Primera Lectura: del libro del Deuteronomio 4: 1-2, 6-8
Salmo Responsorial, del salmo 24: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Santiago 1: 17-18,21-22,17
Evangelio: Marcos 1-8, 14-15, 21-23.
Orar es, dice el catecismo de Ripalda: “elevar el alma a Dios y pedirle mercedes”. “Todo el que pide recibe y al que llama se le abre…”. La Palabra de Dios es Verdad, creamos que está pendiente de nosotros, de nuestra búsqueda, y, que su amor nos responde de inmediato, pero necesitamos detenernos a analizar qué es lo que pedimos, con un horizonte que vaya mucho más allá de nuestro pequeño mundo de necesidades personales. “El Padre sabe lo que nos hace falta, antes de que se lo pidamos”. a Él le agrada que confiemos en su bondad, en su largueza, en su generosidad; que confiemos, de verdad en que es nuestro Padre. Su Gracia, que es Él mismo, que es la Trinidad actuante, nos hará perseverar en la decisión de vivir tomados de su mano.
Los tres domingos anteriores, espero nos hayamos interiorizado en la invitación del salmo y habremos hecho la prueba y visto qué bueno es el Señor, lo habremos comprobado, no de oídas, sino vivencialmente, “que su Bondad llena la tierra”, que nos abraza a cada uno, como somos, personales y concretos, únicos, pequeños, limitados, pero hijos e hijas. Esta experiencia viene desde la escucha de su Palabra que se muestra patente por sus obras y espera de nosotros la respuesta libre y coherente al gozo de tenerla. Continuamos la historia, la verdadera, cuando Dios entra en ella y aceptamos caminar a su lado: “Escucha, Israel, los mandatos y preceptos que te enseño para que los pongas en práctica y vivas en paz”. Mandamientos que son Sabiduría de Dios, no queramos enmendarle la plaña.
Sabemos los Mandamientos de memoria, ahora nos preguntamos si son faros que guían nuestras vidas, si son el camino para mostrarnos gratos a sus ojos.
Nos ha dado otro regalo, que su Palabra surta efecto y se convierta en acción.
Mirándonos desde Dios y mirándolo a Él, sirvamos al hermano, para llegar, así,
a concretar su deseo: “ser primicia de
las creaturas”. Otro faro reluce y nos recuerda que “todo don perfecto viene de arriba, del Padre de las luces”, camino
seguro sin desviaciones.
La tradición no es mala, el grave error es no discernir si aún nos lleva a
Dios, si no nos ha encerrado en culto inútil. Jesús no se opone a esas
tradiciones, las orienta y las supera. Es el corazón lo que necesitamos lavar,
y al decir corazón, nos dice: el ser entero, tu propio “yo”, el que toma
decisiones, el que proyecta lo que tienes dentro.
Nuestra preocupación primera es revisar el pasado, y hacer palpable, ahora, la
aceptación audaz de Jesucristo, sin ocultarnos con el velo de tradiciones
humanas, por muy venerables que pudieran parecer. ¡Señor ayúdanos a mirarte sin
miedo de nosotros, sin reticencias que quieren adaptarte a lo fácil ¡Danos un
corazón nuevo del que broten frutos de justicia y santidad! ¡Danos apertura a
tu Espíritu que limpia por entero nuestro ser de creaturas!