Primera Lectura: del libro del Génesis 18: 1-10
Salmo Resposnsoral, del salmo 14: ¿Quién será grato a tus ojos, Señor?
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los colosenses 1: 24-28
Evangelio: Lc. 10: 38-42.
En unión con la Iglesia Universal, te pedimos que multipliques los dones de tu gracia, esas virtudes que dicen directamente contigo: la fe, la esperanza, la caridad que es amor; sin ese amento, no seremos nunca capaces de mantenernos en tu servicio y ni en el servicio a los demás.
¿De dónde sino de Ti puede venir la capacidad de escucha, de hospitalidad, de contemplación y de una acción que no nos sirva de vano escudo para atender tu llamado? Meditábamos el domingo pasado qué difícil es recibir con amabilidad a un desconocido y ahora nos haces comprender lo que muchos años después, inspiraste al escritor de la carta a los Hebreos, en 13:2: “No se olviden de la hospitalidad; gracias a ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”, y, en ellos, a Ti, como le sucedió a Abrahám. Recibirte es acoger la promesa, es, vivir ya la salvación.
Muchos han visto, en el relato del Génesis, una anticipación de la Trinidad, “misterio mantenido oculto desde siglos y generaciones y que ahora has revelado a tu pueblo santo”, que, unido a las tribulaciones de Cristo, Dios hombre, nos invita a acoger a todo hombre, sin distinción de raza, pueblo o nación, para llevar a cabo la obra de la redención.
¿Qué podemos los hombres ofrecerte que sea grato a tus ojos?: “Honradez, justicia, sinceridad y apertura”, y cómo lograrlo sino contemplándote y escuchando tu palabra desde la Palabra para iluminar la acción. Son demasiadas exterioridades las que nos preocupan, cuando “una es necesaria”, que sepamos escogerla y, como el prudente del Evangelio, cimentados en Roca, llevarla a cabo.
María y Martha nos muestran el camino de conjunción, el que, sin duda, ya habremos escuchado: “Ser contemplativos en la acción”; que Jesús Eucaristía nos ayude a esa conversión tan necesaria.