viernes, 12 de julio de 2024

15° Ordinario. 14 de julio de 2024


Primera Lectura:
del profeta Amós 7: 12-15
Salmo Responsorial, del salmo 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Segunda Lectura:
de la carta del apóstol Pablo a los efesios 1:3-14
Evangelio:
Marcos 6: 7-13

“Sáciame de gozo en tu presencia”; detengámonos un instante, si fueran más, mejor, para descubrir si esa súplica llega desde lo más hondo de nuestro ser; de ser verdad, nada nos hará extraviar el camino porque el mismo Jesús nos muestra, nos llena de su gracia para que no llevemos, como adorno, el nombre de cristianos.

Para colaborar en su proyecto del reino de Dios y prolongar su misión es necesario cuidar un estilo de vida, aceptar que habrá incomprensiones, atropellos, persecuciones, invitaciones, no muy amigables para que nos apartemos de aquellos que, consciente o inconscientemente, no quieren vivir la realidad de Dios y menos aún la manifestación de la Buena Nueva en y por Jesucristo. Si queremos atenernos a nuestras condiciones, podremos hacer muchas cosas, pero no introduciremos en el mundo su espíritu. No fue solamente a Amós a quien Dios dirige esas palabras, siguen resonando en cada cristiano que quiera serlo en serio: “Ve y profetiza”. Nos queda claro que no es elección nuestra, es el Señor quien “nos saca de junto al rebaño”, es la experiencia que muchas veces hemos meditado: “Yo los elegí para que vayan y den fruto y su fruto perdure”.

En el momento en que aceptemos con plenitud este llamamiento, reconoceremos lo que ya nos recordaba San Pablo el domingo pasado: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte porque reluce en mí la fuerza de Dios”. El fragmento de la carta a los Efesios confirma esa elección, convertida ya en bendición, en filiación, en solicitud de respuesta a tanto bien recibido. Y sigue el raudal que viene desde el cielo: “marcados con el Espíritu Santo prometido, garantía de nuestra herencia”; esa herencia es Dios, ya que no puede dar menos que a Sí mismo.

En el relato de Marcos, ¿quiénes son los discípulos para actuar en nombre de Jesús?, ¿cuál es su autoridad? Jesús al enviarlos, «les da autoridad sobre los espíritus inmundos». No les da poder sobre las personas que irán encontrando en su camino. Tampoco él ha utilizado su poder para gobernar sino para curar.

Como siempre, Jesús está pensando en un mundo más sano, liberado de las fuerzas malignas que esclavizan y deshumanizan al ser humano. Sus discípulos introducirán entre las gentes su fuerza sanadora. Se abrirán paso en la sociedad, no utilizando el poder sobres las personas, sino humanizando la vida, aliviando el sufrimiento de las gentes, haciendo crecer la libertad y la fraternidad. Llevarán sólo «bastón» y «sandalias», como caminantes, no atados a nada ni a nadie, con esa agilidad que tenía Jesús para hacerse presente allí donde alguien lo necesitaba. El báculo de Jesús no es para mandar, sino para caminar. «Ni pan, ni alforja, ni dinero”, tampoco llevarán «túnica de repuesto” Llevan consigo algo más importante: el Espíritu de Jesús, su Palabra; su vida será signo de la cercanía de Dios a todos, sobre todo, a los más necesitados. ¿Nos atreveremos algún día a hacer en el seno de la Iglesia un examen colectivo para dejarnos iluminar por Jesús y ver cómo nos hemos ido alejando de su espíritu?

viernes, 5 de julio de 2024

14°. Ord. 7 julio 2024.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Ezequiel 2: 2-5
Salmo Responsorial, del salmo 122: Ten piedad de nosotros, ten piedad.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 12: 7-10
Evangelio: Marcos 6: 1-6
 

“Recordar los dones del amor del señor”, tenerlos presentes, es vivir en atmósfera de fe. Él ya nos liberó y nos ha ofrecido “su alegría” que culminará en la “felicidad eterna”. La liturgia de hoy nos invita a preguntarnos qué tanto creemos en jesús, qué tan atentos estamos a su palabra, o nos comportamos “como raza rebelde”. Si encontramos trazos de lo último, pidamos con ahínco, repitiendo el salmo, como el peregrino ruso: “ten piedad de nosotros, ten piedad”.

Pablo nos deja ver su interior, la fragilidad, la tentación, la experiencia de creatura lábil, una naturaleza como la nuestra. ¿seguimos su ejemplo de oración?, sin duda necesitaremos más de tres veces para escuchar, allá dentro, la voz que conforta: “te basta mi gracia, porque mi poder se manifiesta en la debilidad”, así llegaremos convencidos a proclamar, sin soberbia, porque nos sentimos avalados por el espíritu: “cuando soy débil, soy más fuerte, porque se manifiesta en mí el poder de cristo”.

El relato de marcos no deja de ser sorprendente, jesús es rechazado por aquellos que creían conocerlo mejor. Llega a su ciudad, a nazaret, nadie le sale al encuentro. Su presencia sólo despierta asombro; ignoran de dónde le ha venido tal sabiduría. Se preguntan de dónde le viene la capacidad de hacer milagros, pero nadie se acerca a pedir la salud, la paz, la conversión. Se han quedado en un conocimiento externo de jesús: es un trabajador nacido en una familia de la aldea, lo demás les resulta “desconcertante”. Se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona, no le aceptan como portador del mensaje y de la salvación de dios. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: « no desprecian a un profeta mas que en su tierra, entre sus parientes.

Entremos en el corazón de jesús y sintamos la tristeza que lo invade, está “extrañado de la incredulidad de aquella gente”. ¿encontrará en nosotros consuelo, acogida, fe, cariño y compromiso, disponibilidad para que realice verdaderos milagros de conversión, de crecimiento de fraternidad, de comprensión y solidaridad? Volvamos con pablo a pedir mil veces y más que nos dé la gracia de recibir. 

¿Cómo estamos acogiendo a jesús los que nos creemos « suyos »? En medio de un mundo que se ha hecho adulto, ¿no es nuestra fe demasiado infantil y superficial? ¿no vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿no es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿no tenemos el riesgo de apagar su espíritu y despreciar su profecía?

Ésta es la preocupación de pablo de tarso: « no apaguen el espíritu, no desprecien el don de profecía. Revísenlo todo y quédense sólo con lo bueno » (ª tess. 5: 19-21). ¿no necesitamos mucho de esto los cristianos de nuestros días?

 

sábado, 29 de junio de 2024

13°. Ord. 30 de junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro de la Sabiduría 1: 13-15, 2: 23-24
Salmo Responsorial, del salmo 29: Te alabaré, Señor, eternamente.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 8: 7-9, 13
Evangelio: Marcos 5: 21-43.

Nos alegramos ante un espectáculo que nos ha conmovido, que nos ha hecho vivir la plasticidad, la armonía, el ritmo. Nuestra vida toda debería de ser un sonoro aplauso de admiración ante la creación, ante la maravilla de nuestro cuerpo, ante las casi increíbles capacidades de nuestro espíritu, porque reconocemos la mano providente de Dios. ¿Cómo no vamos a sentirnos dichosos si percibimos con plena conciencia la presencia del Creador? 

El agradecimiento surge de la admiración silenciosa, meditativa; es como quien abre un regalo y lo disfruta aun antes de terminar de quitar la envoltura: “el Señor nos ha dado la luz para que vivamos en ella y la irradiemos, para que nos alejemos del error para que busquemos el esplendor de la verdad”.

En el Génesis, la palabra misma nos descubre la realidad: “y vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno.” (Gén 1: 31) el hacedor de la vida no puede estar asociado con la muerte, de manera exquisita “nos ha creado a su imagen y semejanza”, partícipes, de manera increíble, de su misma vida divina: “todo lo creó para que subsistiera. Las creaturas del mundo son saludables”. ¿cómo explicar ese “misterio de iniquidad”, (2Cor 2: 7), esa ruptura de relaciones paternales, filiales, fraternas y racionales? Lo deduce San Pablo: “juzgaron inadmisible seguir reconociendo a Dios, rompieron, -y seguimos rompiendo-, toda regla de conducta, llenos de injusticias, perversidad, justicia y maldad, de envidias, homicidios y discordias, de fraudes y depravación…, arrogantes, con inventiva para lo malo, rebeldes a sus padres, sin conciencia, sin palabra, sin entrañas, sin compasión”. (Rom 1: 28-31). Parecería que el apóstol estuviera contemplando nuestra sociedad. Ojalá dijera de nosotros lo que admira en los corintios: “se distinguen en todo: en fe, en palabra, en sabiduría, en diligencia para todo y en amor…”. La razón: “enriquecidos con la pobreza de Cristo”.
El canto del aleluya nos conforta: “Jesucristo ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer su luz sobre nosotros”.

No busquemos más, la solución es Jesucristo. En Él encontraron la salud, la alegría, la paz, tanto la mujer hemorroísa como Jairo, por caminos diferentes, llegaron a la fuente de la salvación. Doce años de sufrimiento, de segregación porque se consideraba “impura”, doce años de tortura y de angustia, doce años de búsqueda infructuosa, encontraron respuesta, silenciosa desde una fe envidiable, humilde, confiada, actuante: “pensando que con sólo tocarle el vestido se curaría”; el Señor no defrauda cuando el corazón es el que se acerca. ¿Cómo no nos curará de todos nuestros males, cómo no nos dará fuerzas para sobrellevarlos con fortaleza, ya que no solamente lo tocamos, sino que entra en nosotros por la eucaristía? “Tu fe te ha curado. Vete en paz y queda libre de tu enfermedad”. ¡Cura, Señor, nuestro “flujo” hacia fuera y ayúdanos a concentrarnos en ti!


Jairo, supera otra clase de problemas: él es el jefe de la sinagoga, ¿qué dirán, si hace pública su fe en Jesús? Nada importa cuando la angustia aprieta: va a su encuentro y recibe, juntamente, la luz interior y la vida de su hija. Las burlas no cuentan cuando la brújula apunta al norte y la confianza se ve consolidada. ¡Cuánto por aprender de estos dos ejemplos de fe y de confianza! ¡Purifícanos, Jesús, y ayúdanos a encontrar la vi
da verdadera!

sábado, 22 de junio de 2024

12°. Ord. 23 junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro de Job 38: 1, 8-11
Salmo Responsorial, del salmo 10: Den gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 5: 14-17
Evangelio: Marcos 4:
35-41. 

En las Sagradas Escrituras vamos encontrando rasgos de nuestra propia historia, la personal, la que tenemos que enfrentar, aun cuando no lo quisiéramos; preguntas que nos hace dios mismo, reproche de parte de Jesús. En nuestro mundo, peligros que nos envuelven por todas partes: enfermedades, epidemia, secuestros, asaltos, corrupción, muerte. ¿cómo reaccionamos ante lo que va mucho más allá de nuestras posibilidades para encontrar soluciones satisfactorias?, ¿hacia dónde volver nuestra mirada?

Repitamos la antífona de entrada, y pidamos la fuerza del espíritu para que la convicción sea auténtica: “firmeza es el señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre”, ahí está el camino seguro, no cueva de resguardo, sino fortaleza para ver hacia delante. Sentiremos miedo, como los apóstoles, como el mismo Jesús en el huerto ante la pasión, los sufrimientos y la muerte, pero, con él, superaremos la cobardía que, aunque nos apene, confesamos presente.

Aprendamos de Job, escuchemos al señor. Leamos los capítulos 38 a 41 y nos reconciliaremos con nuestra realidad de creaturas; aceptaremos que el misterio del cosmos y la historia de cada hombre, con sus enigmas e incógnitas, están en manos de Dios. No de un Dios que nos habla desde la tormenta y que tendría poder para aniquilarnos, sino del Dios creador, del Dios pacificador, del Dios que nos revela Jesucristo y afirmaremos con Job: “te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza”.  De verdad podremos decirlo si hemos intentado “verlo” en y a través de Jesucristo: “imagen del Dios invisible, nacido antes de toda creatura, modelo y fin del universo creado, él es antes que todo, y el universo tiene en él su consistencia”.

El fragmento de Pablo a los corintios nos muestra el criterio de nuestros “quereres y pensares”, “es el amor de Cristo el que nos apremia” y hace que desaparezcan los juicios meramente humanos, es el “vivir como creaturas nuevas, porque vivimos según Cristo”. Egoísmos, miopías y encerramiento del yo, “han pasado y todo es nuevo”. La novedad redescubierta es que dios mismo “nos ha arraigado en su amistad”, amistad que nos hace vivir en la reciprocidad del amor, tan universal como el de Dios, de modo que abrace a todos los hermanos. Ahí está la indicación de Jesús: “vamos a la otra orilla”; hacia tierra extraña y hostil, necesitan atravesar el lago, la tormenta acecha, Jesús duerme, la barca se inunda, los discípulos temen.., es la realidad que ahora vivimos, el cristianismo se encuentra en medio de una fuerte tempestad y el miedo se ha apoderado de nosotros, nos enfrentamos a una cultura extraña, el encuentro nos atemoriza, el futuro es incierto, olvidamos que Jesús nos acompaña. Nos confesamos impotentes. ¡despertemos al señor, para que él nos despierte; no temamos su reproche, será salvífico y revivificará nuestra fe!

Jesús todavía puede sorprendernos, su voz “calmará la tempestad” y acallará nuestros miedos. El resucitado sigue actuando en nuestro mundo y está esperanzado en nuestra adhesión, a él y al reino, para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo.

Esperar los milagros, sería infantil, grosero, superficial e inútil, más fruto del temor, que del amor sincero, la confianza y la fe. No es que dejes de escuchar la voz de nuestra angustia: “maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”, más bien quieres que demos otro paso, no querer a dios a nuestro servicio, sino el que nos aleje de lo fácil, el que encuentre en el milagro de tu entrega, la revelación del amor que dios nos tiene.

Tu reproche, purifica: “¿por qué tienen tanto miedo? ¿aún no tienen fe?” Si tú estás en mi barca, aunque parezcas dormido, con saber que ahí estás, debe bastarme: “con el Señor a mi lado jamás temerá mi corazón.” Que seamos audaces y valientes, totalmente confiados como Santa Teresa: “nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.”

viernes, 14 de junio de 2024

11°. Ordinario, 16 junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Ezequiel 17: 22-24
Salmo Responsorial, del salmo 91:
¡Qué bueno es darte gracias, Señor!
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 5: 6-10
Evangelio: Marcos 4: 26-34.

Necesitamos un momento de reposo, de atención a nuestro entorno, el de dentro y el de fuera; preguntarnos qué luce en nuestra vida: ¿consolación, paz y entusiasmo o bien tristeza, lejanía, abulia y desesperanza que entume? El Señor está atento, no se le ocultan los pasos que damos, sean hacia Él o solamente hacia nosotros, estos en un olvido lastimoso e inútil. La oración que enciende la confianza, que anima a la aventura del salto hacia el vacío, - sabemos que no hay vacío -, ya que “el Señor escucha nuestras voces y clamores y llega en nuestra ayuda, sin jamás rechazarnos”, consolida la fe que ilumina el qué y el para qué, el hacia dónde de nuestras decisiones; ¿qué tan fuerte es el grito?, ¿atraviesa las nubes, supera sequedades y aprende a aguardar como la tierra “las lluvias tempranas y las tardías”?   ¿nos insta a crecer en el Señor de donde viene nuestra fuerza, pues somos conscientes de que “sin su gracia nada puede nuestra humana debilidad”?

Dejemos revivir en nosotros la presencia del Espíritu, la inhabitarían de la trinidad, la de Jesús, intimidad, realidad que, al venir a nosotros, como alimento, convertido en pan y vino que nos nutre e intenta transformarnos en retoños que crezcan y florezcan, que den sombra y cobijo, en primer lugar a nuestros seres y que inviten a todos al sosiego, la paz y el descanso. Su promesa conforta, no es voz al viento: “yo, el Señor, lo he dicho y lo haré”. Si la historia es “la maestra de la vida”, en frase de cicerón, repasemos la nuestra, la de Israel, la de la humanidad entera y analicemos los resultados. No encontraremos mejor respuesta que la del salmo: “¡qué bueno es darte gracias, Señor!” Nos harás “capaces de dar frutos en la vejez, frondosos y lozanos”.

Que la inquietud se esfume, el consuelo amanezca y el señor nos convenza de que nunca está lejos de nosotros. Aceptamos nuestro ser de peregrinos desterrados camino de la patria. Preparemos desde ahora el encuentro y tengamos presentes las palabras de la carta a los hebreos, que explicitan lo dicho por pablo a los corintios: “por cuanto es destino de cada hombre morir una vez, y luego un juicio, así también el mesías se ofreció una sola vez, para quitar los pecados de tantos; la segunda vez, ya sin relación con el pecado, se manifestará a los que lo aguardan para salvarlos”.   La gracia y nuestra adhesión a Cristo harán que “la misericordia triunfe sobre el juicio”.

Es fácil entender cuando el señor explica: nos dio ya un dinamismo que duerme en la semilla, pidamos que despierte, que germine, que dé fruto; que seamos pacientes porque el espíritu “enterrado en nosotros”, prosigue su tarea; los tallos, las espigas y los granos, conformes a su ritmo, sin que sepamos cómo, pero estando dispuestos, llegarán a su tiempo.

La Fe, ya lo sabemos, es un regalo, pero trigo y cizaña crecen juntos, esforcémonos para que el riego llegue abundante al primero y, con mucha prudencia, tratemos de ayudar al Señor, a arrancar la segunda; él mismo Jesús nos advierte que la empresa no es simple, (Mateo 13:29) hay peligro de convertir el campo en yermo. ¡Señor para no tener que arrancar hierba mala, ayúdame a no sembrarla!

 

viernes, 7 de junio de 2024

10° ordinario 9 junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro del Génesis 3: 9-15
Salmo Responsorial, del salmo 129: Perdónanos, Señor, y viviremos.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 4: 13-5
Evangelio: Marcos 3: 20-35     

Imploramos al Señor que nos inspire deseos de justicia y de santidad, sin duda nos escucha, con todo, debemos insistir para que nos ayude a cumplir lo anhelado. Todavía cabría preguntarnos si de verdad surgen de nuestros corazones esos deseos, si aceptamos todas las consecuencias que conlleva la búsqueda de la justicia, la divina, una justicia que busca con ahínco ayudar al necesitado, dar mucho más de lo que se pide, ir más allá de lo que juzgamos posible, darnos a los demás, y sin trabas, al Señor.

La lectura de Génesis nos pone en contacto con el nacimiento del pecado, del mal, de la elección tergiversada que ha hecho y sigue haciendo la humanidad, que hemos hecho y seguimos haciendo nosotros; igual que a Adán, nos pregunta “¿dónde estás?”, no físicamente sino interiormente, ¿cómo está tu relación conmigo, contigo, con los demás? Pensamos que podemos escondernos de Dios, que podemos acallar la claridad de conciencia con que Él nos ha creado y encontrar pretextos que orienten la culpabilidad hacia los otros, y, tristemente, a los más cercanos, y que rompen las relaciones de fraternidad; más aún, intentamos culpabilizar al mismo Señor: “la mujer que me diste me ofreció y comí…”, que en el fondo es un reproche: si no me la hubieras dado, no hubiera pecado.

La sentencia a la serpiente, “personificación del mal”, pone de manifiesto el futuro cauce de nuestras relaciones: “te arrastrarás, comerás polvo, acecharás el talón”: tiene que ver con nosotros, con la humanidad entera: el pasto más pequeño te ocultará el horizonte de trascendencia, te apegarás a los bienes perecederos, combatirás contra tu hermano…, ¿se ha roto el plan amoroso de Dios?, ¿fue un equívoco dotarnos de libertad?, ¿ha perdido fuerza el amor que él depositó en nosotros? La respuesta la tenemos experiencialmente a la vista, la hermandad se ha ausentado, lo inmediato nos asedia y nos vence, parece que el mal triunfa en todas partes; pero Dios no se desanima, su amor sigue en presente y la promesa de restauración brilla, dice a la serpiente: “pondré enemistad entre ti y la mujer y un descendiente te pisará la cabeza, acabará con el mal”. ¡ya está delineada la misión de cristo, su triunfo total: “confíen, yo he vencido al mundo”!

La fe mira hacia el futuro, primero a la plenitud de los tiempos, con la Encarnación, con la actuación, siempre acorde a la voluntad del Padre, heraldo de la buena nueva, fundador de la nueva humanidad con su vida, con su muerte, con su resurrección, con la maravilla de poder llamar a Dios “Abbá”, Padre. Y más lejos, como nos dice San Pablo en la segunda lectura, nos dará un cuerpo nuevo, libre del pecado y de la muerte: “sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará a su lado”, por eso no nos acobardamos, la restauración de nuestro ser se realiza cada día y con ello la Gloria de Dios se extiende más y más. Ciertamente sabemos que nuestra morada terrenal se desmorona, pero “Dios nos tiene preparada en el cielo una morada eterna”.

Quizá siga asaltándonos el desánimo, pero nuestra confianza en el poder del Espíritu superará cualquier obstáculo, aun el más peligroso que somos nosotros mismos; sintámonos miembros de esta nueva familia, porque de verdad “tratamos de cumplir la voluntad de Dios”. ¡Dejémonos contagiar con la locura de eternidad!

viernes, 31 de mayo de 2024

9º. Ordinario, 2 Junio 2024.-


Primera Lectura:
del libro del Deuteronomio 5: 12-15
Salmo Responsorial, del salmo 80: El Señor es nuestra fortaleza
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 4: 6-11
Evangelio: Marcos 2: 23- 3:16.

La soledad es mala compañera cuando no está contigo, Señor.  Trabajos, penas y aflicciones nos agobian lejos de tu prese3ncia; reconocemos que tu providencia  nunca se equivoca, sigue cobijándonos con tu Espíritu y aleja de nosotros cuanto pueda alegarnos de ti.

No nos pides, Señor, santificar el sábado; pero sí tenerte presente el domingo que es tu día y debería ser el nuestro, al menos un rato para estar contigo; no eres taxativo, ni aprisionarte, quieres persuadirnos, para nuestro propio bien, que recordemos tiempos de esclavitud azarosa, pro más aún la gozosa liberación. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo reflexionar en serio?, nos quedamos, como los israelitas, en lo exterior, en lo relativamente fácil  y no permitimos qu8e el reflejo del Espíritu se note en nuestro rostro, en nuestras acciones, en la alegría de servir con semblante siempre nuevo a Dios en Jesús, e Señor. Que el estribillo del salmo resuene no solamente en los oídos sino en la vida toda: El Señor es nuestra fortaleza, por eso nuestro canto es siempre nuevo.

Conocer la gloria de Dios y saber que la llevamos en vasos de barro nos hace más conscientes y cuidadosos, nos maravillamos porque no  es un  barro cualquiera, es creación nueva, es transparente para que se refleje desde nosotros el rostro de Cristo; por eso nunca nos sentiremos derrotados, ¡esta carne mortal ya está santificada!

Cualquier pretexto es bueno para no comprometerse, aun invocar la  ley para impedir abrir los ojos; te han espiado Jesús, te reconvienen por perdonar los pecados, por comer con publicanos y pecadores, por no ayunar ni Tú ni los discípulos, por arrancar espigas en sábado; no te han aceptado como el médico que busca a los enfermos, menos aún, como nos dejas muy claro, que eres el “dueño del sábado” ; tu mirada de ira y de tristeza abarca a todos los corazones encerrados; esperamos no encontrarnos entre ellos, sino más bien entere los que gozamos de tu presencia que anima y que sana el cuerpo, pero sobre todo el alma y con ella al ser entero. 

viernes, 24 de mayo de 2024

La Santísima Trinodad. 26 mayo 2024*


Primera Lectura:
del libro del Deuteronomio 4 32-34
Salmo Responsorial, del salmo
32: Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos
8: 14-17
Evangelio: Mateo
28: 16-20. 

 

En mar abierto de la revelación, ¿cómo entender que uno más uno más uno, sean igual a uno; la lógica y las matemáticas enmudecen, sólo el amor habla, se explaya y deja al descubierto la intimidad de Dios. 

 

Volúmenes de reflexiones y disquisiciones, incapaces de penetrar el misterio, ese no es el camino para llegar a Dios. Para encontrarnos con Él, la vía es la Fe hecha humildad, sencillez y aceptación, permitir que la palabra hecha carne nos ilumine. Jesucristo, en quien reside la plenitud, al hablarnos de sí mismo, nos descubre al Padre y al ascender a los cielos, el Padre y Él nos envían al consolador, al Espíritu de Verdad que nos confirma en todo lo   dicho. ¿Vislumbramos algo del misterio?: el Padre y el Hijo nos envían al  Espíritu

Santo; está claro y no está claro pero ¡creemos en quien lo dice! 

 

El intento comparativo que han buscado los santos y los teólogos, queda siempre incompleto. La Santísima Trinidad es como el sol, que es el mismo, pero su luz, sus rayos, su calor, procedentes de Él, ¡son Él!, pero su muestra y sus frutos son diferentes; como la fuente: es manantial, es estanque, es canal por donde corre y empapa y da vida, ¡la misma agua!, en manifestaciones diferentes… ¿qué entendimos de la esencia de Dios? ¡nada! Todo esfuerzo por penetrar lo impenetrable queda trunco. 

 

Diez y nueve siglos mantuvo Israel la fe en un Dios único:“reconoce, pues, y graba en tu corazón que el Señor es el Dios del cielo y de la tierra y que no hay otro”.Fundado en un monoteísmo “monolítico”, para superar la ideología de los pueblos circundantes, pero todavía muy lejano de la realidad que nos trae Jesús al llegar la plenitud de los tiempos. Dios no es ni solitario ni lejano, es compañía, es comunicación, es, en la encantadora frase de San Juan“amor”.Imposible amar en soledad, imposible amar sin compartir, imposible amar sin donarse.   ¿Quién podría llegar a la intimidad de Dios, sino“el Espíritu que lo penetra todo? “Nadie conoce mejor el interior del hombre que el espíritu del hombre que está en el hombre, nadie conoce mejor el interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios”. Él ha recorrido el velo y como resultado nos entrega la vida íntima revelación de Dios. 

 

“La fe cristiana confiesa que hay un solo Dios, por naturaleza, por substancia y por esencia”. ¿Cuántas veces nos hemos santiguado, cuántas hemos recitado el credo? Y de ese incontable número, ¿cuántas veces nos hemos detenido a considerar lo que hacemos y lo que confesamos? “Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo”, tres personas distintas y un solo dios verdadero. Inútil estrujar el pensamiento, es la Fe en el testigo primordial, en Jesús, la que nos da un atisbo y hace estremecer todo el ser al pronunciar la palabra que nos engendra:“Padre. Comenzamos a entender, de verdad, lo que nos decía

San Pablo:“anhelando que se realice plenamente en nosotros la condición de hijos de Dios”,(rom. 8: 23). Sí, hijos,“herederos y coherederos con cristo; en la adhesión completa, aunque nos estremezca;“porque si sufrimos con Él, seremos glorificados junto a Él.”Si el temor nos acosa, el Espíritu nos libera para ir por todo el mundo“enseñando a todas las naciones, enseñándoles a cumplir todo cuanto Jesús nos ha mandado”. La misión universal vuelve a relucir, nuestra impotencia nos puede hacer flaquear, pero“en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”,con la certeza de que Jesús estará con nosotros hasta el fin de los siglos, ¡nos arriesgamos! 

miércoles, 15 de mayo de 2024

PENTECOSTÉS, mayo 19 2024.

Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11
Salmo
Responsorial
, del salmo  103:
Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 12: 3-7, 12-13
Evangelio: Juan 20: 19-23.
 
Soñar es fácil, realizar lo soñado requiere esfuerzo, constancia, fe, cercanía con aquel que nos hará capaces de volver realidad lo soñado: la unidad, la fraternidad, la comprensión, la solidaridad, el regreso al respeto por la persona humana con todo lo que esto implica: “renovar la faz de la tierra.”  Reencontramos, una vez más, la esencia de nuestra tarea de hombres y de cristianos, de buscadores, espero, incansables, de la verdad y de la paz. Tarea incansable y a la vez imposible, sin los dones del Espíritu Santo, recibidos o por recibir en la confirmación, que ya tenemos desde el bautismo pero reciben como un nuevo impulso por el Sacramento que corona la iniciación cristiana, a condición de que no se lo impidamos: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Santo Temor de Dios. Cada uno de ellos, como semilla con su propio dinamismo, con su potencial concreto para hacer, en cuanto de nosotros dependa, una sociedad más humana y, por lo tanto, más divina, más conforme al “plan inicial de dios.”  Ya pedía San Pablo, el domingo pasado: “que el señor les ilumine la mente para comprender…”  quien ha comprendido, se ha dejado guiar por el Espíritu, entonces “la boca hablará de lo que está lleno el corazón”, no habrá necesidad de intérpretes porque comunicaremos todo en el lenguaje universal, la que todos entienden: el del amor, el de Jesucristo muerto y resucitado, el que el espíritu imprime en lo más profundo de nuestros seres: “no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu del Padre que habita en ustedes.”  ¿De verdad estamos dispuestos a esta transformación? Si algo queda por purificar, confiemos en que Él lo hará: “nos confirmará en la verdad.”

La diversidad de dones que el Señor ha derramado en nosotros, que somos su cuerpo, es precisamente para el bien de todos. Imaginemos cómo sería el mundo si permitimos que el espíritu se manifieste plenamente a través de nosotros, los frutos ya nos los describe San Pablo en la Carta a los gálatas, 5: 22- 24: “amor, alegría, paz, tolerancia, agrado, generosidad, lealtad, sencillez, dominio de sí…, contra esto no hay ley que valga…”  es un verdadero arremeter contra lo que impide esta floración: nuestro egoísmo, imbatible por nosotros mismos, superable si estamos injertados en Cristo con la fuerza y acción del Espíritu Santo.

¿Qué nos deja Jesús antes de partir? La paz, esa paz que el mundo no puede dar, esa paz que se va extendiendo a través de nuestras obras y que fortalece a los demás; paz que lleva a la alegría, a la profundización de la Fe, en un Jesús más presente todavía que cuando estaba físicamente entre los hombres. Paz que solidifica la pertenencia al Dios Trino porque “queda desatado cuanto nos ataba a nosotros mismos, porque nos hace percibir el perdón y nos prepara a perdonar, porque nos hace recibir, a corazón abierto, la misión recibida desde el Padre por medio de Jesús y consolidada por el Espíritu Santo”.  No permitamos que los bienes de este mundo, buenos en sí, pero a ratos engañosos, nos hagan perder la mirada de transparencia, de gozo y de alegría que anime y haga más grata la vida de los que nos rodean.

Recordemos cómo define San Pedro a Jesús en su caminar por el mundo: “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”   (Hechos 10: 38)  ¿En algo se va pareciendo nuestro proceder al suyo? ¿Percibimos esa misma presencia del Espíritu de Dios, de Jesucristo, en nosotros? Si no comenzamos ya, probablemente no tengamos tiempo para hacerlo…  no hagamos esperar el “Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.”

jueves, 9 de mayo de 2024

La Ascensión del Señor, 12 de mayo, 2024


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 1: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 46: Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los efesios 4: 1-13
Evangelio: Marcos 16: 15-20

Es bueno “mirar al cielo”, pero con los pies en la tierra. Aprender a ser, como nos dice San Gregorio: “hombres intramundanos y supramundanos a la vez”. Entre las creaturas, especialmente entre los hombres, a ejemplo de Jesús, sin huir contrariedades, molestias, incluso la muerte, porque vislumbramos, más aún, sabemos que “su triunfo es nuestra victoria, pues a donde llegó él, nuestra cabeza, tenemos la seguridad de llegar nosotros, que somos su cuerpo.” Esta es la forma de ser lo que somos para llegar a ser lo que seremos; ahora aquí en la entrega incondicional al reino; después allá, adonde Cristo nos ha precedido.

Camino al monte de la ascensión, el Señor Jesús refuerza nuestra confianza: “aguarden a que se cumpla la promesa del padre…, dentro de pocos días serán bautizados en el Espíritu Santo”. Hemos aprendido, en la lectura de la sagrada escritura y en la experiencia personal, que “Dios es fiel a sus promesas”; ésta también la cumplió y la sigue cumpliendo, “iluminando nuestras mentes para que comprendamos cuál es la esperanza a la que hemos sido llamados, la rica herencia que Dios da a los que son suyos.”  ¿Aprenderemos a confiar “en la eficacia de su fuerza poderosa”? Convocados a ser uno en cristo para participar de su plenitud.

Como respuesta a la pregunta que le hacen los discípulos: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”, imagino a Cristo esbozando una sonrisa comprensiva, no en balde ha sido un ser totalmente intramundano, ha convivido con los hombres, les ha abierto su corazón y no han aprendido a “mirar hacia arriba”. ¿Qué clase de reino esperan todavía? ¿La riqueza, el poder, el engrandecimiento? ¡Qué pronto han olvidado aquella lección cuando discutían ente ellos sobre ¿Quién era el mayor? “No sea así entre ustedes, porque el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. Ni lo que, sin duda, supieron que respondió a Pilatos: “mi reino no es de este mundo”. Ya les y nos enviará al Espíritu para comprender cuanto les y nos ha dicho. De su mismo Espíritu brotará la fortaleza para cumplir la encomienda: “serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra.”  Los ángeles los sacan del asombro y les confirman que “ese mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá, como lo han visto alejarse”. ¡Revivamos con fe lo que diariamente decimos en la misa!: “que vivamos libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la venida gloriosa de Nuestro Salvador Jesucristo”.

Sin dejar de mirar al cielo, es hora de volver a los hombres y de anunciar la buena nueva; es la hora de la iglesia, es nuestra hora de “ir y enseñar a todas las naciones”. Su palabra ya es promesa cumplida: “yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo”.

La pléyade ejemplar de los que le han sido fieles, nos anima, aunque no hagamos milagros, ni curemos enfermos, ni expulsemos demonios. Aunque nos digan que vamos en sentido contrario, que es una utopía creer en el amor y en la bondad, en el servicio desinteresado, en la fraternidad universal y el mundo nos grite que abramos los ojos y veamos el mal, el odio y la violencia que persisten, mostremos con las obras que el señor “actúa con nosotros” y afirma nuestros pasos. ¡Alguien que vale la pena, nos espera, preparemos el encuentro final ya desde ahora!

    

 

domingo, 5 de mayo de 2024

6º DE PASCUA, 5 de mayo 2024.-


Primera Lectura:
del libro de los
Hechos de los Apóstoles 15: 25-26, 34-35, 44-4
8
Salmo Responsorial, del salmo 97: El Señor nos ha mostrado su amor y su lealtad. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 4: 7-10
Evangelio: Juan 15: 9 - 17
 
“Voces de júbilo” llenan nuestras vidas. El júbilo nos llega por la victoria de Jesús, nuestro hermano, nuestro ejemplo, nuestro camino; esa alegría debe perdurar siempre, es el fruto de la paz que nos vino a traer para que se haga efectiva en la transformación de nuestras vidas, a tal grado que nadie tenga que preguntarnos si somos discípulos de cristo, porque lo captarán mirando nuestras obras: “hechas a la luz para gloria del padre”.
 
 Alegría que viene del espíritu, ese “soplo universal” que inspira a todo ser humano: “dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Indecible la sorpresa de pedro al ser testigo de que el espíritu santo descendía sobre los paganos. Comprendió, en toda su grandeza que “la palabra de dios no está encadenada”. Recordó que “el espíritu va donde quiere, no lo ves, como al viento, pero sientes sus efectos.”  Ahí estaba, actuando frente a él y escuchando cómo aquellos hombres “proclamaban las grandezas de dios”. ¿quién puede oponerse al espíritu? ¡lástima que nos resistamos a su ímpetu, a sus mociones y no nos presentemos como instrumentos listos para transformar el mundo! Bajo la luz de dios todo cambia de aspecto, todo brilla, todo es bello, todo es posible…, ¡aun nuestra conversión!
 
El salmo continúa animándonos a la alegría. ¿quién no estará alegre al ver cómo el señor nos ha mostrado, nos muestra y nos seguirá mostrando su amor y su lealtad? La revelación sigue en presente, faltan oídos que la escuchen y corazones que le den albergue. Abramos el interior y dejemos que nos inunde, con toda su potencia, la realidad que tanto ansiamos: el amor, motor incansable, fuerza transformadora que alimenta lo que, a la mirada puramente racional e inmediata le parece imposible: “amarnos los unos a los otros”, simplemente para ser como dios, porque “dios es amor”. Con él y desde él se limpiarán los ojos, se olvidarán heridas y rencores, se ensanchará el horizonte y, de verdad, constataremos que todo es bello. Trataremos de reproducir en cada ser humano, más aún en cada creatura, lo que ese amor ha hecho de nosotros: existir y crecer. 
 
Probablemente, Jesús, no nos pida la vida de una manera cruenta, como él la ofreció al padre por nosotros, pero sí la actitud bondadosa, amable, servicial, pronta y atenta, la del amigo de ojos transparentes, la que no esconde engaños, la que confía y comunica cuanto el señor le ha hecho percibir de su presencia, como el mismo Jesús en relación al Padre. 
 
Esto es vivir en el amor y en la apertura, es el seguir el rastro de sus huellas, es cumplir su mandato y estar constantemente agradecidos porque puso su morada entre nosotros
 
“No son ustedes los que me han elegido, soy Yo quien los ha elegido y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”. Desde la eternidad fue hecha la elección, se ha concretado en un momento exacto: este, en el que somos y seguimos siendo. Es tiempo de revisar los frutos y preguntarnos, simplemente, ante él, si están maduros.

domingo, 28 de abril de 2024

5°. Pascua, 28 abril 2024.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 9:26-31
Salmo Responsorial, del salmo 
21: Bendito sea el Señor. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 18-24
Evangelio: Juan 15: 1-8.
 

Permanezcamos con los ojos abiertos, éstos abrirán las mentes y los corazones, para seguir cantando las maravillas del Señor. Contemplar y reflexionar: proseguir la conjunción de sentidos, razón y fe es darle la correcta finalidad a nuestro ser humano que mira la creación, busca las causas y acepta la revelación para encontrar en el diario caminar el Amor con que Dios nos mira y gozarnos en la realidad de la filiación divina, inmerecida, pero, ya realizada por la entrega de Cristo y la fuerte y constante acción del Espíritu Santo.

Escuchando la narración de los Hechos de los Apóstoles, ojalá aprendamos a no quejarnos de la incomprensión que, muchas veces simplemente imaginamos, sino a ser apoyo para los que se sienten solos, desconocidos. Fácilmente imaginamos a los discípulos de Jerusalén mirando con desconfianza a Pablo, ¡no pueden explicarse lo que sucede!: el perseguidor sostiene ahora nuestra misma visión de Jesús. Seamos como Bernabé que habla y explica, a quien tiene que hacerlo, para que todos recuerden las palabras de Jesús: “Para Dios nada es imposible”, la aceptación del testimonio da enorme confianza a Pablo y, como oíamos a Pedro el domingo pasado, la audacia y la libertad se apoderan de él, toca las fronteras peligrosas, lo amenazan de muerte. Pablo, sin duda, habrá recordado las palabras de Ananías: “Yo le enseñaré cuánto tiene que sufrir por Mí”, (Hechos 9:16). Los hermanos actúan -cuánto nos hace falta esto- y lo envían a Tarso, ahí está la presencia del Espíritu que cuida y guía y consolida a la Comunidad, y, bajo este impulso ésta crece y se multiplica.

Lo vio con Bernabé y Pablo; reflexiona en la conversión de éste, comprende que obraba con una conciencia honesta: “fidelidad al propio interior” y constata que: “Dios es más grande que nuestra conciencia”; mira cómo el Señor hace que las conciencias honestas se vuelvan rectas, Pablo es un claro ejemplo: de perseguidor a Apóstol de las gentes.

Ahora estamos en una situación difícil, magnífica ocasión para que crezca la fe en la oración, para que hagamos caso al Espíritu: “si hacemos lo que le agrada, ciertamente obtendremos de Él todo lo que le pidamos”, porque hablar del Espíritu es hablar del Padre, es hablar de Jesucristo, es permanecer en la Vida Trinitaria. 

Jesús, atento observador, se adapta a su pueblo, sabe que conocen los cuidados que requiere una viña: limpieza, poda y cariño, habla sobre seguro, pero cambia las coordenadas, ya no se trata de cualquier viña: “Yo soy la vid, mi Padre el viñador, ustedes los sarmientos”. Cortar a tiempo, quizá sea doloroso, pero necesario; solamente así la savia se concentrará y dará fruto a su tiempo. Lo inútil: ¡al fuego! ¡Lo imprescindible: permanecer unidos al tronco que alimenta! Las consecuencias brillan por sí mismas.

“¡Sin Mí no pueden hacer nada!” ¿De verdad creemos y aceptamos su Palabra? Vuelven a resonar las escritas por San Juan, pero ahora desde los labios del que Es la Palabra: “Si permanecen en Mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y se les concederá”. ¿Tendríamos que pensar mucho para tomar la decisión correcta? ¡Ilumínanos, Señor y danos el ímpetu para ofrecerte aquello que impida la Gloria del Padre! Corta lo que sea; sabemos que restañarás las heridas y nos ayudarás a dar fruto.

 

jueves, 18 de abril de 2024

4°. Pascua, 21 abril 2024.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 4, 8-12
Salmo Responsorial, del salmo 117: La piedra que desecharon los constructores
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 3: 1-2
Evangelio: Juan 10: 11

Continuamos asombrados por la maravilla del amor que cubre todo: tierra, cielos y abismos y, sobre todo, nuestros corazones. La presencia del Señor tranquiliza, ilumina, guía, precede y conduce con cercanía, casi palpable, a los pastos frescos. Si existe seguridad en este mundo, es la que encontramos junto a Él.

No es nada nuevo, el Espíritu sigue actuando, dando forma y valor a la primitiva Comunidad cristiana. Pedro va encontrando la mesura, pero con audacia da testimonio de su profesión de fe en Jesucristo; testimonio del que está ansioso, aunque no lo sepa, el mundo actual, nuestra sociedad, nuestra juventud, y no lo quiere oír sino mirarlo en acción. Jesús es “la piedra angular, el desechado, el crucificado”, Jesús es el “resucitado de entre los muertos”, el Único en quien encontramos la salvación.

Pedro intuye cuál pueda ser el desenlace; pero siente una fuerza interna que lo sostiene, que se convierte en “un fuego que enciende otros fuegos”, vive conscientemente los riesgos de estar en la frontera difícil. Habla con claridad inusitada, tiene encendida la lámpara y no teme la amenaza de las tinieblas; está presente la palabra del Maestro: “¡La verdad los hará libres”! Verdad que rompe esquemas, que renueva los valores que, a gritos, pide apertura, y conversión. No hay otro camino que Cristo.

Invitación y ejemplo para que, sin mirarnos a nosotros mismos, nos lancemos, firmes en la fe y en la confianza, a proclamar la Verdad que libera. Sin duda habremos de interiorizarnos personalmente y contagiar de entusiasmo a todos los familiares, a la comunidad y a la sociedad en que estamos insertados; comenzar a discernir o seguirlo haciendo para que la decisión sea acorde a esa fe, confianza y Verdad.

En el Salmo encontramos mucho más que una fortaleza amurallada: “Te damos gracias, Señor, porque eres Bueno, porque tu misericordia es eterna. Más vale refugiarse en el Señor que poner en los hombres la confianza”. Ni estamos solos ni luchamos por una utopía; el Señor ya nos mostró Quién y Dónde está la Topia.

San Juan aviva la llama: “Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”. ¡Qué reto!: reflejar la imagen del Hijo rechazado pero Resucitado. Ánimo para que nuestras obras sean conforme al Reino Ese es el camino para encontrarnos con el Señor “cara a cara, y ser semejantes a Él”. Conocemos nuestra debilidad, pero muchos recordarán que es una injuria a Dios considerarnos como “gusanos”; permitamos que el Espíritu culmine su obra y nos convierta en mariposas.

Jesús, el Buen Pastor, no descuida a ninguno, quiere acoger a todos, no cesa de llamarnos. Conoce todos los caminos, los internos y externos, se convierte en la Puerta que nos lleva hasta el Padre; sabe que el amor es gratuito: lo recibe y lo regresa al Padre en llamas del Espíritu y así nos lo ofrece. “Doy la vida por mis ovejas”. Escuchemos su voz, distingámosla entre tantas otras y así podremos reconocerla y, seguirlo. Oremos para que su deseo se cumpla: “Un solo rebaño bajo un solo Pastor”.

 

sábado, 13 de abril de 2024

3°. Pascua, 14 abril 2024.-


Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles: 3: 13-15, 17-19
Salmo Responsorial, del salmo 4: En ti, Señor, confío. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 2
Evangelio: Lucas: 35-48.: 1-5

Jesús sabe lo que sucede en nuestro interior, se preocupa por nosotros:” ¿Por qué se alarman? ¿Por qué surgen tantas dudas en su corazón?»

Cuántos hombres y mujeres de nuestros días responderíamos inmediatamente enumerando razones y factores que provocan el nacimiento de mil dudas y vacilaciones en la conciencia del hombre moderno que desea creer.

Es bueno recordar que muchas de nuestras dudas, aunque quizá las percibamos hoy con una sensibilidad especial, son dudas de siempre, vividas por hombres y mujeres de todos los tiempos.

No olvidar lo que con tanto acierto dice Jaspers: «Todo lo que funda es oscuro». La última palabra sobre el mundo y el misterio de la vida se nos escapa. El sentido último de nuestro ser se nos oculta.

Pero, ¿qué hacer ante interrogantes e inquietudes que nacen en nuestro corazón? Cada uno ha de recorrer su propio camino y buscar a tientas, con nuestras propias manos, el rostro de Dios. Pero es bueno recordar algunas cosas válidas para todos.

Reconocer y aceptar que el valor de la vida depende del grado de sinceridad y fidelidad con que vive cada uno de cara a Dios. No es necesario que hayamos resuelto todas y cada una de nuestras dudas para vivir en verdad ante Él.

Comprender que para que muchas de nuestras dudas se diluyan, es necesario que nos alimentemos interiormente con oración y sacramentos. Desde estas fuentes comenzaremos a comprender algo, si nos dejamos arrebatar por el misterio.

Anhelar el querer creer, a pesar de las interrogantes que nos asedian sobre el contenido de dogmas o verdades cristianas, - no se trata de evidencias inmediatas -, eso ya es una manera humilde pero auténtica de vivir en verdad ante Dios.

Quisiéramos vivir algo más grande y gozoso y nos encontramos con nuestra pobre lógica que desea todo claro y rectilíneo. Quisiéramos agarrarnos a una fe firme, serena, radiante y vivimos una fe oscura, pequeña, vacilante.

Si en esos momentos, sabemos «esperar contra toda esperanza», creer contra toda increencia y poner nuestro ser en manos de ese Dios a quien seguimos buscando a pesar de todo, en nuestro corazón hay fe. Somos creyentes. Dios entiende nuestro pobre caminar por esta vida.

Jesús Resucitado nos acompaña y seguirá acompañándonos hasta el fin de los tiempos. Una vez más pidamos como el padre del niño epiléptico: “¡Creo, Señor, aumenta mi fe!”

sábado, 6 de abril de 2024

2°. Pascua. 7 abril 2024.



Primera Lectura:
del libro de los Hechos de los Apóstoles 4: 32-32
Salmo Responsorial, del salmo 117:
La misericordia del Señor es eterna. Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 5: 1-6
Evangelio: Juan
20: 19-31.
 

Abrir el corazón a la alegría y a la gratitud, porque Dios nos ha llamado a su Reino, y ese llamamiento se hizo concreto en cada uno de nosotros el día de nuestro nacimiento y sigue resonando cada día. ¡Dios me llama en Jesús y me confía la misma misión, cómo no voy a alegrarme! Para que esa alegría sea profunda, venida desde arriba, la oración colecta nos recuerda, en nuestra petición, la riqueza que nos llega, y queremos que permanezca, por el bautismo, que es purificación; por el Espíritu que es nueva vida; por la Sangre que es salvación. Al crecer en conciencia, trataremos de reproducir, en cuanto se pueda, lo que era la comunidad ideal en la comunicación de bienes, pero sí en la participación en la oración y en la Eucaristía para ser verdaderos testigos de la Resurrección del Señor, y de la nuestra, anunciada en la suya. 

  En la carta de San Juan encontramos la identificación de fe y amor: “el que cree en Jesús, ha nacido de Dios”, y “el que ha nacido de Dios, ama al Padre y ama también a los hijos”; aparece un conjunto familiar arropado por la misma fuerza, la que nos ayuda a superar diferencias porque limpia la mirada y nos da la victoria sobre el mundo y sobre el egoísmo; porque nos edifica en la Verdad, en el Espíritu, y nos habitúa a tener presente la trascendencia. 

 

Otro punto luminoso para nuestra alegría, a pesar y por sobre nuestras infidelidades, vacilaciones, olvidos, pecados, yerros, es que “la misericordia del Señor es eterna”; ¿qué haríamos, a dónde iríamos?, sin el perdón de Dios sólo experimentaríamos el vacío y la soledad. ¡Maravillosa es la creación y más maravillosa aún la Redención, “obra de la mano de Dios, un milagro patente”; nacer y renacer, recibimos lo primero sin saberlo, lo segundo sin merecerlo por eso exclamamos: “es el triunfo del Señor”, ¡que continuemos festejándolo! 

 

Jesús nos pide lo mismo que a Tomás, que “no dudemos, que creamos”; queremos pruebas, no confiamos en el testimonio de la comunidad, en la experiencia de los hermanos, por eso no tenemos esa paz que el Señor da con su presencia; rompemos la fraternidad  al pensar consciente o inconscientemente que el único criterio válido es el nuestro; Jesús nos comprende, nos invita a superar la duda, a recorrer ese camino, muchas veces obscuro, para llegar hasta Él; nos une, como a Tomás, en la misma misión y en el ámbito de la Paz que siempre vienen con Él; a que sintamos, desde dentro la alegría de su Resurrección y la recepción del Espíritu Santo que hagan florecer  la aceptación total de su Persona más allá de lo que pudiera dar la visión física: “Señor mío y Dios mío”.