Primera
Lectura: del libro del profeta Isaías 5:
1-7
Salmo
Responsorial, del salmo 79: La viña del
Señor es la casa de Israel.
Segunda
Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los filipenses 4: 6-9
Aclamación:
Yo los he elegido del mundo, dice el Señor, para
que vayan y den fruto y su fruto permanezca.
Evangelio:
Mateo 21: 33-43.
“Todo depende de tu voluntad. Señor, nadie
puede resistirse a ella”. Es verdad, somos creaturas, “hechura de Dios” que gozaremos de esa realidad tanto cuanto
aceptemos que “la creación es una dependencia para la libertad”; no es
contradicción, es lo más nuestro de nuestro ser: seremos auténticamente libres
desde la total aceptación de nuestra cuádruple relación con Dios: creaturas,
contingentes, relativos, hijos e hijas; de no convertirla en vida, aunque nunca
dejaremos de ser “hechura de Dios”, nos estaremos resistiendo a su Voluntad;
somos los únicos que, usando mal del precioso don de la libertad, podemos
romper el plan de Dios: “Ninguna creatura
estorba a su compañera, nunca desobedecen las órdenes de Dios”,
(Eclesiástico 18: 28), por eso le pedimos que continúe “dándonos más de lo que merecemos y deseamos, perdone nuestras ofensas
y nos otorgue lo que necesitamos”, para realizar siempre lo que espera de
nosotros.
Por tercer
domingo consecutivo encontramos la comparación de la Viña; primero fueron los
contratados por el dueño, a diversas horas y comentábamos que nunca es tarde
para trabajar por el Reino; después la petición del padre a los hijos para que
fueran a trabajar, y con seguridad nos vino a la mente la palabra de Jesús: “No el que me dice, Señor, Señor – ya
voy – sino el que cumple la voluntad de
mi Padre que está en los cielos”; ahora “el canto a la viña”, poema de
contrastes, desde el cariño del amado que limpia, prepara, construye, confía y
aguarda, hasta le decepción: “¿Qué más
pude hacer por mi viña que no lo hiciera?”; los frutos jamás aparecieron.
La reacción es violenta: rompe y derriba, deja esa tierra querida a su propia
suerte que, alejada de la mano protectora, producirá solamente “espinas y abrojos”. Israel, “la plantación preferida”, se convirtió
en erial porque la justicia ya no encontraba lugar en sus corazones. “El dolor
y la tristeza del Dueño, del Señor, parece que no acaba, sigue buscando frutos
en el nuevo Israel, en la Iglesia, en cada uno de nosotros. Que escuche nuestra
súplica humilde: “vuelve tus ojos, mira
tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano…, ya no nos alejaremos
de Ti…, míranos con bondad y estaremos a salvo”. Aquí encontraremos “la Paz de Dios que sobrepasa toda inteligencia”, entonces la
fidelidad nos sostendrá para buscar y cumplir “lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y honroso”.
Volviendo sobre la no contradicción: “la creación, una dependencia para la
libertad”, hallamos su profundo sentido: somos de Dios y para Dios.
Jesús hace la
aplicación de Isaías, la actualiza, compromete a los Jefes del pueblo, y en
ellos a todo ser humano, a conocer y reconocer “la historia de la Historia”;
nadie es simple espectador, todos somos actantes, libres para aprender y
decidir, libres para aceptar y proseguir, libres para escoger o desechar la
Piedra que sostenga, con firmeza, el proyecto de casa que queremos. El tiempo
aún es nuestro, mientras tengamos tiempo.
¡Señor, Tú nos
plantaste, nos has cuidado con un esmero que sólo encontramos en Ti, nos llenas
de gracias y oportunidades, iluminas las mentes y enciendes los corazones!, una
vez más te pedimos nos des “aquello que
necesitamos” para que nunca perdamos
el Reino, sino que demos frutos que duren para siempre.