Salmo Responsorial, del salmo 65: Las obras del Señor son
admirables, Aleluya.
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pedro
3: 15-18
Aclamación: El que
me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos a
él.
Evangelio: Juan 14: 15-21.
¡Promesas que
de verdad se cumplen, porque, ya lo sabemos, provienen del Señor! La invitación
a anunciar la Buena Nueva hasta los últimos rincones de la tierra, sigue en
presente.
Continuamos,
captemos el tiempo verbal ”continuar
celebrando”, significa que iniciamos y permanecemos en la misma actitud:
Gozo, Alegría, Aceptación, Fe en Cristo Resucitado, “primicia de los que duermen”. Ya hemos reflexionado muchas veces
que si la primicia es buena, la cosecha está asegurada, nosotros somos esa
cosecha: “Cristo en su Cuerpo Místico,
estará completo cuando el último hombre resucite.”
San
Lucas narra que ha comenzado la “diáspora”, la dispersión, a causa de la
persecución, ¡qué medios tan especiales utiliza el Señor, para que se
desarrolle su mandato!: “vayan por todo
el mundo y anuncien el Evangelio”. Los seres humanos creen que con la muerte, sería
el caso de la de Esteban, todo termina; mas para el Señor, es el principio de
la Vida. Felipe, uno de los diáconos, llega a Samaria, predica, convence,
convierte, con y por la acción que le inspira el Espíritu. Posteriormente
llegan Pedro y Juan, imponen las manos y los samaritanos “reciben el Espíritu Santo”. Una vez más: Dios entre nosotros, por Cristo
en el Espíritu hace crecer a la Iglesia.
Desde
lo profundo de nuestros corazones pidámosle que veamos que con su venida “renueve continuamente la faz de la tierra.”
Que llevemos a cabo lo orado en el
Salmo y nos dejemos impregnar de esa presencia amorosa, inacabable de Dios: “Las obras del Señor son admirables”, y
no pueden ser de otra manera.
Insiste
San Pedro en que la convicción salga a flote: “Den razón de su esperanza a los que se la pidan”, y me permitiría
añadir: aunque no nos la pidan, que al vernos superar las tribulaciones, las
disensiones, los embates de quienes se resistan a creer, por nuestras obras
hagamos comprender que hemos aprendido la enseñanza de Cristo, El Justo, y
junto con cuantos nos rodean, lleguemos a la resurrección. Todo esto avalado
con las obras, como nos pide el mismo Jesús en el Evangelio: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos y Yo
rogaré al Padre y les enviará otro Consolador, el Espíritu de la Verdad”. Ya
Él mismo ha realizado su misión de consolar, de animar, de impulsar, se va al
Padre, pero nos enviará “Otro” con las mismas funciones y este Espíritu, que es
Dios, nos enseñará a entender lo que es la Fe: la Unidad entre el Padre y
Cristo en el mismo Espíritu; esa es la manera de participar en y de la vida
Trinitaria: “Estar en el Padre y estar en
Cristo y ambos en nosotros” Manifestación que, valga la redundancia, debe
manifestarse, “para que el mundo crea”.