viernes, 2 de junio de 2023

Santísima Trinidad, 4 junio 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Éxodo 34: 4-6, 8-9

Salmo Responsorial, de libro de Daniel: Bendito seas Señor para siempre.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 13: 11-13
Evangelio: Juan 3: 16-28.

Celebramos el “misterio” escondido desde los siglos en Dios, pero revelado por Jesucristo y ratificado por el Espíritu Santo. “Misterio”, porque nosotros no podríamos ni imaginarlo, pero que Dios en y por Jesús lo ha manifestado al darnos a conocer “su inmenso amor”.

 “Creados a imagen y semejanza de Dios”, (Gén. 1: 26) vemos la llamada y el alcance de nuestra manera de crecer conforme a esa “imagen y semejanza”: Dios no es ni solitario ni lejano; Dios es perfecta y continua comunicación, convivencia, cordialidad, bondad, entrega. Identidad que es el Hijo Encarnado y Amor que es el Espíritu derramado en nuestros corazones. Amor que se define a Sí mismo: “Compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”. ¡Qué lejos estábamos de la Realidad íntima de Dios! ¡Qué agradecidos ahora que se nos ha dado a conocer! “Nadie conoce mejor el interior del hombre que el espíritu del hombre que está en el hombre; nadie conoce mejor el interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios…” (1ª. Cor. 2: 10-11) Y “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo ha revelado”.  Ya somos poseedores de ese conocimiento, “El que cree en el Hijo, cree en el Padre”, y todavía más: “Cuando les envíe el Espíritu los confirmará en la Verdad que les he enseñado”.   ¡Esta es nuestra Fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro! Es verdad que Dios Infinito nos sobrepasa y nuestra inteligencia se estremece y se siente tentada a dudar; pero no lo hará porque “sabe en Quién ha puesto su confianza”.

  El cristianismo o es Trinitario o no es cristianismo. “La Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, están siempre con nosotros”.   Nos santiguamos Trinitariamente, todas nuestras oraciones finalizan con la invocación Trinitaria, Glorificamos, juntamente, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu vivificador, hemos sido bautizados en el nombre de Dios Trino y Uno, nuestra despedida del día y de la vida está cobijada por el Padre Creador, por el Hijo Salvador, por el Espíritu santificador.

  Alentadora, fortalecedora, comprometedora es nuestra aceptación porque está fundada, no en razonamientos humanos, sino en la Palabra Verdad y Promesa, que se ha cumplido y nos ha liberado; en el Amor Trinitario hecho “carne” como la nuestra en Cristo Jesús para que podamos recibir la herencia imperecedera de Aquel a quien confiadamente llamamos “¡Abba, Padre”.

 

sábado, 27 de mayo de 2023

Pentecostés, 28 mayo 2023.-


Primer
a Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 103: Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 12: 3-7, 12-13
Evangelio: Juan 20: 19-23.

Concluye, hoy, el Tiempo Pascual, desde la “Pascua Florida”, llegamos a la “Pascua Granada”. “No sólo es de flores la fiesta, sino Flor de Fruto es ésta”. Cristo regresó al Padre; reconoció, con toda la fuerza de su Verdad que “todo estaba cumplido”, en lo que a Él se refería. Conforta a sus discípulos con esa presencia intermitente y repite, una y otra vez, que la promesa pronunciada, se cumplirá: “De aquí a pocos días serán bautizados en Espíritu Santo y en Fuego”.

 
Viento y fuego que rompen las ataduras de la timidez y la desesperanza, que construyen un lenguaje nuevo, que trastocan la confusión de Babel, que dejan atónitos a los oyentes y los congrega en el gozo de escuchar, en su propia lengua, “las maravillas del Señor”.  La lista de 15 países diferentes anuncia la universalidad del llamamiento a la Esperanza, a la Verdad, a la Comunión.
 
La consolidación de la Iglesia está sellada e inicia su acción; exactamente la misma que Jesús ha llevado a plenitud en su entrega sin límites: la Buena Nueva, el perdón, la unión con el Padre a través del mismo Espíritu. “No son ustedes los que me han elegido, sino que yo los he elegido para que vayan y den fruto y ese fruto perdure”. “No tengan miedo, el Padre pondrá en sus bocas las palabras exactas que no podrán rebatir los adversarios.”
 
Que nuestra oración haya estado colmada de confianza al recitar el Salmo: Ahí está, verdaderamente, la única posibilidad de cambio: “Envía Señor tu Espíritu a renovar la tierra.”  ¿Qué nos responderá el Señor?: Ya lo envié y continúa presente, ¡déjenlo actuar! Él es Quien conjuntará la diversidad de miembros, como lo hizo en la primera comunidad cristiana, para que sean Un solo Cuerpo en Cristo Jesús. Dones al por mayor, pero una sola finalidad: el bien común. En serio necesitamos esta fuerza que viene desde arriba para que anide en nuestros corazones. ¡Es tan profundo nuestro aislamiento egoísta, nuestra falta de audacia y valentía para dar una respuesta digna, que únicamente Él nos comunicará, la convicción, hecha acción, para decir: “Jesús Es el Señor”!
 
El saludo de Jesús a sus discípulos:”La paz esté con ustedes”, lleva consigo algo sumamente importante para nuestras vidas: ¡el perdón! Perdón y purificación que Él nos otorga para que hagamos lo mismo.
 
Reitera “el envío”, la misión y tarea: que seamos cristos vivos, consoladores y amigos, nos miremos y tratemos como hermanos “para que el mundo crea”.
 
Oremos al Espíritu: “Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza, tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.”
  
 

sábado, 20 de mayo de 2023

La Ascensión, 21 mayo 2023.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 1: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 46:  Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los efesios 1: 17-23
Evangelio: Mateo 26: 16-20.

¡Magnífico el que, como los discípulos, “miremos al cielo”, sigamos a Cristo en su Ascensión, en la coronación de su misión, en su triunfo ganado a pulso, precisamente porque “se hizo obediente hasta la muerte y una muerte en cruz” y por ello “ha recibido un nombre sobre todo nombre y ha recibido todo poder en la tierra y en el cielo”!

Esta actitud nos confirma fuertemente en “la esperanza que nos da su llamamiento y en la rica herencia que Dios da a los que son suyos”; pero, con la mirada hacia arriba, donde “está Cristo, Cabeza de la Iglesia y de la Humanidad entera”, esperándonos, tengamos los pies en la tierra y aceptemos enrolarnos en el trabajo eclesial, en lo que fue y sigue siendo el signo de pertenencia a Cristo: “Vayan, bauticen, enseñen”.

¡No basta con mirar y admirar! El gozo de la glorificación de Jesús, no puede quedar estático y menos aún ahora que tanta gente lo desconoce, lo mantiene al margen de sus decisiones, es incapaz de cumplir sus mandamientos porque los ignoran. ¡Cuántas familias piensan que es función de los párrocos o de las catequistas, y esto si tienen, al menos, la preocupación de enviar a los hijos a la parroquia y que estos acepten! Desconexión entre lo que afirmamos creer y lo que efectivamente realizamos.

¡Cómo necesitamos pedir con San Pablo: “Que el Padre de la gloria nos conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerlo”. El conocer se trueca en entender cuando es querido, y al conocer al Sumo Bien, querremos poseerlo y ser poseídos por Él y esa alegría nos hará contagiarlo, comunicarlo, esparcirlo. Superaremos la visión de los que aguardaban un reino terreno: “¿Ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”, y atenderemos mejor a la promesa vital que les hace y nos hace Jesús: “El Espíritu Santo los llenará de Fortaleza y serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra.”  Su Palabra se hizo realidad y lo sigue siendo: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. No lo vemos físicamente, pero lo está en la Eucaristía, en la Escritura, en la Iglesia, en la conciencia, en las aspiraciones que todos sentimos por hacer un mundo mejor, más justo, más humano, más fraterno, todo él empapado en “la esperanza de la herencia”, para llegar juntos a gozar de su victoria, que ya es nuestra, y así, donde está Cristo Cabeza, estemos también nosotros, su cuerpo.

 

sábado, 13 de mayo de 2023

6° Pascua, 14 de mayo 2023


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 8: 5-14,14-17
Salmo Responsorial, del salmo 65: Las obras del Señor son admirables, Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro 3: 15-18
Evangelio: Juan 14: 15-21.

¡Promesas que de verdad se cumplen, porque, ya lo sabemos, provienen del Señor! La invitación a anunciar la Buena Nueva hasta los últimos rincones de la tierra, sigue en presente.

Continuamos, captemos el tiempo verbal” continuar celebrando”, significa que iniciamos y permanecemos en la misma actitud: Gozo, Alegría, Aceptación, Fe en Cristo Resucitado, “primicia de los que duermen”. Ya hemos reflexionado muchas veces que si la primicia es buena, la cosecha está asegurada, nosotros somos esa cosecha: “Cristo en su Cuerpo Místico, estará completo cuando el último hombre resucite.”

San Lucas narra que ha comenzado la “diáspora”, la dispersión, a causa de la persecución, ¡qué medios tan especiales utiliza el Señor, para que se desarrolle su mandato: “vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”.  Los seres humanos creemos que, con la muerte, en este caso la de Esteban, todo termina; para el Señor, es el principio de la Vida. Felipe, uno de los diáconos, llega a Samaria, predica, convence, convierte, con y por la acción que le inspira el Espíritu. Posteriormente llegan Pedro y Juan, imponen las manos y los samaritanos “reciben el Espíritu Santo”.  Una vez más: Dios entre nosotros, por Cristo en el Espíritu hace Crecer a la Iglesia.

Desde lo profundo de nuestros corazones pidámosle que veamos que con su venida “renueve continuamente la faz de la tierra.”  Que llevemos a cabo lo orado en el Salmo y nos dejemos impregnar de esa presencia amorosa, inacabable de Dios: “Las obras del Señor son admirables”, y no pueden ser de otra manera.

Insiste San Pedro en que la convicción salga a flote: “Den razón de su esperanza a los que se la pidan”, y me permitiría añadir: aunque no nos la pidan, que al vernos superar las tribulaciones, las disensiones, los embates de quienes se resistan a creer, por nuestras obras hagamos comprender que hemos aprendido la enseñanza de Cristo, El Justo, y junto con cuantos nos rodean lleguemos a la resurrección. Todo esto avalado con las obras, como nos pide el mismo Jesús en el Evangelio: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos y Yo rogaré al Padre y les enviará otro Consolador, el Espíritu de la Verdad”. Ya Él mismo ha realizado su misión de consolar, de animar, de impulsar, se va al Padre, pero nos enviará “Otro” con las mismas funciones y este Espíritu, que es Dios, nos enseñará a entender lo que es la Fe: la Unidad entre el Padre y Cristo en el mismo Espíritu; esa es la manera de participar en y de la vida Trinitaria: “Estar en el Padre y estar en Cristo y ambos en nosotros”. Manifestación que, valga la redundancia, debe manifestarse, “para que el mundo crea”.

El final es grandemente esperanzador: “Al que me ama a Mí, mi Padre lo amará, y Yo también lo amaré…”  Futuro que ya es pasado y continúa en presente: “Lo amo” ¡Dejémonos penetrar por esta realidad!: ¡Dios me ama!, y estoy seguro que cambiará nuestra vida.

 

 

sábado, 6 de mayo de 2023

5° Pascua, 7 mayo 2023.-

Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 6: 1-7
Salmo Responsorial, del salmo 32: El Señor cuida de aquellos que lo temen.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro 2: 4-9

Evangelio: Juan 14: 1-12.

¡Qué insistencia de parte del Espíritu a través de la Liturgia, para que abramos lo más grande posible, nuestros ojos y nuestro corazón, para que nos solacemos en las maravillas de la Creación, para que no cese nuestra boca de reconocer las maravillas del Señor! La velocidad en la que vivimos, por la que nos hemos dejado arrastrar, nos impide los momentos de interiorización, de silencio, de asombro, de gratitud. ¿Nos hemos acostumbrado a ver sin “mirar”, a vivir lo inmediato como si nos fuera debido y no como regalo de nuestro Padre, a vagar sin rumbo?

En la oración persistimos, de otra forma, en lo pedido el domingo anterior: “que llegue tu pequeño rebaño, a donde ya está su Pastor resucitado”. Hoy: que su mirada de amor, sentido y consentido, nos mantenga y acreciente en la fe, para que “quienes creemos en Cristo, vivamos renovados, demos abundantes frutos y alcancemos la vida eterna. Reinsistencia en lo que perdura, en lo que llena de paz, en lo que conduce a lo que debe ser, diario, nuestro único horizonte, como le decíamos en el Salmo hace ocho días: “Vivir en la casa del Señor por años sin término.” 

La primera lectura nos hace ver que en toda comunidad, al fin y al cabo formada por seres humanos, aparecen ciertas disensiones, envidias, malentendidos; la solución debe ser la misma: “Piensen, oren, disciernan, bajo la Luz del Espíritu Santo”. ¡Con qué increíble familiaridad, con qué convicción oran, creen y actúan buscando siempre lo mejor para que el Reino, la Iglesia, crezcan! Ejemplo a imitar urgentemente: la importancia de la colaboración de todos, como “piedras vivas”, para la construcción del templo espiritual. Asistimos al nacimiento del diaconado, del servicio material que resonará en el espiritual: los diáconos, que significa servidores, son elegido de en medio de la comunidad, pero fijémonos en sus características: “honrados, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”, y volvemos al punto crucial: El Espíritu Santo es quien prosigue la obra de Cristo. ¿Qué tan dispuestos estamos para esta elección-misión? La Iglesia somos todos, o existe una colaboración activa, o seremos “piedras muertas”. Hay muchas cosas que no pueden realizar los Pastores, sean obispos, párrocos, sacerdotes o religiosas, es imprescindible que cada fiel se sienta comprometido con el Cuerpo de Cristo, con los demás, con el trabajo parroquial, con la promoción de la evangelización, con una sólida preparación. ¿Captamos lo importante que es nuestra respuesta?

Vamos juntos hacia el Padre, el único Camino es Jesucristo quien, gracias a las inquietudes y dudas de Felipe y Tomás, nos descubre su identidad con el Padre y nos anima a seguirlo para llegar a “la casa del Padre donde hay muchas habitaciones que ya nos tiene preparadas, para que donde Él está, estemos también nosotros.”  Confirmamos la meta de nuestro caminar: la trascendencia y la felicidad sin límites, sin sobresaltos, sin temores, porque quien tiene a Dios y es tenido por Él , lo tiene todo.

Oremos al Espíritu Santo para que reafirme nuestra fe en el Padre, en Cristo y en Él mismo, no tanto para hacer “cosas mayores”, sino para mantenernos en la fidelidad y en el amor prácticos, constantes y crecientes.

viernes, 28 de abril de 2023

4°. Pascua, 30 abril 2023.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 14. 36-41
Salmo Responsorial, del salmo 22: El Señor es mi Pastor, nada me falta.

Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro 2, 20-25
Evangelio: Juan 10: 1-10

Toda la liturgia de hoy está enfocada para que encontremos y escuchemos la voz del Buen Pastor. “El Buen Pastor da la vida por sus ovejas”. No nos quedemos en la comparación que probablemente ahora no nos diga mucho: el rebaño y el pastor, vayamos más adentro: Cristo Puerta, Cristo Guía, Cristo Vida.

La oración que elevamos a nuestro Padre ya nos pone en la ruta: “guíanos a la felicidad eterna del Reino de tu Hijo, para que el pequeño rebaño llegue seguro a donde ya está su Pastor resucitado.”   Seguir a Cristo es encaminarnos al Reino, ¿puede importarnos algo más?

Pedro, inspirado por el Espíritu, sigue adelante en su arenga y echa en cara a Israel su desvío y trata de convencer a todos, que Jesús es “el Señor”. El Espíritu de verdad actúa: “sus palabras les llegaron al corazón”. ¿Llegan al nuestro de manera que repitamos la pregunta que le hicieron?: “¿Qué tenemos que hacer?”. La respuesta está vigente: “Conviértanse en el nombre del Señor Jesucristo, se les perdonarán los pecados y recibirán el Espíritu Santo”. La promesa de Dios es promesa que se cumple y abarca a todos los hombres. “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad,” esa verdad que nos “pondrá a salvo de este mundo corrompido”.  Es el mensaje del mismo Jesús, es el Espíritu que inspira, que conmueve, que convierte. ¿Nos consideramos parte integrante de la Comunidad de la Iglesia?, ¿actuamos como aquellos que recibieron así esta realidad e hicieron crecer a la primitiva comunidad?

Si acaso la inseguridad del camino nos asalta, tenemos la respuesta en el Salmo: “El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar”. Quien tiene a Dios y es tenido por Él, lo tiene todo. Ciertamente habrá “cañadas obscuras, hambre y sed”, todo se resolverá, porque “su vara y su cayado nos dan seguridad”.  La petición que hicimos, se convierte en deseo ardiente: “Viviré en la casa del Señor por años sin término". 

Para llegar a la meta es necesario caminar, y en ese camino encontraremos, si de veras seguimos a Jesús: incomprensiones, calumnias, dificultades, desprecios…, Él, sin merecerlos, ya nos enseñó el modo de superarlos. “Con su muerte saldó la deuda que nos condenaba.” “Se ha convertido en Pastor y guardián de nuestras vidas.”  Dejemos que esta realidad nos transforme, no permitamos que nuestros interiores se “habitúen” a lo grandioso del Amor que Dios nos tiene y oremos, convencidos, para que seamos atentos a su voz, que la reconozcamos en medio de tanto ruido, que encontremos y traspasemos la puerta que Jesús nos abre para la Vida, no cualquier puerta, sino la de la “Vida en abundancia”.

Nos habla por nuestro nombre, ni se equivoca ni se olvida. ¿Lo escuchamos pronunciarnos, invitarnos, guiarnos, iluminarnos, alimentarnos? Como con los discípulos de Emaús persiste en alcanzarnos, en interesarse por nuestros pensamientos, en dialogar para que despejemos nuestras dudas y desahoguemos nuestros corazones. Sinceramente no podemos dejar nuestra respuesta al aire, seríamos unos desagradecidos e inconscientes. ¡Contamos con el Espíritu para no serlo!


viernes, 21 de abril de 2023

3° Pascua, 23 abril 2023.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 14, 22-33
Salmo Responsorial, del salmo 15: Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro 1: 17-21
Evangelio: Lucas 24: 13-35.

Continúa la alegría de la Pascua. La Resurrección del Señor nos hace aclamarlo, cantarle, darle gracias y esto será grato a sus ojos si proviene de corazones renovados en los que bullen el gozo y la esperanza. Pedimos al Señor que nuestros labios no encuentren trabas.

Pedro y los discípulos ya vivían fuertemente el impulso del espíritu Santo; los ánimos apocados y temerosos han desaparecido y florece, impetuoso, el viento que llegó de arriba. Pedro lleva a cabo el encargo de ser testigo de lo que es el núcleo del cristianismo: “Jesús, acreditado por Dios en obras y palabras, al que ustedes, israelitas, crucificaron, ha resucitado”.

Por eso se alegró el corazón de David, por eso se alegran nuestros corazones; no podía ser abandonado a la muerte el que es el autor de la vida, “recibió del Padre el Espíritu Santo y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo y oyendo.”   ¡Cómo necesitamos que cuantos nos rodean, puedan ver y oír lo que realiza ese mismo Espíritu en nosotros! ¡Él sigue presente, pero, en ocasiones le amarramos las alas, impedimos que su gracia actúe en el mundo, no permitimos que haga patente el triunfo logrado ya por Cristo sobre el mal, el pecado y la muerte!

El Salmo, orado conscientemente, ávidamente, hará, como lo hizo Jesús con los discípulos caminantes, que “se nos abran los ojos y lo reconozcamos”.  De verdad, Señor, ansiamos que nos “enseñes el camino de la vida”, ese camino que nos aparte de “la estéril manera de vivir”; ese que nos haga aquilatar el precio que pagaste por nosotros, redimidos “no con oro ni plata, sino con tu sangre preciosa.”  ¡Qué valioso soy, qué valioso es cada ser humano! ¿Crezco en esta conciencia al tratarlos? ¿Caigo en la cuenta de la dignidad que Cristo ha recuperado para cada uno de nosotros? ¿Preparo, cada día, el encuentro con los demás para mirar en ellos a Cristo? Como Pedro y los discípulos, ¿crezco en la Fe en el Padre, precisamente a través de Cristo y es Él la semilla cierta de mi propia resurrección? ¡Cuántas preguntas surgen y cómo cobra sentido lo pedido en el Aleluya: “Que comprendamos las Escrituras; enciende nuestros corazones”!

Parece que uno de los peregrinos que se dirigían a la aldea distante unos 11 Km., era el mismo evangelista Lucas; acompañémoslos, escuchemos sus lamentos, miremos sus ojos cegados por la tristeza y la desesperanza. ¿No nos pasa lo mismo al acercarse Jesús? Tenemos horizontes estrechos, y eso nos impide “reconocerlo”. Mucho de bueno podemos aprender de ellos, al menos iban hablando “de lo sucedido”, Jesús aún estaba en ellos, pero no lo comprendían.  Él nos sale al paso en lo cotidiano, nos alcanza en la vida, se interesa por nuestras pesadumbres, invita al diálogo, brinda amistad, con delicadeza, pero sin rodeos, reprende, sacude e ilumina: “¡Insensatos, duros de corazón para creer!”, y comienza a ilustrarlos a través del recorrido por las Escrituras, desde Moisés y los Profetas, hasta llegar a su propia entrega para “así entrar en su gloria”.  Lenta transformación de los interiores al contacto con la Palabra de Dios. la paz los fue inundando. El momento del reconocimiento lo tenemos a la mano: “En el partir el pan”.  Es la fuerza del Espíritu, el mismo Cristo que actúa y convierte: “Con razón nuestro corazón ardía cuando nos explicaba las Escrituras”.  Poco antes Jesús había aceptado la invitación, pero fijémonos bien en lo que dice el Evangelio: “Entró para quedarse con ellos.”  Y se ha quedado de la misma forma con nosotros. Con qué velocidad recorrieron el camino de regreso para hacer, como Jesús, partícipes del gozo a los compañeros. ¡Mucho para pensar!

viernes, 14 de abril de 2023

2° de Pascua, 16 abril 2023.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 42-47
Salmo Responsorial, del salmo 117: La misericordia del Señor es eterna, Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro 1: 3-9
Evangelio: Juan ; 20: 19-31.

Abrir el corazón a la alegría, a la gratitud, porque Dios nos ha llamado al Reino. No por nuestros méritos, nos preguntaríamos: ¿cuáles?, los que mira el Señor, ¿encontraría alguno que mereciera lo que nos promete? Es su Misericordia la que nos ilumina, levanta en vuelo y asegura que la Fe en Él vale la pena; por ella superamos todas las adversidades y nos sentimos consolidados por el triple don ya recibido  “el Espíritu que nos da Nueva Vida” y “la Sangre que nos redime”; profundizar en estos regalos bastaría para meditar y prolongar nuestra acción de gracias sin cesar e intentar recrear las actitudes de la primitiva comunidad cristiana, que, aun cuando algo idealizada, proyecta los frutos palpables de una Resurrección vivida y compartida: “constancia en escuchar la Palabra”, porque solamente conociendo el Bien podemos amarlo, tratar de hacerlo nuestro con raíces profundas, “como árboles plantados cerca del torrente, que dan fruto abundante” (Ez. 47: 12). “La comunión fraterna”, precisamente la que reinstaura las relaciones que el pecado rompió, la que se abre universalmente a todos los hombres, aunque nos suene a utopía, la que Dios escribió en los corazones de todo y cada ser humano. “La fracción del pan”, la Eucaristía como centro de la auténtica vida cristiana, la que alimenta y da cohesión más allá de las limitaciones de lengua, raza o nación, y nos permite, si lo dejamos, ser asimilados por Cristo. “La oración”, personal y familiar, la que conjunta a los amigos en el Señor, la que reconoce las carencias, pero sabe dónde y a Quién acudir para remediarlas. Por eso causaban admiración, asombro, deseo de participar en ese género de vida. Sin individualismo egoísta, aceptando los sacrificios que suponía “tenerlo todo en común para que nadie pasara necesidad”. ¡Ese es el ideal, realizable desde la presencia del Espíritu que nos ha dejado Jesús! El reto está en presente, ¿no podríamos iniciar su realización, al menos, en el seno familiar e irlo extendiendo a cuanto podamos? Brotará, espontanea, la alegría que contagia y da vida a la vida.

El Salmo nos recuerda al Señor de la misericordia; desde Él nos sabemos edificados “en la Piedra que desecharon los constructores y Es la Piedra angular”, ningún torrente, ninguna avenida de las aguas, ningún viento impetuoso podrá destruir esa casa. “Sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza” (2ª. Tim. 1: 12). San Pedro sobreabunda en el tema de la Fe y la Esperanza: el Señor está con nosotros y nosotros queremos estar con Él para rebosar de alegría porque de Él viene la salvación.

Jesús Resucitado “regresa a buscar lo que estaba perdido”, a los que “estaban con las puertas cerradas”, es Consolador, es Paz, es seguridad que supera toda expectativa que, ni por asomo, pudiera imaginar la mente humana; sigue ofreciéndonos esa Paz, esa reconciliación, los fundamentos para que realicemos su anhelo, su proyecto, el fruto maduro de su entrega hasta la muerte: la comunidad de creyentes que se transformen en testigos de su vida, de su permanencia entre nosotros, por el Espíritu que ha comunicado a la Iglesia.

Tomás pide pruebas y la delicadeza de Jesús se las ofrece: “Aquí están mis manos…, aquí está mi costado, no sigas dudando, sino cree”. Al discípulo, desde su turbación, se le abren los ojos de la fe y va más allá de lo que mira: “Señor mío y Dios mío”.

Pidamos a Jesús que también a nosotros nos ilumine para reconocerlo en la creación, en los hermanos, en la Eucaristía y confesemos igualmente: “Señor mío y Dios mío”. 

sábado, 8 de abril de 2023

Resurrección, 9 abril 2023.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles: 10: 34, 37-43;
Salmo Responsorial, del salmo 117: ¡Aleluya, aleluya!
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 3: 1-4
Evangelio: Juan 20: 1-9.
 

“¡El Señor ha resucitado! Aleluya”. La soledad, la angustia, el sufrimiento tienen un sentido, jamás han sido ni serán lo definitivo; son realidad y misterio a la vez; son compañeros de nuestro caminar al lado de Cristo; son invitación a penetrar, con fe, a veces temblorosa y dubitante, pero que quiere ser sincera, lo que vivió con plena convicción Jesús y cuantos lo han seguido con la mirada y el ser entero clavados en Él; lo confesamos con San Pablo el Jueves Santo: “Que nuestro orgullo sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo, porque  en Él tenemos la salvación, la vida y la resurrección, y por El hemos sido salvados y redimidos.”  (Gál. 6: 14) Quizá lo balbucimos temerosos, pero no, si miramos el presente con la seguridad del futuro pleno de certeza: “He resucitado y viviré siempre contigo; has puesto tu mano sobre mí, tu sabiduría es maravillosa.” Más allá de toda ciencia, de toda filosofía, de toda imaginación, está la realidad, la Palabra que se cumple, la promesa que llega a su plenitud: “El Hijo del hombre va a ser entregado a los gentiles, y será objeto de burlas, insultado y escupido y después de azotarlo, lo matarán y al tercer día resucitará.” (Lc. 18: 31-33) El trago amargo, verdadero, dramático, brutal, ha pasado, ahora está la victoria sobre el último enemigo que sería destruido, la muerte. (1ª. Cor. 15:25) “¿Dónde está, muerte tu victoria?, ¿dónde tu aguijón?”  (1ª. Cor. 15: 55) “Muriendo, destruyó nuestra muerte, resucitando nos dio nueva vida.”   

¡Esta es la fe que alienta y fortalece a la primitiva comunidad cristiana! Es la que nos tiene que consolidar en la Esperanza que con firmeza expresa San Pedro: “Dios ungió con el Espíritu Santo a Jesús de Nazaret y pasó haciendo el bien… Lo mataron colgándolo de la cruz, pero Dios lo resucitó al tercer día… Nosotros hemos sido testigos… Hemos comido y bebido con Él, nos mandó a predicar al pueblo y a dar testimonio de que Dios lo ha constituido Juez de vivos y muertos… El testimonio de los profetas es unánime, que cuantos creen en Él, por su medio, recibirán el perdón de sus pecados.”  ¡Ésta es nuestra fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro! Ya resucitados con Él, “busquemos  los bienes de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios…, nuestra vida está escondida con Cristo en Dios.” ¡Hagámosla patente! Como Él, “pasemos por la vida haciendo el bien”, pensando en lo que nos espera: “la manifestación gloriosa, juntamente con Él.” 

Quien ama busca, aun lo que “humanamente parece perdido sin remedio”; ¡Busca la vida aun en la muerte! María lo hace, va al sepulcro, ve que la piedra ha sido removida, la agitación la envuelve, echa a correr y, angustiada, avisa a Pedro y a Juan: “Se han llevado al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto.” Estos, a toda prisa se dirigen al sepulcro; llega Juan primero pero, respetuoso, aguarda a Pedro, no obstante, se asoma y mira “los lienzos puestos en el suelo”. Llega Pedro y entran juntos, constatan lo ya visto “los lienzos en el suelo pero el sudario doblado, puesto en sitio aparte.” Entonces “vio y creyó, pues no había entendido las Escrituras según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.” 

¡Lázaro salió atado! Aquí comprende que las ataduras de la muerte han sido rotas y que ¡ésta es la verdadera Resurrección! 

Cristo vive, Cristo triunfa, Cristo aguarda a que lo busquemos. Estemos seguros de que se dejará encontrar. Está mucho más cerca de lo que imaginamos. Confiemos en que nos abrirá el entendimiento y el corazón para comunicar a todos esta certeza y demos, con nuestras vidas, nueva vida al mundo. “Ya está su mano sobre nosotros”.

viernes, 31 de marzo de 2023

Domingo de Ramos, 2 abril 2023


Por un momento los judíos viven lo que anhelaban: ¡la llegada del Mesías Victorioso! La actitud de Jesús muestra lo que no pensaban, se presenta como: “...un rey, apacible, montado en un burro, un burrito, hijo de animal de yugo”…, no entendieron el mensaje. La emoción del momento fue fugaz, pues esos mismos que ahora lo aclaman: “¡Hosanna!, ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!, gritarán días después: “¡Crucifícalo!” 

Que el Señor fortalezca nuestros corazones para que no nos envuelvan la ingratitud y la superficialidad, y que nuestro júbilo sea porque vamos asimilando, “los sentimientos de Cristo Jesús”. 

Textos de la Misa
Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 50:4-7
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 2: 6-11
Evangelio: Mateo 26:14 a 27: 66.

Es una liturgia larga, pero ¡bien lo merece el Señor y mucho lo necesitamos nosotros! Orar, meditar, contemplar y quedarnos admirados. Isaías, en uno de los cuatro cantos del “Sirvo Sufriente”, muchos años antes, nos describe a Jesús. Pablo en la carta a los Filipenses, nos hace recapacitar en el fruto de la obediencia al Padre, el himno cristológico: ese es el camino del amor por nosotros, la causa de su exaltación en la Resurrección.  Durante el relato de la Pasión, apliquemos las realidades contempladas.  En ella está condensada la confesión fundamental de la fe cristiana: “Jesucristo es el Señor”.    

La oración Colecta, el Prefacio y la oración sobre las Ofrendas nos hacen mantener el ritmo en el mismo tono: por la Pasiónla Cruz y la Muerte, hacia la Resurrección.

Mateo narra lo sucedido. Sorprende la extensión del relato de un solo día de la vida del Señor.

Acompañemos a Cristo en esta máxima prueba. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn. 15:13)

Mientras escuchamos, vayamos captando las actitudes de Cristo y las de los personajes que intervienen. ¿Con quiénes nos identificamos?

En un momento de silencio permitamos que se asienten en nuestro interior las vivencias que el Espíritu haya suscitado.

Escuchamos la Pasión, en la liturgia dominical, para que nuestros corazones vivan en la semana lo que Cristo hizo por nosotros y para que comprendamos cómo inicia la ascensión la Pascua.

El próximo domingo reviviremos el culmen de esta entrega: “Por eso Dios le dio un nombre sobre todo nombre” (Filip. 2: 9)

Solamente asemejándonos a Cristo en la entrega lo seguiremos en la resurrección.

Pidamos esta actitud para recibir el don nuevo de Cristo y de su Espíritu.

viernes, 24 de marzo de 2023

5° cuare4sma, 26 marzo 2023.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Ezequiel 37: 12-14
Salmo Responsorial, salmo 129:
Perdónanos, Señor, y viviremos.

Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 8-11

Evangelio: Juan 11: 1-45
 

¡Defiéndeme, Señor, de mí mismo; de mi superficialidad, de mi apatía, de mi alejamiento de Ti y de los demás! 

¡Soy, tantas veces, mi peor enemigo y por eso pongo toda mi confianza en Ti, mi Dios y mi defensa! 

La auténtica liberación, la salvación, la resurrección: conocer, aprender y continuar el camino de entrega que nos dejó Jesús, Hijo de Dios y hermano nuestro. 

Pidamos que nuestros interiores reaccionen, que nuestros corazones latan con más fuerza, sabiendo que “Dios siempre cumple sus promesas”. ¿Qué escuchamos por medio del profeta Ezequiel?: “Yo mismo abriré sus sepulcros, los conduciré a la tierra prometida” – la que ellos esperaban -, a la Patria eterna, la que nosotros esperamos. 

Palabra y promesa llegan desde Dios mismo: “Sabrán que Yo, el Señor, lo dije y lo cumplo.” 

Revivimos al Pueblo de Israel, “Pueblo de cabeza dura”; reconocemos en el Salmo y confesamos al Señor nuestra impotencia, junto a nuestro arrepentimiento “desde el abismo de nuestros pecados”; nos sentimos fuertes porque nos apoyamos en lo que permanece: “su amor, su misericordia, su consciente olvido de nuestras faltas, para alcanzar su perdón.” 

Tenemos un ancla segura en lo que nos comunica San Pablo, si de verdad nos esforzamos por vivirlo: “Ustedes llevan una vida conforme al Espíritu que ya está en ustedes. Ese Espíritu, que es Dios mismo, que resucitó a Jesucristo, los resucitará a ustedes y les dará, aun a sus cuerpos mortales, una nueva vida.”   Esta visión tiene que iluminarnos ante la certeza de que un día nos encontraremos con Él y que queremos, esperando, contra toda esperanza meramente humana: mirarnos en Aquel que “es la Resurrección y la Vida” y que nos hará partícipes de la felicidad que no termina. 

El Evangelio nos anima, abre el horizonte, rompe las cadenas del espacio y el tiempo, confirma la victoria que Jesús ya logró frente a la muerte. Nos enseña a superar los “peros”, las lágrimas, (verdaderas, porque el cariño sufre), las lamentaciones inútiles, lo incomprensible: “ya hace cuatro días…, huele mal…, si hubieras estado aquí…, las críticas: “¿no podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que Lázaro no muriera…?” 

Jesús ora, implora al Padre y con voz segura, manda: “¡Lázaro, sal de ahí!”  El milagro está patente, la Palabra de Jesús, él mismo, es Vida y la comparte: “Desátenlo para que pueda andar.”  El asombro sacude a todos; Martha y María llevarán grabado para siempre: “¿No les he dicho que si creen, verán la Gloria de Dios’?” 

Probablemente habremos dicho: “todo tiene remedio menos la muerte”, ¡qué equivocados estábamos!, la resurrección nos aguarda, vivamos de tal manera el presente que preparemos el futuro para ser envueltos en la Gloria de Dios.