viernes, 22 de septiembre de 2023

25° Ordinario, 24 de septiembre de 2023


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 55, 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 144: Bendeciré al Señor, eternamente.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 20-24.27
Evangelio: Mateo 20, 1-16
 

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS

 

A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

 

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

 

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

 

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

 

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

 

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad.

 

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

 

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

 

José Antonio Pagola

 
 

viernes, 15 de septiembre de 2023

24°. Ordinario 17 septiembre 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Eclesiástico27:33, 28: 9
Salmo Responsorial, del salmo 109:El Señor es compasivo y misericordioso.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 14: 7-9 
Evangelio: Mateo 18: 21-35

Esperar en el Señor es haber encontrado el camino de la paz; su mirada de amor y misericordia nos llenará de fuerzas para poder servirle. 

El Eclesiástico, como Libro Sapiencial, hace que entremos hasta las más profundas entretelas de nuestro corazón y de nuestra mente. Sin hacer ofensa a nadie, pues todos llevamos, consciente o inconscientemente, heridas, actitudes destructoras que no queremos reconocer; en efecto, aun cuando no deseáramos usar la palabra “rencor”, ¿quién no ha sentido rabia, impotencia, ganas de venganza, de borrar del mapa a quien nos despreció o no escuchó nuestra proposición o, peor aún, se burló de ella? Pensemos un momento, aunque hayan sido segundos los que nos dejamos envolver por ese sentimiento, ¿sirvió de algo?, ¿arregló el problema?, ¿tuvimos la sana audacia y la palabra oportuna para exponer lo que bullía en nuestro interior? Y sobre todo, ¿caímos en la cuenta de que esos pensamientos negativos al único que afectaban era a nuestro propio ser? El otro ni se dio por enterado de la guerra que vivimos internamente y logró, porque se lo permitimos, quitarnos la paz. ¡Cuántas veces hemos meditado aquello de: “nadie te puede hacer perder tu paz, si tú no quieres perderla”! Con qué claridad termina el párrafo que hemos escuchado: “Recuerda la Alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas".

El Salmo consolida lo que verdaderamente perdurará: “El Señor no nos condena, ni nos gurda rencor perpetuo…, no nos trata como merecen nuestras culpas…, es compasivo como un padre con sus hijos". 

Si desde el punto de vista humano es tan importante que sepamos perdonar, que llevemos y sobrellevemos las flaquezas de nuestros prójimos como ellos llevan las nuestras, cuánto más si proyectamos este perdón con tintes de trascendencia. 

“Sea en vida, sea en muerte, somos del Señor".  ¿Lo somos de verdad? 

El Aleluya resume cuanto hemos percibido de Jesús y lo que Él espera de nosotros: amor sin cortapisas, sin condiciones, reflejando en hechos, en concreción que alivia, en comprensión, y, encontramos, otra vez, uno de los pilares de su Revelación: el perdón. 

Activos en pedirlo, remisos en darlo; ¿hacemos conciencia de cómo esperamos encontrar al Padre?.

El versículo 7° del capítulo 6° de Pablo a los Gálatas, hace estremecer: “¡Con Dios no se juega!”   


sábado, 9 de septiembre de 2023

23°. Ord. 10 septiembre 2023



Primera Lectura: del libro de profeta Ezequiel 33a
Salmo Resposorial,
del salmo 94: Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 13: 8-10. 7-9; 
Evangelio: Mateo 16: 15-20. 

Reconocer la justicia, la verdad, la rectitud, aun en un tiempo tan desbordado de subjetivismo, deberíamos aceptar que, racional y primariamente, debería ser lo normal; de hecho correspondería al proceder de una naturaleza humana bien hecha por Dios Creador y Padre: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno”, (Gén 1: 31) Si estamos tan bien hechos, ¿por qué nos encontramos, a veces, quizá más de las que querríamos, tan mal aprovechados? Por ello, en el imprescindible viaje a nuestro interior, en el intento de crecer coherentes con esa maravillosa creación de Dios, descubrimos la necesidad de reconocernos anhelantes de perdón y de fuerzas, de amor y de confianza, de apoyo y de sostén para que, en nuestra libertad, obremos “libremente en justicia, verdad y rectitud”.


Pidamos al Espíritu Santo nos guíe con su luz para que comprendamos y ubiquemos lo que su Palabra nos ha comunicado por medio del profeta Ezequiel y de San Pablo y que Jesús, Palabra Encarnada, nos pide en el Evangelio; con tales acompañantes se hará realidad lo que proclamamos juntos al responder al Salmo: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”.


El punto de partida lo marca el primer renglón del párrafo que oímos de la carta a los Romanos: “Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley…” Volviendo con esta perspectiva a lo que el Señor Dios dice a Ezequiel, queda de manifiesto que no se trata de enjuiciar ni condenar a nadie, sino de mirar con verdadero amor, con un deseo enorme de que la salvación se realice en todo ser humano, y todo ello porque hemos “escuchado” previamente al Señor, que nos revela, sin excepción, haber sido “constituidos centinelas para la casa de Israel”; misión que acompaña a todos los hombres y mujeres que nos queremos interesar vivamente por el bien de los demás; lejos de cualquier crítica vana, deseosos de comunicar, con el corazón en la mano, el camino que lleva a la vida porque lo vamos experimentando. ¡Qué gran responsabilidad velar celosamente por el bien profundo de los otros! ¡Qué responsabilidad ser espejos que ejemplifiquen el verdadero uso de la libertad! No es el Señor quien amenaza, no es Él quien condena, recordemos lo que dice Jesús: “Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mt. 9:13), y lo que dice San Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre viva”, son nuestras decisiones desquiciadas las que impidan que esa gloria se manifieste y que esa salvación sea efectiva y universal.

sábado, 2 de septiembre de 2023

22 Ord, 3 de septiembre de 2023


Primera Lectura:
del libro del profeta Jeremías 20, 7-9
Salmo Responsorial, del salmo 62: Señor, mi alma tiene sed de Ti.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 12, 1-2
Evangelio: Mateo 16, 21-27

El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?

Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.

 

José Antonio Pagola

sábado, 26 de agosto de 2023

21º Ord. 27 de agosto 2023-.


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 22: 19-23
Salmo Responsorial, del salmo 137:
Señor, tu amor perdura eternamente. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 11: 33-36
Evangelio: Mateo 16: 13-20.
 

Inclina tu oído y respóndeme” le decimos al Señor en la antífona de entrada; pienso que más bien sería al revés: Señor, que te escuchemos y te respondamos. Recuerdo el curso de Ejercicios que tomé en Roma, ya hace años y la precisión que hacía el P. Herbert Alphonse: “La oración del pagano es palabra, la del cristiano es escucha”. 

Toda petición que hacemos tiene una finalidad y no deja de cumplirse en lo que nos une a toda la Iglesia: “Danos amar lo que nos mandas y desear lo que nos prometes, para que en medio de la inestabilidad del mundo, estén anclados nuestros corazones donde se halla la verdadera felicidad”  ¡Esa, la que nunca se acaba, la que viene de Ti, la que pacifica, centra, conduce y orienta hacia la posesión de nuestro ser en tu Ser! 

Las lecturas de hoy nos hacen estremecer sanamente, ante la infinitud del Señor, a reconocerlo, alabarlo, a medir nuestra pequeñez, cierta, pero enorme porque de Él tenemos todo, y, especialmente, la gratuidad de la salvación en Cristo Jesús; por eso finaliza este fragmento con esa exclamación de Pablo: “¡A Él la gloria por los siglos de los siglos!”  Nos acercaremos a Él, no por vía intelectual: “¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos!”, sino por la afectiva, experiencial, orante, cuajada de asombro y de silencio, abierta a la efectiva acción del Espíritu desde dentro, atentos a la manifestación del Padre, dóciles en la actitud de escucha. 

Hemos captado la relación entre la promesa que hace Isaías a Eleacín y la de Jesús a Pedro: “Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que él abra, nadie lo podrá cerrar, lo que él cierre, nadie lo podrá abrir.”  Aquella fue punctual, la de Cristo abre la universalidad eclesial, la permanencia a pesar de la incredulidad creciente, a pesar del indiferentismo, por sobre cualquier estructura que amenace la dignidad de la persona, porque su origen viene desde arriba, del Padre de las luces”. 

La pregunta: “Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?”, continúa resonando en el mundo y en cada uno de nosotros. No podemos contentarnos con una respuesta irrelevante, sin compromiso, que permanezca a nivel de opinión extrínseca. Pidamos que surja, con una fe firme y decidida, confiada en Dios y mantenida por el trato y el conocimiento interno de Jesús: “¡Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo!”  Aquel que ofrece frescura, novedad, creatividad, liberación, esperanza que inicia desde aquí, esfuerzo por instaurar un Reino de justicia y de paz y que cuente con nuestra adhesión incondicional, hecha acción, para convertirnos, a ejemplo suyo, en hombres y mujeres para el servicio de los demás. 

Digámoselo al recibirlo en la Eucaristía, en ese encuentro profundo y silencioso. Digámoselo con humildad y llenos de confianza. ¡Ciertamente nos escucha!  



viernes, 18 de agosto de 2023

20º Ordinario, 20 agosto 2023.


Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 56: 1, 6-7
Salmo Responsorial, del salmo 66 :
Que te alaben, Señor, todos los pueblos. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 11: 13-15, 29-32
Evangelio: Mateo 15: 21-28.
 

“¡Un solo día en la casa del Señor, vale más que mil lejos de Ti!” Estar constantemente bajo su protección, vivir a su vera, “sentir la palma de su mano sobre nuestra cabeza”, como tiernamente expresa el salmo 139; ¡qué tranquilidad se experimenta cuando esta realidad se hace consciente! Desde ese contacto con Él, ciertamente se encenderán los corazones de tal forma que incendiaremos al mundo, amaremos al Señor no por lo que nos promete, y que ni siquiera alcanzamos a imaginar, sino porque Él “lo es todo”.

Ese fuego nos abrirá los ojos para encontrar en los demás y especialmente en aquellos que más nos necesitan, la fuerza para velar por sus derechos, para luchar por la justicia e invitar a la salvación. ¡Cuántas veces hemos escuchado a los profetas recordarnos que lo que agrada al Señor no son tanto los holocaustos, sino la fidelidad y la misericordia, signos indispensables para una verdadera convivencia humana! Si la insistencia persiste, y, más hoy en día, es porque señala el camino para llegar “al monte santo y colmarnos de alegría en la Casa de Oración”, así nos convertiremos en conductores de los pueblos para que alaben al Señor. 

¡Qué contraposición tan ilustrativa: el rechazo de unos se ha convertido en llamado para todos! La tristeza que expresa Pablo por el alejamiento de su pueblo, el elegido, lo ha empujado, movido por el Espíritu, a llevar la Buena Nueva a los gentiles. Sabe Pablo leer los signos de los tiempos y los interpreta de modo constructivo: al ver los judíos el gozo que llena los corazones de los “que antes eran rebeldes”, sin duda los impulsará a aceptar la misericordia que Dios siempre ofrece, porque “Él no se arrepiente de sus dones ni de su elección”.

Mirémonos atentamente: fuimos y seguimos siendo “elegidos”, porque Dios es fiel; ¿nos hemos vuelto rebeldes? Llamados a ser ejemplo y conductores de los pueblos, ¿nos desviamos del camino? ¡Demos gracias a Dios porque nos brinda la oportunidad de recapacitar, de desandar los equívocos, de retomar la senda que lleva al “monte santo, a la casa de oración”!

Oración, confianza, fe que crecen en tierra de “gentiles”, en medio de un pueblo hostil al judaísmo, en el corazón de una mujer cananea; el más grande acicate para implorar a Dios es el amor por los demás, por los más próximos y ahí está ella, gritando, quizá sin medir la hondura de sus palabras, “Señor, hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús la ignora, sigue caminando; los discípulos, no por compasión sino por propia conveniencia, interceden: “Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros”. La respuesta de Jesús a ellos y a la mujer, nos desconcierta, probablemente nos molesten, ¿cómo es que se resiste y aun parece injuriar a la extranjera? “He sido enviado a las ovejas descarriadas de la casa de Israel…, no está bien quitar el pan a los hijos y echarlo a los perritos”; cuando la necesidad y el amor son intensos, los obstáculos se hacen pequeños: “Es cierto, pero los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.” ¡Cómo se hace presente el grito de Pablo: “¡Sé en Quién me he confiado!” La alabanza y el don no se hacen esperar: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”. ¿Qué más cabría comentar después de que Jesús Camino nos redescubre el camino para llegar, como iniciamos, al Monte santo, a la Casa de Oración”? ¡Señor que puedas decir de nosotros lo que dijiste de la mujer cananea!

sábado, 29 de julio de 2023

17°. Ordinario. 30 julio 2023.-

Primera lectura: del libro de los Reyes 3: 5-13
Salmo Responsorial, del salmo 118: Yo amo, Señor, tus mandamientos.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 28-30
Evangelio: Mateo 13: 44-52.
 

Será imposible “habitar juntos en la casa del Señor, sin la Sabiduría que viene de Él mismo, sin la protección que nos enseñe a usar de tal forma de los bienes de la tierra que no nos impida obtener los eternos”. La regla de oro” que propone San Ignacio en el Principio y Fundamento de los Ejercicios, la conocemos bien conceptualmente, pero para bajarla a la práctica necesitamos comprender y vivir “la Indiferencia”; en ella encontraremos la capacidad, otra vez como Gracia, pero buscada, la capacidad del discernimiento, del auténtico desasimiento de todo lo que nos ata a lo efímero, a lo inmediatamente gustoso, atractivo, deleitable, ciertamente no por desprecio sino por justiprecio, porque, ojalá sea cierto!, “solamente buscamos lo que más conduce al fin para que hemos sido creados”. 

¡Que tuviéramos la visión de Salomón para pedir lo que necesitamos!: “no larga vida, ni riquezas, ni el triunfo sobre los enemigos, sino sabiduría para gobernar y gobernarnos”; porque con la verdadera Sabiduría “vendrán todos los bienes”, aun los no solicitados. ¿De dónde sino del mismo Dios llega esa inspiración, esa mirada que apunta a lo trascendente, que busca y desea mucho más allá de lo que nos rodea? Ejemplo e invitación para pedirla con fe, con firmeza, constancia, seguridad, porque sabemos a Quién acudimos: “Al Dador de todo bien”. Fruto inmediato, si el Señor nos la concede, será la coherencia entre deseo y acción: “Yo amo, Señor, tus mandamientos”. Las razones convincentes que mueven ese amor, las explaya con profusión el Salmo: “Valen más que miles de monedas de oro y plata, son luz para el entendimiento y llenan el interior de contento”. 

¿Experimentamos en la vida lo que nos dice San Pablo: “todo contribuye para bien de los que aman a Dios”?  Limpiemos de escoria nuestra visión de Dios; ciertamente no es el Dios de la ley, de los cumplimientos exteriores, de los sacrificios en el Templo, es el Padre que nos vino a revelar Jesucristo, el Dios de los deseos, el Dios que atrae, no por obligación, no por miedo, no por costumbre, sino por su Bondad, su cercanía, su invitación para que “reproduzcamos la imagen de Aquel que es el primogénito entre muchos hermanos, en quien tiene sus complacencias”. Hacerlo, desgranará las consecuencias, las que miran el “para siempre”. No excluye a nadie, pues todos somos hijos e hijas y a todos “predestina, llama, justifica y glorifica”. 

Las parábolas animan a la búsqueda y prometen el encuentro: “el tesoro escondido, la perla valiosa, la red llena de pescados”, son el discernimiento en acción, el que nos da a conocer el bien encontrado, apreciado, abrazado de tal forma que cambie la orientación de una vida que podría convertirse en monótona y gris, en alegría que nos alumbre y alumbre al mundo, a todos los que entren en contacto con nosotros, porque percibirán que hay algo totalmente nuevo en nuestros corazones: ¡nos hemos encontrado con el Dios de la vida!

sábado, 15 de julio de 2023

15°.ord. 16 julio 2023.-


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 55: 10-11
Salmo Responsorial, del salmo 64:
Señor, danos siempre de tu agua.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 18-23
Evangelio: Mateo 13: 1-23.
 

Yo quiero acercarme a Ti, Señor,” y saciarme de gozo en tu presencia “. El querer, acción volitiva, que si no es iluminada por el conocimiento y el razonamiento, decidirá en la obscuridad con el riesgo de elegir equivocadamente. Por eso pedimos, con enorme confianza, en la oración que “la Luz del Evangelio nos devuelva al camino de la Verdad”, solamente así seremos capaces de realizar en plenitud el significado de nuestro cristianismo: el seguimiento de Cristo, y aprenderemos a discernir y a determinarnos por cuanto nos allegue a Él. 

La Palabra, lluvia que fecunda, que hace germinar, que da de comer, meditada, rumiada a ejemplo de María, nos transformará en campo fecundo, y, solamente volverá a Dios después de cumplir su voluntad y llevar a cabo la misión que en ella nos sigue encomendando. 

Todos hemos vivido la experiencia de angustiantes sequías, de campos desolados, de tantos hermanos que se afanan por cosechar en tierra dura que no responde a la entrega diaria de horas y horas de trabajo; elevamos las súplicas al Señor para que “prepare las tierras para el trigo”, el maíz, el sorgo y tantos frutos más, “riegue los surcos, aplane los terrones, reblandezca el suelo, bendiga los renuevos”. 

Sabemos que Dios no “maneja” a capricho. ni estaciones, ni voluntades, al aprender a confiar en su Providencia, nos comprometemos a aceptarla, a colaborar, a reconocer que desde su Luz y su Palabra encontraremos que es verdad  lo que nos dice Pablo en la segunda lectura: “los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros”; esperanza firme, segura, que nos da la trascendencia, que brota desde la Revelación que el Señor nos proporciona: “gloria de los hijos de Dios”, liberados de la esclavitud y junto con nosotros la creación, en la realidad del ya-pero-todavía-no, pero con el mejor apoyo que pudiéramos imaginar: “el Espíritu que intercede por nosotros y nos asegura la redención de nuestros cuerpos”. 

San Mateo abre el capítulo 13 con la parábola del Sembrador y proseguirá con más y más parábolas. La de este domingo la sabemos de memoria, la hemos meditado y tratado de comprender esa explicación que Jesús da a sus discípulos y a nosotros, que debemos sentirnos gozosos porque “muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron”. Más que detenernos a considerar en dónde cayó la semilla, la sugerencia iría más adentro: ¿qué tanto la Palabra de Jesús, su actuación, su ejemplaridad, su desvivirse por el Reino, ocupan el lugar central de nuestra vida? Dificultades, problemas, tentaciones de desánimo, de inconstancia, nos cercarán siempre, para superarlas, regresemos a las últimas palabras de Isaías, que son de Dios mismo: “Las palabras que salen de mi boca, -ya pronunciadas por Jesús-, no volverán a mí sin resultado”, y podríamos añadir otras: “Por sus frutos los conocerán”. (Mt. 7: 16).Tenemos en la Eucaristía la fuerza del Pan de Vida, comámoslo, asimilémoslo y dejémonos asimilar por Él. 

sábado, 8 de julio de 2023

14° ordinario, 9 de julio de 2023


Primera Lectura: del libro del profeta Zacarías 9: 9-10
Salmo Responsorial, del salmo 144: Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 9, 11-13
Evangelio: Mateo 11: 25-30.


Recordar lo agradable, anima, fortalece, entusiasma; ¿con qué frecuencia recordamos “los dones del amor del Señor”? No es necesario hacerlo en medio de su templo, es posible siempre, en el templo de nuestra interioridad: “Ustedes son templos de Dios”, y más consolador lo que el mismo Jesús asegura: “El que me ama, guardará mis mandamientos, vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Recordar los dones, es recordar, tener presente, al dador de los dones y al hacerlo, conocemos y reconocemos su bondad, su compasión, su misericordia, su amor y brotará, espontánea, la alabanza; bendeciremos al Señor, “diremos bien” de Él, como él lo hace de nosotros.

Al domingo antepasado lo llamamos: ¡liturgia de la Confianza!, hoy es de la alegría y el reposo. ¿Qué mayor alegría que sabernos libres de la esclavitud del pecado?  Ya anuncia esa alegría Zacarías: “Mira tu Rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito”, arco que se abre aquí y se cerrará en el Domingo de Ramos en el que vemos a Jesús, no con esplendor ni montando un caballo, sino en un burrito,  descalificando los poderes terrenales, los carros y los arcos, para trocar el poder que subyuga por el que lleva a la paz y ofrece un reposo que no termina, en la felicidad eterna.

No aceptar a Cristo, vivir al margen de su mensaje, (¡cuántos lo hacemos “de manera callada”!), es sencillamente no tener el Espíritu de Cristo, y “continuar sujetos al desorden egoísta que hace del desorden regla de conducta”. Con tristeza nos vemos envueltos en ese desorden; con tristeza y angustia constatamos que la humanidad, nuestra sociedad, y nosotros con ellas, nos movemos en ese “desorden egoísta”, que nubla la visión, cierra el horizonte y priva de la paz, la felicidad y el reposo. ¡Qué luz nos ofrece, el cambio!, “si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en nosotros”, ese mismo Espíritu “dará vida a nuestros cuerpos mortales”, inicio, sin fin, de esa alegría y reposo, tan anhelados.
Mateo nos permite contemplar a Jesús que da libre curso a lo que llena su corazón: ora lo que vive y vive lo que ora; dejémonos impresionar por su actitud, sus palabras, su ejemplo, su invitación.

¿Consideramos la oración como dimensión importante en nuestro diario caminar? Jesús la hace en medio de la actividad; oración filial, intensa, cimentada en la unidad del Padre con el Hijo; brota de la riqueza de su vida interior en constante relación con el Padre. “¡Da gracias!”, reconoce y alaba. ¡Cuánto por aprender! Son los” sencillos” quienes comprenderán “estas cosas”: la unidad del Padre y el Hijo, la divinidad de Jesús, la realidad de que sólo Él es Camino para ir al Padre. Esto es incomprensible para “los sabios y entendidos”, para quienes buscan un Dios a la medida de su razón y piden pruebas “lógicas”. Una vez más, ¿confiamos en la acción del Espíritu de Dios en nosotros?

“Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán reposo, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. Jesús no oculta que el camino es arduo, pero posible. Él va delante y nos promete, Palabra de Dios, que “dará alivio a los fatigados y agobiados”, hagámosle caso, todavía más cuando la fatiga y el agobio nos acosen. Pidamos ser sinceros con Él y con nosotros mismos.   

viernes, 30 de junio de 2023

13° Ordinario, 2 julio 2023.


P
rimera Lectura: del libro del Profeta Zacarías 9: 9-10
Salmo Responsorial, del salmo 14
4: Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 8: 9, 11-13
Evangelio: Mateo
11: 25-30

Meditar lo agradable, anima, fortalece, entusiasma; ¿con qué frecuencia recordamos “los dones del amor del Señor”? No es necesario hacerlo en una iglesia., es posible siempre, en el templo de nuestra interioridad: “Ustedes son templos de Dios”, y más consolador lo que el mismo Jesús asegura: “El que me ama, guardará mis mandamientos, vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Recordar los dones es tener presente al dador de los dones, y, al hacerlo, conocemos y reconocemos su bondad, su compasión, su misericordia, su amor y brotará, espontánea, la alabanza; bendeciremos al Señor, “diremos bien” de Él, como él lo hace de nosotros. 

Liturgia de la alegría y el reposo. ¿Qué mayor alegría que sabernos libres de la esclavitud del pecado?  Ya la anuncia Zacarías: “Mira tu Rey viene a ti, justo y victorioso, humilde y montado en un burrito”, arco que se abre aquí y se cerrará en el Domingo de Ramos en el que veremos a Jesús, no con esplendor ni montando un caballo, sino en un burrito, descalificando los poderes terrenales, los carros y los arcos, para trocar el poder que subyuga por el que lleva a la paz y ofrece un reposo que no termina: la felicidad eterna. 

No aceptar a Cristo, vivir al margen de su mensaje, (¡cuántos lo hacemos “de manera callada”!), es sencillamente no tener el Espíritu de Cristo, y “continuar sujetos al desorden egoísta que hace del desorden regla de conducta”. Con tristeza nos vemos envueltos en ese desorden; con tristeza y angustia constatamos que la humanidad, nuestra sociedad, y nosotros con ellas, nos movemos en ese “desorden egoísta”, que nubla la visión, cierra el horizonte y priva de la paz, de la felicidad y del reposo. ¿Qué luz nos ofrece, el cambio?, “si el Espíritu del Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en nosotros”, ese mismo Espíritu “dará vida a nuestros cuerpos mortales”, inicio, sin fin, de esa alegría y reposo tan anhelados. 

Mateo nos permite contemplar a Jesús que da libre curso a lo que llena su corazón: ora lo que vive y vive lo que ora; dejémonos impresionar por su actitud, sus palabras, su ejemplo, su invitación. 

¿Consideramos la oración como dimensión importante en nuestro diario caminar? Jesús la hace en medio de la actividad; oración filial, intensa, cimentada en la unidad del Padre con el Hijo; brota de la riqueza de su vida interior en constante relación con el Padre. “¡Da gracias!”, reconoce y alaba. ¡Cuánto por aprender! Son los” sencillos” quienes comprenderán “estas cosas”: la unidad del Padre y el Hijo, la divinidad de Jesús, la realidad de que sólo Él es Camino para ir al Padre. Esto es incomprensible para “los sabios y entendidos”, para quienes buscan un “dios” a la medida de su comodidad, de su razón y piden pruebas “lógicas”. Una vez más, ¿confiamos en la acción del Espíritu de Dios en nosotros? 

“Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán reposo, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera”. Jesús no oculta que el camino es arduo, pero posible. Él va delante y nos promete, Palabra de Dios, que “dará alivio a los fatigados y agobiados”, hagámosle caso. Pidamos ser sinceros con Él y con nosotros mismos.