sábado, 24 de junio de 2017

12º ordinario, 25 de junio de 2017. -



Primera Lectura: del libro del profeta Jeremías 20: 10-13 
Salmo Responsorial, del salmo 68: Escúchame, Señor, porque eres bueno. 
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 12-15 
Aclamación: El Espíritu de verdad dará testimonio de mí, dice el Señor, y también ustedes serán mis testigos. 
Evangelio: Mateo 10: 26-33. 

¡Confianza! Es el hilo conductor de la liturgia de este domingo; confianza continuada, firme, que si lo es, será segura aunque el ámbito interior y exterior infundan miedo, por eso sentimos la necesidad de buscarla más allá de las limitaciones y las amenazas, de la debilidad de nuestra naturaleza dejada a sí misma.

Fe, esperanza, confianza, están íntimamente unidas por el conocimiento de Aquel en cuyas manos hemos dejado nuestro ser, pues nos ha sembrado en su amistad: “A ustedes los he llamado amigos”; nuestras raíces se alimentan de la hondura de Dios, como árboles plantados junto al río,  jamás se secarán, producirán frutos congruentes: respuesta de amor filial y alejamiento aun de lo más mínimo que pudiera empañar esta relación.

No estamos en la situación de Jeremías, ante una persecución abierta: “Oía el cuchicheo de la gente…, todos esperaban a que tropezara, diciendo: si tropieza y cae, lo venceremos…”, sino ante una más peligrosa: la indiferencia, quizá la burla y el desprecio: ¡Mira estos todavía creen en Dios y en Jesucristo, en que el Espíritu actúa en la Iglesia; creen en la oración y los sacramentos; pobres ilusos!

¿Confiamos como Jeremías, oramos como él?, “Señor de los ejércitos que pones a prueba al justo y conoces lo más profundo de los corazones…, a Ti he encomendado mi causa y has salvado la vida de tu pobre de la mano de los malvados”; no queremos invocar al Dios de la venganza, sino de la misericordia, de la luz, del perdón, para que, por nuestra firme adhesión a su voluntad, a ejemplo de Jesucristo, invitemos a los hombres, a todos, a que descubran “que el Señor es bueno”, que la prueba de esa bondad se encarnó en su Hijo que vino a librarnos del pecado y de la muerte, y aun cuando veamos en nuestra sociedad, y aun en nosotros mismos, los delitos, la creciente ruptura de relaciones con Dios y entre los hombres, confiemos que “el don otorgado por la gracia de un solo hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos”. 

Jesús, nos  pide tres veces que no temamos: “No teman a los hombres”, la verdad acabará por relucir en todo su esplendor, nada quedará oculto, la Buena Nueva no es pequeño anuncio de una alborada que queda inconclusa, sino realidad de que el Padre nos quiere y nos cuida mucho más que a los pajarillos o a los cabellos de nuestra cabeza; “valemos mucho más que todos los pájaros del mundo”.

El final del Evangelio de hoy nos hace pensar y volver a pensar si el entretejido de nuestra vida avanza en el camino de la conjunción de Fe, Esperanza y Confianza, si permanece mirando hacia la trascendencia, si nuestra unión a Jesús y la aceptación y vivencia de sus criterios se convierten en la forma cotidiana de los pasos, si con Él superamos los miedos internos y externos…, de ser así, ¡saltaremos de gozo porque  nos reconocerá ante el Padre que está en los cielos”! 

sábado, 17 de junio de 2017

11º. Ordinario, 18, junio 2017.-

Primera Lectura: del libro del Éxodo 19: 2-6 
Salmo Responsorial, del salmo 99 
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 6-11 
Evangelio: Mateo 9: 36-10:8

“Oye, Señor, mi voz…, ven en mi ayuda”, clamamos en la antífona de entrada y completamos perfectamente en la oración: “porque sin tu ayuda, nada puede nuestra humana debilidad”; si en verdad sacamos a flor esa experiencia, soy débil,  no cesará mi boca, nuestra boca, de llamar al Señor, y seremos capaces de tratar de cumplir siempre su voluntad.

¿De dónde nace la confianza para invocar el nombre del Señor?, de Él mismo, de su bondad, de la fuerza que nos comunica y nos llena de esperanza; definitivamente, ¿qué pueblo pudo jamás escuchar la predilección del mismo Dios?, y nosotros somos ese pueblo “su especial tesoro entre todos los pueblos”; palabras del Éxodo que nos hacen recordar la Carta de San Pedro: “Pueblo de reyes, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad”, así, nuestro ser entero, sentirá lo que es el cobijo de Dios, ¿nos animaríamos a desear más?

Insiste en el mismo renglón el estribillo del Salmo, como para que esa verdad ilumine siempre nuestros pasos: “El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo”. Reconozcamos que somos suyos; ya contamos con su gracia para guardar la Alianza.

Pablo en el fragmento de la Carta a los Romanos, ahonda todavía más: ¿cómo no vamos a ser agradecidos, profundamente agradecidos, y recordemos que el agradecimiento es la memoria del corazón, si “cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”? No tenemos hacia dónde desviar la mirada, en todo lugar encontramos la misericordia y el amor de Dios por nosotros, el perdón y la misericordia nos arropan: ¡Gracias, Señor!

Definitivamente el Reino de Dios no está cerca,  está dentro de nosotros… ¡qué maravilla!

En el Evangelio continuamos escuchando la misma melodía: Jesús se compadece de las multitudes y lo sigue hacendó, porque en aquel entonces al igual que ahora: estaban y estamos extenuados y desamparados como ovejas sin pastor”; nuestro mundo continúa necesitando trabajadores en los campos de Dios: Señor, danos sacerdotes santos según tu corazón, que alienten y alimenten a tu  pueblo, que lo sanen y lo santifiquen con  y por la acción del Espíritu Santo; así como elegiste a los doce, sigue desgranando nombres que se alisten bajo tu bandera y, discerniendo tu mensaje, ahora sí vayan a tierra de paganos, de hombres y mujeres hambrientos de verdad y de vida, y sepan comunicar la luz que viene de tu Palabra.

sábado, 10 de junio de 2017

Santísima Trinidad, 11 de Junio de 2017.-



Primera Lectura: del libro del Éxodo 34: 4-6, 8-9
Salmo Responsorial, del salmo 3: Bendito seas Señor para siempre.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios 13, 11-13; Aclamación: Gloria la Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Al Dios que es, que era y que vendrá.
Evangelio: Juan 3: 16-18.

Celebramos el “misterio” escondido desde los siglos en Dios, pero revelado por Jesucristo y ratificado por el Espíritu Santo. “Misterio”, en el sentido de que nosotros no podríamos ni imaginarlo, pero que Dios en y por Jesús lo ha manifestado al darnos a conocer “su inmenso amor”. 

“Creados a imagen y semejanza de Dios”, (Gén. 1: 26) vemos la magnitud y alcance de nuestra manera de crecer conforme a esa “imagen y semejanza”: Dios no es ni solitario ni lejano; Dios es perfecta y continua Comunicación, convivencia, cordialidad, bondad, entrega. Amor que es el Hijo Encarnado y el Espíritu derramado en nuestros corazones. Amor que se define a Sí mismo: “Compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel”. ¡Qué lejos estábamos los hombres de la Realidad íntima de Dios! ¡Qué agradecidos ahora que se nos ha dado a conocer! “Nadie conoce mejor el interior del hombre que el espíritu del hombre que está en el hombre; nadie conoce mejor el interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios…” (1ª. Cor. 2: 10-11) Y “nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo ha revelado”.  Ya somos poseedores de ese conocimiento, “El que cree en el Hijo, cree en el Padre”, y todavía más: “Cuando les envíe el Espíritu los confirmará en la Verdad que les he enseñado”.   ¡Esta es nuestra Fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro! Es verdad que Dios Infinito nos sobrepasa y nuestra inteligencia se estremece y se siente tentada a dudar; pero no lo hará porque “sabe en Quién ha puesto su confianza”.

El cristianismo o es Trinitario o no es cristianismo. “La Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión del Espíritu Santo, están siempre con nosotros”.   Nos santiguamos Trinitariamente, todas nuestras oraciones finalizan con la invocación Trinitaria, Glorificamos, juntamente, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu vivificador, hemos sido bautizados en el nombre de Dios Trino y Uno, nuestra despedida del día y de la vida está cobijada por el Padre Creador, por el Hijo Salvador, por el Espíritu santificador.

Alentadora, fortalecedora, comprometedora es nuestra aceptación porque está fundada, no en razonamientos humanos, sino en la Palabra Verdad y Promesa, que se ha cumplido y nos ha liberado; en el Amor Trinitario hecho “carne” como la nuestra en Cristo Jesús para que podamos recibir la herencia imperecedera de Aquel a quien confiadamente llamamos “¡Abba!”, “Padre”. 

viernes, 2 de junio de 2017

Pentecostés, 4 de junio 2017.-.



Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 2: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 103: Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 12: 3-7, 12-13
Aclamación: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Evangelio: Juan 20: 19-23.

Concluye, hoy, el Tiempo Pascual, desde la “Pascua Florida”, llegamos a la “Pascua Granada”. “No sólo es de flores la fiesta, sino Flor de Fruto es ésta”. Cristo regresó al Padre; reconoció, con toda la fuerza de su Verdad que “todo estaba cumplido”, en lo que a Él se refería. Conforta a sus discípulos con esa presencia intermitente y repite, una y otra vez, que la promesa pronunciada, se cumplirá: “De aquí a pocos días serán bautizados en Espíritu Santo y en Fuego”.

Viento y fuego que rompen las ataduras de la timidez y la desesperanza, que construyen un lenguaje nuevo, que trastocan la confusión de Babel, que dejan atónitos a los oyentes y los congrega en el gozo de escuchar, en su propia lengua, “las maravillas del Señor”.  La lista de 15 países diferentes anuncia la universalidad del llamamiento a la Esperanza, a la Verdad, a la Comunión.

La consolidación de la Iglesia está sellada e inicia su acción; exactamente la misma que Jesús ha llevado a plenitud en su entrega sin límites: la Buena Nueva, el perdón, la unión con el Padre a través del mismo Espíritu. “No son ustedes los que me han elegido, sino que yo los he elegido para que vayan y den fruto y ese fruto perdure”. “No tengan miedo, el Padre pondrá en sus bocas las palabras exactas que no podrán rebatir los adversarios.”  

Que nuestra oración haya estado colmada de confianza al recitar el Salmo: Ahí está, verdaderamente, la única posibilidad de cambio: “Envía Señor tu Espíritu a renovar la tierra.”  ¿Qué nos responderá el Señor?: Ya lo envié y continúa presente, ¡déjenlo actuar! Él es Quien conjuntará la diversidad de miembros, como lo hizo en la primera comunidad cristiana, para que sean Un solo Cuerpo en Cristo Jesús. Dones al por mayor, pero una sola finalidad: el bien común. En serio necesitamos esta fuerza que viene desde arriba para que anide en nuestros corazones. ¡Es tan profundo nuestro aislamiento egoísta, nuestra falta de audacia y valentía para dar una respuesta digna, que únicamente Él nos comunicará, la convicción, hecha acción, para decir: “Jesús Es el Señor”!
El saludo de Jesús a sus discípulos: “La paz esté con ustedes”, lleva consigo algo sumamente importante para nuestras vidas: ¡el perdón! Perdón y purificación que Él nos otorga para que hagamos lo mismo.

Reitera “el envío”, la misión y tarea: que seamos cristos vivos, consoladores y amigos, nos miremos y tratemos como hermanos “para que el mundo crea”.

Oremos al Espíritu: “Concede a aquellos que ponen en ti su fe y su confianza, tus siete sagrados dones. Danos virtudes y méritos, danos una buena muerte y contigo el gozo eterno.”