domingo, 19 de noviembre de 2023

33º Ordinario, noviembre 19, 2023.-


P
rimera
Lectura: del libro de los Proverbios:  31: 10-13, 19-20, 30-31; 
Salmo Responsorial, del salmo 127: Dichoso el que teme al Señor.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 5: 1-6
Evangelio: Mateo 25: 14-30.
 
La Antífona de Entrada evita que surja en nuestra mente una falsa concepción de Dios, de Él no pueden brotar sino “designios de paz; me invocarán y los escucharé, los libraré de toda esclavitud donde quiera que se encuentren.” ¡Cuántas veces hemos considerado que de la Fuente de Bondad no puede manar sino Bondad!
 
Nuestra respuesta no puede ser otra que la aceptación de sus mandatos, ellos son las mojoneras del camino para que no nos desviemos, para que encontremos la felicidad, la que perdura, la que, solamente, se consigue en el servicio fiel a su voluntad y en la entrega a los hermanos.
 
El sendero es fácil si estamos llenos de Dios; cuando encontramos piedras, espinas y abrojos, si prestamos atención, percibimos que nosotros mismos las hemos colocado, de nuestras manos ha salido la mala semilla; todavía es tiempo de escardar, de limpiar, de emparejar. ¿Capacidad para ello? Ya el Señor nos la dio de sobra, lo que no sabemos, recordando a las vírgenes descuidadas, es si nos alcanzarán las horas para entregar los frutos, por eso cualquier demora o exceso de confianza, pueden ser decisivos.

El canto de alabanza a la mujer hacendosa, que entona el Libro de los Proverbios, es un preludio a la parábola que utiliza Jesús; el Salmo, como variaciones sobre el mismo tema: “dichosa la que, con manos hábiles, teje lana y lino, que maneja la rueca, que abre las manos al pobre y desvalido”; talentos recibidos para alegrar la vida de los otros.
 
“Dichoso el hombre que confía en el Señor”. La bendición de arriba será su compañía y la verá, fecunda, con su mujer al lado. Basta abrir los ojos para encontrar a Dios en todas partes, y con Él encontrar la anhelada felicidad.
 
San Pablo ha dedicado largas, profundas horas al trato con Jesús; de Él ha aprendido lo que ya meditamos: lo incierto de lo cierto, y, de su amor confiado, porque es conocido, deshace las angustias de aquellos que quisieran saber la precisión del tiempo de llegada del Señor de los cielos. ¿Para qué preocuparse del tiempo cuando éste ya no exista? ¡Es ahora el momento de alejar las tinieblas, de espabilar el sueño, de vivir sobriamente y llenarnos de luz!
 
No es Dios el que se ha ido; Él no sale de viaje. Entrega los talentos y está a la expectativa. Mira cómo nos miramos las manos enriquecidas con sus dones y, más, con su confianza. Oímos, quedamente, lo que su amor pronuncia: “No son ustedes los que me han elegido a Mí, sino que Yo lo elegí para que vayan y den fruto y ese fruto perdure” Lo recibido es para que el Reino crezca. El don ya fue gratuito, para que haya cosecha se necesitan creatividad y esfuerzo. Temor y ociosidad jamás tendrán cabida, y si acaso aparecieran, están ya condenados.
 
Una doble mirada, a lo que he hecho y hago, pero con los ojos puestos en Aquel que vive de la entrega; siguiendo sus pisadas evitaremos “el ser echado fuera”.
 
¡Confiaste en mí, Señor, ¡y de ti espero responder del mismo modo!

viernes, 10 de noviembre de 2023

32°. Ord. 12 noviembre 2023.-


Primera Lectura:
del libro de la Sabiduría 6:12-16
Salmo Responsorial, del salmo64: Señor, mi alma tiene sed de ti.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 4: 13-18
Evangelio: Mateo 25: 1-13
 
¿Cuándo no han llegado hasta el Señor nuestras plegarias? La respuesta es sencilla: cuando hemos cerrado labios y corazón. Sin duda nos acordamos de Dios cuando la necesidad nos aprieta, cuando la tentación ronda incansable, cuando el dolor nos muerde…, es bueno, pero no suficiente, demuestra que hay fe en nuestro corazón, que sabemos a quién acudir en el momento en que el camino se vuelve pesado, cuando no encontramos respuestas en ninguna creatura y menos en nosotros mismos; más parecería un trato convenenciero que una relación amorosa que en serio dejara “en sus manos paternales todas nuestras preocupaciones”.
 
La oración es plática confiada con el Amigo, con quien conoce nuestras necesidades y aguarda, deseoso, que las expongamos confiadamente. No es un monólogo inútil; es la aplicación de la verdadera Sabiduría: el saborear el amor de Dios, el buscarlo con todas nuestras fuerzas, salir a su encuentro y hallarlo siempre a la puerta de nuestras vidas. Esa Sabiduría Encarnada no sólo nos espera sino que vino hasta nosotros: el fruto de ese encuentro conjunta nuestra voluntad con la suya y el resultado es lanzarnos a la trascendencia, a la plenitud y a la paz, en la total posesión de nuestro ser en el suyo. Esto es captar la “benevolencia del Señor”, quiere todo el bien para nosotros; todavía más, coopera, ilumina y guía nuestras decisiones para lograr y realizar el Proyecto de nuestros proyectos: ¡Llegar a Él! “La sed será saciada”, “la añoranza, será realidad”, “la bendición colmada no terminará”, “el júbilo será nuestra túnica, desde los labios nos cubrirá por completo”.
 
Ciertamente no ignoramos “la suerte de los que se duermen en el Señor”. “Jesús, primicia de los resucitados, nos arrebatará con Él para estar siempre a su lado.” ¿Necesitaríamos alguna consolación mayor? Las palabras están confirmadas por la vida de Aquel que vino para que tuviéramos Vida.
 
En el Evangelio Jesús nos previene, no es ninguna amenaza, nos hace pisar, con firmeza, nuestra realidad de creaturas: “Estén preparados porque no saben ni el día ni la hora”. Aceptamos la certeza de la muerte. Realidad que conmueve, que agita el interior, que, quizá sin pensar, quisiéramos borrar del futuro y que, a pesar de todos los esfuerzos, sabemos que está en camino, que nos cruzaremos con ella, pero no nos vencerá…, pues confiamos en tener “aceite para la lámpara” y que ésta se encontrará encendida cuando llegue el Esposo y “entraremos al banquete de bodas”. La seguridad nace de nuestra adhesión a Cristo, quien, como nos dice San Pablo: “como último enemigo, aniquilará –ya aniquiló con su muerte- a la muerte". 
 
La oración, la fidelidad, la cercanía son la previsión para mantenernos encendidos: “Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero".
 
“El que consulta a Dios, recibirá su enseñanza; el que madruga por él, obtendrá respuesta” (Eclesiástico 32: 14).
 
San Pedro, con la experiencia viva, nos afianza: “Esta voz, llegada del cielo…, hacen bien en prestarle atención como a lámpara que brilla en la obscuridad, hasta que despunte el día y el lucero nazca en sus corazones".
 
“Quiero estar consciente al preinstante de verte para poner en Ti el consentimiento y repetirte el ¡sí! definitivo”.

 

miércoles, 1 de noviembre de 2023

31° Ordinario, 5 octubre 2023.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Malaquías 1: 14, 2
Salmo Responsorial, del salmo 130: Señor, consérvame en tu paz.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 2: 7-9, 13
Evangelio: Mateo 23: 1 - 12  

Lecturas disponibles en aquí.

No me abandones Señor, Dios mío te alejes de mí. Ven de prisa a socorrerme, Señor, Señor, mi Salvador.

Dios omnipotente eterno, A cuya gracia se debe el que tus fieles puedan servirte dignamente y laudablemente, concédanos caminar sin tropiezo hacia los bienes que nos tienes prometidos. Por nuestro Señor Jesucristo.

Sabemos, no te alejes de mí que son muchas las circunstancias externas e internas, que sin Ti, no podremos superar, y, cada respuesta fallida, esa que se guía por mundanos criterios, por ambiciones desmedidas, por fatales apariencias, por hipocresías, nos impedirá realizar la finalidad innata que tenemos todos los humanos: Servirte y Alabarte, y acabaremos separándonos de Ti y de nosotros mismos, sumergidos, paradójicamente, en la detestable superficialidad de dejar pasar, de dejar hacer. ¡Cuán apropiada la Oración Colecta para experimentar que, de verdad, estamos colgados de las manos de nuestro Padre Dios!

Malaquías, aunque lanza la diatriba directamente al grupo sacerdotal, a los descendientes de Leví, porque no actúan de acuerdo a la alianza, involucra a todo el pueblo que ha perdido la conciencia de filiación divina, que no vive la fraternidad, que no reconoce su único origen: “¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios?” Palabras pronunciadas hace 26 siglos y que tienen tal vigencia que, ojalá, sacudan nuestros interiores y alejen de nosotros la necesidad de preguntarnos: “¿Por qué nos traicionamos como hermanos?” Reflexión que haga brotar, con transparencia, la súplica del Salmo: “Señor, consérvanos en tu paz.”  Esa paz dulcificará nuestros ojos, romperá nuestras ansias de grandeza, nos llenará de tranquilidad y de silencio porque esperamos en Ti, Dios nuestro.

Jesús prosigue su viaje hacia Jerusalén, hacia el cumplimiento total de la misión aceptada. Habla a todos, a las multitudes y a los discípulos y continúa desenmascarando a los escribas, a los fariseos, a los doctores de la Ley, no los desacredita, son intérpretes de la Alianza, pero, como eco de Malaquías, les echa en cara lo que más desdice de un servidor de la Palabra: “Dicen una cosa y hacen otra.”  Realidad que alcanza, no solamente a los sacerdotes, sino, a todo cristiano, a todo ser humano y, de manera especial, a cuantos detentan autoridad y no la aprovechan para servir sino para ser servidos. Todos los que buscan –buscamos- el parecer y no el ser; la alabanza, la reverencia, los títulos, los privilegios. Todos cuantos, con pasmosa facilidad, enjuiciamos y condenamos, criticamos en los demás lo que deberíamos corregir primero en nosotros; quisiéramos cambiar el mundo sin abandonar nuestra esfera de cristal.

Oremos por todos los sacerdotes, por todos los dirigentes de los pueblos, por los padres de familia para que, a ejemplo de San Pablo, sean capaces, no sólo de palabra sino con una acción motivadora y sostenida por el Espíritu, de tratar a todos “con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños.”

Uno es nuestro Padre: Dios. Uno es nuestro Guía y Maestro: Cristo, y “nosotros todos somos hermanos.”  ¿Queremos reensamblar este “mundo rota”?, aquí está la pauta!: Abrir nuestro encierro y mirar atentamente la realidad del otro. Como dice, desde su propia experiencia, Ladislao Boros: “Busqué a Dios y no lo hallé; busqué mi alma y no la encontré; busque al hermano y encontré a los tres.