Procesión
con las Palmas: Lc. 19: 28-40.
Gozo
inicial, agitación de Palmas, Alegría porque acompañamos a Jesucristo, nuestro
Rey y Señor hasta reunirnos con Él en la Jerusalén celestial.
Hemos
preparado el momento orando, única vía para “tener
en nosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús”; abriéndonos a los
hermanos; dominando, con la Gracia, pasiones y tentaciones; ayunando, especialmente como el Señor lo
expone: "que tengamos compasión con
el huérfano, la viuda y el forastero..."
Mucha
gente gozaba de las maravillas realizadas por Jesús, se dejaban tocar por la
convicción con que hablaba y actuaba. Lo señalaban como el Mesías libertador:
quedará roto el yugo que nos oprime…, y la emoción se desbordó. Cuando la
emotividad triunfa sobre la razón y la realidad, ésta se obscurece: ¿Nuestro
Rey "montado
en un burrito."?
Preguntémonos
con honestidad, ¿Es éste el Mesías que imaginamos? Si de verdad hemos seguido a Jesús, sus hechos,
sus dichos, su ejemplaridad en los Evangelios, no correremos el riesgo del
desengaño labrado por vanas ilusiones. ¡Confirmemos nuestro deseo de recibir y "recordar cuanto se había escrito de
Él."!
El
Espíritu está pronto a ayudarnos a comprender y a aceptar la verdadera
humanidad de Cristo "Primogénito de
toda creatura para conformarnos a su imagen."
MISA. Is.
50: 4-7; Salmo 21; Filip. 2: 6-11; Lc. 22: 14-23, 56.
Las
lecturas y el Salmo, oídos, meditados,
habrán deshecho en humo la "falsa imagen de Mesías" que la carne
ilusoria aguardaba.
Nos
presentan al Siervo Sufriente, al Escucha preferido del Padre, al Hijo Amado en quien están sus
complacencias y eso ¡nos repele!, si la fe titubea, lo veremos "como desecho de los hombres, sin
figura, sin rostro, abatido y humillado, crucificado y muerto... No
perdamos pisada, necesitamos unir nuestra oración a la del mismo Cristo: "El Señor me ayuda y por eso no quedaré
confundido." La glorificación,
la escuchamos temblando, llega por la obediencia al designio del Padre; nos
prepara, de nuevo, a escalar lo imposible: la muerte y el fracaso: "locura para los paganos y escándalo
para los judíos".
Esto,
imposible de entender si no es con la Fe, si no es desde la Alianza escrita en
lo más profundo de las mentes y de los corazones: "Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre sobre
todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla..."
El
relato de la Pasión según San Lucas, es corona de todo lo predicho. Hagamos un
viaje al interior; vivámosla en silencio, digámonos como pide San Ignacio en
los Ejercicios: “Por mí va el Señor a la Pasión”. ¿A qué grito responde el corazón?: “¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor!” O, "¡Crucifícalo!", porque
rompe y rasga mi egoísmo.
Que
el asombro envuelva nuestro espíritu y a impulsos de ese Amor ilimitado ofrezcámonos a Dios con “un corazón contrito y
humillado, agradecido y comprometido."