Primera Lectura: del libro del
Éxodo 34: 4-6, 8-9
Salmo Responsorial, del salmo 3, A ti gloria y alabanza por los siglos
Segunda Lectura: de la carta de
san Pablo a los corintios 13,
11-13
Evangelio: Juan 3: 16-18.
Celebramos
el “misterio” escondido desde los siglos en Dios, pero revelado por Jesucristo
y ratificado por el Espíritu Santo. “Misterio”, porque nosotros no podríamos ni
imaginarlo, pero que Dios en y por Jesús lo ha manifestado al darnos a conocer “su inmenso amor”.
“Creados a imagen y
semejanza de Dios”,
(Gén. 1: 26) vemos la llamada y el alcance de nuestra manera de crecer conforme
a esa “imagen y semejanza”: Dios no
es ni solitario ni lejano; Dios es perfecta y continua Comunicación,
convivencia, cordialidad, bondad, entrega. Identidad que es el Hijo Encarnado y
Amor que es el Espíritu derramado en nuestros corazones. Amor que se define a
Sí mismo: “Compasivo y clemente,
paciente, misericordioso y fiel”. ¡Qué lejos estábamos de la Realidad
íntima de Dios! ¡Qué agradecidos ahora que se nos ha dado a conocer! “Nadie conoce mejor el interior del hombre
que el espíritu del hombre que está en el hombre; nadie conoce mejor el
interior de Dios que el Espíritu de Dios que es Dios…” (1ª. Cor. 2: 10-11) Y “nadie conoce al Padre sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo lo ha revelado”. Ya somos poseedores de ese conocimiento, “El que cree en el Hijo, cree en el Padre”, y
todavía más: “Cuando les envíe el
Espíritu los confirmará en la Verdad que les he enseñado”. ¡Esta
es nuestra Fe que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús, Señor nuestro! Es
verdad que Dios Infinito nos sobrepasa y nuestra inteligencia se estremece y se
siente tentada a dudar; pero no lo hará porque “sabe en Quién ha puesto su confianza”.
El
cristianismo o es Trinitario o no es cristianismo. “La Gracia de nuestro Señor Jesucristo, el Amor del Padre y la Comunión
del Espíritu Santo, están siempre
con nosotros”. Nos santiguamos
Trinitariamente, todas nuestras oraciones finalizan con la invocación
Trinitaria, Glorificamos, juntamente, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
creemos en el Padre, el Hijo y el Espíritu vivificador, hemos sido bautizados
en el nombre de Dios Trino y Uno, nuestra despedida del día y de la vida está
cobijada por el Padre Creador, por el Hijo Salvador, por el Espíritu
santificador.
Alentadora,
fortalecedora, comprometedora es nuestra aceptación porque está fundada, no en
razonamientos humanos, sino en la Palabra Verdad y Promesa, que se ha cumplido
y nos ha liberado; en el Amor Trinitario hecho “carne” como la nuestra en
Cristo Jesús para que podamos recibir la herencia imperecedera de Aquel a quien
confiadamente llamamos “¡Abba!”, “Padre”.