viernes, 18 de marzo de 2016

Domingo de Ramos, 20 Marzo de 2016



Procesión con las Palmas: Lc. 19: 28-40.

Gozo inicial, agitación de Palmas, Alegría porque acompañamos a Jesucristo, nuestro Rey y Señor hasta reunirnos con Él en la Jerusalén celestial.

Hemos preparado el momento orando, única vía para “tener en nosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús”; abriéndonos a los hermanos; dominando, con la Gracia, pasiones y tentaciones;  ayunando, especialmente como el Señor lo expone: "que tengamos compasión con el huérfano, la viuda y el forastero..."  

Mucha gente gozaba de las maravillas realizadas por Jesús, se dejaban tocar por la convicción con que hablaba y actuaba. Lo señalaban como el Mesías libertador: quedará roto el yugo que nos oprime…, y la emoción se desbordó. Cuando la emotividad triunfa sobre la razón y la realidad, ésta se obscurece: ¿Nuestro Rey  "montado en un burrito."?

Preguntémonos con honestidad, ¿Es éste el Mesías que imaginamos?  Si de verdad hemos seguido a Jesús, sus hechos, sus dichos, su ejemplaridad en los Evangelios, no correremos el riesgo del desengaño labrado por vanas ilusiones. ¡Confirmemos nuestro deseo de recibir y "recordar cuanto se había escrito de Él."!

El Espíritu está pronto a ayudarnos a comprender y a aceptar la verdadera humanidad de Cristo "Primogénito de toda creatura para conformarnos a su imagen."

MISA. Is. 50: 4-7; Salmo 21; Filip. 2: 6-11; Lc. 22: 14-23, 56.
Las lecturas y el Salmo,  oídos, meditados, habrán deshecho en humo la "falsa imagen de Mesías" que la carne ilusoria aguardaba.

Nos presentan al Siervo Sufriente, al Escucha preferido del Padre,  al Hijo Amado en quien están sus complacencias y eso ¡nos repele!, si la fe titubea, lo veremos "como desecho de los hombres, sin figura, sin rostro, abatido y humillado, crucificado y muerto... No perdamos pisada, necesitamos unir nuestra oración a la del mismo Cristo: "El Señor me ayuda y por eso no quedaré confundido."  La glorificación, la escuchamos temblando, llega por la obediencia al designio del Padre; nos prepara, de nuevo, a escalar lo imposible: la muerte y el fracaso: "locura para los paganos y escándalo para los judíos".

Esto, imposible de entender si no es con la Fe, si no es desde la Alianza escrita en lo más profundo de las mentes y de los corazones: "Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús se doble toda rodilla..."

El relato de la Pasión según San Lucas, es corona de todo lo predicho. Hagamos un viaje al interior; vivámosla en silencio, digámonos como pide San Ignacio en los Ejercicios: “Por mí va el Señor a la Pasión”.  ¿A qué grito responde el corazón?: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”  O, "¡Crucifícalo!",  porque  rompe y rasga mi egoísmo.

Que el asombro envuelva nuestro espíritu y a impulsos de ese Amor ilimitado  ofrezcámonos a Dios con “un corazón contrito y humillado, agradecido y comprometido."