Por un momento los judíos viven lo que anhelaban: ¡la llegada del Mesías Victorioso! La actitud de Jesús muestra que no es lo que pensaban: “...un rey, apacible, montado en un burro, un burrito, hijo de animal de yugo”, mas no entendieron el mensaje. La emoción del momento fue fugaz, pues esos mismos que ahora lo aclaman: “¡Hosanna!, ¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!, gritarán días después: “¡Crucifícalo!”
Que el Señor fortalezca nuestros corazones para que no nos envuelvan la ingratitud y la superficialidad, y que nuestro júbilo sea porque vamos asimilando, “los sentimientos de Cristo Jesús”.
Textos de la Misa: Is. 50:4-7; Filip. 2: 6-11; Mt. 26:14 a 27: 66. (Invitar antes de las lecturas).
Es una liturgia larga, pero ¡bien lo merece el Señor y mucho lo necesitamos nosotros! Orar, meditar, contemplar y quedarnos admirados.
Isaías, en uno de los cuatro cantos del “Sirvo Sufriente”, muchos años antes, nos describe a Jesús. Pablo en la carta a los Filipenses, nos hace recapacitar en el fruto de la obediencia al Padre: el himno cristológico: ese es el camino del amor por nosotros, la causa de su exaltación en la Resurrección. Durante el relato de la Pasión, apliquemos las realidades contempladas. En ella está condensada la confesión fundamental de la fe cristiana: “Jesucristo es el Señor”.
La oración Colecta, el Prefacio y la oración sobre las Ofrendas nos hacen mantener el ritmo en el mismo tono: por la Pasión, la Cruz y la Muerte, hacia la Resurrección.
Mateo narra lo sucedido. Sorprende la extensión del relato de un solo día de la vida del Señor.
Acompañemos a Cristo en esta máxima prueba. “No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn. 15:13)
Mientras escuchamos, vayamos captando las actitudes de Cristo y las de los personajes que intervienen. ¿Con quiénes nos identificamos?
En un momento de silencio permitamos que se asienten en nuestro interior las vivencias que el Espíritu haya suscitado.
Escuchamos la Pasión, en la liturgia dominical, para que nuestros corazones vivan en la semana lo que Cristo hizo por nosotros y para que comprendamos cómo inicia el camino de la Pascua.
El próximo domingo reviviremos el culmen de esta entrega: “Por eso Dios le dio un nombre sobre todo nombre” (Filip. 2: 9).
Solamente asemejándonos a Cristo en la entrega lo seguiremos en la reurrección.
Pidamos esta actitud para recibir el don nuevo de Cristo y de su Espíritu.