viernes, 1 de junio de 2018

9º. Ordinario, 3 Junio 2018.-


Primera Lectura: del libro del Deuteronomio 5: 12-15
Salmo Responsorial, del salmo 80
Segunda Lectura: de la primera carta del apóstol Pablo a los corintios 4: 6-11
Evangelio: Marcos 2: 23- 3:16.

La soledad es mala compañera cuando no está contigo, Señor.  Trabajos, penas y aflicciones nos agobian lejos de tu prese3ncia; reconocemos que tu providencia  nunca se equivoca, sigue cobijándonos con tu Espíritu y aleja de nosotros cuanto pueda alegarnos de ti.

No nos pides, Señor, santificar el sábado; pero sí tenerte presente el domingo que es tu día y debería ser el nuestro, al menos un rato para estar contigo; no eres taxativo, ni aprisionarte, quieres persuadirnos, para nuestro propio bien, que recordemos tiempos de esclavitud azarosa, pro más aún la gozosa liberación. ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo reflexionar en serio?, nos quedamos, como los israelitas, en lo exterior, en lo relativamente fácil  y no permitimos qu8e el reflejo del Espíritu se note en nuestro rostro, en nuestras acciones, en la alegría de servir con semblante siempre nuevo a Dios en Jesús, e Señor. Que el estribillo del salmo resuene no solamente en los oídos sino en la vida toda: El Señor es nuestra fortaleza, por eso nuestro canto es siempre nuevo.

Conocer la gloria de Dios y saber que la llevamos en vasos de barro nos hace más conscientes y cuidadosos, nos maravillamos porque no  es un  barro cualquiera, es creación nueva, es transparente para que se refleje desde nosotros el rostro de Cristo; por eso nunca nos sentiremos derrotados, ¡esta carne mortal ya está santificada!

Cualquier pretexto es bueno para no comprometerse, aun invocar la  ley para impedir abrir los ojos; te han espiado Jesús, te reconvienen por perdonar los pecados, por comer con publicanos y pecadores, por no ayunar ni Tú ni los discípulos, por arrancar espigas en sábado; no te han aceptado como el médico que busca a los enfermos, menos aún, como nos dejas muy claro, que eres el “dueño del sábado” ; tu mirada de ira y de tristeza abarca a todos los corazones encerrados; esperamos no encontrarnos entre ellos, sino más bien entere los que gozamos de tu presencia que anima y que sana el cuerpo, pero sobre todo el alma y con ella al ser entero.