viernes, 31 de marzo de 2023

Domingo de Ramos, 2 abril 2023


Por un momento los judíos viven lo que anhelaban: ¡la llegada del Mesías Victorioso! La actitud de Jesús muestra lo que no pensaban, se presenta como: “...un rey, apacible, montado en un burro, un burrito, hijo de animal de yugo”…, no entendieron el mensaje. La emoción del momento fue fugaz, pues esos mismos que ahora lo aclaman: “¡Hosanna!, ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!, gritarán días después: “¡Crucifícalo!” 

Que el Señor fortalezca nuestros corazones para que no nos envuelvan la ingratitud y la superficialidad, y que nuestro júbilo sea porque vamos asimilando, “los sentimientos de Cristo Jesús”. 

Textos de la Misa
Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 50:4-7
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 2: 6-11
Evangelio: Mateo 26:14 a 27: 66.

Es una liturgia larga, pero ¡bien lo merece el Señor y mucho lo necesitamos nosotros! Orar, meditar, contemplar y quedarnos admirados. Isaías, en uno de los cuatro cantos del “Sirvo Sufriente”, muchos años antes, nos describe a Jesús. Pablo en la carta a los Filipenses, nos hace recapacitar en el fruto de la obediencia al Padre, el himno cristológico: ese es el camino del amor por nosotros, la causa de su exaltación en la Resurrección.  Durante el relato de la Pasión, apliquemos las realidades contempladas.  En ella está condensada la confesión fundamental de la fe cristiana: “Jesucristo es el Señor”.    

La oración Colecta, el Prefacio y la oración sobre las Ofrendas nos hacen mantener el ritmo en el mismo tono: por la Pasiónla Cruz y la Muerte, hacia la Resurrección.

Mateo narra lo sucedido. Sorprende la extensión del relato de un solo día de la vida del Señor.

Acompañemos a Cristo en esta máxima prueba. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn. 15:13)

Mientras escuchamos, vayamos captando las actitudes de Cristo y las de los personajes que intervienen. ¿Con quiénes nos identificamos?

En un momento de silencio permitamos que se asienten en nuestro interior las vivencias que el Espíritu haya suscitado.

Escuchamos la Pasión, en la liturgia dominical, para que nuestros corazones vivan en la semana lo que Cristo hizo por nosotros y para que comprendamos cómo inicia la ascensión la Pascua.

El próximo domingo reviviremos el culmen de esta entrega: “Por eso Dios le dio un nombre sobre todo nombre” (Filip. 2: 9)

Solamente asemejándonos a Cristo en la entrega lo seguiremos en la resurrección.

Pidamos esta actitud para recibir el don nuevo de Cristo y de su Espíritu.

viernes, 24 de marzo de 2023

5° cuare4sma, 26 marzo 2023.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Ezequiel 37: 12-14
Salmo Responsorial, salmo 129:
Perdónanos, Señor, y viviremos.

Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 8-11

Evangelio: Juan 11: 1-45
 

¡Defiéndeme, Señor, de mí mismo; de mi superficialidad, de mi apatía, de mi alejamiento de Ti y de los demás! 

¡Soy, tantas veces, mi peor enemigo y por eso pongo toda mi confianza en Ti, mi Dios y mi defensa! 

La auténtica liberación, la salvación, la resurrección: conocer, aprender y continuar el camino de entrega que nos dejó Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro. 

Pidamos que nuestros interiores reaccionen, que nuestros corazones latan con más fuerza, sabiendo que “Dios siempre cumple sus promesas”. ¿Qué escuchamos por medio del profeta Ezequiel?: “Yo mismo abriré sus sepulcros, los conduciré a la tierra prometida” – la que ellos esperaban -, a la Patria eterna, la que nosotros esperamos. 

Palabra y promesa llegan desde Dios mismo: “Sabrán que Yo, el Señor, lo dije y lo cumplo.” 

Revivimos al Pueblo de Israel, “Pueblo de cabeza dura”; reconocemos en el Salmo y confesamos al Señor nuestra impotencia, junto a nuestro arrepentimiento “desde el abismo de nuestros pecados”; nos sentimos fuertes porque nos apoyamos en lo que permanece: “su amor, su misericordia, su consciente olvido de nuestras faltas, para alcanzar su perdón.” 

Tenemos un ancla segura en lo que nos comunica San Pablo, si de verdad nos esforzamos por vivirlo: “Ustedes llevan una vida conforme al Espíritu que ya está en ustedes. Ese Espíritu, que es Dios mismo, que resucitó a Jesucristo, los resucitará a ustedes y les dará, aun a sus cuerpos mortales, una nueva vida.”   Esta visión tiene que iluminarnos ante la certeza de que un día nos encontraremos con Él y que queremos, esperando, contra toda esperanza meramente humana: mirarnos en Aquel que “es la Resurrección y la Vida” y que nos hará partícipes de la felicidad que no termina. 

El Evangelio nos anima, abre el horizonte, rompe las cadenas del espacio y el tiempo, confirma la victoria que Jesús ya logró frente a la muerte. Nos enseña a superar los “peros”, las lágrimas, (verdaderas, porque el cariño sufre), las lamentaciones inútiles, lo incomprensible: “ya hace cuatro días…, huele mal…, si hubieras estado aquí…, las críticas: “¿no podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que Lázaro no muriera…?” 

Jesús ora, implora al Padre y con voz segura, manda: “¡Lázaro, sal de ahí!”  El milagro está patente, la Palabra de Jesús, él mismo, es Vida y la comparte: “Desátenlo para que pueda andar.”  El asombro sacude a todos; Martha y María llevarán grabado para siempre: “¿No les he dicho que si creen, verán la Gloria de Dios’?” 

Probablemente habremos dicho: “todo tiene remedio menos la muerte”, ¡qué equivocados estábamos!, la resurrección nos aguarda, vivamos de tal manera el presente que preparemos el futuro para ser envueltos en la Gloria de Dios.

sábado, 18 de marzo de 2023

4° Cuaresma, 19 marzo 2023.-


Primera Lectura:
del primer libro de Samuel 16: 1, 6-7, 10-13
Salmo Responsorial, del salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los efesios 5: 8-14
Evangelio: Juan 9: 1-41.

A medio camino hacia la Pascua, la Iglesia nos invita a alegrarnos porque se acerca la abundancia del consuelo; porque hemos crecido en el acercamiento a Dios y a nuestros corazones, y la alegría que irradia desde dentro, nos anima a continuar el peregrinaje.

Jesús ya  ha reconciliado a la humanidad entera; de nosotros espera que continuemos preparándonos con fe y entrega a la culminación de esta salvación.

La primera lectura nos remarca que la mirada de Dios penetra los corazones, no se queda en las apariencias. Samuel se deja impresionar por el aspecto y la estatura, pero escucha al Señor y aguarda a que llegue “el más pequeño” para ungirlo. Lo hace “como en secreto”, todavía tendrá que pasar muchas peripecias para guiar a su pueblo; lo que debemos percibir claramente e intentar proyectarlo, pues ya fuimos ungidos, es que a partir de aquel día, el Espíritu del Señor estuvo con David.”  Cómo se afianza la realidad de que “la fuerza de Dios reluce en la debilidad”, y “cuando soy débil, soy fuerte, porque vive en mí la fuerza de Dios”. “No yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

David de pastor de ovejas, será el Pastor que guíe a Israel; Cristo el Buen Pastor nos conduce a verdes praderas, a aguas cristalinas, ilumina nuestro camino por cañadas obscuras, es fiel a sus promesas, llena nuestra copa hasta los bordes, su bondad y su misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida. ¿A quién temeremos si de verdad lo seguimos?

Ya somos “hijos de la luz, no de las tinieblas, aunque una vez lo fuimos, ya no lo somos, levantémonos, pues el mismo Cristo es nuestra Luz”.  Mostrémonos como tales con frutos “de bondad, santidad y verdad”,  “cuanto es iluminado por la Luz, se convierte en luz.”. Los cristianos no podemos vivir apagados.

San Juan, en el Evangelio, largo pero ilustrador, nos muestra paso a paso las oposiciones a Cristo siempre cercano a los más necesitados. El milagro provoca tensiones y reacciones diferentes: miedo en los padres del ciego, rabia e incredulidad en los fariseos, audacia y valentía en el ciego que ahora no solamente ve las maravillas de la creación, sino que va mucho más allá: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en Él?”, Jesús se le revela con toda claridad: “Ya lo has visto, el que está hablando contigo, ese Es”.  La inmediata respuesta del ciego curado por fuera y por dentro, tiene que ser la nuestra: “Creo, Señor”. “Y postrándose lo adoró”. 

Reescuchemos con gran atención el final: “Yo he venido para que se definan los campos, para que los ciegos vean y los que ven queden ciegos”. ¿A qué campo pertenecemos?

Pidámosle confiadamente: ¡Señor cura nuestra ceguera, esa, la interior, la de la soberbia, la que no nos deja verte porque nos miramos demasiado a nosotros mismos, la que se fija más en las creaturas que en Ti, Creador y Señor, Amigo y Compañero de nuestro peregrinar hacia Ti! Ya nos has revelado tu amor, que todo nuestro ser te responda como el ciego: “Creo, Señor”  y con reverencia agradecida Te adoremos.

sábado, 11 de marzo de 2023

3°.cuaresma, 12 marzo 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 17: 3-7
Salmo Responsorial, del salmo 94: Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 1-2, 5-8
Evangelio: Juan 4: 5-42 

Una compañía que cura y fortalece”, ¿de dónde viene esa maravilla que anima, que reúne, que otorga y posibilita lo que juzgábamos imposible  Él mismo nos ofrece. Parecemos israelitas, olvidamos rápidamente las maravillas que el Señor ha hecho y sigue haciendo por nosotros, nos preguntamos: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” Queremos constatarlo, entablamos discusión, como ellos en Masá y Meribá, y ponemos a prueba a Dios. 

El Señor, paciente y amoroso, hace brotar agua de la roca y al mismo tiempo, que el pueblo pase, de la murmuración a la confianza: de verdad el Señor está con nosotros. ¡Cómo necesitamos abrir los ojos y mantenerlos fijos en el Señor! ¡Abrir los oídos para “no ser sordos a su voz”! Ojalá resonara fuerte la indicación del Padre, que escuchábamos el domingo pasado: “Éste es mi Hijo en quien tengo todas mis complacencias, escúchenlo”. Está y sigue estando como Palabra viva, como Guía seguro, como Camino y Verdad. La Alianza ha sido sellada, inquebrantable porque Cristo es el Mediador, renovemos nuestra adhesión por medio de la fe. 

La justificación, la liberación, la filiación, como nos dice San Pablo, ha sido ofrecida y realizada por Jesús; Él nos abre la puerta de la gracia, y al venir de Dios “no defrauda”, porque la esperanza nos llega por “el amor que ha infundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo”; nueva oportunidad para preguntarnos si creemos y gustamos este don. Cada uno de los hombres, todos nosotros, éramos incapaces de salir del pecado, pero el Dios de perdón y misericordia nos da la prueba más clara: “Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores”; ¡cómo no va a resonar en nuestro interior la palabra misma de Jesús: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”! ¡Firme columna para robustecer nuestra Opción Fundamental!, a nosotros nos ha llamado “amigos, ¿deseamos serlo? 

Como la samaritana, estamos sedientos; hemos buscado la felicidad, la realización, la vida por senderos equivocados, ¡no hemos encontrado!, perdura la sed. La samaritana no lo sabe, nosotros lo sabemos, se ha encontrado con la Fuente de agua viva; su actitud inicial es de extrañeza, luego de cierta agresión, pasa a la curiosidad ante la respuesta de Jesús: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”; no comprende, hay en su pregunta un dejo de mofa, se ha quedado en lo inmediato y reacciona en ese mismo nivel: “Dame de esa agua para que no tenga que venir hasta acá a buscarla”. Siente escozor ante la propuesta de Jesús, la confrontación la hace trastabillar y cambia el giro: “Veo que eres profeta…”, y prosigue: “¿Dónde hay que dar culto a Dios?”. Jesús, fiel a su misión, abre su corazón: “He venido a salvar lo que estaba perdido”, (Lc. 19: 10) y le revela su identidad: ¿el Mesías?, “Soy Yo, el que habla contigo”. Corrobora Jesús lo que había dicho antes: “Los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. 

¿Está o no está el Señor con nosotros? La samaritana corrió a participar su maravilloso encuentro personal con Dios, su proceder incita a todos a buscar ese mismo fruto y a constatar que hay “un manantial de agua que salta hasta la vida eterna”. 

En la Eucaristía, en la meditación de la Palabra, encontraremos la fuerza para participar a todos que verdaderamente Dios está con nosotros.

viernes, 3 de marzo de 2023

2°. Cuaresma 5 marzo, 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Génesis 12: 1-4

Salmo Responsorial, del salmo 32:
Señor, ten misericordia de nosotros.

Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo
1: 8-10
Evangelio: Mateo: 17: 1-9.
 

La liturgia de hoy gira, toda ella, en torno a la respuesta de Fe. De Fe, así con mayúsculas, la que implica un salto, un desasimiento al que muchas veces no estamos dispuestos, implica la aventura de salir de nuestros propios criterios, para que, desde el conocimiento, un conocimiento que no es inmediatamente perceptible en la integridad de su contenido, porque se trata del “totalmente Otro”, surja la confianza y podamos actuar con la determinación que impulsó a Abraham;  Fe que ha impulsado a hombres y mujeres, a través de la historia, a dejar las seguridades inmediatas, que pensamos que son auténticas porque podemos palparlas y a lanzarnos, como invita el Señor, “a la tierra que Yo te mostraré”. Abraham vive colgado de la esperanza, de la promesa porque ha comprendido Quién es el que lo llama; todo es futuro, nada es inmediatismo, ni la tierra ni la descendencia, esto se cumplirán en Jesucristo, plenitud de la revelación, más allá de limitaciones geográficas, no es “una tierra”, es el Reino, es la Patria definitiva. 

“Abraham partió, como se lo había ordenado el Señor”, llamamiento que no proviene de sus méritos, exactamente igual nos llama a nosotros, no por nuestros méritos, sino, como escuchamos en la Carta a Timoteo, “porque Él lo dispuso gratuitamente”; ¿ya iniciamos el peregrinaje o preferimos quedarnos en un inmovilismo estéril, aferrados a lo que pensamos que tenemos ya como posesión? Aquí la causa del retrasar el Encuentro. 

El don ha sido por medio de Cristo Jesús, en su manifestación, en su fidelidad, conseguido por la totalidad de su vida y específicamente porque “con su muerte destruyó nuestra muerte” e hizo brillar la luz de la vida y de la inmortalidad por medio del Evangelio, que tememos escuchar y hacer vida, porque no acabamos de percibir lo que oiremos en el Prefacio: “que la pasión es el camino de la resurrección”; preferimos una contemplación agradable, lejana del compromiso que “exprime nuestro egoísmo”; oír la invitación que viene del Padre: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”; aunque de momento nos haga caer en tierra “llenos de un gran temor”, al abrir los ojos, los oídos y el corazón, nos encontraremos con la voz cálida, con la palmada cariñosa de Jesús que nos anima:  “Levántense y no teman”, crean en lo que han visto: la seguridad del resplandor de la vida que espera a toda la humanidad: “el Hijo del hombre y todos, resucitaremos de entre los muertos”. 

No tenemos la limitación que Jesús impuso a los tres discípulos, ahora nuestra misión, fruto de la Fe, es dar testimonio del Resucitado, con palabras y obras, en un seguimiento decidido, que supere cualquier dificultad y con la fuerza del Espíritu demostrar que hemos escuchado al Padre y su Palabra.