Primera
Lectura: del libro
del profeta Zacarías 8: 20-23
Salmo
Responsorial, del
salmo 66.
Segunda
Lectura: de la
carta del apóstol Pablo a los Romanos 10: 9-18
Evangelio: Marcos 16: 15-20.
Domingo de las misiones, “del envío,
de la participación más plena de lo que vino a traer Jesús a la tierra: la
Buena Nueva de la paz, de la fraternidad, de la salvación, del Reino”. “Padre,
como Tú me enviaste al mundo, así los envío Yo”. (Jn. 17: 18)
¿A qué los envía y nos envía?,
“a contar a los pueblos la gloria de Dios, a que todas las naciones conozcan
las maravillas del Señor…” Los Apóstoles y la Primera Comunidad cristiana
cumplieron, hasta el derramamiento de su propia sangre, esta misión.
Verdaderamente cayeron en la cuenta como pedimos al Señor que ocurra con
nosotros, que estaban y hora estamos llamados a trabajar por la salvación de
todos, que cooperemos para que se realice el “sueño” de Dios: una sola
familia y una humanidad nueva en Cristo”.
Ya sabemos cómo surge inmediata, la,
si no oposición, sí la ansiedad por encontrar la respuesta al ¿cómo?
Sigamos al Espíritu que inspira a Zacarías: “los habitantes de una ciudad
dirán a los de otra: vayamos a orar ante el Señor”. Es comunicación, es
oráculo, es profecía; sin duda el pueblo respondió, se sintió invitado,
comprendió lo que significaba ser “elegidos del Señor” y se convirtieron en
guías; sus obras iluminaban, invitaban y convencían: “diez hombres de cada
lengua tomarán por el manto a un judío: queremos ir contigo, hemos oído que
Dios está con ustedes”. No es simple repetición del oráculo, es apropiación
del contenido a nuestra realidad personal, comunitaria, social, es pregunta que
toca nuestro interior para que respondamos con autenticidad: ¿soy de los que
llevan a los demás a adorar al Señor porque soy luz que ilumina, sal que
sazona, camino que conduce?, esto es participar del envío que ya hizo y sigue
haciendo Cristo a la Iglesia entera, para que se reconquiste y sea –seamos-
capaces de conquistar el mundo entero para que forme parte activa, íntima, del
Reino del Padre; ¡qué gozo el que un día podamos todos escuchar desde todos los
rincones de la tierra: “Dios está con nosotros”!
En el fragmento de la Carta a los
Romanos: Pablo nos entrega un completo análisis del acto de fe y de la
evangelización que lo hace posible: la fe es principio de salvación, por
adhesión interna y, consecuentemente, por confesión externa, no es un acto
individualista y solitario, es una actitud manifiesta que construye comunidad;
imposible sin saber en Quién se cree, por ello el conocimiento llega por la
predicación y ésta, con la fuerza del mismo Cristo hace posible la
apertura del corazón que superará la tentación de endurecimiento. Se nos hace
presente la petición reiterada durante la segunda semana de Ejercicios:
“conocimiento interno de mi Señor Jesucristo que por mí se hace hombre, para
que más lo ame y lo siga”, conocer el bien es quererlo de inmediato,
conocer al Sumo Bien ya es poseerlo porque nos arrebatará de tal forma que nada
ni nadie podrá separarnos de Él. ¿Cómo no comunicar esta experiencia de paz y
de plenitud, así nos convertiremos en “mensajeros que recorren los montes
para llevar la buena noticia”.
Unámonos a la Iglesia misionera con
nuestra oración, nuestra acción de gracias y con nuestros dones que ayuden a
tantos que, lejos de su patria, esparcen la semilla de Cristo.