Salmo Responsorial, del salmo89: Tú eres, Señor, nuestro refugio.
Segunda Lectura: de la carta del apósol San Pablo a Filemón 9-10, 12-17
Aclamación: Señor, mira benignamente a tus siervos y enséñanos a cumplir tus mandamientos.
Evangelio: Lucas 14: 25-33.
El Señor, es Justo; de la justicia, no solamente aquella que “da a cada quien lo que le pertenece”, sino que va más allá, de donde proviene la Rectitud misma. Está a nuestro alcance, porque Él ya nos ha mostrado el camino, no podemos contentarnos con conocer y aprobar sus mandatos; una y otra vez nos insiste que escuchar la Palabra y no vivirla, es inútil, nos expondríamos a que nos diga lo que a las vírgenes necias: “No las conozco”, por ello pedimos fuerzas para cumplir su voluntad
La verdadera sabiduría, saboreada, goza con la verdad, el que la busca y acepta se deja poseer por ella y siente ansias por comunicarla. La ciencia, los avances tecnológicos, los descubrimientos ya son fruto de la sabiduría que Dios nos participa, pero todo ello es insuficiente, como nos dice la primera lectura, para “descubrir lo que hay en los cielos”, ésta solamente llega con la luz del Espíritu, porque “el barro hace pesada el alma y entorpece el entendimiento”, pero la que nos abre el camino de trascendencia, “endereza al hombre, para que encuentre lo que agrada al Señor”.
Al detenernos, prudente y sabiamente, a descubrir lo que somos, el salmo nos da los elementos suficientes para adentrarnos en nuestro ser, en la realidad, para que volvamos a insistir en la búsqueda y la recepción, en la aceptación y el compromiso de “saber”: “soy polvo, sueño, leve noche, yerba que se marchita…, pero al abrirnos a la luz del Espíritu, seremos sensatos”. Pletóricos de amor y del Amor, cada mañana, el júbilo, el gozo y la alegría nos acompañarán todos los días. Desde esta perspectiva no cabe el derrotismo, ni el desánimo y mucho menos la angustia: “soy creatura, pero igualmente soy hija, hijo del Padre, hermana y hermano de Jesucristo, morada del Espíritu”, desde esta experiencia comprendemos la petición que Pablo hace a Filemón, y en él a todo ser humano: ve más allá de los límites que traza la sociedad, abre tu corazón y tu casa; la fraternidad, vivida en autenticidad, es el pilar de la auténtica solidaridad
Jesucristo nos quiere seguidores conscientes, Sabiduría y libertad; conocimiento, reflexión y discernimiento para el compromiso; porque el impulso puramente afectivo no tiene la fuerza para aceptar y realizar las condiciones del verdadero discípulo; sus precisiones son radicales, inalcanzables a partir del puro razonamientos, se harán realidad, otra vez, por la iluminación de la sabiduría divina, porque hemos encontrado a Alguien que vive lo que proclama. La ofrenda de Sí mismo, la cruz que continuará siendo “escándalo para los judíos y locura para los paganos” (1ª Cor. 1: 23). La lucidez que lo entrega todo porque su saber llega al motor profundo: al Amor del Padre. Aceptemos la invitación para sentarnos a discernir: ¿mi presupuesto alcanza para terminar la torre?, ¿he sopesado las fuerzas para que el enfrentamiento con “los poderes de las tinieblas” no me venzan?
Como Iglesia, como seres humanos, como cristianos, Señor, que no dejemos a medio construir tu Reino, comenzado en nosotros, contigo a nuestro lado, con la conciencia plena de que eres la Piedra Angular, queremos renovar la decisión de seguirte, de ser discípulos que han sabido elegir “lo que más conduce al fin para que fuimos creados”.