jueves, 27 de marzo de 2014

4° Cuaresma, 30 Marzo 2014.

Primera Lectura: del primer libro del profeta Samuel 16: 1, 6-7, 10-13
Salmo Responsorial, del salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me falta. 
Segunda Lectura; de la carta del apóstol Pablo a los efesios 5: 8-14
Aclamación: Yo soy la Luz del mundo, dice el Señor, el que me sigue tendrá la luz de la vida. 
Evangelio: Juan 9: 1-41.

A medio camino hacia la Pascua, la Iglesia nos invita a alegrarnos porque se acerca la abundancia del consuelo; porque hemos crecido en el acercamiento a Dios y a nuestros corazones y la alegría, que irradia desde dentro, nos anima a continuar el peregrinaje.

Jesús ya  ha reconciliado a la humanidad entera; de nosotros espera que continuemos preparándonos con fe y entrega a la culminación de esta salvación.

La mirada de Dios penetra los corazones, no se queda en las apariencias. Samuel, al fin ser humano, se deja impresionar por el aspecto y la estatura, pero escucha al Señor y aguarda a que llegue “el más pequeño” para ungirlo. Lo hace “como en secreto”, todavía tendrá que pasar muchas peripecias para guiar a su pueblo; lo que debemos percibir claramente e intentar proyectarlo, pues ya fuimos ungidos, es que a partir de aquel día, el Espíritu del Señor estuvo con David.”  Cómo se afianza la realidad de que “la fuerza de Dios reluce en la debilidad”, y “cuando soy débil, soy fuerte, porque vive en mí la fuerza de Dios”. “No yo, sino la gracia de Dios conmigo”.

David de pastor de ovejas, será el Pastor que guíe a Israel; Cristo el Buen Pastor nos conduce a verdes praderas, a aguas cristalinas, ilumina nuestro camino por cañadas obscuras, es fiel a sus promesas, llena nuestra copa hasta los bordes, su bondad y su misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida. ¿A quién temeremos si de verdad lo seguimos?

Ya somos “hijos de la luz, no de las tinieblas, aunque una vez lo fuimos, ya no lo somos, levantémonos pues el mismo Cristo es nuestra Luz”.  Mostrémonos como tales con frutos “de bondad, santidad y verdad”,  “cuanto es iluminado por la Luz, se convierte en luz.”. Los cristianos no podemos vivir apagados.

San Juan, en el Evangelio, largo pero ilustrador, nos muestra paso a paso las oposiciones a Cristo, consolador y siempre cercano a los más necesitados. El milagro provoca tensiones y reacciones diferentes: miedo en los padres del ciego, rabia e incredulidad en los fariseos, audacia y valentía en el ciego que ahora no solamente ve las maravillas de la creación, sino que va mucho más allá: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en Él?”, Jesús se le revela con toda claridad: “Ya lo has visto, el que está hablando contigo, ese Es”.  La inmediata respuesta del ciego curado por fuera y por dentro, tiene que ser la nuestra: “Creo, Señor”. “Y postrándose lo adoró”.

Reescuchemos con gran atención el final: “Yo he venido para que se definan los campos, para que los ciegos vean y los que ven queden ciegos”. ¿A qué campo pertenecemos?

Pidámosle confiadamente: ¡Señor cura nuestra ceguera, esa, la interior, la de la soberbia, la que no nos deja verte porque nos miramos demasiado a nosotros mismos, la que se fija más en las creaturas que en Ti, Creador y Señor, Amigo y Compañero de nuestro peregrinar hacia Ti! Ya nos has revelado tu amor, que todo nuestro ser te responda como el ciego: “Creo, Señor”  y con reverencia agradecida Te adoremos.


viernes, 21 de marzo de 2014

3° Cuaresma, 23 marzo 2014.



Primera Lectura: del libro del Éxodo 17: 3-7
Salmo Responsorial, del salmo 94: Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 1-2, 5-8
Aclamación: Señor, Tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed.
Evangelio: 4: 5-42.

“Un espíritu nuevo que purifica y cura…” ¿de dónde viene esa maravilla que anima, que reúne, que otorga y posibilita lo que juzgábamos imposible: “Sean santos porque Yo soy santo”, lo seremos con la abundancia de agua que Él mismo nos ofrece. Parecemos israelitas, olvidamos rápidamente  las maravillas que el Señor ha hecho y sigue haciendo por nosotros, nos preguntamos: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?” Queremos constatación, entablamos discusión, como ellos en Masá y Meribá, y “ponemos en prueba a Dios”; ¡triste constatación de que la Opción Fundamental no es decidida, convencida ni confiada!

El Señor, paciente y amoroso, hace brotar agua de la roca y al mismo tiempo, que el pueblo pase, de la murmuración, a la confianza: de verdad el Señor está con nosotros. ¡Cómo necesitamos abrir los ojos y mantenerlos fijos en el Señor! ¡Abrir los oídos para “no ser sordos a su voz”! Ojalá resonara fuerte la indicación del Padre, que escuchábamos el domingo pasado: “Éste es mi Hijo en quien tengo todas mis complacencias, escúchenlo”. Está y sigue estando como Palabra viva, como Guía seguro, como Camino y Verdad. La Alianza ha sido sellada, inquebrantable porque Cristo es el Mediador, renovemos nuestra adhesión por medio de la fe.

La justificación, la liberación, la filiación, como nos dice San Pablo, ha sido ofrecida y realizada por Jesús; Él nos abre la puerta de la gracia, y al venir de Dios “no defrauda”, porque la esperanza nos llega por “el amor que ha infundido en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo”, nueva oportunidad para preguntarnos si creemos y gustamos este don. Cada uno de los hombres, todos nosotros, éramos incapaces de salir del pecado, pero el Dios de perdón y misericordia nos da la prueba más clara: “Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores”; ¡cómo no va a resonar en nuestro interior la palabra misma de Jesús: “Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos”! (Jn. 15: 13). ¡Firme columna para robustecer nuestra Opción Fundamental!, a nosotros nos ha llamado “amigos”. (Jn. 15: 15), ¿deseamos serlo?

Como la samaritana, estamos sedientos; hemos buscado la felicidad, la realización, la vida, por senderos equivocados, ¡no hemos encontrado!, perdura la sed. La samaritana no lo sabe, nosotros lo sabemos, se ha encontrado con la Fuente de agua viva; su actitud inicial es de extrañeza, luego de cierta agresión, pasa a la curiosidad ante la respuesta de Jesús: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva”; no comprende, hay en su pregunta un dejo de mofa, se ha quedado en lo inmediato y reacciona en ese mismo nivel: “Dame de esa agua para que no tenga que venir hasta acá a buscarla”. Siente escozor ante la propuesta de Jesús, la confrontación la hace trastabillar y cambia el giro: “Veo que eres profeta…”, y prosigue: “¿Dónde hay que dar culto a Dios?”. Jesús, fiel a su misión, abre su corazón: “He venido a salvar lo que estaba perdido”, (Lc. 19: 10) y le revela su identidad: ¿el Mesías?, “Soy Yo, el que habla contigo”. Corrobora Jesús lo que había dicho antes: “Los que quieran dar culto verdadero, adorarán al Padre en espíritu y en verdad”.

¿Está o no está el Señor con nosotros? La samaritana corrió a participar su maravilloso encuentro personal con Dios, su proceder incita a todos a buscar ese mismo fruto y a constatar que hay “un manantial de agua que salta hasta la vida eterna”.

En la Eucaristía, en la meditación de la Palabra, encontraremos la fuerza para participar a todos que verdaderamente Dios está con nosotros.

domingo, 16 de marzo de 2014

2° de Cuaresma, 16 marzo 2014.


Primera Lectura: del libro del Génesis 12: 1-4
Salmo Responsorial, del salmo 32: Señor, ten misericordia de nosotros.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo 1: 8-10
Aclamación: En el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre, que decía: “Este es mi Hijo amado, escúchenlo”.
Evangelio: Mateo  17: 1-9.

“¿Recuerdo que tu ternura y tu misericordia son eternas? ¿Estamos convencidos de esta realidad? Él se nos presenta en cada creatura y más en lo escondido de nuestro corazón. Está en el rostro de cada hombre, por difícil que nos sea comprenderlo; ¿lo encontramos de verdad? Tenemos claros los modos y el camino, ¿por qué  retrasamos el Encuentro?

La Fe, así con mayúsculas es el resultado del encuentro con Dios. Conlleva la aventura de salir de nuestros propios criterios, para que, desde un conocimiento que no es inmediatamente perceptible en la integridad de su contenido; surja la confianza y nos animemos a seguir adelante como Abraham. Esta Fe que ha alimentado y sostenido a miles antes de nosotros, se dejaron guiar por ella en medio de la niebla “a la tierra que Yo les mostraré”. El patriarca vive colgado de la esperanza, ha aceptado que “Dios no miente”; la gracia le ha hecho entrever Quién lo llama; todo es futuro, nada es evidente, ni tierra ni descendencia, ya se cumplirán en Jesucristo, culmen de la revelación, superará los límites geográficos, ya  es anuncio del Reino, de la Patria definitiva.

“Abraham partió, como se lo había ordenado el Señor”, llamamiento que no proviene de sus méritos; exactamente igual nos llama a nosotros, no por nuestros méritos, sino, como escuchamos en la Carta a Timoteo, “porque Él lo dispuso gratuitamente”; ¿ya iniciamos el peregrinaje o hemos preferido quedarnos en un inmovilismo estéril, aferrados a lo que pensamos que tenemos ya como posesión? Aquí puede estar la causa del por qué retrasamos el Encuentro.

El don ha sido por medio de Cristo Jesús, en su manifestación, en su fidelidad, conseguido por la totalidad de su vida y específicamente porque “con su muerte destruyó nuestra muerte” y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad por medio del Evangelio; hemos de escuchar y hacer vida, porque no acabamos de percibir lo que oiremos en el Prefacio: “que la pasión es el camino de la resurrección”; querríamos una contemplación agradable, que engolfa nuestro egoísmo lejana del compromiso; sin duda es mejor oír la invitación que viene del Padre: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”, aunque de momento nos haga caer en tierra “llenos de un gran temor”, al abrir los ojos, los oídos y el corazón,  encontraremos la voz cálida y la palmada cariñosa de Jesús que nos anima:  “Levántense y no teman”, mediten y crean en lo que han visto: la seguridad del resplandor de la vida que espera a toda la humanidad: “el Hijo del hombre y con él todos, resucitaremos de entre los muertos”.

Jesús no nos pide silencio como a los tres discípulos; ahora, al contrario debemos dar fe del Resucitado, con palabras y obras. Contamos con la Gracia para un seguimiento decidido, para supera toda dificultad y mostrar, que no solamente hemos oído sino, de verdad, escuchado al Padre y a Jesús, la Palabra Encarnada.

viernes, 7 de marzo de 2014

1° Cuaresma, 9 marzo. 2014.


Primera Lectura: del libro del Génesis 2: 7-9, 3: 1-7
Salmo Responsorial, del salmo 50: Misericordia, Señor, hemos pecado.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los romanos 5: 12-19
Aclamación: No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Evangelio: Mateo 4: 1-11.

En la Antífona de Entrada volvemos a encontrarnos con la invitación a orar, a invocar, a confiar en el Señor; estoy seguro que lo hacemos en la angustia y la tristeza y habrá que hacerlo en toda ocasión: “oren sin intermisión”, con la convicción ardiente de estar auténticamente colgados de Él, y así “crezcamos en el conocimiento de Jesucristo y llevemos una vida más cristiana.”

Hace unos días recordábamos nuestro origen: “polvo”; hoy el Génesis ilumina ese polvo con el Aliento de Dios, con la vida de Dios, que nos “asemeja a Él”; por eso no terminaremos en el perecer porque la resurrección nos aguarda

El capítulo 3° del Génesis, narra nuestra historia; “por el pecado entró la muerte en el mundo”, es el desenlace de un diálogo que nunca debería haber comenzado, fue el mirar con otros ojos: “vio que el árbol era bueno para comer, agradable a la vista y codiciable para alcanzar sabiduría”; ¿sabiduría al margen de Dios?, mirémonos junto a Adán, “desnudos, enredados en la mentira que empuja a esconderse de Dios”.  Pecado: querer ser como Dios, pero sin Dios. La Cuaresma nos recuerda: “Ahora es el tiempo oportuno, el tiempo de la conversión”, ¿cuántos no la han descubierto?, a nosotros el Señor nos brinda la oportunidad.

El camino a elegir está delante: ¿ser como el primer Adán, o asemejarnos a Cristo, el nuevo Adán? En Éste “recibimos el don de la Gracia y la Justificación.”  Él quiso experimentar la tentación en la realidad humana que había asumida: “en todo semejante a nosotros, menos en el pecado”, y enseñarnos el modo de proceder ante el tentador: ¡nada de diálogo!, sino tajante y fiel a su Misión, fiel a la voluntad del Padre, lejos de servirse de su filiación divina para provecho propio: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de la boca de Dios.”  Nada de sensacionalismos, ¿bajar volando desde lo alto del templo?: “no tentarás al Señor tu Dios”.  Quiere recorrer el camino de todo hombre sin manejar a Dios. Reconoce y afirma que solamente hay un Absoluto, el Padre y “que toda creatura es como flor de heno que florece en la mañana y por la tarde no parece”, poder, riqueza, fama, son realidades efímeras, el Único que permanece es Dios: “¡Retírate, Satanás!”, porque también está escrito: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás.”  Así es la vivencia de la Palabra de Dios.

Aprendamos la lección; las tentaciones seguirán acechándonos, y aunque lo mejor es huirlas, Jesús ya trazó el camino para superarlas: ayuno, oración, cercanía a Dios, confianza, fortaleza y convicción.

Recordemos la advertencia de San Pedro: “Miren que el demonio, anda como león rugiente, buscando a quién devorar; resístanle firmes en la fe.”  (1ª. 5: 8-9) y la de San Pablo, plena de confianza: “Fiel es Dios que no permitirá que seamos tentados más allá de nuestras fuerzas. Más aún, nos dará modo para resistir con éxito.”  (1ª. Cor. 10: 13) ¡Ánimo! “que las tribulaciones de este mundo, producirán un imponderable peso de gloria.”  (2ª. Cor. 4: 17-18)

Dios es quien nos espera, Él es nuestro premio, ¿qué creatura podría suplantarlo?