Primera
Lectura: del libro de la Sabiduría 3: 1-9
Salmo
Responsorial, del salmo 26: Espero ver la bondad del Señor.
Segunda
Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 3: 14-16
Aclamación: Vengan benditos
de mi Padre, dice el Señor; tomen posesión del Reino preparado para ustedes
desde la creación del mundo.
Evangelio:
Mateo 25: 31-46.
"Somos peregrinos, vamos de
pasada y no tenemos aquí ciudad
permanente." El vivo recuerdo de nuestros difuntos, nos pone en la
tesitura del puente que comenzamos a cruzar desde el momento de nuestro
nacimiento. Al hacer nuestra la referencia paulina en la Antífona de Entrada,
cobra vida propia cada paso "hacia el encuentro." "Voy hacia
Dios y Dios hacia mi encuentro avanza, en medio de los dos, Camino hecho
silencio, el ser de la Palabra." "En
Él vivimos, nos movemos y existimos."
Inicia con una condicional que,
espero, se haya purificado en nosotros: "Si
creemos." Estoy seguro de que nuestra Fe se va consolidando, con la
ayuda del Señor, con nuestra oración, reflexión y análisis de la vida, de otra
forma ni siquiera estaríamos aquí. La Esperanza alienta, fortalece e ilumina: "Es prueba de realidades que no se
ven", pero que cobran validez al venir de quien vienen: "Creemos que Dios llevará con Él a los
que mueren en Jesús."
No podemos negar que estamos ante un
misterio y ante una realidad que con frecuencia nos intimida; si acaso regresan
esos pensamientos negativos, volvamos a releer, despacio, el fragmento de la 1ª
Lectura: Los que no creen, los que se aferran a las realidades temporales,
piensan que todo terminará fatalmente, pero, atendamos a lo que sigue: "Los justos están en paz. Esperan la
inmortalidad." Probablemente
nos hagamos la misma pregunta que los discípulos: "¿Qué es eso de la resurrección?" La respuesta es Cristo mismo, vivo, palpable,
glorioso y "los que son fieles a su
amor permanecerán a su lado." Podríamos imaginar que es un salto al vacío, pero al dar el paso, constataremos que
no hay tal, "porque Dios ama a sus
elegidos y cuida de ellos." Nos
contaremos, felizmente entre ellos, si le pedimos profundizar y realizar en
conjunto lo que nos indica San Juan y las palabras de Jesús en el Evangelio: "El que ama ha pasado de la muerte a la
vida. Y a ejemplo de Cristo hemos de estar prestos a dar la vida por nuestros
hermanos." Quizá jamás nos pida
que derramemos físicamente nuestra sangre por ellos, pero sí que nos mostremos
activamente preocupados y serviciales por cada ser humano; ésta es la Caridad,
el Amor hecho realidad.
Curiosamente, en el Juicio de las
Naciones, parecería que ha desaparecido el Primer Mandamiento: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas...," y brilla, con luz propia, el segundo: "Amarás a tu prójimo" - en
serio, en la actuación sin límites, en la cercanía, en la sonrisa, en el
desprendimiento, en la atención llena de ternura..., la razón del llamado: "Al Reino preparado desde la creación del
mundo", la expresa sin rodeos, el mismo Jesús: "lo que hicieron con el más insignificante de mis hermanos,
conmigo lo hicieron."
Comprendemos que será totalmente
imposible entregarnos a los demás si no está nuestro interior lleno del AMOR de
Dios. Imposible amar a los demás si no lo amamos a Él; imposible amarlo a Él si
no amamos a los demás. Pensemos en los que ya nos han precedido, en su
ejemplaridad, en sus consejos, sin juzgarlos, sacar provecho de los fallos y
preparar, desde ahora, pues no sabemos ni el día ni la hora, las respuestas
adecuadas del examen final. Como nos dice San Juan de la Cruz: "Al
atardecer de tu vida te examinarán del Amor."
¡Conocer las preguntas previamente y
reprobar, sería lo más frustrante de nuestra vida; lo único frustrante!
Con corazón inflamado de Certeza,
que va más allá de la "esperanza", agradezcamos al Señor que aún nos
deja tiempo para que nuestra respuesta sea la que Él y nosotros esperamos.