Primera Lectura: del libro del profeta Jonás
3: 1-5, 10
Salmo Responsorial, del salmo 23: Descúbrenos, Señor, tus caminos.
Segunda Lectura: de la primera carta del
apóstol Pablo a los corintios 7: 29-31
Aclamación: El Reino de
Dios está cerca, dice el Señor, arrepiéntanse y crean en el Evangelio.
Evangelio: Marcos 1: 14-20.
¿Proseguimos
entonando el cántico al Señor? ¿Cuánto tiempo dedicamos a contemplar el
esplendor de su belleza? ¿De verdad nos dejamos cautivar por su presencia? Son
preguntas que nos hacen adelantar la reflexión a la que nos invita San Pablo en
el pequeño fragmento de la Carta a los Corintios: “El tiempo apremia”, el tiempo sigue, y nosotros con él; no cambia, todas las horas
del reloj son iguales, en ritmo acompasado, repetido y sin repetirse, camino
circular que no termina. Avanza sin saberse, regresa y recomienza; cronos
imperturbable que nos lleva en sus alas, ¿hacia dónde?
No es tanto este tiempo el que interesa, sino el
“cairós”, el momento oportuno, la respuesta atinada, la dirección exacta, la
decisión valiente, la que, midiendo el riesgo, se atreve a recorrerlo, y al
hacerlo, sale de la rutina empantanada y traza una senda lineal que toca el
cielo.
Jonás había entrevisto ese “cairós” de Dios, y tuvo
miedo; huyó temporalmente, pero el Señor persigue hasta alcanzar. Jonás acepta
ser portavoz de destrucción y muerte: “Dentro
de cuarenta días Nínive será destruida”. Se apropió la palabra y una
ilusión morbosa lo envolvió, se quedó con el “cronos” y olvidó el “cairós”. Se
llenó de tristeza por el fracaso de sus predicciones; pero Dios no es así: “viendo sus obras y cómo se convertían de su
mala vida…, no les mandó el castigo”, se mostró como ES, con designios de
paz y de perdón. Los ninivitas captaron que el “cairós” es exacto, y lo
aceptaron. Pensemos un momento: ¡Cuánto “cairós” perdido en nuestro “cronos”!
La súplica del Salmo nos anima: “Descúbrenos, Señor, tus caminos”, porque solos, nos perdemos en
una absurda maraña de deseos; contigo, en cambio, hermanaremos el tiempo y la distancia.
Nuestros pasos serán eternidad presente, “porque
este mundo que vemos es pasajero”. ¡Alcánzanos, Señor, haz que lleguemos!
El eterno “cairós” ya se ha cumplido. Jesús, “en Quien el Padre encuentra todas sus
complacencias”, está entre nosotros, y sale a nuestro encuentro, y nos
llama, igual que a sus discípulos Simón, Andrés, Santiago y Juan. No es
necesario el diálogo, la Presencia lo suple y lo supera. La vocación es clara: “¡Síganme!” En sus interiores se desató un viento de
aceptación y de obediencia. La Prestancia de Aquel que agrada al Padre, de
alguna forma se hizo transparencia, y “dejándolo
todo, lo siguieron”.
El futuro es inédito, todavía incomprensible: “Los haré pescadores de hombres”. No se
preguntan: ¿qué quieres de nosotros? Comprenderán -¿comprenderemos?- que no
busca las cosas, sino al ser entero, disponible, para esparcir la Nueva de la
paz, de la concordia, hasta entregar la vida por el Reino.
Repitamos la Oración y que el Espíritu nos levante en
vuelo: “Conduce nuestra vida por el
camino de tus mandamientos para que, unidos a tu Hijo amado, podamos producir
frutos abundantes.”