Primera Lectura: del libro del profeta Isaías 53: 10-11
Salmo Responsorial, del salmo 32: Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 4:14-16
Evangelio: Marcos: 10:35-45.
Liturgia que insiste en la total actitud de servicio activo, sincero, universal, desinteresado; confianza en la plegaria, “porque tú Señor, me respondes”, porque, en plásticas comparaciones nos recuerda que el Señor nos cuida, nos guía, nos protege, y asegura para que nuestra voluntad aprenda la docilidad y el servicio.
El pequeño fragmente del Cántico del Siervo de Yahvé que escuchamos de Isaías, habla de un personaje desconocido pero perfectamente aplicable a Jesús; anuncia, siglos antes, lo que fue realidad en la entrega del Señor por nosotros, que lo sabemos y quizá por sabido no lo dejamos penetrar hasta el fondo para que nos sacuda de agradecimiento: “con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con los pecados de ellos”, ejemplaridad de amor y de servicio, ya nos contamos entre los justificados… ¿Cómo decimos en el Salmo: “muéstrate bondadoso con nosotros, Señor”?, ¿podemos esperar más muestras de su bondad?
Más elementos nos da la Carta a los Hebreos: Jesús, Hijo de Dios, ha querido ser igual a nosotros, ningún ser humano podrá decir que ha sufrido más que Él, y Él sin merecerlo; verdadero sacerdote que no ofrece sacrificios extraños sino que se entrega a Sí mismo; identificado con nosotros nos muestra el camino para encontrar la gracia en el momento oportuno; ¡otro vivo ejemplo de servicio!
Sin duda habremos escuchado ese dicho: “el que no vive para servir, no sirve para vivir”, lo aceptamos, lo repetimos, admiramos a los que lo realizan, sería bueno preguntarnos qué tanto lo bajamos a nuestra realidad; contemplemos a Jesús que no se contenta con palabras, que va hasta el extremo de lo que predica y se adjudica, sin vacilaciones: “El Hijo del hombre vino a servir y a dar su vida por la redención de todos”; no lo comprendieron los discípulos aturdidos por el deseo del poder como estrado del éxito, del encumbramiento y del aplauso. Juan y Santiago “no saben lo que piden”, se han quedado en sí mismos; igual los otros 10, enojados y, sin duda, envidiosos…, lejos del Corazón de Cristo…, al igual que nosotros. ¡Ilústranos, Señor, que entendamos y aceptemos tus proyectos tan opuestos a nuestra idolatría.
Tenemos mil ejemplos de los que te han tomado en serio y han sacrificado y lo siguen haciendo, el pasarla bien, las comodidades, su patria, su lengua y su cultura para dar a conocer la noticia del Evangelio; bendícelos y bendícenos.