Primera Lectura: del libro del Génesis 18: 1-10;
Salmo Responsorial, del salmo 14
Segunda Lectura: de la carta de San Pablo a los Colosenses 1: 24-28
Evangelio: Lucas 10: 38-42.
“Auxilio y apoyo”, es lo que deseo seas para mí, Señor; hacia Ti encauzo mi vida y no puedo sino ofrecerte mi corazón para darte gracias. Para ello te necesito, para que fortalezcas en mi interior las virtudes que miran hacia ti: “la fe, la esperanza y el amor” como fundamento para buscar y cumplir tu voluntad.
Domingo de la hospitalidad, del servicio, de la atenta escucha, actitudes concretas para ser verdadero discípulo, ministro y heraldo del camino que conduce a la perfección.
Abraham no sabe si sabe que eres Tú quien lo visita, pero actúa como si supiera; se levanta e invita, ruega que no pases de largo. Tú siempre accedes a estar cerca de quien, de manera espontánea, desea recibirte; de quien no se contenta con palabras, sino que “corre, se da prisa, apresura a Sara y al criado”; amabilidad en acción, y te ofrece un banquete sazonado, primordialmente, con la verdadera caridad, con la apertura, con la universalidad; ¿Eres Uno o eres Tres?, poco importa, lo que cuenta es servirte, “el amante da de lo que tiene o de lo que tiene y puede”. Ya nos descubrirá tu Palabra, mucho tiempo después, “ese designio secreto que mantuviste escondido durante siglos y que ahora has revelado a tu pueblo santo”.
Jamás te quedas corto en la respuesta, y la promesa surge, no como una paga sino como un alargamiento de tu propia Bondad: “Dentro de un año volveré sin falta a visitarte por estas fechas, para entonces, Sara, tu mujer, habrá tenido un hijo”; donde estás Tú, todo florece, y, como eres fiel, llegará el momento de gozar el fruto.
¿Qué puede el hombre ofrecerte, a ti, Origen de todos los bienes? El Salmo nos lo indica: la prolongación de tu presencia activa en servicio a los demás: “honradez, justicia, sinceridad, desprendimiento y respeto, rectitud a toda prueba”. Mirando su interior, el hombre sabe que no puede lograrlo él solo, por eso pide, en unión comunitaria, ese aumento de fe, esperanza y amor para mantenerse en la fidelidad de manera constante. De modo especial en las pruebas, esas que van saliendo al paso en el camino, y que, unidas a Jesús, tu Hijo y Hermano nuestro, fortalecen a la Iglesia-Humanidad “con la esperanza de la gloria”, ¿qué otro apoyo puede mantenernos con el ánimo encendido?
María y Martha ejemplifican y complementan el proceso de convertirnos en discípulos: Jesús no “condena” el servicio, Él lo ha vivido siempre, simplemente enaltece “la mejor parte”: sentarse a escuchar para aprender a imitar, y, comprender que la preocupación por el Reino tiene prioridad absoluta sobre todo lo demás.
Acoger a Jesús en la Eucaristía nos impulsará a acogerlo en todo ser humano y a dar testimonio de que Él es el enviado del Padre para la salvación de todos los hombres.