jueves, 22 de diciembre de 2016

La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Misa de media noche.



Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 9: 1-3, 5-6
Salmo Responsorial, del salmo 95: Hoy nos ha nacido el Salvador.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a Tito 2: 11-14
Aclamación: Les anuncio una gran alegría: Hoy nos ha nacido el Salvador, que es Cristo, el Señor.
Evangelio: Lucas 2: 1-14.

¡Alegría, sí, porque el Señor ya ha venido a salvarnos, a traernos la paz que perdura, la que alimenta y alienta el interior! Quien no haya aceptado que necesita la constante ayuda del Espíritu, nunca conocerá lo que es la verdadera alegría.

Pedir que el Señor nos visite, que nos conceda tener la experiencia de su presencia en el mundo y en nuestro propio ser. Quizá nos hayamos acostumbrado a celebrar la Navidad, a vivir con la expectativa de la Noche Buena, del encuentro con la familia, con algunos cantos que nos recuerden la infancia y hagan vibrar los corazones de los pequeños que nos acompañen, pro la atmósfera que respiramos en la sociedad haya apagado el auténtico ánimo navideño, el asombro creciente que debería habitar cada sonrisa, cada abrazo, cada apretón de manos, el encanto de romper las envolturas y descubrir el regalo que esconden y gozar con lo que detrás de él se esconde…, encontrar el significado del signo y desde ahí escalar las nubes en un creciente agradecimiento hasta Aquel de quien todo bien desciende y que nos ha enviado al Sumo Bien, su Hijo Jesús y en él nos ha hecho hijos suyos.

Salir de las tinieblas y admirar la luz que nos circunda, agradecer la verdadera libertad y pronunciar, convencidos, los nombres que trascienden: “Consejero admirable”, “Dios poderoso”, Padre sempiterno”, “Príncipe de la paz”, “porque con Él la gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres”; responsables de las consecuencias de esa Gracia, vivir como pueblo pertenencia de Dios, entregados a practicar el bien. ¡Eso sí será la verdadera alegría, la que viene desde dentro, por el nacimiento del Señor!

Nos sentiremos nombrados en el cántico de los ángeles al escuchar que la Gloria de Dios abraza a los hombres de buena voluntad.