jueves, 28 de septiembre de 2023

26°. Ord. 1°. Octubre 2023.-


Primera Lectura:
del libro del profeta
Ezequiel 18: 25-28 
Salmo Responsorial, del salmo 24: Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 2: 1-11
Evangelio: Mateo 21: 28-32. 
 
“Haz honor a tu nombre, trátanos conforme a tu misericordia”;  si nos miramos solamente a nosotros, desde nuestra realidad de creaturas, fácilmente caeremos en el desánimo: ¡cuántas promesas hacemos y qué escasos cumplimientos!, ¿valdrá la pena seguir insistiendo?; por supuesto que sí; porque confiamos una y otra vez en la Bondad del Señor, en su paciencia, en su misericordia, en la multiplicación de su gracia para que aquilatemos la calidad de sus promesas y desde Él y con Él nos encaminemos a los bienes eternos. 
 
El Salmo nos alerta, ¿es cierto que la conciencia no me acusa?, ¿qué tan laxa   la tengo? Puedo tratar de engañarme a mismo pero no lo lograré. No en balde rogamos al Señor: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”. Apartarme de Ti es apartarme de mí; lejos de Ti y de mí, perderé el sendero de la Verdad, y ¿a dónde terminarán mis pasos?; que me repita con insistencia hasta que se convierta en conciencia presente que alumbre, que sosiegue, que sostenga el ánimo ascendente: “Acuérdeme que son eternos tu amor y tu ternura”. 
 
Desde este contexto comprenderé mejor la advertencia de Pablo: “nada por rivalidad ni presunción, tengan los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús”; ¿tener sus sentimientos sin conocerlo íntimamente?, ¿sin tratarlo personalmente?, ¿sin caminar al ritmo de sus pasos?, sin mucho pensarlo, sé que es imposible; ¡qué abismo de amor y de humildad, qué anonadamiento –ese hacerse nada-, sin propalar a los vientos su realidad divina, “haciéndose uno de tantos, tomando la condición de siervo, misterio insondable, siendo Dios, “se hace semejante a los hombres”, pobre, débil y pequeño como yo para que imitándole crezca de verdad! No se trata de buscar la exaltación sino la identificación en lo más preciso: Vivencia exacta de la meta, de la trascendencia que tanto necesitamos, no tanto por el premio de la gloria, sino por el gozo de estar en consonancia con Dios. Ya Él se encargará de “escribir nuestros nombres en el libro de la Vida”, y de que nuestro caminar llegue a su Principio. 

La Viña necesita trabajadores; el domingo pasado el Dueño salió a diversas horas y el pago fue desde la Justicia Divina, que rompió nuestra visión y, ¡ojalá!, nos haya hecho pensar lo que son “los caminos de Dios”. Hoypersiste el llamamiento y, precisamente, a los hijos: “Ve a trabajar a mi viña”. Las respuestas se repiten: “Sí, pero no fue”; respeto, corrección, que se quedan en un concepto vacío. “¡No quiero ir!, pero se arrepintió y fue”; retobo, mal humor, inmediatismo, comodidad; sin embargo: reflexión, discernimiento y acción. 

Resuena Ezequiel y nos remueve la conciencia. Resuena la Carta a los Filipenses y también resuena   dentro (2ª. Cor. 1:19): “Jesucristo no fue un ambiguo sí y no; en Él ha habido únicamente un sí.”  Estos son “los sentimientos que hemos de compartir con Cristo Jesús”. 

Sé y sabemos que la decisión no es fácil: “¡Qué angosta es la puerta y estrecho es el camino que llevan a la vida, y pocos dan con ellos!” (Mt. 7:14); “No basta con decirme, Señor, Señor, para entrar en el Reino de Dios, hay que poner por obra los designios de mi Padre del cielo.”  (Mt. 7: 21)  Y para consolidar el contenido del compromiso con frase de San Pablo en 1ª Cor. 4: 20: “Porque Dios no reina cuando se habla, sino cuando se actúa.”  ¡Cuánto encierra el verdadero “sí, Señor”!, digámoselo y realicémoslo ahora que aún tenemos tiempo!“Con Él a mi lado, no vacilaré”. (Salmo 16 (15): 8) 

  


viernes, 22 de septiembre de 2023

25° Ordinario, 24 de septiembre de 2023


Primera Lectura:
del libro del profeta Isaías 55, 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 144: Bendeciré al Señor, eternamente.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 20-24.27
Evangelio: Mateo 20, 1-16
 

NO DESVIRTUAR LA BONDAD DE DIOS

 

A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

 

Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo.

 

Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

 

Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar?

 

¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?

 

Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad.

 

Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.

 

Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.

 

José Antonio Pagola

 
 

viernes, 15 de septiembre de 2023

24°. Ordinario 17 septiembre 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Eclesiástico27:33, 28: 9
Salmo Responsorial, del salmo 109:El Señor es compasivo y misericordioso.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 14: 7-9 
Evangelio: Mateo 18: 21-35

Esperar en el Señor es haber encontrado el camino de la paz; su mirada de amor y misericordia nos llenará de fuerzas para poder servirle. 

El Eclesiástico, como Libro Sapiencial, hace que entremos hasta las más profundas entretelas de nuestro corazón y de nuestra mente. Sin hacer ofensa a nadie, pues todos llevamos, consciente o inconscientemente, heridas, actitudes destructoras que no queremos reconocer; en efecto, aun cuando no deseáramos usar la palabra “rencor”, ¿quién no ha sentido rabia, impotencia, ganas de venganza, de borrar del mapa a quien nos despreció o no escuchó nuestra proposición o, peor aún, se burló de ella? Pensemos un momento, aunque hayan sido segundos los que nos dejamos envolver por ese sentimiento, ¿sirvió de algo?, ¿arregló el problema?, ¿tuvimos la sana audacia y la palabra oportuna para exponer lo que bullía en nuestro interior? Y sobre todo, ¿caímos en la cuenta de que esos pensamientos negativos al único que afectaban era a nuestro propio ser? El otro ni se dio por enterado de la guerra que vivimos internamente y logró, porque se lo permitimos, quitarnos la paz. ¡Cuántas veces hemos meditado aquello de: “nadie te puede hacer perder tu paz, si tú no quieres perderla”! Con qué claridad termina el párrafo que hemos escuchado: “Recuerda la Alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas".

El Salmo consolida lo que verdaderamente perdurará: “El Señor no nos condena, ni nos gurda rencor perpetuo…, no nos trata como merecen nuestras culpas…, es compasivo como un padre con sus hijos". 

Si desde el punto de vista humano es tan importante que sepamos perdonar, que llevemos y sobrellevemos las flaquezas de nuestros prójimos como ellos llevan las nuestras, cuánto más si proyectamos este perdón con tintes de trascendencia. 

“Sea en vida, sea en muerte, somos del Señor".  ¿Lo somos de verdad? 

El Aleluya resume cuanto hemos percibido de Jesús y lo que Él espera de nosotros: amor sin cortapisas, sin condiciones, reflejando en hechos, en concreción que alivia, en comprensión, y, encontramos, otra vez, uno de los pilares de su Revelación: el perdón. 

Activos en pedirlo, remisos en darlo; ¿hacemos conciencia de cómo esperamos encontrar al Padre?.

El versículo 7° del capítulo 6° de Pablo a los Gálatas, hace estremecer: “¡Con Dios no se juega!”   


sábado, 9 de septiembre de 2023

23°. Ord. 10 septiembre 2023



Primera Lectura: del libro de profeta Ezequiel 33a
Salmo Resposorial,
del salmo 94: Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 13: 8-10. 7-9; 
Evangelio: Mateo 16: 15-20. 

Reconocer la justicia, la verdad, la rectitud, aun en un tiempo tan desbordado de subjetivismo, deberíamos aceptar que, racional y primariamente, debería ser lo normal; de hecho correspondería al proceder de una naturaleza humana bien hecha por Dios Creador y Padre: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno”, (Gén 1: 31) Si estamos tan bien hechos, ¿por qué nos encontramos, a veces, quizá más de las que querríamos, tan mal aprovechados? Por ello, en el imprescindible viaje a nuestro interior, en el intento de crecer coherentes con esa maravillosa creación de Dios, descubrimos la necesidad de reconocernos anhelantes de perdón y de fuerzas, de amor y de confianza, de apoyo y de sostén para que, en nuestra libertad, obremos “libremente en justicia, verdad y rectitud”.


Pidamos al Espíritu Santo nos guíe con su luz para que comprendamos y ubiquemos lo que su Palabra nos ha comunicado por medio del profeta Ezequiel y de San Pablo y que Jesús, Palabra Encarnada, nos pide en el Evangelio; con tales acompañantes se hará realidad lo que proclamamos juntos al responder al Salmo: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”.


El punto de partida lo marca el primer renglón del párrafo que oímos de la carta a los Romanos: “Hermanos: No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo, porque el que ama al prójimo, ha cumplido ya toda la ley…” Volviendo con esta perspectiva a lo que el Señor Dios dice a Ezequiel, queda de manifiesto que no se trata de enjuiciar ni condenar a nadie, sino de mirar con verdadero amor, con un deseo enorme de que la salvación se realice en todo ser humano, y todo ello porque hemos “escuchado” previamente al Señor, que nos revela, sin excepción, haber sido “constituidos centinelas para la casa de Israel”; misión que acompaña a todos los hombres y mujeres que nos queremos interesar vivamente por el bien de los demás; lejos de cualquier crítica vana, deseosos de comunicar, con el corazón en la mano, el camino que lleva a la vida porque lo vamos experimentando. ¡Qué gran responsabilidad velar celosamente por el bien profundo de los otros! ¡Qué responsabilidad ser espejos que ejemplifiquen el verdadero uso de la libertad! No es el Señor quien amenaza, no es Él quien condena, recordemos lo que dice Jesús: “Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mt. 9:13), y lo que dice San Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre viva”, son nuestras decisiones desquiciadas las que impidan que esa gloria se manifieste y que esa salvación sea efectiva y universal.

sábado, 2 de septiembre de 2023

22 Ord, 3 de septiembre de 2023


Primera Lectura:
del libro del profeta Jeremías 20, 7-9
Salmo Responsorial, del salmo 62: Señor, mi alma tiene sed de Ti.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 12, 1-2
Evangelio: Mateo 16, 21-27

El dicho está recogido en todos los evangelios y se repite hasta seis veces: “Si uno quiere salvar su vida, la perderá, pero el que la pierde por mí, la encontrará”. Jesús no está hablando de un tema religioso. Está planteando a sus discípulos cuál es el verdadero valor de la vida.

El dicho está expresado de manera paradójica y provocativa. Hay dos maneras muy diferentes de orientar la vida: una conduce a la salvación, la otra a la perdición. Jesús invita a todos a seguir el camino que parece más duro y menos atractivo, pues conduce al ser humano a la salvación definitiva.

El primer camino consiste en aferrarse a la vida viviendo exclusivamente para uno mismo: hacer del propio “yo” la razón última y el objetivo supremo de la existencia. Este modo de vivir, buscando siempre la propia ganancia o ventaja, conduce al ser humano a la perdición.

El segundo camino consiste en saber perder, viviendo como Jesús, abiertos al objetivo último del proyecto humanizador del Padre: saber renunciar a la propia seguridad o ganancia, buscando no solo el propio bien sino también el bien de los demás. Este modo generoso de vivir conduce al ser humano a su salvación.

Jesús está hablando desde su fe en un Dios Salvador, pero sus palabras son una grave advertencia para todos. ¿Qué futuro le espera a una Humanidad dividida y fragmentada, donde los poderes económicos buscan su propio beneficio; los países, su propio bienestar; los individuos, su propio interés?

La lógica que dirige en estos momentos la marcha del mundo es irracional. Los pueblos y los individuos estamos cayendo poco a poco en la esclavitud del “tener siempre más”. Todo es poco para sentirnos satisfechos. Para vivir bien, necesitamos siempre más productividad, más consumo, más bienestar material, más poder sobre los demás.

Buscamos insaciablemente bienestar, pero ¿no nos estamos deshumanizando siempre un poco más? Queremos “progresar” cada vez más, pero, ¿qué progreso es este que nos lleva a abandonar a millones de seres humano en la miseria, el hambre y la desnutrición? ¿Cuántos años podremos disfrutar de nuestro bienestar, cerrando nuestras fronteras a los hambrientos?

Si los países privilegiados solo buscamos “salvar” nuestro nivel de bienestar, si no queremos perder nuestro potencial económico, jamás daremos pasos hacia una solidaridad a nivel mundial. Pero no nos engañemos. El mundo será cada vez más inseguro y más inhabitable para todos, también para nosotros. Para salvar la vida humana en el mundo, hemos de aprender a perder.

 

José Antonio Pagola