sábado, 29 de junio de 2019

13º Ordinario, 29 junio del 2019.-


Primera Lectura: del primer libro de los Reyes 19: 16, 19-21
Salmo Responsorial, del salmo 15: Enséñanos, Señor, el camino de la vida
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los gálatas 1, 13-18
Aclamación: Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; Yo las conozco y ellas me siguen.
Evangelio: Lucas 9: 51.62.

La luz engendra claridades, disipa los temores, enciende las verdades y cada uno de nosotros la ha recibido a partir del Bautismo, ya transformados en hijos de la Luz. La activa presencia de la Gracia hace que proyectemos esa nitidez, venzamos los temores y nos convirtamos en faro que guíe a todos hacia la Verdad sin límites. Una vez más pedimos que la Gracia actúe y que la dejemos transformarnos.

Elías es el medio por el que Eliseo percibe el llamamiento al “ser cubierto con el manto.”

Si bien es cierto que en el Evangelio el Señor Jesús “no permite que nadie vuelva la cabeza atrás”, también es cierto que la calidad del llamamiento es diferente; los siglos cuentan al igual que la Voz que convoca.

Eliseo actúa de inmediato y con su actitud demuestra que ha comprendido, que el paso inicial es desprenderse de todo: la quema de los aperos de labranza y el sacrificio de los bueyes lo atestiguan, es la señal concreta de que acepta cuanto viene con la vocación: ruptura, cambio, decisión. Acepta globalmente el riesgo: “bien sabes lo que el Señor ha hecho contigo”. Lo sabía sin saberlo en el desarrollo específico y, sin embargo, se lanza al entender con quién emprende su camino y que éste queda determinado por el servicio.

¿Qué espera todo caminante?: Recorrer el camino hasta el final, pedimos el alimento que sostenga: “Sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a Ti”.

Jesús es el caminante decidido, no hay engaño en sus pasos, sabe de adversidades, de cansancio y de muerte…, las supera: “tomó la firme determinación de subir a Jerusalén”, allá habrá de llevar a plenitud la actitud que sostuvo su vida: “¡Vivir a gusto de Dios!”.


Samaria se niega a recibirlos, Jesús modera los ímpetus jóvenes: “No saben de qué espíritu son; el Hijo del hombre no ha venido a destruir sino a construir”. Y continúan adelante.

Alguien se ofrece a seguirlo, Jesús aclara: lo único que te ofrezco es estar conmigo, las carencias son mi cobijo… y la aceptación no queda constatada.

El siguiente se parece a nosotros, los cristianos del “pero”, de las adversativas, del tiempo no entregado, de las explicaciones que retardan el encuentro..., parece más bien que posterga el seguimiento hasta que pueda enterrar a su padre, no porque ya haya muerto... Jesús no es inhumano, vive los sentimientos de los hombres, pero el Reino apremia, no admite dilaciones.

No está Jesús en contra del 4º mandamiento, simplemente pone de relieve el 1º, la vocación, el seguimiento, no aceptan componendas, por eso Cristo es el revolucionario más radical, va a lo profundo, a lo definitivo, a que rompamos amarras y nos dejemos conducir por el único viento que lleva a Puerto seguro: El Espíritu Santo.

Pablo invita a que reflexionemos sobre la auténtica libertad, ¡esa, con la que podemos comprometernos con el Señor!, ¡esa, la que impulsa a ser servidores por amor y que lanza al mar el lastre egoísta.

Que el aleluya corone nuestro deseo convencido: “Habla., Señor, que tu siervo te escucha. Tú tienes palabras de vida eterna”.