y júbilo será la vida toda”. Luz que ilumina cada paso; tener los ojos y el corazón fijos en ella e irnos llenando de aquello que perdura: “buscar los bienes de arriba, donde está Cristo, porque hemos muerto y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.   Novedad que inició en nuestro bautismo y que pide florecer hasta la meta. Sabemos que pide sacrificio: “no puedo ser el ser que quiero si no inmolo el no-ser-del-ser-que-soy-ahora”; ¡cuánto peso inútil cargo en mi bagaje!

¡Cómo desfiguramos el mensaje evangélico!: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”; caminos tortuosos y empedrados, que no acaban de entender el consejo de Cristo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”; rupturas entre hermanos, obtusos deseos que obnubilan, legítimos amores desgarrados, y todo ¿para qué?

Jesús ha venido a enseñarnos cuál es la herencia a la que debemos aspirar; ha venido a mostrarnos el camino de la sensatez: “No acumulen riquezas para ustedes mismos, háganse ricos de lo que vale ante Dios”, que con exactitud completa el evangelio de Mateo: “Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón”. (Mt. 6: 19-20). ¡Crea en nosotros, Señor, ¡un corazón puro!

sábado, 23 de julio de 2022

17° Ord. 24 julio 2022.-


Primera Lectura:
del libro del Génesis 18: 20-32
Salmo Responsorial, del salmo 137:
Te damos gracias de todo corazón.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 2: 12-14

Evangelio: Lucas 11: 1-13.
 

El único que puede darnos la fuerza y la constancia para “habitar juntos en su casa”, es el Señor. Él nos hará capaces de superar todo aquello que rompe, rasga y divide, porque nos dará la Sabiduría que viene desde arriba y nos permitirá ver la estatura exacta de cada criatura; con su luz impedirá que nos quedemos deslumbrados por los bienes de esta tierra, que, si bien todos son buenos, no todos nos ayudan a crecer mirando a la trascendencia. ¡Qué a modo llega a la memoria la “regla de oro”: “usar de las cosas tanto cuanto nos guíen para el fin que fuimos creados, y, apartarnos de aquellas que nos lo impidan”! 

La oración confiada, consciente, filial, platica con Dios, es universal, mira al bien de los demás y está dispuesta a considerarlo todo con una visión teológico- profética: “viene de Dios y vuelve a Dios”; parece que regatea, pero con ello expresa el abandono total a la voluntad divina. No siempre obtiene lo que pide, pero sabe que recibe lo que le conviene. No fracasa, Dios tampoco fracasa, fracasamos los seres humanos cuando no aceptamos ser salvados de nosotros mismos.

“Te damos gracias de todo corazón”: porque comprobamos tu “lealtad y tu amor, que nos infunde ánimos, nos pone a salvo y concluye su obra en nosotros”, la recibida en el Bautismo; ¿lo decimos convencidos?, ¿nos hace superar las dificultades que encontramos?, ¿sale de un corazón filial?, ¿experimentamos que somos de Dios, elegidos para la vida y para “la vida nueva con Cristo que anuló el documento que nos condenaba”? La gratuidad es manifiesta, que la gratitud responda sin límites.

¿Queremos aprender a orar, seguir aprendiendo?, con sencillez escuchemos a Cristo; con Él repitamos, conscientemente, la plegaria que eleva, que plenifica y que nos compromete a actuar como “hijos que se dirigen a su Abba, Padre”, para suplicarle que “vivamos en justicia y santidad” para santificar su nombre; para que la llegada del Reino colme la tierra; para que su Voluntad oriente nuestros pasos, que su Bondad sostenga nuestros días, que “condone” nuestras deudas y que hagamos lo mismo con todos los hermanos; nos libre del maligno que todo lo obscurece.

El Señor se complace en los que son constantes, los que piden porque se saben necesitados, buscan lo que perdura y tocan en la puerta correcta; al “darnos su Espíritu”, con Él nos dará cuanto necesitamos: rezaba San Agustín; “dame lo que pides, y pide lo que quieras”.

sábado, 16 de julio de 2022

16° Ord. 17 julio 2022.-


Primera Lectura:
del libro del Génesis 18: 1-10
Salmo Resposnsoral, del salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?

Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 1: 24-28

Evangelio: Lc. 10: 38-42.

En unión con la Iglesia Universal, te pedimos que multipliques los dones de tu gracia, esas virtudes que dicen directamente contigo: la fe, la esperanza, la caridad que es amor; sin ese amento, no seremos nunca capaces de mantenernos en tu servicio y ni en el servicio  a los demás.

¿De dónde sino de Ti puede venir la capacidad de escucha, de hospitalidad, de contemplación y de una acción que no nos sirva de vano escudo para atender tu llamado? Meditábamos el domingo pasado qué difícil es recibir con amabilidad a un desconocido y ahora nos haces comprender lo que muchos años después, inspiraste al escritor de la carta a los Hebreos, en 13:2: “No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”, y, en ellos, a Ti, como le sucedió a Abrahám. Recibirte es acoger la promesa, es, vivir ya la salvación.

Muchos han visto, en el relato del Génesis, una anticipación de la Trinidad, “misterio mantenido oculto  desde siglos y generaciones y que ahora has revelado a tu pueblo santo”, que, unido a las tribulaciones de Cristo, Dios hombre, nos invita a acoger a todo hombre, sin distinción de raza, pueblo o nación, para llevar a cabo la obra de la redención.

¿Qué podemos los hombres ofrecerte que sea grato a tus ojos?: “Honradez, justicia, sinceridad y apertura”, y cómo lograrlo sino contemplándote y escuchando tu palabra desde la Palabra para iluminar la acción. Son demasiadas exterioridades las que nos preocupan, cuando “una es necesaria”, que sepamos escogerla y, como el prudente del Evangelio, cimentados en Roca, llevarla a cabo.

María y Martha nos muestran el camino de conjunción, el que, sin duda, ya habremos escuchado: “Ser contemplativos en la acción”; que Jesús Eucaristía nos ayude a esa conversión tan necesaria.

viernes, 8 de julio de 2022

15° ordinario, 10 julio 2022.-


Primera Lectura:
del libro del Deuteronomio 30: 10-14
Salmo Responsorial,
del salmo 68: Escúchame, Señor, porque eres bueno.
Segunda Lectura:
de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 1: 15-20
Evangelio:
Lucas 10: 25-37.

Difícilmente nos acercamos, confiados, a un desconocido; pero es obvio que para iniciar una amistad, tendremos que hacerlo, de otra manera nos quedaríamos solos como hongos; el resultado puede ser maravilloso, del conocer, del frecuentar, del compartir, crecerá el gozo de la presencia aun en la ausencia. Tratándose del Señor, aun la aparente ausencia es presencia; nunca tendremos que hacernos las preguntas que aparecen en el fragmento del Deuteronomio, pues la experiencia nos confirmará que la boca dice lo que hay en el corazón, y al pronunciar el nombre del Señor, sabemos que ya está en el corazón. 

“El Señor nos escucha, porque es bueno”, analicemos qué tanto lo invocamos, si oramos, confiadamente, por la paz, por esa constante conversión, que nos impulse “a acercarnos y permanecer con Él”.

En el himno cristológico, que es oración y profesión de fe, confirmamos que Cristo es el Centro, el Fundamento, el Dios cercano, el Camino para llegar al Padre, el que resume en sí la creación entera; ya no más preguntas, ¡tenemos la respuesta total!

Sin duda habremos escuchado y meditado la parábola del buen samaritano; muchas veces, también, habremos propuesto preguntas de las que sabemos las respuestas, pero nos hacemos los ingenuos, los ignorantes para no tener que aceptar la responsabilidad que implican: “¿Quién es mi prójimo?”; Jesús nos ha respondido con su vida toda y todavía resuenan en nuestro interior las palabras de San Pablo: “Dios quiso reconciliar en Cristo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz.” ¿Queremos una explicación más clara?

Ciertamente no podemos resolver los problemas del mundo entero, pero sí tratar de purificar los de nuestro pequeño entorno; no tendremos que ir muy lejos: casa, parientes, trabajo, amigos, vecinos, cuantas personas se van cruzando en nuestra vida…, ¿estamos sinceramente dispuestos a   poner al servicio de los demás nuestro vino, nuestro aceite, nuestra cabalgadura, nuestros denarios?, entonces estaremos haciéndole caso al deseo-envío de Jesús: “Anda y haz tú lo mismo”

viernes, 1 de julio de 2022

14°. Ordinario, 3 julio 2022.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 66: 10-14
Salmo Responsorial,
del salmo 65: Las obras del Señor son admirables.
Segunda Lectura
: de la carta del apóstol Pablo a los gálatas 6: 14-18
Evangelio
: Lucas 10: 1-12, 17-20 

"Recordaremos, Señor, los dones de tu amor”, recordar lo agradable, tonifica, anima, constata que los sueños son realizables, enumera todo lo recibido, y al hacerlo, reafirma el cariño y el deseo sincero de respuesta, la más acorde a la generosidad del Dador de los dones.

Isaías invita a la alegría que fluye del Señor y su presencia, que riega como un río una paz que perdura, que “acaricia y arrulla con amor de madre” a todo ser que a Él se acerca.

Elevemos la esperanza, la que procede del Espíritu que revela todo lo nuevo: invocar a Dios como Padre y Madre, alejar el temor, el error y las tinieblas, cantar convencidos, con las pruebas en las manos y en el corazón, con la esperanza cierta de huesos florecidos: “las obras del Señor son admirables”. 

San Pablo proclama lo que a la limitación humana sería imposible, lo que al escucharlo provoca el estremecimiento del ser entero, lo que a los ojos terrenos es un absurdo: “No permita Dios que me gloríe en algo que no sea la Cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”, que se hizo realidad en sus andares y en la entrega final, hasta la muerte, no por su propio valer, sino por la Gracia de Jesucristo que no fue estéril en él.

El “envío”, es más universal, son 72 que se acompañan, que van “como ovejas en medio de lobos”, les encomienda que “rueguen al Dueño de la mies que envíe operarios”. Las condiciones para la realización, simplemente como ha sido la vida de Jesús: en oración, en pobreza y como portadores de paz. No habrá éxito inmediato, la libertad humana decide aceptar o no el Reino, pero, en caso de rechazo, no contengan el anuncio: “de todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca”. 

El resultado final es lo que importa: “Alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.  Es la meta, ya “nos ha preparado un sitio”; la fidelidad a la Buena Nueva, la fidelidad a Jesús es y será el lazo que nos mantenga unidos.