viernes, 11 de noviembre de 2016

33º ordinario, 13 noviembre 2016.--



Primera Lectura: del libro del profeta Malaquías 3: 19-20
Salmo Responsorial, del salmo 97: Toda la tierra ha visto al Salvador.
Segunda Lectura: de la segunda carta del apóstol Pablo a los tesalonicenses 3: 7-12
Aclamación: Estén atentos y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
Evangelio: Lucas 21: 5-19.

Celebramos el último domingo del tiempo ordinario, el próximo será la Fiesta de Cristo Rey con la que finalizará el año litúrgico.

Hace ocho días todo estaba teñido de “Vida Nueva”, del camino y llegada a la Patria; nada importó a los jóvenes perder los miembros y la vida porque la seguridad de la Resurrección ya la sentían internamente; esta certeza los fortaleció.

El Señor Jesús, único Puente para llegar al Padre, nos lo mostró como ES: “Dios de vivos”, y San Pablo nos exhortó a que permitamos que el Señor dirija nuestros corazones “para amar y para esperar, pacientemente, la venida de Cristo”.

Hoy, Jeremías, en la antífona de entrada, nos prepara para que con ánimo aquietado, miremos hacia la escatología y descubramos, mejor redescubramos que el Señor “tiene designios de paz, no de aflicción”, y sigamos invocándolo porque “nos escuchará y nos librará de toda esclavitud”. Ésta es la forma de preparar lo que, sin ella, sería de temer: “El día del Señor, como ardiente horno”; pero con ella: “brillará el sol de justicia que trae la salvación en sus rayos”.

De manera espontánea vuelve la pregunta que nos hicimos: ¿cómo y qué espero, no para el “fin del mundo”, sino para mi encuentro personal con Dios, para “el fin de mi mundo”, el ahora encerrado en la trama del espacio y el tiempo? Pidamos que nos atraviese, de parte a parte, la reflexión de San Juan: “En el amor no existe el temor; al contrario, el amor acabado echa fuera el temor, porque el temor anticipa el castigo, en consecuencias, quien siente temor aún no está realizado en el amor”.  (1ª.Jn.4:18), y nos daremos la respuesta adecuada…, si no la tenemos, aún hay tiempo para prepararla.

Las palabras de Jesús en el Evangelio, nos alertan para que continuemos analizando los “signos de los tiempos”; no es que ya estemos al final, pero parecería que la humanidad entera quisiera adelantarlo, si continuamos destruyendo el planeta. ¡Cuánto egoísmo y ausencia de conciencia! ¡Cuánta soberbia y ansia de riqueza! ¿Pensamos, en serio, que lo único que nos acompañará en el último vuelo, serán las horas dedicadas a los demás? ¿Aceptamos que la valentía del testimonio a favor de Jesús y de los valores del Evangelio, nos deben causar molestias? La persecución por estar del lado de la justicia y de la verdad, será señal de que estamos bajo la Bandera de Cristo, “sin embargo, no teman, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

¡Señor que resuene constantemente en nosotros la Voz del Espíritu!: “Escribe: Dichosos los que mueren en el Señor; cierto, dice el Espíritu: podrán descansar de sus trabajos, pues sus obras los acompañarán”.  (Apoc. 14: 13)