Salmo Responsorial, del salmo 23: Ya llega el Señor, el Rey de la Gloria.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 1: 1-7
Aclamación: He aquí que la Virgen concebirá y dará
a luz a un hijo, y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir
Dios-con-nosotros.
Evangelio: Mateo 1: 18-24.
Toda la Creación se une en
asombro, en expectativa, en esperanza: “Destilen,
cielos, el rocío, y que las nubes lluevan al Justo; que la tierra se abra y
haga germinal al Salvador”, unámonos a esta petición y preparémonos a
recibir la caricia del rocío, de la lluvia y a recibir de la tierra el Fruto
Nuevo.
Más gozosos que la creación, somos
los que “hemos conocido por el anuncio
del ángel la encarnación del Hijo de Dios, para que lleguemos – siguiendo
sus pasos, su mirada, sus preferencias, que sobrepasan todo entendimiento
humano -, por su pasión y su cruz, a la
gloria de la resurrección”.
La petición condensa cuanto hemos
meditado durante el tiempo de Adviento: nuestra Patria nos aguarda y el único
Camino es Jesucristo, Mediador, desde su Naturaleza Divina que lo constituye en
“Emmanuel”, Dios con nosotros, y su
naturaleza Humana, verdadero hombre “del
linaje de David”, en esa misteriosa y maravillosa unión en una sola Persona
Divina, cuyos méritos son infinitos y por ello capacesde salvar a todos los
hombres.
En la primera lectura, Isaías se
opone a que Ajaz haga alianza con Asiria para defenderse de Damasco y Samaria,
pues la única Alianza sólida es con Yahvé; es el mismo Dios quien invita al
rey, y, en él a nosotros, a confiar, a renunciar a la seguridad aparente y
lanzarse y lanzarnos, dejarse y dejarnos en sus manos, como Él se ha puesto en
las nuestras a pesar de cómo lo tratamos y lo relegamos al olvido. La
confirmación de que su amor es verdad, viene en la profecía: “El Señor mismo les dará una señal. He aquí
que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de
Emmanuel”. Desde la más antigua tradición cristiana este oráculo tiene un
horizonte profético profundo, que se va haciendo patente a las generaciones
sucesivas; la garantía de la continuidad dinástica tiene su razón de ser en el
heredero mesiánico; la salvación sigue gravitando hacia El Salvador.
Esta aplicación la expresa con toda
claridad Pablo, todo es Gracia, fundada en Jesucristo, a fin de que todos los
pueblos acepten la fe para gloria de su nombre; “entre ellos se encuentran ustedes, llamados a pertenecer a Cristo
Jesús; en Él la paz de Dios, nuestro Padre”.
Dios espera nuestra cooperación en
el misterio de la salvación, tal como lo hicieron María y José. La aceptación
por la fe, el ¡sí! al plan de Dios, sin pedir más explicaciones. El fiat de María. La justicia de José que
vive “el santo temor de Dios”, piadoso, profundamente religioso, que confía más
en María que en sí mismo y experimenta lo que muchas veces habría cantado: “El Señor está siempre cerca de sus fieles”,
le hace superar el estupor, lo incomprensible y crecer en la certeza de que
lo bueno para todos los hombres, es “estar junto a Dios”. Imitemos a María y José en ese estar junto a
Cristo y que nos enseñen a disponernos, como ellos, a seguir la voluntad de
Dios con toda fidelidad.