Salmo 77: El Señor les dio pan del cielo.
Segunda Lectura: Carta de San Pablo a los Efesios 4: 17, 20-24;
Evangelio: Juan 6: 24-35
Para que se convierta en realidad lo que hemos pedido en la oración: “renovados conforme a la imagen de tu Hijo”, no existe otro camino que la ayuda de la Gracia. Entramos, una vez más en ese misterio de la acción de Dios en nosotros, en la experiencia insubstituible de que dos causas: Dios y nuestra decisión, nuestra respuesta, confluyen a un mismo efecto: ser y comportarnos como hijos de Dios a ejemplo del Hijo Primogénito, Cristo Jesús; “revestidos de justicia y santidad de verdad”. Sabemos de nuestra impotencia y nos acogemos al amor del Padre que no violenta, sino que invita a confiar, a creer.
Para que se convierta en realidad lo que hemos pedido en la oración: “renovados conforme a la imagen de tu Hijo”, no existe otro camino que la ayuda de la Gracia. Entramos, una vez más en ese misterio de la acción de Dios en nosotros, en la experiencia insubstituible de que dos causas: Dios y nuestra decisión, nuestra respuesta, confluyen a un mismo efecto: ser y comportarnos como hijos de Dios a ejemplo del Hijo Primogénito, Cristo Jesús; “revestidos de justicia y santidad de verdad”. Sabemos de nuestra impotencia y nos acogemos al amor del Padre que no violenta, sino que invita a confiar, a creer.
Desde esta plataforma de la fe, al leer el Éxodo, escuchamos, meditamos y aceptamos que el Señor, es El Señor nuestro Dios; Él a pesar del rechazo y de las murmuraciones, “es compasivo y misericordioso”, y aun cumple los caprichos de su pueblo: “les da pan por alimento”.
Esta actuación nos ayuda a enlazar el proceso creciente y pedagógico de la Revelación que culmina en el capítulo 6º de San Juan, que muchos autores han nombrado como “El Sermón del Pan de Vida”.
La gente busca a Jesús, hay algo en Él que los atrae, no solamente porque ha saciado su hambre, aunque el mismo Jesús se lo eche en cara. Vislumbran en Él algo más, pero no saben aún lo que buscan; el mismo Señor tratará de orientarlos aunque de momento no comprendan. Siento que es un momento propicio para detenernos y preguntarnos: ¿qué buscamos en Jesús, a Quién y para qué lo buscamos, qué esperamos de Él, qué espera de nosotros?
Jesús nos involucra en la conversación. Aclara desde el principio: el pan material es importante. Él nos ha enseñado a pedir a Dios «el pan de cada día» para todos. Pero necesitamos mucho más. Jesús nos ofrece un alimento que puede saciar para siempre nuestra hambre de vida. La gente, y ojalá nosotros con ella, pregunta: « y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere? »; ¿prácticas, ritos, oraciones, mandamientos?
La respuesta de Jesús toca el corazón del cristianismo: «la obra que Dios quiere es ésta: que crean en el que Él ha enviado». Dios sólo quiere que creamos en Jesucristo, el gran regalo que ha dado al mundo. Ésta es la nueva exigencia. En esto han de trabajar. Lo demás es secundario. Necesitamos descubrir de nuevo que toda la fuerza y la originalidad de la Iglesia están en creer en Jesucristo y seguirlo. No podemos quedarnos en la actitud de adeptos de una religión de "creencias" y de "prácticas". La fe no es cumplimiento de códigos superiores a las del antiguo testamento. No. La identidad cristiana está en vivir un estilo de vida que nace de la relación viva con Jesús. Cristiano es el que quiere pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Jesús. ¡Cuánto necesitamos al Espíritu!
Para subsistir en medio de una sociedad ausente de Dios, nos urge, más que nunca, el conocimiento, del que brotará el amor, de y a Cristo el Señor: Pan que no perece y Agua que salta hasta la vida eterna..