viernes, 25 de noviembre de 2022

1° de Adviento, 27 noviembre 2022.-



Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 2: 1-5
Salmo Responsorial, del salmo 121: Vayamos con alegría al encuentro del Señor.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 13: 11-14
Evangelio: Mateo 24: 37-44 

Adviento: ¡que llega! En actitud de cumplidos centinelas que aguardan, no al enemigo, sino al Amigo; conciencia del ser creaturas dentro de la historia y de que Cristo Jesús también quiso compartir nuestro ser histórico; llegó en la humildad de nuestra condición para elevarnos a ser hijos de Dios, ya llegará, ¡cualquier día!, revestido de la Gloria de Dios. Ahora nos advierte que estemos vigilando. Esa venida no es, ni puede ser motivo de angustia para quienes, por su gracia, nos gloriamos de creer en Él; regreso que trae esperanza, paz y triunfo, a condición de que nos encuentre “despiertos, vestidos de luz, lejos de las obras de las tinieblas, como quien vive en pleno día”, claramente: “revestidos de Cristo que impedirá que demos ocasión a los malos deseos”. 

Isaías, viviendo en tiempos aciagos del exilio, probablemente no pronuncia esta visión profética, más bien fueron sus sucesores, el segundo o tercer Isaías, pero, sin duda él participa del sueño de paz universal, de unión de todos los pueblos, de la conjunción final de todos los hombres en una sola familia que sube, jubilosa, “al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, a Sión, de donde parten las indicaciones para caminar por sus sendas”.  La concreción del fruto es el anhelo de todo hombre que busca la verdad: “El encuentro jubiloso con el árbitro de todas las naciones”, porque ha puesto los medios: “no espadas sino arados, no lanzas sino podaderas, no guerra sino fraternidad consciente”. Este será el único modo de caminar “a la luz del Señor”. Así tendrá sentido el cántico: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”.

Los domingos anteriores han preparado nuestras mentes y nuestros corazones, han iluminado la realidad de nuestra realidad: “somos peregrinos, vamos de pasada”, “no tenemos aquí ciudad permanente”,   entendemos que cada instante nos acerca, preparémoslo o no, a ese “encuentro”, ojalá ardientemente deseado, él será la culminación de todos los esfuerzos, para que la Gracia que nos obtuvo y sigue ofreciendo el Señor Jesús, no quede estéril, sino que dé frutos abundantes que perduren por toda la eternidad. 

Jesús Maestro, propone como una dinámica del espejo; sabe que sus oyentes conocen la Escritura y, con toda probabilidad, han reflexionado sobre los sucesos vividos en el seno de la familia, alguna muerte de un pariente, quizá un robo, y de ahí nos hace brincar hasta la trascendencia, para que dejemos que los signos de los tiempos toquen el interior y nos proyecten, lo más conscientemente, hasta el fin del camino. 

¿Por qué la insistencia de su parte?, porque no nos atrae pensar en que un día, “el menos pensado”, nos presentaremos ante “el Árbitro de las naciones, el Juez de pueblos numerosos”. Con cierta frecuencia, al menos yo, imagino que ese día está lejos, y más lo pensarán los más jóvenes; atendiendo al ejemplo que trae a la memoria el Señor: “Así como sucedió en tiempos de Noé…”, todo seguía igual, “comían, bebían, se casaban, - dejaban que la vida transcurriera sin preocupaciones, sin mirar hacia dentro – hasta el día en entró en el arca…”; de dos durmiendo o en la molienda, “uno tomado, otro dejado”…, ¿quién?, ¿cuándo?, ¿seré el elegido?..., Y completando: ¿vigilo mi casa como lo que soy: “morada de Dios”, o permito el saqueo?

Él nos conoce y por ello nos advierte: “Estén preparados”, y nosotros le pedimos: “¡Despiértanos del sueño, Señor! Que advirtamos, más a fondo el significado del signo que eres Tú: “La Salvación está más cerca”, queremos crecer en el creer y actuar en consonancia.

viernes, 18 de noviembre de 2022

Festividad de Cristo Rey. 20 noviembre, 2022.


Primera Lectura:
del segundo libro del profeta Samuel 5: 1-3
Salmo Responsorial,
del salmo 121: Vayamos con alegría al encuentro del Señor.

Segunda Lectura:
de la primera carta del apóstol Pablo a los colosenses 1: 12-20
Evangelio:
Lucas 23: 35-43.

Es el domingo de la paradoja que confunde nuestros deseos e intereses, nuestras perspectivas, pero que, iluminados, desde la visión de Cristo, nos ayuda a comprender la magnitud del Amor del Padre, que, por nosotros, se ha hecho palpable en la entrega total del Hijo. 

En la Antífona de Entrada encontramos siete reconocimientos que, sólo pueden atribuirse al Cordero Inmolado; el siete como símbolo de plenitud y nos abre el Reino junto al Padre. No lo captaron ni las autoridades, ni el pueblo, ni siquiera sus discípulos, nosotros aún nos vemos envueltos en la penumbra del misterio, y por eso pedimos: “que toda creatura, liberada de la esclavitud, sirva a su majestad y la alabe eternamente.”  ¡Limpia los ojos del corazón para que veamos! 

David, es profecía y figura del Mesías, elegido por Dios, rey y pastor, conquistador de Jerusalén, unificador del reino del norte y del sur, pero no deja de ser una realeza terrena con todos los límites y debilidades del ser humano. La de Cristo es de orden divino y trascendente, y se realiza en la medida en la que, quienes lo queremos reconocer, nos alejemos del desorden, del mal y del pecado.  Cristo, Ungido, nos participa de esa unción para que seamos “Pueblo elegido, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de su propiedad.”   La luz aparece y por eso cantamos: “Vayamos con alegría al encuentro del Señor”. 

Que crezca esa luz y nos permita penetrar la profundidad del himno que entona San Pablo: “Aquel que es el primogénito de toda creatura, Fundamento de todo, donde se asienta cuanto tiene consistencia, Cabeza de la Iglesia, Primogénito de entre los muertos, Reconciliador de todos por medio de su Sangre.”  La paradoja endereza nuestras mentes, nos abre el horizonte, aunque nos sacuda con violencia, complementa lo escuchado en los domingos anteriores: “Morir para vivir.” 

¡Cómo habrá luchado Jesús para superar la última tentación, repetida tres veces: “¡A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios!“. Los soldados se burlan mientras le ofrecen el brebaje: “¡Sálvate a Ti mismo!”.  “Sálvate a ti y a nosotros”, grita uno de los ladrones. 

¡Qué fácil hubiera sido, para Él, bajarse de la Cruz! ¡Al darles gusto, hubieran creído en Él!, pero ese no era el camino, no era esa la Voluntad del Padre, y Jesús ya la había aceptado: “No se haga mi voluntad sino la tuya.”   ¡Qué difícil, aceptar este Reino tan diferente a los que conocemos! Sin lujo, sin poder, sin ejército, sino a través de una muerte cruel, deshonrosa, como fracaso de un desdichado… Este es nuestro “Camino, Verdad y Vida,  oímos, meditamos y sabemos pero allá, donde las ideas no duelen. 

Una vez más te pedimos: “auméntanos la fe”, para escuchar de Ti, en el último encuentro, como eco de esperanza, desde nuestro arrepentimiento que te quiere querer: “Yo te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.  

viernes, 11 de noviembre de 2022

33º ordinario, 13 noviembre 2022.--

Primera Lectura: del libro del profeta Malaquías 3: 19-20
Salmo Responsorial, del salmo 97: Toda la tierra ha visto al Salvador
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 3: 7-12
Evangelio: Lucas 21: 5-19. 

Celebramos el último domingo del tiempo ordinario, el próximo será la Fiesta de Cristo Rey con la q
ue finalizará el año litúrgico. 

Hace ocho días todo estaba teñido de “Vida Nueva”, del camino y llegada a la Patria; nada importó a los jóvenes perder los miembros y la vida porque la seguridad de la Resurrección ya la sentían internamente; esta certeza los fortaleció.

El Señor Jesús, único Puente para llegar al Padre, nos lo mostró como ES: “Dios de vivos”, y San Pablo nos exhortó a que permitamos que el Señor dirija nuestros corazones “para amar y para esperar, pacientemente, su venida.

Hoy, Jeremías, en la antífona de entrada, nos prepara para que con ánimo aquietado, miremos hacia la escatología y descubramos, mejor redescubramos que el Señor “tiene designios de paz, no de aflicción”, y sigamos invocándolo porque “nos escuchará y nos librará de toda esclavitud”. Ésta es la forma de preparar lo que, sin ella, sería de temer: “El día del Señor, como ardiente horno”; pero con ella: “brillará el sol de justicia que trae la salvación en sus rayos”.

De manera espontánea vuelve la pregunta que nos hicimos: ¿cómo y qué espero, no para el fin del mundo, sino para mi encuentro personal con Dios, para el fin de mi mundo, el ahora encerrado en la trama del espacio y el tiempo? Pidamos que nos atraviese, de parte a parte, la reflexión de San Juan: “En el amor no existe el temor; al contrario, el amor acabado echa fuera el temor, porque el temor anticipa el castigo, en consecuencias, quien siente temor aún no está realizado en el amor”.y nos daremos la respuesta adecuada…, si no la tenemos, aún hay tiempo para prepararla.

Las palabras de Jesús en el Evangelio, nos alertan para que continuemos analizando los “signos de los tiempos”; no es que ya estemos al final, pero parecería que la humanidad entera quisiera adelantarlo si continuamos destruyendo el planeta. ¡Cuánto egoísmo y ausencia de conciencia! ¡Cuánta soberbia y ansia de riqueza! ¿Pensamos, en serio, que lo único que nos acompañará en el último vuelo, serán las horas dedicadas a los demás? ¿Aceptamos que la valentía del testimonio a favor de Jesús y de los valores del Evangelio, nos deben causar molestias? La persecución por estar del lado de la justicia y de la verdad, será señal de que estamos bajo la Bandera de Cristo, “sin embargo, no teman, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

¡Señor que resuene constantemente en nosotros la Voz del Espíritu!: “Escribe: Dichosos los que mueren en el Señor; cierto, dice el Espíritu: podrán descansar de sus trabajos, pues sus obras los acompañarán” (Apoc. 14: 13).

sábado, 5 de noviembre de 2022

32 Ord. 6 noviembre 2022.-


Primera Lectura
: del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2, 9-14
Salmo Responsorial, del salmo 16: Al despertar, Señor, contemplaré tu rostro.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 2: 16 – 3:5
Evangelio: Lucas 20: 27-38.

Insiste la Antífona de Entrada: Dios escuche nuestras súplicas, “¿El que hizo el oído no va a oír? Hemos de preguntarnos qué tan constante es nuestra súplica, nuestra oración, la viva presencia de Dios en nuestras vidas. Escuchamos el eco de la advertencia de Jesús: “Oren sin intermisión.” Y del Salmo: “Al despertar, contemplaré tu rostro”. Vivir en la conciencia de futuro, de trascendencia, de sabernos caminantes no hacia “otra vida” sino hacia “La Vida Otra”, de la permanencia real de nuestro ser para siempre: “Para ser como en Ti al principio era”. Recordamos el Libro de la Sabiduría: “Si algo hubieras aborrecido no lo hubieras creado. Amas a todas tus criaturas.” Señal inequívoca de su Amor por nosotros: la existencia, ¿conmueve nuestra interioridad?: ¿permanece viva la conciencia de que vamos hacia Él? 

De la primera lectura, nos fijamos en el testimonio de vida eterna: de Resurrección: los jóvenes martirizados han aprendido de labios de su madre la rectitud y la fuerza de la fe: “Tú nos arrancas la vida presente, pero el Rey del Universo nos resucitará a una vida eterna, puesto que hemos muerto por fidelidad a sus leyes.” Y el cuarto, con el que termina el relato de hoy: “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se tiene la firme esperanza de que Dios nos resucitará. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.” Participamos de la vida divina y ésta es inmortal. Bajemos a nuestro interior y preguntémonos ¿por qué nos afanamos tanto por lo que no dura?

El Salmo nos confirma en esta fe: “Al despertarme, espero saciarme de tu vista”. Lo contemplamos con nuestros ojos. Ya lo decía Job: “Sé que mi Redentor vive y con estos ojos lo contemplaré, yo, no otro…”, (19:25-27), como contemplaron a Jesús Resucitado los Apóstoles. No sabemos cómo será el hecho mismo de la resurrección, pero sabemos que será. Y en esta fe y esperanza caminamos.

Pablo insiste en la gratuidad de la Gracia, de la Vida Eterna, por los méritos de Cristo; por Él tenemos el “consuelo eterno y una feliz esperanza” Y al final nos conforta, como él mismo se siente confortado: “Que el Señor dirija sus corazones para que amen a Dios y esperen pacientemente la venida de Cristo.”

¡Qué diferencia tan grande con los que no tienen esperanza! Los saduceos, fundamentalistas, arraigados exclusivamente en el Pentateuco, “se ríen de la resurrección” y proponen una trampa a Jesús. Aducen la Ley del Levirato (Deut. 25: 5-10), mantienen la visión inmediatista: Dar descendencia al nombre del hermano, físicamente ya que todo termina en esta tierra. Jesús responde de inmediato: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni morirán, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado.” Será una vida verdaderamente biológica, pero de otro nivel; y se nos se presenta Cristo Primogénito de los Resucitados, “vean, un fantasma no tiene carne y huesos como ven que yo tengo…, y todavía para tranquilizarlos más: ¿tienen algo de comer?”; este salto sobrepasa nuestra lógica, pero se confirma la Fe: Él está ahí, presente, conversando, comiendo, seguramente riendo con los.

La conclusión deja mudos a los saduceos y nos pinta de certeza la esperanza, la cita es tajante: “Dios de Abrahám, Dios de Isaac, Dios de Jacob, Dios no es Dios de muertos sino de vivos, para Él todos viven.” 

Miramos nuestro interior: ¿vivimos con el Dios vivo? ¿Hacemos creíbles nuestras acciones haciendo realidad las palabras del mismo Jesús?: “El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá.” Y, “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día.” San Pablo nos anima: “Los padecimientos de esta vida no son comparables con el peso de gloria que se revelará en nosotros.”