Primera Lectura: del libro del
profeta Isaías 9: 1-3, 5-6
Salmo Responsorial, del salmo 95: Hoy nos ha nacido el Salvador.
Segunda Lectura: de la carta del
apóstol Pablo a Tito 2: 11-14
Aclamación: Les anuncio una gran alegría: Hoy nos ha nacido el Salvador, que es
Cristo, el Señor.
Evangelio: Lucas 2: 1-14.
¡Alegría,
sí, porque el Señor ya ha venido a salvarnos, a traernos la paz que perdura, la
que alimenta y alienta el interior! Quien no haya aceptado que necesita la
constante ayuda del Espíritu, nunca conocerá lo que es la verdadera alegría.
Pedir
que el Señor nos visite, que nos conceda tener la experiencia de su presencia
en el mundo y en nuestro propio ser. Quizá nos hayamos acostumbrado a celebrar
la Navidad, a vivir con la expectativa de la Noche Buena, del encuentro con la
familia, con algunos cantos que nos recuerden la infancia y hagan vibrar los
corazones de los pequeños que nos acompañen, pro la atmósfera que respiramos en
la sociedad haya apagado el auténtico ánimo navideño, el asombro creciente que
debería habitar cada sonrisa, cada abrazo, cada apretón de manos, el encanto de
romper las envolturas y descubrir el regalo que esconden y gozar con lo que
detrás de él se esconde…, encontrar el significado del signo y desde ahí
escalar las nubes en un creciente agradecimiento hasta Aquel de quien todo bien
desciende y que nos ha enviado al Sumo Bien, su Hijo Jesús y en él nos ha hecho
hijos suyos.
Salir
de las tinieblas y admirar la luz que nos circunda, agradecer la verdadera
libertad y pronunciar, convencidos, los nombres que trascienden: “Consejero admirable”, “Dios poderoso”,
Padre sempiterno”, “Príncipe de la paz”, “porque con Él la gracia de Dios se ha
manifestado para salvación de todos los hombres”; responsables de las
consecuencias de esa Gracia, vivir como pueblo pertenencia de Dios, entregados
a practicar el bien. ¡Eso sí será la verdadera alegría, la que viene desde
dentro, por el nacimiento del Señor!
Nos
sentiremos nombrados en el cántico de los ángeles al escuchar que la Gloria de
Dios abraza a los hombres de buena voluntad.