miércoles, 29 de abril de 2009

4° de Pascua, 3 de mayo 2009.

Primera Lectura:  Hechos de los Apòstoles 4, 8-12; 
Salmo Resposorial: 117; 
Segunda Lectura: 1ª Carta de Juan 3: 1-2; 
Evagelio: Juan 10: 11-18.

Continuamos asombrados por la maravilla del amor que cubre todo: tierra, cielos y abismos y, sobre todo, nuestros corazones. La presencia del Seño tranquiliza, ilumina, guía, precede y conduce con cercanía, casi palpable, a los pastos frescos. Si existe seguridad en este mundo, es la que encontramos junto a Él.

No es nada nuevo, el Espíritu sigue actuando, dando forma y valor a la primitiva Comunidad cristiana. Pedro va encontrando la mesura, pero con audacia da testimonio de su profesión de fe en Jesucristo; testimonio del que está ansioso, aunque no lo sepa, el mundo actual, nuestra sociedad, nuestra juventud, y no lo quiere oír sino mirarlo en acción. Jesús es “la piedra angular, el desechado, el crucificado”, Jesús es el “resucitado de entre los muertos”, el Único en quien encontramos todos, la salvación.

Pedro, intuye cuál puede ser el desenlace; pero siente una fuerza interna que lo sostiene, que se convierte en “un fuego que enciende otros fuegos”, vive conscientemente, los riesgos de estar en las fronteras difíciles. Habla con claridad inusitada, tiene encendida la lámpara y no teme la amenaza de las tinieblas; está presente la palabra del Maestro: “¡La verdad los hará libres”! Verdad que rompe esquemas, que renueva los valores que, a gritos, pide apertura, y conversión. No hay otro camino que Cristo.

Invitación y ejemplo para que, sin mirarnos a nosotros mismos, nos lancemos, firmes en la fe y en la confianza, a proclamar la Verdad que libera. Sin duda habremos de  interiorizarnos personalmente y contagiar de entusiasmo a todos los familiares, a la comunidad y a la sociedad en que estamos insertados; comenzar a discernir o seguirlo haciendo para que la decisión sea acorde a esa fe, confianza y Verdad.

En el Salmo encontramos mucho más que una fortaleza amurallada: “Te damos gracias, Señor, porque eres Bueno, porque tu misericordia es eterna. Más vale refugiarse en el Señor que poner en los hombres la confianza”. Ni estamos solos ni luchamos por una utopía; el Señor ya nos mostró Quién y Dónde está la Topía.

San Juan aviva la llama: “Miren cuánto amor nos ha tenido el Padre, pues no sólo nos llamamos hijos de Dios, sino que lo somos”. ¡Qué reto!: reflejar la imagen del Hijo rechazado pero Resucitado. Ánimo para que nuestras obras sean conforme al Reino Ese es el camino para encontrarnos con el Señor “cara a cara, y ser semejantes a Él”. Conocemos nuestra debilidad, pero muchos recordarán que es una injuria a Dios considerarnos como “gusanos”; permitamos que el Espíritu culmine su obra y nos convierta en mariposas.

Jesús, el Buen Pastor, no descuida a ninguno, quiere acoger a todos, no cesa de llamarnos. Conoce todos los caminos, los internos y externos, se convierte en la Puerta que nos lleva hasta el Padre; sabe que el amor es gratuito: lo recibe y lo regresa al Padre en llamas del Espíritu y así nos lo ofrece. “Doy la vida por mis ovejas”. Escuchemos su voz, distingámosla entre tantas otras y así podremos reconocerla y, seguirlo. Oremos para que su deseo se cumpla: “Un solo rebaño bajo un solo Pastor”.