viernes, 27 de julio de 2012

17 ordinario, 29 julio 2012.

Primera Lectura: del segundo libro de los Reyes 4: 42-44
Salmo Responsorial, del salmo 144: "Abres tú la mano, Señor, y nos sacias."
Segunda Lectura: de la carta de San Pablo a los efesios 4: 1-5
Aclamación: El Espíritu del Señor está sobre mí; él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
Evangelio: Juan 6: 1-15.

La creación entera nos invita a adorar a Dios, a reconocer que toda creatura es hechura de Dios, obviamente incluidos nosotros mismos como lo admitimos en el Salmo; Él nos hace habitar juntos en su casa… ¡cuánto necesitamos reflexionar en esto para hacerlo realidad!

Sin duda la oración nos hace evocar las palabras de San Ignacio de Loyola: “usar de las cosas tanto cuanto nos ayuden a conseguir el fin para que fuimos creados y abstenernos de aquellas que de ese fin nos aparten”. Toda creatura es buena, cumple con su cometido, el único que rompe esa armonía es el hombre, somos nosotros que impedimos el orden, precisamente por “nuestros afectos desordenados”; entonces la reflexión se tornará  en súplica que desemboque en la confianza, en la recta justipreciación de las cosas y nos llevará a aprender a compartir, tal como hemos escuchado en las lecturas; compartir lo material y lo espiritual para que luzcan la equidad, la paz, la unión, la auténtica fraternidad.

Eliseo, hombre de Dios, fincado en Dios, no duda que el Señor proveerá, que dará  mucho más de lo que la realidad puede ofrecer: “Veinte panes de cebada para cien hombres”, “todos comieron y todavía sobró”. ¿Llegaremos algún día a poner todo nuestro ser en manos de Dios?, ¿alcanzaremos a saborear lo que es el cumplimiento de sus promesas?

San Pablo nos invita a algo mucho más profundo, a la interioridad puesta al servicio de los demás, a la edificación sólida del Cuerpo Místico de Cristo, a aquilatar la exhortación para que “llevemos una vida del llamamiento que hemos recibido”. Sabemos que el llamado sube “de tono” al conocer de Quién viene, y nos impulsa a obrar en consonancia: “humildes, amables, comprensivos, enraizados en el amor y siempre esforzados por mantenernos unidos en el Espíritu con el vínculo de la paz”. Si es el mismo Dios el que nos une, ¿quién podrá romper ese vínculo?, ¡dejémoslo actuar, dispongámonos a ser guiados por Aquel que reina sobre todos y actúa y vive en todos!, ¡imaginemos lo que sería la humanidad entera! Vale la pena y el esfuerzo por intentarlo en cada uno de nosotros.

En el Evangelio, pasamos de la narración de Marcos a la de Juan para contemplar, para recrear el “sermón del Pan de Vida”. Jesús ha curado a muchos, los sigue la gente, Él se sienta en un monte, viendo a la gente, hambrienta de pan y de Palabra, pide a sus discípulos que den de comer a todos…., responde Felipe en nombre de los demás: “ni doscientos denarios bastarían para dar de comer a tanta gente”, la realidad es así, limitada; pero al poner en manos de Jesús lo poco que aporta un muchacho, Jesús bendice y reparte, todos comen y quedan satisfechos…, la gente ve, admira, comprende, se entusiasma y grita: “Éste es el profeta que habría de venir al mundo”. Los signos provocan admiración, evocan promesas aún no comprendidas, pero Jesús, fiel a la misión encomendada por el Padre, “se retira al monte, solo”, no se deja deslumbrar por la gloria que le ofrecen: “proclamarlo rey”

Rumiemos como hacía María, lo que ya nos dio a conocer: “Mi reino no es de este mundo”, y pidámosle con humildad y sinceridad, “ser aceptados debajo de su bandera”, con cuanto esto significa.

viernes, 20 de julio de 2012

16° ordinario, 22 de julio de 2012

Primera Lectura: del libro del profeta Jeremías 23; 1-6
Salmo Respnsorial, del salmo 22: "El Señor es mi pastor, nada me falta."
Segunda Lectura: de la segunda carta de San Pablo a los efesios 2: 13-18
Aclamación: El Espíritu del Señor está sobre mí; él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
Evangelio: Marcos 6: 30-34.

El domingo pasado pedíamos “saciarnos de gozo en tu presencia, Señor”, en la antífona de entrada; ahora confesamos que “Él es nuestro único auxilio y apoyo, y por ello le daremos gracias, y recalcamos la razón: “porque eres bueno”. Si ahondáramos en serio esta convicción, nuestro agradecimiento jamás terminaría y de él colectaríamos las fuerzas necesarias para ser perseverantes de corazón.

Como nos conocemos y nos seguimos conociendo más sincera y profundamente, captamos la necesidad de crecer en las virtudes que nos unen más directamente a Dios, las teologales, de ahí nuestra petición: “multiplica tu gracia en nosotros para que llenos de fe, esperanza y caridad, que es el amor, permanezcamos fieles en el cumplimiento de tus mandatos”. ¿Qué mejor regalo podemos pedir que aquel que nos mantenga en el nivel que el Señor espera de nosotros y que por nosotros mismos no podemos alcanzar?

El mensaje del “Señor Dios de Israel” es triple: Primero “contra los pastores que apacientan a mi pueblo”, no cuidan, rechazan a mis ovejas; sin duda habremos tenido la experiencia de admirar el cariño del pastor por su rebaño, cómo conoce a cada oveja y las llama por su nombre. Luego “Yo mismo las reuniré”. Finalmente: “Les pondré pastores que las apacienten”. Vendrá la promesa definitiva: “Haré surgir un renuevo del tronco de David: será un Rey justo y prudente y hará que en la tierra se observen la ley y la justicia”. Esperanza que se cumple en Jesucristo pero que está, de alguna forma condicionada a que las ovejas escuchen su voz, ahora tan apagada por tanto ruido extraño –que nos deja- en una sordera, lamentablemente, creciente. No queremos oír “Al Señor que es nuestra justicia”. ¡Señor, danos pastores según tu corazón; que nos precedan con el ejemplo, no solamente con la palabra, entonces sí seremos capaces de distinguir tu voz entre tantas voces que nos circundan!

En el Salmo la esperanza crece porque la promesa proviene del mismo Jesús que cumple cabalmente: “repara nuestras fuerzas, nos lleva a fuentes tranquilas y a pastos abundantes, nos prepara la mesa – en la que Él es el manjar- nos da la seguridad al estar con nosotros porque su bondad y su misericordia nos acompañan”. ¿Podríamos esperar un Pastor más seguro y entregado?

San Pablo fortalece aún más nuestra confianza: en Cristo Jesús encontrarán todos los pueblos la unificación, pues no se queda en una figura que anima, va hasta el final: mediante la Cruz dio muerte en sí mismo al odio que nos separaba”. La conquista está finiquitada, nos ha acercado al Padre por la acción de un mismo Espíritu.

Jesús, verdadero hombre, igual a nosotros, se cansa y sabe que los discípulos están cansados, su invitación también nos atañe: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”. La tranquilidad para reposar, para reflexionar, para analizar lo hecho, pero lo importante: con Él. Sin embargo, su impulso de Pastor le hace olvidar lo planeado porque se compadece, porque “andaban como ovejas sin pastor”, y se pone a enseñar a la multitud. Jesús vive lo que predica, lo enseña, lo contagia, lo importante para Él son siempre los demás; ¿qué tan cerca lo imitamos? Insistamos en la petición: aumento de fe, de esperanza, de amor, y Él nos ayudará a conseguirlo.

domingo, 15 de julio de 2012

15 ordinario, 15 julio 2012.

Primera Lectura: del libro del profeta Amos 7,12-15
Salmo Responsorial, del samo 48: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los efesios 1: 3-14 
Aclamación : El Espíritu del Señor está sobre mí; él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
Evangelio: Marcos. 6: 7-13.

El clamor - oración - suplica - reconocimiento que levamos en la antifona de entrada, tiene que haber brotado de la realidad de nuestra realidad| "Quiero  acercarme a ti, Señor, y saciarme de gozo den tu presencia"; ¿Que difícil nos resulta vivir fuera del ámbito De la fe, de la confianza; desde dentro, en cambio, sentiremos el impulso, de manera espontánea, a tratar de ser lo que decimos que somos: cristianos, lo recibido gratuitamente y, por desgracia, tantas veces olvidado, de tenerlo presente no esforzaríamos por serlo en serio, avalados por Aquel que es la Verdad, Cristo, en una búsqueda que engendra convicción,  que ilumina el camino, clarifica obscuridades y calienta los fríos.  

Sabemos que encontraremos, en este peregrinar, oposiciones, obstáculos, incomprensión, contrariedades que, de manera inmediata, nos parecerán insuperables; asi las encontró Óseas, asi todos los profetas, así Cristo, igualmente los apóstoles y cuantos intenten - intentemos- seguir con fidelidad el llamamiento.
 
En la lectura de Amos, escuchamos como Amasias se le enfrenta, el sacerdote que debería estar al servicio de Yahwe, se ha encerrado en sus visiones terrenas y ha preferido servir al rey temporal; de haber escuchado a Amos, seguramente hubiera recitado muchas veces nuestra antifona; pero no dio paso en ese camino, su culto vacío proviene de un corazón lejano de Dios, ¿Nos pareceremos a el, nos querremos saciar con lo que no sacia y pedimos lo contrario a la Verdad?: "¡Vete de aquí"!, tu palabra molesta, inquieta, pide lo que no estamos dispuestos a conceder, porque servimos a Betel, el santuario real, pero temporal y superficial, a las ordenes del poder, y asi nos sentimos a gusto..., pregunte nos: ¿Por cuanto tiempo, con que frutos?  ¿Somos capaces de revestirnos de la mision de Amos, de Cristo, de los Apóstoles: "¡Ve, vayan y profeticen"!?

Es lo que narra Marcos, salen a luz los frutos de la Verdad, de la sanacion; hay ejemplar idas de confianza y abandono total en la Providencia que llega desde Jesus: "ligeros de equipaje", por la fuerza del Espíritu, con la Palabra encendida en el pecho, pronunciada con labios limpios para que se lleve a cabo la promesa del mismo Jesus: enseñar, sanar, purificar de cualquier "demonio" que pudiera tratar de ocultar la Verdad; esta fue y sigue siendo la mision: de la fe a la accion a la sanacion en y por Cristo.

Amos hace siglos, los Apóstoles fincados en la Palabra, nosotros con la fuerza de la fe, para dar a conocer al mundo la elección que viene desde siempre, porque viene del Señor del tiempo y de la historia, que todos seamos santos e irreprochables a Sus. Ojos, porque su Amor nos ha favorecido y nos ha hechos hijos en el Hijo. Herencia que nos dejo Jesús, y ¡A que precio!, para ser continua alabanza de sus gloria; lo haremos con seguridad porque ya sesteamos "sellados" como pertenencia de Dios por el Espíritu que nos garantiza la perseverancia en la búsqueda y fidelidad a la Verdad, si nos hemos dejado saciar de gozo en su presencia.

sábado, 7 de julio de 2012

14º ordinario, 8 julio 2012.

Primera Lectura: del libro del profeta Ezequiel 2: 2-5
Salmo Responsorial, del salmo 122:Ten piedad de nosotros, ten piedad.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios  12: 7-10
Aclamación: El Espíritu del Señor está sobre mí; él me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva.
Evangelio: Marcos 6: 1-6.
Recordar es revivir, es tener presentes los regalos recibidos y a los amigos que nos han tenido presentes con ocasión del onomástico, del cumpleaños, de la boda; quizá, lo ignoramos porque no conocemos los interiores, algunos de ellos, de los regalos, fueron “por compromiso”, de todas formas los agradecemos; pero en el caso del Señor no hay duda, “todo son dones de su amor. Revivimos, de manera especial la liberación de aquello que nos oprime internamente; el pecado. ¿Cómo hubiéramos obtenido esa liberación imposible desde nosotros mismos?, por eso añadimos en la oración colecta: “concédenos participar de una santa alegría y después de la felicidad eterna”.

Si el agradecimiento es la memoria del corazón, hemos de preguntarnos con más frecuencia: ¿qué tan vivo es ese agradecimiento y si va acorde a nuestros actos? La alegría de sabernos, gratuitamente, redimidos, ha de convertirse en una actitud contagiosa que invada todos los ámbitos de nuestro actuar; la interioridad auténtica acaba por manifestarse aunque no pronunciemos palabra, al grado que muchos se pregunten ¿de dónde le viene esta alegría? No necesitamos ser oradores ni predicadores “oficiales”, simplemente vivamos “la alegría del Evangelio” y ella, con la presencia de Jesús y la fuerza del Espíritu en nuestro interior, completara su obra.

Si acaso algo llegara a empañarla, por nuestra desidia, nuestra inconstancia, nuestro olvido, conocemos el camino de retorno: la súplica confiada: “Ten piedad de nosotros, ten piedad”, y Aquel que conoce los corazones, las intenciones y las flaquezas, nos escuchará; tocará nuestro interior para despertarnos.

Las mociones del Espíritu están siempre actuantes, quizá nos falte fineza en los oídos y audacia en el corazón, reconocimiento de nuestra realidad de creaturas que palpamos la flaqueza, las tentaciones, las dudas, otra vez, la impotencia, la incredulidad y aun el enojo…, recordemos lo que nos dice Santiago: “Que nadie diga en el momento de la prueba: Dios me manda la prueba, porque Dios no tienta a nadie. Cada uno es tentado por su propio deseo que lo arrastra y lo seduce; el deseo concibe y da a luz el pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte. No se equivoquen, son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto, y descienden del Padre de las luces”. (1: 16-17) La fuerza viene de Él y por eso le llega la respuesta a Pablo y en él a nosotros: “Te basta mi gracia, porque mi poder se muestra en la debilidad”; muy bien que lo comprendió el apóstol y nos comunica su experiencia: “Me alegro en mis debilidades, porque cuando soy débil, soy fuerte porque reluce en mí la fuerza de Cristo Jesús”.

En Jesús mismo están las respuestas a las inquietudes de sus coetáneos que no quisieron abrir ni corazón, ni mente, ni ojos, al grado que Jesús se extrañara de su incredulidad. Recordamos a S. Juan: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”, ahora es bueno preguntarnos: ¿Nos sentimos de “los suyos”? Que nuestra respuesta afirmativa en obras y palabras, “le devuelva” la confianza que siempre ha tenido en los hombres.