sábado, 20 de febrero de 2021

1° Cuaresma, 21 febrero 2021 (ciclo B)


Primera Lectura:
del libro del Génesis 9: 8-15

Salmo Responsorial,
del salmo 24

Segunda Lectura:
de la primera carta del apóstol Pedro 3: 18-23

Evangelio:
Marcos 1: 12-15.
 


“Invocar al Señor, Él nos escucha, nos libra, nos sostiene”.
 El domingo pasado el Señor curó la lepra, nuestra lepra; nos habló de una fe más fuerte, más profunda, la del que busca y encuentra un espejo completo en que mirarse en súplica y confianza; ¿De qué otra forma encontrará en nosotros la imagen impregnada por el Padre? Por eso pedimos, ojalá insistentes: “crecer en el conocimiento de Cristo y llevar una vida más cristiana”.


El tiempo de Cuaresma proporciona, si nos metemos dentro, que el conocer se trueque en entender cuando es querido. Descubrir, con ojos nuevos, los signos de la Alianza, la comunión con todas las creaturas, retomar la Creación en nuestras manos, incluidos nosotros, y crecer y crecer, ya sin ninguna amenaza debida a nuestras culpas, bajo un cielo distinto con un arco brillante: Es el Señor que preside nuestros pasos y aleja todo miedo. 


Me atrevo a imaginar una leve sonrisa en Jesús, antes de su respuesta, cuando en el salmo clamamos: “Descúbrenos, Señor tus caminos”. ¿Qué no lo saben, no han oído que “Y Soy el Camino, la Verdad y la Vida”; ¡Simplemente caminen, pisen sobre las huellas que he dejado!  ¡Suban al Arca y escapen de la muerte! La entrega de mi Ser por cada uno, asegura su llegada hasta Dios. “Dejen atrás toda inmundicia y acepten el compromiso de vivir con una buna conciencia ante mi Padre”. ¡Resurrección que glorifica!
 


Volvamos al espejo, al que refleja a todo ser humano que en verdad quiera serlo. La misión se prepara en el silencio, en profundo contacto con el Padre, en la experiencia viva de ser hombre, de tener hambre y ser tentado, de ver, en soledad, su ser rasgado, de superarlo todo, con fuerza duplicada en el Espíritu, sin apropiarse nada, para salir después, agradeciendo al Padre su constante presencia, a pregonar la libertad de vida “porque el Reino ha llegado”.
 


La invitación persiste, acompañando al tiempo y al espacio, y llega, apremiante, hasta nosotros: “Conviértanse y crean en el Evangelio”.
 


¡No media conversión, sino completa!, ¡ni una fe que se queda esbozada entre los labios!, sino una decisión que mira hacia el futuro, consciente de los riesgos, cada uno, “fijos los ojos en el rumbo que nos diera, ir ca
mino al Amor, simple y desnudo”.