Primera Lectura: del libro Isaías 55: 6-9
Salmo Responsorial, del salmo 144: Bendeciré al Señor eternamente.
Segunda Lectura: de la carta del apóstol Pablo a los Filipenses
1: 20-24, 27
Aclamación: Abre, Señor, nuestros corazones para que comprendamos
las palabras de tu Hijo.
Evangelio: Mateo 20: 1-16
Dios
Bondad, Dios apertura, Dios siempre a la escucha. ¡Cuántas veces lo
hemos experimentado, y, sin embargo, nuestras voces no ascienden con
la frecuencia, con la confianza, con la seguridad de ser escuchados!
¡Convéncenos, Señor, de que estás más presto de lo que imaginamos,
a oír nuestras súplicas! Hoy te pedimos la gracia de “descubrirte
y amarte en cada hermano”; que ilumines el corazón y las entrañas
porque, solamente así, lograremos, con tu presencia, alcanzar lo único
que debe importarnos en esta vida: ¡llegar hasta Ti!, que eres la Vida
Eterna.
“Buscarte
mientras pueda encontrarte”, ¿cómo buscarte si, como nos
recuerda San Agustín, yo no existiría si no estuvieras ya en mí?
Lo que vivo constantemente es que “tus pensamientos no son
los míos”. ¡Ayúdame a estar en sintonía con tus deseos, con
la esperanza que has depositado en mí, a reaccionar a tu favor, que
es a mi favor, contra tantas mociones que revolotean a mi alrededor,
contra la facilidad de ir pasando como sombra por la vida sin dejar
huella; a regresar, cada tarde a tu regazo y a reordenar pensamientos
y deseos; a la constante conversión y a tu perdón que es paz profunda,
que es solaz! “Tus designios son justos y no estás lejos de los
que te buscan sinceramente.”
¿Por qué me canso de invocarte? ¿Por qué mi confianza tambalea?
¿No tengo ya suficientes pruebas de que solo no puedo? ¡Muy lejos,
de hacer mía la expresión de San Pablo: “para mí, la vida es
Cristo y la muerte una ganancia”!; sin embargo arden deseos de
tener los deseos “de que sea en vida, sea en muerte, te pertenezco”
y de que cuanto realice en Ti y por Ti, tiene repercusión de eternidad.
Cualquier
hora es oportuna para ir a “tu viña”. Sin medir el peso
del día o del cansancio, con los ojos puestos en Ti, “el Gran Denario”,
crecer en el esfuerzo, “que a jornal de gloria no hay trabajo duro”.
Gracias,
Señor, por resanar el miedo, por abrir horizontes de ternura, porque
das a mis pasos un sentido, porque puedo mirar hacia arriba y encontrarte
sonriendo.
Gracias,
Señor por ser como eres, por haberme invitado y por seguir confiando
en mi respuesta más allá de mis yerros, y olvidos y apatías.