viernes, 31 de octubre de 2025

Los fieles difuntos. 2 noviembre, 2025.-

Primera Lectura: del libro de la Sabiduría 3: 1-9
Salmo Responsorial, del salmo 26: Espero ver la bondad del Señor..
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Juan 3: 14-16
Evangelio: Mateo 25: 31-46

"Somos peregrinos, vamos de pasada y no tenemos aquí ciudad permanente." El vivo recuerdo de nuestros difuntos nos pone en la tesitura del puente que comenzamos a cruzar desde el momento de nuestro nacimiento. Al hacer nuestra la referencia paulina en la antífona de entrada, cobra vida propia cada paso "hacia el encuentro." "Voy hacia Dios y Dios hacia mi encuentro avanza, en medio de los dos, camino hecho silencio, el Der de la palabra." "en él vivimos, nos movemos y existimos."

Inicia con una condicional que, espero, se haya purificado en nosotros: "sí creemos." Estoy seguro de que nuestra fe se va consolidando, con la ayuda del Señor, con nuestra oración, reflexión y análisis de la vida, de otra forma ni siquiera estaríamos aquí. La esperanza alienta, fortalece e ilumina: "es prueba de realidades que no se ven", pero que cobran validez al venir de quien vienen: "creemos que Dios llevará con Él a los que mueren en Jesús."

No podemos negar que estamos ante un misterio y ante una realidad que con frecuencia nos intimida; si acaso regresan esos pensamientos negativos, volvamos a releer, despacio, el fragmento de la primera lectura: los que no creen, los que se aferran a las realidades temporales, piensan que todo terminará fatalmente, pero, atendamos a lo que sigue: "los justos están en paz. Esperan la inmortalidad."  Probablemente nos hagamos la misma pregunta que los discípulos: "¿qué es eso de la resurrección?"  La respuesta es Cristo mismo, vivo, palpable, glorioso y "los que son fieles a su amor permanecerán a su lado." Podríamos imaginar que es un salto al vacío, pero al dar el paso, constataremos que no hay tal, "porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos."  Nos contaremos, felizmente entre ellos, si le pedimos profundizar y realizar en conjunto lo que nos indica san juan y las palabras de Jesús en el evangelio: "el que ama ha pasado de la muerte a la vida. Y a ejemplo de Cristo hemos de estar prestos a dar la vida por nuestros hermanos."  Quizá jamás nos pida que derramemos físicamente nuestra sangre por ellos, pero sí que nos mostremos activamente preocupados y serviciales por cada ser humano; ésta es la caridad, el amor hecho realidad.

Curiosamente, en el juicio de las naciones, parecería que ha desaparecido el primer mandamiento: "amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas...,"  y brilla, con luz propia, el segundo: "amarás a tu prójimo" - en serio, en la actuación sin límites, en la cercanía, en la sonrisa, en el desprendimiento, en la atención llena de ternura..., la razón del llamado: "al reino preparado desde la creación del mundo", la expresa sin rodeos, el mismo Jesús: "lo que hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron." 

Comprendemos que será totalmente imposible entregarnos a los demás si no está nuestro interior lleno del amor de Dios. Imposible amar a los demás si no lo amamos a él; imposible amarlo a él si no amamos a los demás. Pensemos en los que ya nos han precedido, en su ejemplaridad, en sus consejos, sin juzgarlos, sacar provecho de los fallos y preparar, desde ahora, pues no sabemos ni el día ni la hora, las respuestas adecuadas del examen final. Como nos dice San Juan De la Cruz: "al atardecer de tu vida te examinarán del amor."

¡Conocer las preguntas previamente y reprobar, sería lo más frustrante de nuestra vida; lo único frustrante!

Con corazón inflamado de certeza, que va más allá de la "esperanza", agradezcamos al Señor que aún nos deja tiempo para que nuestra respuesta sea la que él y nosotros esperamos.