viernes, 18 de junio de 2021

12°. Ordinario, 20 junio 2021.-


Primera Lectura:
del libro de Job 18: 1, 8-11

Salmo Responsorial, del salmo 106:
Demos gracias al Señor por sus bondades.

Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los corintios. 5: 14-17

Evangelio: Marcos 4: 35-411
 

En las Sagrada Escritura vamos encontrando rasgos de nuestra propia historia, la personal, la que tenemos que enfrentar, aun cuando no lo quisiéramos; preguntas que nos hace Dios mismo, reproche de parte de Jesús. En nuestro mundo, peligros que nos envuelven por todas partes: enfermedades, epidemia, secuestros, asaltos, corrupción, muerte. ¿Cómo reaccionamos ante lo que va mucho más allá de nuestras posibilidades para encontrar soluciones satisfactorias?, ¿hacia dónde volver nuestra mirada?

Repitamos la antífona de entrada, y pidamos la fuerza del Espíritu para que la convicción sea auténtica: “Firmeza es el Señor para su pueblo, defensa y salvación para sus fieles. Sálvanos, Señor, vela sobre nosotros y guíanos siempre”, ahí está el camino seguro, no cueva de resguardo, sino fortaleza para ver hacia delante. Sentiremos miedo, como los apóstoles, como el mismo Jesús en el huerto ante la pasión, los sufrimientos y la muerte, pero, con Él, superaremos la cobardía que, aunque nos apene, confesamos presente.

Aprendamos de Job, escuchemos al Señor. Leamos los capítulos 38 a 41 y nos reconciliaremos con nuestra realidad de creaturas; aceptaremos que el misterio del cosmos y la historia de cada hombre, con sus enigmas e incógnitas, están en manos de Dios. No de un Dios que nos habla desde la tormenta y que tendría poder para aniquilarnos, sino del Dios Creador, del Dios pacificador, del Dios que nos revela Jesucristo y afirmaremos con Job: “Te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza”. (41: 5-6) De verdad podremos decirlo si hemos intentado “verlo” en y a través de Jesucristo: “Imagen del Dios invisible, nacido antes de toda creatura, modelo y fin del universo creado, Él es antes que todo y el universo tiene en Él su consistencia”. (Col. 1: 15-16)

El fragmento de Pablo a los corintios nos muestra el criterio de nuestros quereres y pensares, “es el amor de Cristo el que nos apremia” y hace que desaparezcan los juicios meramente humanos, es el “vivir como creaturas nuevas, porque vivimos según Cristo”. Egoísmos, miopías y encerramiento del yo, “han pasado y todo es nuevo”. La novedad redescubierta es que Dios mismo “nos ha arraigado en su amistad”, amistad que nos hace vivir en la reciprocidad del amor, tan universal como el de Dios, de modo que abrace a todos los hermanos. Ahí está la indicación de Jesús: “Vamos a la otra orilla”; hacia tierra extraña y hostil, necesitan atravesar el lago, la tormenta acecha, Jesús duerme, la barca se inunda, los discípulos temen.., es la realidad que ahora vivimos, el cristianismo se encuentra en medio de una fuerte tempestad y el miedo se ha apoderado de nosotros, nos enfrentamos a una cultura extraña, el encuentro nos atemoriza, el futuro es incierto, olvidamos que Jesús nos acompaña. Nos confesamos impotentes. ¡Despertemos al Señor, para que Él nos despierte; no temamos su reproche, ¡será salvífico y revivificará nuestra fe!

Jesús todavía puede sorprendernos, su voz calmará la tempestad y acallará nuestros miedos. El Resucitado sigue actuando en nuestro mundo y está esperanzado en nuestra adhesión, a Él y al Reino, para inaugurar una fase nueva en la historia del cristianismo.

Esperar los milagros, sería infantil, grosero, superficial e inútil, más fruto del temor, que, del amor sincero, la confianza y la fe. No es que dejes de escuchar la voz de nuestra angustia: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”, más bien quieres que demos otro paso, no querer a Dios a nuestro servicio, sino el que nos aleje de lo fácil, el que encuentre en el milagro de tu entrega, la revelación del amor que Dios nos tiene.

Tu reproche, purifica: “¿Por qué tienen tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Si Tú estás en mi barca, aunque parezcas dormido, con saber que ahí estás, debe bastarme: “Con el Señor a mi lado jamás temerá mi corazón”. Que seamos audaces y valientes, totalmente confiados como Santa Teresa: “Nada te turbe, nada te espante. Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta.”