domingo, 2 de junio de 2019

La Ascensión del Señor. 2 de junio de 2019.-


Primera Lectura: del libro de los Hechos de los Apóstoles 1: 1-11
Salmo Responsorial, del salmo 46: Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Segunda Lectura: de la carta a los hebreos 9: 24-28, 10: 19-23
Aclamación: Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Evangelio: Lucas 24: 46-53.

En este día de la Ascensión, Jesús realiza lo que nos dice el Salmo 19: 6: “Salió como un héroe, contento a recorrer su camino”; llega a la meta, entra en la Gloria que tenía desde antes de la Creación.

La oración nos recuerda la petición que hicimos, como Iglesia, el domingo del Buen Pastor, que se realice lo que nos ofreció: para que donde Él esté, estemos también nosotros: Cabeza y Cuerpo Místico unidos de modo inseparable y eterno.

En el libro de los Hechos de los apóstoles, San Lucas expresa brevemente, el último adiós de Jesús. En la dedicación a Teófilo, afirma que ha escrito “todo lo que Jesús hizo y enseñó hasta el día en que ascendió al cielo”. Tiene muy presentes los momentos en que “Jesús dio numerosas pruebas de que estaba vivo”, sigue reinando el ambiente de la Pascua. La instrucción es muy sencilla: “Aguarden a que se cumpla la promesa de mi Padre, y sean bautizados en el Espíritu Santo”. De verdad lo necesitaban, como lo necesitamos nosotros, para enderezar las mentes y superar lo material, que, ni por asomo se nos ocurra preguntar: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la soberanía de Israel?”; que aprendamos a ver, como Él, los designios del Padre; que aprendamos a confiar, como Él, en las decisiones del Padre. La respuesta de Jesús a sus discípulos, los y nos deja con la misma incógnita: “A ustedes no les toca conocer el tiempo y hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero el Espíritu Santo cuando descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis testigos hasta los últimos rincones de la tierra.”  Mejor atiendan a la misión que les encomiendo; ¡los necesito activos! Con intensa mirada de fe nos alegramos con el triunfo del Señor y cantamos desde lo más profundo el Salmo: “Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya”.

El Sacerdocio de Cristo confirma la Nueva Alianza. La presencia de la Nueva Creación,    ya es realidad: “Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos…, nos abrió un camino nuevo y viviente a través del velo, que es su propio cuerpo”. Por eso estamos seguros, “al frente de la casa de Dios, tenemos un sacerdote incomparable”, y podremos acercarnos con sinceridad, con una conciencia limpia, con esperanza inquebrantable, porque sabemos que las promesas de Dios ya se cumplieron, lo que nos falta es revestirnos de ellas.

Jesús se va, pero antes de su partida, les refresca la memoria para que no olviden lo que Él ha cumplido: Todo lo ha realizado como “El Hijo amado del Padre”: sembrar sin interrupción, dar un Amor sin límites, el dolor en su pasión, la angustia real de la muerte, el logro victorioso de la resurrección y ahora “la vuelta al Padre”. Jesús es la plenitud de la Revelación; su Persona y su doctrina no pueden separarse.

Se eleva, los y nos bendice, ha terminado su tiempo en el mundo, desde el Padre enviará al Consolador, al que es “la Fuerza de lo alto” que los y nos hará capaces de ser testigos fidedignos de que Cristo “Es el Señor”. El tiempo de la Iglesia ha comenzado con los mejores auspicios, regresemos alabando con gozo al Padre, Él nos ayudará, con ese Espíritu, a continuar la misión que comenzó el Hijo.