viernes, 3 de marzo de 2023

2°. Cuaresma 5 marzo, 2023.-


Primera Lectura:
del libro del Génesis 12: 1-4

Salmo Responsorial, del salmo 32:
Señor, ten misericordia de nosotros.

Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a Timoteo
1: 8-10
Evangelio: Mateo: 17: 1-9.
 

La liturgia de hoy gira, toda ella, en torno a la respuesta de Fe. De Fe, así con mayúsculas, la que implica un salto, un desasimiento al que muchas veces no estamos dispuestos, implica la aventura de salir de nuestros propios criterios, para que, desde el conocimiento, un conocimiento que no es inmediatamente perceptible en la integridad de su contenido, porque se trata del “totalmente Otro”, surja la confianza y podamos actuar con la determinación que impulsó a Abraham;  Fe que ha impulsado a hombres y mujeres, a través de la historia, a dejar las seguridades inmediatas, que pensamos que son auténticas porque podemos palparlas y a lanzarnos, como invita el Señor, “a la tierra que Yo te mostraré”. Abraham vive colgado de la esperanza, de la promesa porque ha comprendido Quién es el que lo llama; todo es futuro, nada es inmediatismo, ni la tierra ni la descendencia, esto se cumplirán en Jesucristo, plenitud de la revelación, más allá de limitaciones geográficas, no es “una tierra”, es el Reino, es la Patria definitiva. 

“Abraham partió, como se lo había ordenado el Señor”, llamamiento que no proviene de sus méritos, exactamente igual nos llama a nosotros, no por nuestros méritos, sino, como escuchamos en la Carta a Timoteo, “porque Él lo dispuso gratuitamente”; ¿ya iniciamos el peregrinaje o preferimos quedarnos en un inmovilismo estéril, aferrados a lo que pensamos que tenemos ya como posesión? Aquí la causa del retrasar el Encuentro. 

El don ha sido por medio de Cristo Jesús, en su manifestación, en su fidelidad, conseguido por la totalidad de su vida y específicamente porque “con su muerte destruyó nuestra muerte” e hizo brillar la luz de la vida y de la inmortalidad por medio del Evangelio, que tememos escuchar y hacer vida, porque no acabamos de percibir lo que oiremos en el Prefacio: “que la pasión es el camino de la resurrección”; preferimos una contemplación agradable, lejana del compromiso que “exprime nuestro egoísmo”; oír la invitación que viene del Padre: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”; aunque de momento nos haga caer en tierra “llenos de un gran temor”, al abrir los ojos, los oídos y el corazón, nos encontraremos con la voz cálida, con la palmada cariñosa de Jesús que nos anima:  “Levántense y no teman”, crean en lo que han visto: la seguridad del resplandor de la vida que espera a toda la humanidad: “el Hijo del hombre y todos, resucitaremos de entre los muertos”. 

No tenemos la limitación que Jesús impuso a los tres discípulos, ahora nuestra misión, fruto de la Fe, es dar testimonio del Resucitado, con palabras y obras, en un seguimiento decidido, que supere cualquier dificultad y con la fuerza del Espíritu demostrar que hemos escuchado al Padre y su Palabra.